EL PROCER
MIGUEL PASCUAL DE SAN
ROMÁN
Escribe: J. Alberto
Cuentas Zavala*
En la revista PUNO
TRIBUNA DEL PENSAMIENTO DEL ALTIPLANO, Ed. Samuel Aguilar Miranda, Arequipa
1957
L |
A
FIGURA rutilante del Presidente del Perú, Don Miguel de San Román Meza, ha
ofuscado, casi en su totalidad, la personalidad de su padre el mártir de
Umachiri en 1815, Don Miguel Pascual de San Román y de las Cuentas. El brillo
de las funciones públicas oscurece el martirio de los héroes.
Si el
sentimiento oficial de Puno no quiso perpetuar, en forma alguna, el sacrificio
de San Román, la conciencia puneña, auténtica, lo tiene presente en el
recuerdo. Sin embargo no faltaron iniciativas y voces de recuerdo. ¡Claro!
que no fueron puneñas. Al pie del monumento a Pumakawa, en Sicuani, existe una
placa de bronce que incluye entre los mártires de 1815 a Miguel Pascual de San
Román. Años después, en 1918, Benjamín Pacheco Vargas inaugura una columna de
granito en las pampas de Umachiri para que perpetúe la acción de Pumakawa y
sus compañeros.
Muchos
creen, que los puneños no tenemos glorias que ostentar ni decencias que
exhibir, ni valores que cotizar; que somos un hato de indígenas analfabetos,
piojosos y serviles. Sin embargo, quien escudriñe la vida política y social
de Puno encontrará hombres que ilustraron al país con su inteligencia, con su
don de gentes, con su cultura y su patriotismo. Ahí están: José Domingo
Choquewanka, Juan Bustamante, Gabino Pacheco Zegarra, Manuel Costas, Jorge Ramos
Cuentas, José Luis Quiñones, Pedro Miguel de Urbina, Miguel de San Román Meza,
Rufino Echenique, Agustín Tovar, Mariano H. Cornejo, Santiago Giraldo, Hipólito
Valdez, José Mariano Macedo, Rufino Macedo, Rudecindo Beltrán, Juan José
Salcedo, Mariano Riquelme, Santiago Riquelme; políticos, diplomáticos,
escritores de valor.
Y entre
los Prefectos puneños: Pedro Miguel de Urbina, Manuel Echenique, Miguel Garcés,
Miguel Saturnino Zavala, Lorenzo Tovar, José Luis Quiñones, José María Barrionuevo,
Buenaventura Aguirre, Isaac Deza; Manuel Eleuterio Ponze. Y como magistrados
notables: Manuel Pino, José Antonio Ponze, Jorge Ramos Cuentas, Manuel
Francisco Landaeta, Juan José Calle, José Hipólito Loza, José Frisancho
Macedo, Jacinto Jiménez y tantos más, que glorificaron él terruño.
Habría
que desenterrar viejos cronicones para que sepamos que Simón Bolívar a su paso
por Puno, en el suntuoso baile que le ofreció la sociedad, arrojó a los pies de
una ilustre dama puneña, durante la danza “Agua de Nieve”, una lluvia de polvos
de plata y oro. ¡Lo que pasa es que las Municipalidades terrígenas no dan
premios pecuniarios a los que escriben sobre la vida social, política y
administrativa de! Departamento de Puno. Hay que escribir la historia del
terruño con pluma de oro, chorreando claridad no con pluma de ganso, como hasta
ahora.
Sostengo que Puno es un pueblo original: mientras otros perpetúan la memoria de sus pro hombres llevándolos al bronce, los puneños pasamos la vida ensimismados con nuestras riquezas materiales, como si el panorama humano fuera mero espejismo de observación objetiva. No tenemos el heroísmo de combatir o ensalzar las virtudes de nuestros hijos. Estamos como las víboras, en medio de la hojarasca, subrepticiamente, buscando los defectos de nuestros paisanos para endilgarlos en la hora de las luchas electorales, adulterándolos. De ahí que ellos emigren a otras tierras donde les es más propicio el ambiente, más perdurable el recuerdo, más reconocido el mérito, más premiado el esfuerzo. Preferimos a inteligencias envejecidas, caducas, trasnochadas, reblandecidas, sin lealtad consigo mismas. Preferimos también a corazones anémicos, a rebeldías muertas, mientras las fuerzas morales e intelectuales, las auténticas fuerzas puneñas de civilización y cultura, duermen su propio pasado: el de ser libres, pobres, honrados, inteligentes, desinteresados y patriotas.
