Escribe: Moshó LOS ANDES 31JUL16
Juan Mauricio Rogendas es Johann Moritz Rugendas. Nace el 29 de marzo de 1802 en Augsburgo, ciudad de poderosos banqueros y florecientes comerciantes, además de famosa por sus hábiles artesanos y la magia de sus antiguos orfebres.
Así pues, en esta urbe centenaria el niño Johann crece y
pasa su tranquila niñez y adolescencia como miembro de una familia de modesto
ambiente pequeño–burgués. Desde temprana edad despierta en él la vocación de
dibujante y pintor. Vocación que ya revelaba su exitoso porvenir. Más tarde,
luego de estudiar con su padre, Johann Lorenz Adam (Director de la Academia de
Bellas Artes local), pasa a Munich como discípulo de Albrecht Adam, amigo de su
familia, y más tarde ingresa a la academia de Bellas Artes muniquesa; allí es
discípulo de Lorenz Von Quaglio.
En el año de 1821, Johann es visto e incorporado en Brasil a
la expedición científica del Baron Von Langsdorff -avezado explorador alemán.
Juan Mauricio Rugendas no fue contratado como de inspiración libre y de genio
creador, sino de alguien con talento para la representación exacta de la
realidad –el equivalente al fotógrafo de hoy.
Compuso precisas y limpias láminas, mereciendo el aplauso y
la protección del sabio naturalista y geógrafo Alexander Von Humboldt,
reconociendo su particular talento de eximio ilustrador en botánica, en
especial en el describir la tropical andina.
Habíamos sorprendido a Juan Mauricio en Brasil, allí suceden
imprevistos en los viajes. A poco, por discrepancias con su atrabiliario jefe,
se exonera a la que sería infausta expedición para ya por su propia cuenta y
riesgo recorrer el ignoto país del Brasil, y dibuja en las provincias de Minas
Gerais, Sao Paolo, Matto Groso, Bahía y Pernanbuco; allí traba amistad con sus
colegas los pintores franceses Jean Baptiste Debret y los hermanos Felix –Emile
y Aime– Adrien Taunay. Este último lo reemplazó en la expedición de Langsdorff,
pereciendo trágicamente en el río Guaporé .
De los periplos sale un libro: “Viaje pintoresco en el
Brasil”. Un verdadero alarde para la época, lo que hoy llamaríamos un
Best-Seller.
El dibujante cree que la vida es la aventura, a la cual tomó
sabor y en adelante será su única pasión.
En 1830, se encuentra en París, embala caballete y demás
útiles de trabajo para, con su escaso equipaje, partir hacia Burdeos y cruzar
otra vez el atlántico y, después, Haití, México, Chile, Perú, Bolivia,
Argentina y Uruguay. Hitos todos de su programado “plan maestro”: su viaje al
hemisferio.
El artista es seducido a las altas esferas sociales en Chile
e inicia un tórrido y largo romance con la dama de Talca, Carmen Arriagada de
Gutike, esposa de un ex oficial prusiano, y sucede un lindante hecho novelesco:
Duelo a muerte. Affaires no porque el artista buscaba, sino las bellas señoras
motivaban, como la princesa de Cleves. Mientras tanto, ya maduraba en la cabeza
del artista la vieja idea de conocer Puno, donde el Sol fue Dios.
En Lima es amigo de virreyes, pinta y acumula más de 1.600
trabajos, entre apuntes y cuadros de costumbres y paisajes de los numerosos
lugares que había visitado, como México, Michoacán, Hidalgo, Guerrero, Puebla,
Veracruz, Jalisco y Colima.
El 2 de julio, el genial dibujante y cronista visual sale de
Lima hacia el paradisiaco Titicaca, pasando antes por Qoriwata en la red vial
de Urcosuyo. Se aloja en un tambo sincrético (Inca–español) lo dibuja y le pone
por nombre: “Tambo de Juliaca”. Era el año de 1844.
El hombre que dibujó el verdadero testimonio de piedra a
evolución: Ciudad-Juliaca, no está en la historia de la ciudad de los silfos y
de las hermosas sílfides.
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