“MOCHO BARREDA”
EL MITO DE UN DEPORTISTA MÚLTIPLE
Por: Guillermo Vásquez
Cuentas
Retrospecto carolino
Los carolinos de mil novecientos cincuentaitantos,
como todos los que en diversas épocas realizamos estudios secundarios en el
Glorioso Colegio Nacional San Carlos de Puno, hemos vivido aquella especial
pasión que desvive a los “hinchas” del futbol.
En esa época el equipo de
nuestros amores, alegrías y sufrimientos, no podía ser otro que el “Unión
Carolino”. A sus actuaciones durante el campeonato local, a las grandes jugadas
claves que señalados equipistas hacían en el campo de juego (algunas de las
cuales culminaban en el siempre esperado gol), a lo que nuestros ídolos
deportivos habían hecho dentro y hasta fuera de la cancha, todo eso y más, estaban dedicados, semana a
semana, buena parte de nuestros pensamientos, comentarios e infaltables discusiones.
Llegado el domingo, toda vez
que “el carolino” (como comúnmente se nombraba al equipo) tenía que reeditar
una presentación más en el campo del antiguo estadio puneño en busca de sumar
puntos, el grupo de aficionados “internos” de San Carlos que habíamos conformado,
tenía que hacer proezas inauditas para poder entrar a estadio y espectar el
partido. Cuando lo conseguíamos, desde algún lugar del estadio y luego de la
larga y angustiosa espera, aquel conocidísimo “¡viva el equipo campeón! ejecutado
por la infaltable banda del Batallón de Infantería N° 15, rompía los aires
anunciando la salida del equipo carolino al campo de juego, en medio de hurras
y aplausos.
Iniciado el partido empezaba
el tenso –y terco- anhelo del gol favorable. Y en esa continua expectativa, en
el medio mismo del ir y venir de la pelota, los protagonistas depositarios de
nuestras esperanzas recorrían la cancha buscando la meta, aplicando sus
destrezas, derrochando energías, luchando con pundonor por el triunfo, al son
de marineras, huayños y valses que de rato en rato ejecutaba la banda, lo cual,
en aquellos tiempos estaba permitido.
Nuestro grupo veía con predilección
el desempeño de ciertos jugadores carolinos durante esos años. Para citar solo
a algunos: La iniciativa indeclinable del “pato” Chávez para llevar al equipo siempre
adelante; los pases de profundidad llenos de veneno de “la vieja” Bujanda; los
recios despejes que desde el fondo hacía
el “negro” Mogaburu; la fuerza y elegancia del formidable defensor “chueco”
Gutierrez, y… por supuesto, las habilidosas maniobras del “mocho” Barreda al encarar
a sus marcadores, junto con sus veloces y siempre peligrosos desbordes por el
flanco izquierdo a que nos tenía acostumbrados.
En esos ya lejanos tiempos,
la figura del “mocho” Barreda aparecía con nítido brillo entre nuestros mas
admirados ídolos. Su estilo particular de hombre tranquilo, consecuente practicante
de la humildad y por tanto alejado del figuretismo y las alharacas que sin claudicación
alguna conservó hasta sus últimos días, hizo que lo admiráramos tanto, no solo por lo que hacía en la cancha,
sino también por ese carácter personal que lo comprobábamos en los comentarios
de quienes lo conocían de cerca y en lo que nosotros mismos podíamos observar, desde
no tan cerca en cuanta oportunidad se nos presentaba. Y todo eso sin que él lo supiera,
pues en ese tiempo y en ese lugar, tener su amistad o por lo menos interactuar
en alguna forma con él, lo percibíamos como inalcanzable, al punto de que tener
su amistad habría sido la gloria para unos infantes imberbes como nosotros, refundidos
en un internado de colegio, férreamente controlado por el “flaco” Uría y
amenazado todos los días por el “pingüino” Arbulú.
Su rica trayectoria deportiva
linda en lo increíble, porque en ella aparece como un superdotado por la
naturaleza para las practica de cuanto deporte estaba a su alcance. Esa trayectoria
vital caló hondamente en el imaginario colectivo de los puneños citadinos de allá,
de acá y de otras partes y que son muy dados a rememorar la puneñidad en ese
campo de actividades humanas. Con muchos de ellos hemos hablado largo sobre
estos temas y esas pláticas trajeron invariablemente, como si fuera una fatal
obligación, el recuerdo de las proezas del “mocho” Barreda, que así parecen venir
aureoladas desde la lejanía del tiempo cual fábulas que se transmiten de padres
a hijos.
Y es que el nombre y la vida de
Daniel Barreda Rodríguez hace tiempo parece haber saltado de la realidad al
mito.
Daniel Barreda Rodríguez, el "mocho" con camiseta del Alfonso Ugarte al que reforzó |
Una nota autobiográfica
Hace algunos años, muy a su pesar
y rompiendo su modestia, ante un pedido
que le hiciera la dirigencia de Brisas del Titicaca, Daniel Barreda se
vio obligado a escribir un par de hojas sobre su vida al servicio de la causa
deportiva, bajo el epígrafe “Cincuenta años de la mano del deporte”. De ese
escrito extractamos en síntesis algunos datos e informaciones sobre este grato
tema.
