LA LIBERACIÓN DEL
ZORRITO
RUN RUN
Cuento que obtuvo el Segundo
Premio en el concurso “El Cuento de la 1,000 Palabras” de realización
encomiable por la revista CARETAS desde
hace varios años, publicación de la que nos hemos permitido tomar el siguiente texto
—Seguramente,
ese zorro muerto de hambre, vino al pueblo para salvar su vida, en busca de
comida, porque en los andes no habrá qué comer, o tal vez a robar las hermosas
pollitas de la ciudad, o quien sabe para andar robando de pueblo en pueblo—,
asi murmuraban.
Leoncio Sejje Mamani (Foto CARETAS) |
—Llegó
un Tío sabio, seguramente viene a advertirnos de algo, para que las personas
del pueblo no olvidemos vivir en armonía, habría que recibirle muy bien, alguna
enseñanza buena debe haber traído—, advertían.
Sea
como fuere su llegada, el Tío Run Run, al establecerse en la ciudad procedió
inmediatamente a adoptar costumbres del pueblo ajeno, cambió de vestimenta, se
puso ropa diferente, trató de esconder su cola y pelaje cordillerano debajo de
la ropa importada, se había pintado el cabello, se colocó lentes grandes y
brillosos, con una vestimenta a la moda, hasta ya parecía un gringo; pero no
pudo cambiarse por completo. Aprendió a tartamudear la lengua de Castilla.
Pero, por más esfuerzos que hizo, lo que no pudo es esconder su faz andina
bañada con los telúricos rayos del sol, ni su nariz oscura puntiaguda esculpida
por la helada, trató, una y otra vez, de blanquearse con costosas pomadas que por
ahí le aconsejaban, —Ojalá que nadie me reconozca, yo quiero parecerme a los
hijos de los “mistis”2
blanquinosos—, se decía.
En ese
pueblo, tan igual que el zorro migrante, gente que vino desde los andes se
avergonzaban de practicar sus costumbres, tenían miedo de hablar en sus propios
idiomas y las sabidurías de sus ancestros, dejando todo al olvido que a veces
quebrantaba sus corazones. Aunque en el más profundo de sus sentimientos aún
palpitaban las ansias de hablar con sus hijos en aimara y quechua:
—Si
hablo en mi idioma, qué me diría la gente, es mejor no decir nada—, así pensando
escondían sus sabidurías y su idioma.
Al ver
que nadie decía nada, los abuelos se encontraban muy preocupados:
—Para
nada bueno ese Zorro Run Run al llegar al pueblo se cambió de ropa, ya camina
diferente y de seguro que nadie lo tomará en cuenta, hasta podrían tentarle a
meterse en otros asuntos que no le convienen. ojalá que no le pase nada malo—,
expresaban ellos.
Ese
comentario llegó a diferentes pueblos. un ciudadano al ver al ladino disfrazado.
había opinado:
—El
Zorro que llegó de los andes cambió por completo, su ropa ya no es la misma,
su forma de actuar es diferente, se olvidó de dónde viene, eso está mal, seguramente
que no llegara muy lejos—. afirmaba.
Así un
día, con una ropa bien cambiada, tratando de aparentar ser un acriollado
citadino, diferente a los de su especie, paseaba en la calle central de la ciudad.
Correteaba de aquí para allá, ya estaba en la discoteca, ingresaba a las
tiendas de ropa y luego al bar, él se sentía completamente blanco, y ese era
el motivo que lo hacía transitar por todos lados: hacerse reconocer como uno
más del lugar. De pronto ya estaba en un lujoso restaurante, pidió un pollo a
la brasa, al poco rato también comía un cuy asado, tragó hasta saciarse por
completo, y lo que sobraba se lo guardaba:
—Esto
me cuesta mucha plata mejor lo llevaré a mi casa para seguir comiendo—, así
diciendo el Zorro Run Run, se recogía hasta los huesos.
De esa
manera, el Tío del Altipampa, con un terno de color gris, con lentes que
brillaban como ojos de color amarillo, con la frente bien levantada, en una
mano llevaba la ropa recién comprada y en la otra la comida que no había
terminado, se dirigía a su casa, con una actitud de grandeza:
—Quién
es como yo, compro ropas de marca, como la comida que cuesta caro, soy superior
a todos porque sé muchas cosas, que...
