PRENSA Y FISCALES
César Hildebrandt
En
HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 673, 16DIC24
L |
o he escrito desde hace mucho tiempo: la prensa empezó
a aburrir desde el dia en que decidió ser adjuntía del sistema judicial.
Los redactores de esta revista me han oído mil veces
despotricar de las crónicas que glosan documentos del ministerio público,
decires de supuestos delatores, barros variados de colaboradores eficaces.
-¡Lo único que falta en este texto es un otrosí
digol -he gritado más de una vez.
-¡Te estás volviendo un entrecomillador! -he
espetado demasiadas veces.
Gorriti |
¡Es la venganza de los abogados!
¡Es el triunfo de los oidores!
¡Es la paliza que nos dieron los casposos de
Azángaro!
Antes, cuando el idioma merecía un cierto respeto y
algo de devoción, los periodistas intentábamos contar historias. Ahora contamos
folios de prontuarios.
Los muchachos salidos de comunicaciones están convencidos
de que la prensa más atractiva es la que viene de los expedientes. Entonces se
lanzan a buscar dónde están esos tesoros y no paran hasta encontrarlos.
Proceden entonces y sacan apuntes, subrayan frases, piden permiso para fotografiar
imágenes de presuntas evidencias. Y de ese ritual sale un río espeso de frases
que profiere la magistratura, citas de algunos artículos del código penal,
declaraciones de un cómplice arrepentido en busca de beneficios carcelarios. La
nota, entonces, tiene ese aspecto inconfundible de pieza abogadil, la
temperatura de la mortandad, la gracia de un bizco vendedor de enciclopedias.
Tiene, además, la baratura que resulta de citar, sin miramientos, un documento
que reúne investigaciones hechas por terceros. Es el periodismo que mama
romanamente de una loba.
Todo esto que digo, y que repito como un disco
viejo, tiene que ver, claro, con lo sucedido en los últimos días.
Más allá de la campaña inmunda en contra de Gustavo
Gorriti, un hombre decente y un periodista fundamental en la historia reciente
de este país, lo cierto es que la proximidad entre la prensa y el sistema de
justicia es algo que deberíamos examinar.
No es posible que el periodismo siga aceptando
canjes de primicias a cambio de algunas suavidades, anticipos testimoniales en
nombre de la amistad, exclusivas dadas a dedo por un puñado de elogios. O peor
aún: datos escorados que se toman como definitivos.
La infección que cubre buena parte del ministerio público le ha dado a Willax, una sentina de la información, la primera nota bomba de las declaraciones de Villanueva. Una periodista sin escrúpulos, reciclada también por “El Comercio”, tomó de las 23 páginas de alias Filósofo lo que convenía a los intereses de Erasmo Wong, el Apra, el fujimorismo y cuanta mafia pueda uno imaginar. El objetivo central era -y es- traerse abajo algunos juicios, entre ellos, y principalmente, el de Keiko Fujimori por lavado de activos.
El comercio excesivo entre la prensa y la judicatura
le ha hecho mucho daño a los fueros de la información. Pero es justo reconocer
que esa cercanía no se hubiera dado si la política no se hubiese manchado como
lo hizo desde el primer gobierno de Alan García. Lo que se robó durante el
primer alanismo fue la primera piedra del monumento al latrocinio
institucionalizado que se erigió con Fujimori. La política fue, cada día más,
el escenario de una voracidad que se disfrazaba de obra pública y se escondía
detrás de licitaciones mañosas. Y los partidos reclutaron crecientemente a
protodelincuen- tes que tenían el ánimo de imitar a sus caudillos y hacerse
ricos cuando les tocara el tumo. El congreso fue un mar de aguas servidas y en
Palacio la puerta giratoria daba vueltas de lo más aceitada.
A eso hemos llegado. Por eso es que, a pesar de
nuestras quejas, el periodismo está enfermo de prosa judicial y letra menuda
de código procesal. Por eso tiene ese aspecto amarillento de secretario de
juzgado. Por eso es que, hasta hace poco, brindaba con los tragos que preparaba
alias Vane, la bartender de Garrido Lecca. ▒▒
No hay comentarios:
Publicar un comentario