En la nota en mención “mocho”
Barreda refiere que realizó sus primeras
incursiones en el futbol en su tierra natal Azángaro. Ya en San Carlos y cuando
cursaba segundo año de secundaria integró el seleccionado de Azángaro,
participando en el Campeonato Interprovincial que tuvo como escenario a la capital
del departamento. “Es entonces que yo –cuenta
el “mocho”- creo que hice los méritos suficientes para que me consideren en el
equipo titular del “Unión Carolino” y es entonces que me apoderé del puesto de alero
izquierdo cuasi insustituible, tanto en el equipo carolino como en la selección
de futbol del departamento de Puno”.
Desde ahí y desde entonces,
Daniel Barreda alcanzó el record inigualado de haber defendido los colores del “Carolino”
y de la selección de futbol de Puno durante 16 años, como titular, desde 1943 a1959,
Además, por varios años el “mocho” fue refuerzo infaltable de los equipos Alianza
Muelle, Alfonso Ugarte, Unión Puno, para cubrir el puesto de alero izquierdo en
los encuentros “Inter City” de esos equipos.
Como una de sus más memorables
anécdotas, Barreda recuerda que cuando solo frisaba los 15 o 16 años de edad,
formó parte de la selección de futbol de Puno cuando ésta enfrentó al entonces poderoso
Universitario de Deportes de Lima, entre cuyos más afamados cracks estaban Lolo
y Lolin Fernández, Gasco, Pasache y Walter Ormeño. Recordando un fallido gol
ante ese guardavalla de gran nombradía Barreda explica: “me quitó la bola de
los pies”.
Pero no solo era el fútbol.
Simultáneamente a su activa participación en los campeonatos de ese deporte
Barreda intervenía en los campeonatos anuales de basquetbol, siempre defendiendo
la camiseta del Carolino. Sus domingos y algunos sábados, como él cuenta, eran
de básquet en la mañana y futbol en la tarde.
Ya en el Cusco, a donde fue a
radicar para seguir estudios universitarios, participó en muchos deportes, esta
vez defendiendo los colores de la Universidad San Antonio de Abad de esa
ciudad. Al igual que en el Carolino, alternaba el futbol por las tardes y básquet
por las noches. En mérito a su reconocida calidad como futbolista, los equipos
Cienciano, Sparta y Pachacutec lo solicitaron en muchas oportunidades como
refuerzo en partidos con equipos de otras ciudades.
Al retornar a Puno por
razones familiares, leal a su equipo, volvió a enrolarse en los equipos
carolinos de futbol y de básquet y entró también de lleno a la práctica intensa
del tenis, del Tiro al Blanco y del Palitroque (bowling), representando –con la
eficiencia y calidad de siempre- al Club de Tiro N° 18 de Puno, en eventos
locales, nacionales e internacionales.
Los deportes de salón, llámese
Billar, Billas, Snooker, Sapo, tenis de mesa, tampoco fueron extraños a su
genio deportivo. En la práctica de estas disciplinas obtuvo muchos primeros
premios obtenidos en campeonatos y certámenes organizados por distintas instituciones
puneñas, principalmente por el Club Kuntur. Un amplio archivo de diplomas y
medallas, así lo confirma.
En un Concurso Sur Peruano de
Tiro, realizado en la ciudad de Lampa, en el que participaron representantes de
Arequipa, Cusco, Sicuani y provincias puneñas, Barreda integró el equipo campeón
y obtuvo el primer premio en campeonato individual con una serie de 170 puntos con 20
balas a la distancia de 300 metros.
Barreda recuerda que el Club “Teniente
General German Bush” de La Paz, Bolivia invitó al seleccionado de Tiro de Puno
para que participe en una competencia sobre este deporte. Los puneños se alzaron con el triunfo ante destacados
equipos del ámbito sudamericano. En lo individual Barreda obtuvo el primer
puesto en aquel 3 de noviembre de 1968.
Desde 1960, Daniel empezó a trabajar
al Banco Agrario del Perú, donde participó en varias “olimpiadas bancarias”.
Cosa excepcional, Barreda representó en todas las disciplinas a su institución.
Luego de su graduación como Contador en la Universidad Nacional del Altiplano, fue
promovido por su Banco como Sub Administrador de la Sucursal de Huancayo,
ciudad en la que se hizo conocido como tirador y tenista a la vez, consiguiendo
muchos lauros, particularmente en tiro. Uno de estos es el puntaje de 98 puntos
sobre 100 que alcanzó en un concurso de nivel nacional, por lo que su logro fue
catalogado como la mejor serie, entre los primeros puestos de nivel nacional. Los
recortes periodísticos que su hijos conservan amorosamente en un álbum especial
dan cuenta de esos y muchos triunfos de nuestro personaje.
En la ciudad del Cusco, a la
que después fue trasladado como Sub Gerente, continuó con su exitosa práctica
de tiro, tenis y los deportes de salón, alcanzando triunfos que en él, se habían
convertido en costumbre. Entre los años 1982 a 1986 obtuvo diez diplomas por
primeros puestos y menciones en tiro.
En fin, Daniel Barreda
Rodríguez ha acumulado 25 importantes trofeos individúales de ganador absoluto
en varias disciplinas deportivas durante su vida deportiva, aparte de los
muchos diplomas medallas y distinciones. Pero lo que ganó merecidamente fue la admiración
y aprecio de los puneños que sin mezquindades, reconocen el esfuerzo y la valía
de quienes como él han dejado en alto el nombre de su patria chica. <>
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