LUIS PACHO
Y EL QARABOTAS
Feliciano
Padilla en LOS ANDES 10MAR21
Acabo de recibir un ejemplar de la obra Inventario
de Relámpagos y otros Cantares del Qarabotas (2019), editado por Hijos de la
Lluvia, del reconocido escritor Luis Pacho, que anteriormente publicara
Geografía de la Distancia, Horas de la Sirena, El Retorno del Puquina, etc.
Aparte de poeta, él es profesar y luchador permanente del magisterio. Antes de
hablar de este poemario, habrá que citar sus antecedentes Por ejemplo, decir que
el personaje Qarabotas ha sido tomado en cuenta por la poesía de vanguardia de
Alejandra Peralta, Dante Nava, José Portugal Catacora, Omar Aramayo, entre
otros autores.
El libro nos muestra que hay dos clases de Qarabotas;
el hawk’a (ladrón) y el kaghelo (danzante). Pacho nos habla de un personaje que
ha pasado a la dimensión del mito, del qarabotas hawq'a ladrón, que hace
tiempo requería que algún escritor puneño le dedicara un poemario orgánico, un
canto de carácter épico. Quizá alguien me contradiga pero mi afirmación se
sostiene en los versos de Herencia del Qarabotas (pág. 19). “En mi pecho de Hawq’a / crecía un puma, un
toro un cóndor”. Estos elementos hacían invencible al ladrón y, como tal,
estaba fuera del sistema que en aquellos tiempos era de hecho feudal, pero el
Qarabotas no vivía en la hacienda ni en el pueblo donde se escondía o enamoraba
a las tawakos a linlichas, que eran jóvenes hermosas dispuestas a darle su
corazón. Aparecía en sus fiestas en horas de la tarde, pero al amanecer el
pueblo se daba cuenta y lo enfrentaba. Sin embargo, él se iba escuchando
gritos en su fuga: ¡FORAJIDO! ¡CUATRERO! / Y antes que qarawas, pistolas y
carabinas / apaguen la claridad del día / yo hundía espuelas entre peñoleras
donde transpiraba mi turbación / con la paciencia de un q'ellon q'ello añejo”
(pág 39).
El siguiente verso que vamos a leer es definitivo
para afirmar que Luis Pacho ha hecho un canto al hawq’a ladrón. No se olvide
que en aquel entonces el sistema era feudal (sistema de haciendas), y que él
actuaba desde fuera y en contra de él. Por eso el Q’arabotas, carabina a la
bandolera, con sus botas q'ara que le cubrían las piernas desde los tobillos
hasta las ingles, su pantalón de cordellate, su chalina de vicuña, su poncho rojo,
su sombrero de ala anterior alzada y su trago fuerte acomodado en su chaleco,
iba por las cordilleras montado sobre su caballo choqche, amigo fiel de sus correrías,
con el fin de proveerse de carne para consumir o vender a los comerciantes.
Estamos hablando de un laceador de toros y estrellas, laceador de linlichas y de
relámpagos, que nos permite reconstruir al qarabotas cuatrero, hawq'a, que
vencía los nevados y las cordilleras cantando wayños cuasi bélicos tocando su
charango, infaltable en todas sus correrías.
El poemario está constituido por cuatro segmentos
poéticos El primero y segundo se denominan Estampa de Piedra y Retrato del
Qarabotas. De ellos he succionado la imagen del qarabotas que está pincelada
en esta primera parte. El tercer texto titula Andares del Qarabotas y contiene
cantos enumerados de Relámpago 1 al Relámpago 15. Es el núcleo de este libro hecho
de fuego y truenos, nieve perpetua y poderosas tempestades de la cordillera.
Es el eje central. Como toda buena poesía, tiene ritmo a veces suave y otras
veces turbulento, según las necesidades de la construcción estética que impele
al autor a crear metáforas singulares y a utilizar elementos de valor
simbólico. Ligados al mito que permanece en la memoria colectiva de las
comunidades armaras.
Afirmo dos componentes del poemario: uno que sigue una
línea de trabajo que se observa en su libro Geografía de la Distancia (2003) y
continuada en Horas de la Sirena (2010) Noche en Velas (2017), El Retomo del
Puquina (2011). No podía ser de otro modo, porque Luis Pacho tiene un proyecto
estético que de seguro cumplirá con el pasar de los años. Dos, que logra
superar algo que algunos poetas tocaron de modo disperso y eventual: la
articulación de la poesía escrita bien producida
con la oralidad de la cultura aimara. No se trata de una asociación
directa, sino de una articulación metafórica. Es que el autor habla desde su
mundo, desde su choza, desde su relación armoniosa con la naturaleza. Leamos b
siguiente: «En las cuevas pedregosas de Poqellani / untamos su cuerpo y el mío
/ con el perfume / del mislco, la salvia y la chijchipa en las pampas de Viluyo
/ le pusimos otros rostros a la luna» (pág 31) De esa manera. Lucho está marcando
nítidamente el lugar de enunciación, pueblos cercanos a Pichacani y desde ese
espacio epistémico no solo físico, nos habla de las aventuras del hawq'a
ladrón, enamoradizo el inubicable como él solo.
La cuarta parte, titulada Memorial del Qarabotas,
contiene cinco memoriales y corresponden a la agonía del qarabotas, que se
despide de nosotros sin morir y parece decirnos que vivirá más allá de la
muerte, convertido en el Qarabotas Kaqelo. Leamos: «Agrandando mi respiración
de incienso y bebiendo agua sirenada, yo soy ese jinete que galopa en los
territorios de la muerte: aquel que enciende el pajonal y respira el viento
helado de su destino. Mañana o pasado mañana el aguacero borrará mi camino pero
ya habré coronado la cima de la colina y no aullaré como alma en pena en esas
casas abandonadas del campo» (pág.49)... «Yo soy aquel hijo del viento que reinventa
su suerte en la paz de cada madrugada» (pág. 53).
El libro es rico en simbologías que yo no podría desmenuzar
y explicar en soto dos páginas. Es un gran libro, lo cual me da pábulo para no
aceptar lo que un crítico local dijo: 'Ahora, en Puno hay un solo poeta; los
demás son poetas menores'. Yo no soy crítico, soy un modesto escritor. No
critico ni enjuicio, solo hago apreciaciones respecto de los libros que leo. ▒▒
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