Del
matrimonio de don Miguel Antonio de San Román con doña Gregoria de las Cuentas
y Bravo nació el prócer Don Miguel Pascual de San Román. Aquel Don Miguel
Antonio fue hijo de Don Miguel Jacinto de San Román y Cevallos, quien llegado a
Puno hizo construir, desde cimientos la hermosa Catedral de Puno sobre los
cimientos, seguramente, de la ermita de la Concepción.
Puno,
población antiquísima, pre colonial, puesto que aparece en el itinerario de
“pascanas” sobre el camino Urccosuyo, de Ayaviri a Potosí. Puno, existía mucho
antes entre las poblaciones que visitó el Cacique Kari de Chucuito para resistir
el empuje inkaico. No es raro que los primeros conquistadores que llegaron al
Kollao fundaron el pueblo de nuestra Señora de la Concepción de Puno,
poblándola. Sobre esa población asentaron sus viviendas los vizcaínos,
andaluces y asturianos, fundando dos iglesias: Nuestra Señora de Concepción en
la Plaza de Armas para los españoles y San Juan Bautista para los naturales,
en lo que es hoy el Parque Pino. Esa fundación dependía de la ciudad de Chucuito
y tenía como anexo a Laicacota o San Luis de Alba, donde levantaron sus residencias
los mineros. Corría el año 1657. A raíz de los disturbios entre españoles vino
en 1668 el Conde de Lemos con la única intención de apoderarse de las riquezas
de los Salcedo. Decapitó a varios, arrasó e incendió San Luis de Alba, sembrándola
con sal como una verdadera purificación. El Conde refundió ambas poblaciones
con el nombre de Nuestra Señora de la Concepción de San Carlos de Puno. Sobre
los cimientos de la iglesia de la Concepción se levantó el edificio de la
Catedral. El Conde hizo la fundación sin las formalidades rituales. En ella se
festinaron: la picota, el cabildo, la repartición de solares, etc. No hubo sino
los cimientos de la Catedral, el nombre religioso de la ciudad y su designación
de Villa Rica. Fue una fundación a medias, precipitada, vertiginosa, violenta,
sobre las cabezas de las víctimas, la confiscación de sus bienes y las llamaradas
de un incendio...
El
tronco principal de los San Román, fue de Asturias. Esa región, en España,
tiene algo de las montañas y de las rocas escarpadas de Puno. Sin duda por eso
Miguel Jacinto de San Román se aventuró a radicarse aquí. Los astures son valientes, rebeldes,
desafiaron y combatieron con Roma, cuando Roma era Señora del Mundo. Era un
pueblo esencialmente cristiano. Mantuvo su fé durante ocho siglos en la invasión
de los Árabes. Las huestes agarenas[1] se detuvieron
entre las rocosas montañas y frente al pecho espiritual de los feroces
Astures. Se explica, pues, la idiosincrasia de San Román. Se quedó en Puno,
porque amaba sus montañas; se hizo militar, porque tenía la fuerza del ancestro
e hizo construir la Catedral, porque era profundamente cristiano.
Don
Miguel Jacinto de San Román tuvo dos hijos: Inés, que casó en Puno con Manuel
de la Guarda, cuya hija María casó también en Puno con Manuel Antonio de las
Cuentas y Bravo. Su otro hijo Miguel Antonio de San Román casó en Puno con
Gregoria de las Cuentas y Bravo en 1774. De este matrimonio nació Miguel
Pascual en la ciudad de Puno el 8 de mayo de 1778. Casó en primeras nupcias
con doña María Meza, madre del futuro Mariscal-Presidente. En segundas nupcias
casó con su sobrina doña María Josefa de las Cuentas, en Puno el 21 de abril
de 1806. El Mariscal tenía entonces 4 años de edad. Había nacido en la ciudad
de Puno el 17 de marzo de 1802. Son, pues, leyendas y fantasías aquellas de su
nacimiento en Vilque, en Lampa o en Putina.
Las
familias: San Román-de las Cuentas, son, pues, legítimamente puneñas, casi
diríamos fundadoras de la ciudad.
Doña
Gregoria de las Cuentas, madre del prócer, fue hija del matrimonio de don
Silvestre de las Cuentas con María Rosa Fernanda Bravo de Núñez. Don Silvestre
fue Maestro de Campo, Teniente General de Milicias y Justicia Mayor de la
Provincia de Chucuito. Nació en la Villa de la Concepción y de San Carlos de
Puno el 31 de diciembre de 1705. Se casó en Puno en 1744 y murió el 27 de
octubre de 1765. Uno de sus hijos fue mi tatarabuelo Don Pedro Antonio de las
Cuentas y Bravo, que nació en la ciudad de Puno el 5 de febrero de 1746. Se casó
con Marcelina Heredia, en Puno, el 22 de agosto de 1768. Tuvieron dos hijos:
Eugenio y Leandro, mi bisabuelo.