Antes
que termine de hablar, de repente salieron unos perros que le ladraron al
joven de terno gris, le corretearon por todos lados. Tanto fue su susto que
recobró su verdadera esencia de Zorro, muy asustado exclamó: ¡Waq!, ¡waq!
empezó a correr hacia arriba dejando caer la bolsa del pollo a la brasa y el
cuy asado, todo; entonces la gente que lo vio dijo, ahí está el Zorro roba
gallinas, el que carga los cuyes; de advenedizo pasó a ser culpable de
innumerables robos.
Desde
ese día el Tío deambulaba de calle en calle, escapando de sus perseguidores,
todos lo perseguían al Zorro. puede robar mi gallina o mis cuyes, es mejor capturarlo,
decían. El Zorro se encontraba muy asustado, pasó mucha hambre y sus labios
resecos de sed; estaba destinado al sufrimiento. Llegó a los oídos de todos y
hablaban de él. los que buscan información fueron a su encuentro, como si no
conocieran un Zorro, empezaron a tomarle fotos por todos lados, de perfil y de
frente: "¿De dónde eres?, ¿cómo te llamas?, ¿a qué has venido?, ¿con quién
vives?, ¿tú no eres perro?, ¿quién te trqjo de los cerros?, ¿quisieras volver
a los andes?”, ese tipo de preguntas llegaban a su oído.
Después
que las noticias llegaron a los oídos de las personas responsables del cuidado
de los animales salvajes, inmediatamente se apersonaron al lugar para capturarlo
con sogas y otros instrumentos. Finalmente, con engaños lograron capturar al
Zorro Run Run.
—Hay
que protegerlo, la gente lo confunde con el perro, lo llevaremos a un lugar
seguro—, así diciendo, le colocaron una cadena de fierro en el cuello para
amarrarlo y lo encerraron en una caja para llevárselo a su nuevo destino.
—No me
lleven, voy a regresar a mi pueblo con mis propios pies, discúlpenme si cometí
cualquier equivocación, por favor—, suplicaba el Zorro, con lágrimas en los
ojos y el rabo entre las piernas; pero nadie hizo caso a sus súplicas.
No lo perdonaron,
de todas maneras fue puesto en prisión, todos los expertos en leyes opinaban al
unísono que el Zorro debe ser encerrado, que él no tenía por qué venir a la
gran ciudad.
—No podemos dejarlo en las calles, la ciudad no es para él, debemos protegerlo, en libertad puede robar lo que sea, su vida está en el campo, que se le encierre—, lo sentenciaron.
Desde
ese día para el Tío de los andes, empezó la desgracia, se encontraba cada día
muy triste, avergonzado con una cadena puesta, con el hocico entre las piernas
y la mirada al suelo, no sabía cómo salir de esa jaula que lo atormentaba.
Nadie se compadecía de él, solo un grupo de abuelas y abuelos, quien sabe
procedentes de la tierra del Tío, se acercaron con mucha pena, en eso un
anciano dijo:
En qué
desgracia caíste Zorro Run Run, Tío del Altipampa, acaso por haber llegado a la
gran ciudad para decir que aún existes, o queriendo hacerte sentir que aun
resistes a pesar de todo, o tal vez viniste a ablandar los corazones duros de
los hombres que pueblan esta tierra. Habiendo llegado libre, con tu corazón
bondadoso, te tropezaste con tus verdugos que, por cientos de años, crían el
odio contra ti. Te miran con distintos presentimientos, de pena y de rabia o de
lástima y odio.
Con los
ojos vendados con una vieja chalina, sus patas atadas con las fajas de las
mujeres, doce policías se lo cargaron en un carro viejo hacia otro destino.
El
acusado de roba gallinas fue encerrado en un canchón hecho con rejas de fierro
oxidado, con mallas eléctricas para que no pueda escapar, existía mucha seguridad
de día y de noche. Era imposible salir de ese lugar, así empezó su eterno cautiverio.
Solo, solito afrontó su pena, por las noches no podía conciliar el sueño, no
dormía, sentía que la cabeza le explotaba y le daba vueltas.
Las
personas que cuidaban a los animales silvestres, de vez en cuando, le arrojaban
a su canchón carne en estado de descomposición, él no tenía hambre, o no sentía
si tenía hambre o no, tampoco llegaba a su boca ni una gota de agua. En su sano
juicio solo quería libertad, nada más que ¡Libertad!
Al no poder salir en libertad, la muerte rondó por su cabeza, lamentaba en todo momento por haber bajado desde los andes a la ciudad. —A qué habré venido a esta gran ciudad—, se decía.
