viernes, 29 de marzo de 2024

HILDEBRANDT OPINA SOBRE HECHOS DE COYUNTURA POLTICA

 SALIR DE LA TRAMPA

César Hildebrandt

Tomado de HILDEBRANDDT EN SUS TRECE N° 679, 29MAR24

L

a señora Boluarte huye de la fiscalía y cierra las puertas que debió abrir. Dice que está muy ocupada, pero su agenda está en blanco. Miente como respira y en su cabeza hay un tic tac que suena a bomba de relojería.

No quiere que se sepa la verdad la expresidenta del Club Apurímac.

Está embarrada. No tiene cómo explicar el origen de su colección de relojes ni las sumas de dinero que no declaró cuando pudo hacerlo.

La señora Boluarte está aterrada, que es su condición habitual. Por eso es que el congreso del hampa la usa, cuando quiere, como trapeador.

Por eso es que tenemos el gobierno fantasma que nada decide.

Dina Boluarte tiene las manos ensangrentadas por los muertos y heridos de los que ella es autora mediata.

Pero ahora añade mugre en las uñas, lodo en las palmas, tizne entre los dedos. No importa el reloj que lleve en la muñeca.

El congreso de los forajidos la tiene en sus garras, ahora más que nunca: la república que Capone habría construido es la que terminará de hacerse en estos meses de oprobio.

El código penal acabará de reformarse para favorecer toda felonía imaginable, la reforma política terminará de destruirse, la impunidad surtida vendrá en nuevos proyectos surgidos del basurero de las siglas reinantes: FP, RP, PL.

Este es el Perú que hemos permitido. Esta es la ver­güenza que ya ni siquiera nos ruboriza.

Hemos normalizado los peores rasgos de nuestro carácter nacional, ese que viene de tantas derrotas de la decencia.

Releo lo que acabo de escribir y el hartazgo me dice que me repito y la moderación me susurra que debo calmarme.

Además, es semana santa y los obispos de la iglesia oficial demandan la paz entre los peruanos.

La santa madre iglesia apostólica y romana recuerda la muerte del hombre que dijo que era dios e hijo de dios al mismo tiempo y aprovecha para sumarse al pedido de quietud de los ministros que han salido a pedir una tregua.

Además, ¿no es el cumpleaños 88 de Mario Vargas Llosa?

Dudo, me aquieto, reflexiono.

Y entonces estallo otra vez.

¿La iglesia de las hogueras y Juan Pablo II, que coordi­naba con la CIA, me pide colaborar con el sosiego?

¿No fue Vargas Llosa, el genial novelista, quien pidió votar por Fujimori en el 2021?

Tregua es nuestra palabra favorita. La rompieron los chilenos el 15 de enero de 1881 en Miraflores y la invocó Miguel Iglesias para firmar el Tratado de Ancón.

No necesitamos una tregua. Que la pidan los que han robado y tienen a los fiscales en la puerta (cerrada).

Lo que nos urge es librarnos de este gobierno que nació deforme y fue el fruto procaz de un golpista enredado en los bajos fondos y de la traición de una vicepresidenta de izquierda que se vendió a la derecha por un puñado de dólares.

Tenemos 30% de pobres, una economía que no despega, una banda de ministros parásitos dedicados a la extenuante tarea de mostrarse para la foto, un congreso dedicado al crimen, un poder ejecutivo en malas manos.

El problema -piensan muchos- es que podríamos estar peor. El problema -piensa el resto- es que vamos a estar peor si las elecciones del 2026 se dan con el elenco político que hoy padecemos.

Es cierto. Pero una cosa es presentir un futuro sombrío y otra muy distinta es vivir este presente infame.

¿No vale la pena intentarlo?

El otro día, entrevistando a Pedro Francke, pensé que quizá tengan razón los que están convencidos de que el país hallará una salida, inventará un personaje, fabricará un consenso cuyo objetivo sea, sencillamente, la limpieza. Esa sería la gran revolución: un aseo general del estado y la política. Pero para aspirar a esa esperanza tenemos que salir de la trampa en la que hemos caído.

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