La
cronología hace la historia; la historia se hace con documentos y el
entroncamiento se prueba con partidas.
Al
estallar el grito de independencia, Miguel Pascual de San Román se alistó en
las filas de Pumakawa, llegando hasta Arequipa en octubre o noviembre de 1814.
En esa acción estuvo también don Ramón de Echenique, tío del futuro Presidente
Rufino Echenique. Don Miguel Pascual era Coronel de las milicias del Rey.
Aniquilada en Umachiri en aquella insurrección, perecieron entre ellos el
puneño Dianderas, el poeta arequipeño Melgar y otros. Don Miguel Pascual de San
Román estuvo después preso en su casa durante dos años, pues, gozaba ante el
Rey de España de ciertas preminencias concedidas a todos los familiares del
que fuera Obispo del Perú Fray Vicente de Valverde, con quien estaba
emparentado por el matrimonio de sus padres San Román-Cuentas. Doña Gregoria
de las Cuentas era descendiente del matrimonio de Juan de las Cuentas y Cayas
y Bernarda Niño de Guzmán y Valverde, que casaron en Lima el 27 de enero de
1570 en la Catedral con asistencia del Virrey Toledo y el total de los Oidores
de la Real Audiencia. Esa fue la causa para que Miguel Pascual de San Román
estuviera dos años preso en su domicilio, mientras el Rey resolviera lo
conveniente. Pero, Pezuela, de regreso del Alto Perú a Lima, a su paso por Puno
en 1316 ordenó su fusilamiento sin esperar los resultados de España.
Extraído
de la prisión, Miguel Pascual, con gran aparato de fuerza fue paseado por todo
el cuadrilátero de la Plaza de Armas y colocado en el banquillo frente al
Cabildo. Antes de morir, con toda serenidad, pronunció ante su hijo Miguel, el
futuro Mariscal, las siguientes palabras: “Hijo mío, no olvides que me
fusilan por la Patria, ámala siempre”. Tenía 15 años apenas nuestro ilustre
Mariscal. Fue condenado por haber incurrido en su carácter de Coronel de
Milicias, en delito de esa Majestad, traicionando a su Rey, dueño y señor. Sus
restos fueron llevados a la Catedral donde se hizo la exhibición de costumbre y
de precepto. Fue sepultado en las bóvedas de esa Catedral donde reposan
algunos de sus familiares por concesión especial y gracias a haber sido sus
constructores.
Don
Miguel Pascual de San Román, es en Puno un héroe anónimo, porque no hay sitio,
ni monumento, ni placa que lo recuerde. La historia oficial no sirve sino para
encumbrar a sus arlequines; y cuando se trata de recordar a sus verdaderos
prohombres, calla, porque no puede vituperarlos. Y, sin embargo, su gloriosa
carrera de militar, siguiendo los pasos de Pumakawa, compañero de Melgar, en
épocas en que la liberación de la Patria era un sueño lejano, y por lo mismo
más heroica la conducta de sus mártires, hace necesario, urgente, que la Municipalidad
de Puno, siquiera coloque su retrato, o ponga su nombre a una calle o
plazuela, para honrarlo y perpetuarlo en esta tierra puneña, donde abundan las
mediocridades de avemarias y de puestos políticos.
Miguel
Pascual, dejó un solo hijo: el Mariscal. Este a la muerte de su padre se
incorporó en los ejércitos patriotas. Fue todo un hombre y un ciudadano. Se
casó con Doña Josefa Oviedo y murió de Presidente de la República el 3 de
abril de 1863. Tuvo muchos hijos, entre ellos a Miguel, Prefecto de Puno en
varias oportunidades y a Manuel, Prefecto de Arequipa en 1885, uno de los
fundadores del Club Arequipa en 1871. El Mariscal si hubiera vivido, al final
de su Gobierno, podía repetir a los peruanos las palabras del General La
Puerta a Gamarra: “Mi conducta es decente y mis manos están puras de rapiña”.
El
Mariscal de San Román, era así: ACRISOLADO.
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· J. ALBERTO CUENTAS ZAVALA, a quien le place desnudar los cadáveres, quitar caretas, diciendo la verdad . Es un escritor, poeta y periodista de recia envergadura moral. Nos dice al acompañar éste escrito: “No está muerto quien pelea y muestra sus garras”.
[1]
Descendientes de Agar, esclava de Abraham
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