Como si
fuera un ser raro, a diario se acercaban a mirarlo los que nunca habían visto
un Zorro. Le miraban por delante y por atrás, de frente y de perfil; perseguían
sus pasos, y hasta le quitaron sus sueños. Solo y sin nadie en el mundo, se sentía
encarcelado cual delincuente peligroso, o como si fuera un asesino. Con las
orejas caídas y la nariz reseca se veía consumado por las penas de esta vida.
No hay
mal que sea eterno, las abuelitas de buen corazón llegaron a su encuentro. El
Tío estaba, totalmente demacrado, moribundo, sin fuerzas y sin esperanzas de
poder sobrevivir. Ellas lloraron de pena, se acongojaron y empezaron a entonar
himnos de la vida:
Zorrito
Run Run, Run Run Tío.
Tío del
Altipampa, hijo de los apus3
sagrados, ser silvestre de corazón fuerte, hijo del Viento libre.
Resiste, ya no sufras más, pídele sus fuerzas al Apu Illimani, suplícale al Apu
Sanqantay, no te olvides de nuestra Pachamama, ella te liberará del fuego o del
agua.
Levántate
con fuerza, no te dejes vencer con la muerte, los zorros de nuestro altiplano
que bajaron más antes que tú ya están atizando fogatas de liberación. Una
mañana, desde muy temprano, antes raye el alba, antes que salte el Lucero del
Amanecer, con la fuerza de nuestro Padre Sol han de llegar para liberarte.
Ese día
se terminarán para siempre las penas, los sufrimientos y la mala vida.
El
canto de las abuelitas, poco a poco fue contagiando el sentir de las personas
que al inicio solo observaban, como si la lluvia suave remojara sus corazones
duros sentían unos y otros. Uno tras otro. los meros observadores se sumaron a
cantar el himno de la vida.
¡Fuerza
Zorrito Run Run! ¡Fuerza!
No te
dejes vencer por la muerte, recuérdate de nuestros apus y deidades, ellos están
para ayudarte. Pide también la ayuda de nuestra Pachamama.
Los
zorros de arriba ya están llegando, y los zorros de abajo ya están cerca
también:
¡Pronto
te han de liberar Tío Run Run! ¡De una vez saldrás libre de tu cautiverio!
Así de
esta manera, el sufrido Zorro, con la barriga seca y vacía, con las costillas
flacas que se notaban de su cuerpo, poco a poco empezó a levantarse, mirando
al suelo y con lágrimas en los ojos, — ¡Waq, waq waqaq, waqaq!—, empezó a
aullar; como si acaso pidiera su ayuda a la Pachamama.
De
nuevo se puso de pie, recuperándose con más fuerzas, con la cabeza mirando
hacia el cielo, abrió la boca:
—Awawawwwww,
awawayyyyy—, empezó a aullar.
Al día
siguiente, en todos lados comentaban que el Zorrito Run Run ya fue liberado,
que ya está de regreso al lugar de donde provenía, así comentaba la gente.
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1. Leoncio Sejje Mamani es un intelectual huancaneño
comprometido con su cultura e impulsa la educación bilingüe en el Altiplano.
De 57 años, señala que en la concepción aimara “tenemos
una cercanía con todos los seres que están a nuestro entorno”. En Huancané al
norte del Lago Titicaca, al zorro se le llama “Tibula”, es decir tío, y es el
que anuncia cosas y siempre cae en desgracia.
2. “Misti”, apelativo que ponen los indígenas a los
hijos de los europeos nacidos en los países andinos.
3. “Apu”, cerro o montañas representativas de los
andes que son considerados como dioses protectores de cada comunidad.
Felicitaciones Leoncio, que sigan los éxitos
ResponderEliminarComo no recordar, saludar y felicitar a un gran maestro. Excelente producción con gran mensaje Felicitaciones maestro Leoncio,
ResponderEliminarLeoncio, felicitaciones.
ResponderEliminarGran maestro, siempre compartiendo grande enseñanzas. Felicitaciones maestro Leoncio.
ResponderEliminarFelicitaciones maestro Leoncio a seguir publicando grandes enseñanzas para nuestro futuro
ResponderEliminarFelicitaciones hermano, por el gran escritor que es usted
ResponderEliminarFelicitaciones Profesor Leoncio que sigan los éxitos y siempre humilde Diosito le de mucha sabiduría.
ResponderEliminarFelicitaciones profesor Leoncio!
ResponderEliminarFelicitaciones, jilata Leoncio, aski khusawa lup'iñataki.
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