DE BORIS
ESPEZÚA
Miércoles 18
de mayo de 2016
“¿Qué diablos es la poesía en la danza?”, con este
verso se inicia el poema “Achachi”,1 del libro Máscaras
en el aire, de Boris Espezúa, y más adelante un Ayarachi2 responde: “vengo de los crepúsculos del
tiempo”; y también el Kusillo3 dice:
“Vengo del humo y de los pañuelos que la gente eleva con sus ilusiones”, y el
poema termina diciendo otra vez: “¿Qué diablos es la poesía en la danza?”. Y yo
me hago la misma pregunta. ¿Qué diablos es la poesía en la danza?, o mejor:
¿qué diablos es la danza en la poesía?, o tal vez deba decir: ¿qué diablos hago
yo aquí hablando de poesía y danza?
Cuando recibí el libro no tuve más reacción que repasar en silencio cada
página, sorprendiéndome en cada una de ellas.
La generosa amistad de Boris debe ser la única
razón que me impulsa a acompañarlo en esta su fiesta, aparte de reconocer la
calidad de su nuevo libro. Y me cubro de humo y música y palabras, y me invento
una máscara diabólica para internarme en este mundo de otro mundo que es la
fiesta de la Virgen de la Candelaria en Puno.4 Intento
traspasar la esfera de la magia para que los dioses se apoderen de mi palabra y
tenga que decir lo que el viento, la brisa del lago y el relámpago sobre el
altipampa quieran decir.
Para quien esto escribe, el nuevo libro de Boris
Espezúa5 es una grata sorpresa. La ignorancia que me
envuelve me impide recordar, o reconocer, algún intento similar. Salvo el largo
y exquisito poema del viejo y querido don Pepe Ruiz Rosas, “Elogio de la
danza”, premiado en México. Recuerdo, busco y recupero unos versos de aquel
poema que emocionara mi juventud: “pero así como el canto y la palabra / y el
color y la música y la forma / tuvo para expresar / sus emociones / así en su
propio cuerpo la cadencia / halló de vida y de muerte / la belleza”.
Debo confesar dos cosas: cuando escuchaba algunos fragmentos de este
libro, en diferentes lecturas y recitales, me daba la impresión de que los
versos de Boris eran sencillos frente a la monumentalidad de una fiesta como la
de la Virgen de la Candelaria, y en segundo lugar, debo decir que cuando recibí
el libro no tuve más reacción que repasar en silencio cada página,
sorprendiéndome en cada una de ellas, con las palabras, las imágenes, el color
y la fuerza emocional que transmite el conjunto.
Y es que es lógico. Los breves textos que escuchaba a Boris eran como
ver una danzarina caminar por la calle, sola, alejada de su conjunto, yendo con
paso apurado a cualquier lugar. Eso no era la fiesta, podía ser una linda
muchacha, trajeada y especial, pero no era la fiesta. Aquellos versos eran
buenos y bien elaborados, pero aislados no reflejaban la fiesta, el desborde de
fe, la fuerza de la peregrinación. Así, recién al leer el libro he comprendido
la magnitud del poema.
Aunque no parezca a primera vista, el libro contiene un único, largo y
complejo poema. En sus versos discurren, como en nuestros enmarañados circuitos
sanguíneos y nerviosos, personajes de las diferentes danzas que se congregan
durante la portentosa fiesta, derrochando color, movimiento, emociones y fe.
Pero estos personajes no están descritos en los versos, sino que asaltan la
inspiración del poeta y aprovechan su voz íntima para decir lo que ellos
sienten, piensan y quieren de la fiesta.
Ahí están los kusillos, achachis, ayarachis, chinadiablas, diablos y
chinas, caporales, osos, diablos y zampoñistas danzando con euforia,
descontrolados, cumpliendo el rito del peregrinaje para llegar a los pies de la
Mamita Candelaria y agradecerle por milagros y favores, o pedirle por sanar
penas y tormentos. Estos personajes salidos del Ukhu Pacha, del mundo de lo
intangible, de lo etéreo, del mundo de la magia y el arte, se apoderan del
hombre, de su cuerpo y sus almas, y asaltan el Kai Pacha, el mundo de aquí, de
los seres vivos, para instalar el no orden y acercarse al Hanan Pacha, donde
moran las deidades.
Esta complejidad, que podría explicar mejor un
antropólogo o un yatiri,6 con la
sabiduría y paciencia necesarias para que el entendimiento haga su parte, está
escrita en este libro desde la íntima visión del poeta, que debe haber salido
también de la esfera del encantamiento para ser parte de la fiesta, del caos.
El libro de Espezúa expresa un esfuerzo por tratar de reflejar a trvés
de la palabra un evento que se caracteriza más bien por otros criterios
estéticos y manifestaciones artísticas.
Un verso dice: “Para que dances con los Awki Pulis tienes que haber
escuchado al río, el zumbido de las luciérnagas y conocer el origen de la
oruga”. Esto no es ciencia, tampoco es intuición folklórica, no es verdad,
tampoco mentira, no es la esencia de la fiesta, tampoco un remedo de la
celebración.
El libro, además del poema que vale la pena leer, contiene fotografías
del oportuno ojo de Guido Serruto y acuarelas del fino e interminable pincel de
Aurelio Medina, conocido como Moshó. Es un extraño aporte del Gobierno Regional
de Puno (para que vean que al Estado sí se le puede sacar dinero para cosas
buenas) y ha sido editado por el inteligente y refinado gusto de Elard Serruto.
Deberíamos tener una banda para tocar diana en honor a este libro,
deberíamos anunciar con cohetes y salvas la poesía del altiplano, deberíamos
convertir estas palabras en ofrenda en honor a la Virgen de la Candelaria y
tomar las calles para bailar, que al fin de cuentas, es nuestra sagrada manera
de rendir culto a nuestra madre tierra, hoy que la lluvia bendita nos visita y
hará que mañana podamos cosechar papas y maíz para compartir y seguir siendo
felices.
El libro de Espezúa expresa un esfuerzo por tratar
de reflejar a través de la palabra un evento que se caracteriza más bien por
otros criterios estéticos y manifestaciones artísticas, como la danza o la
música, los trajes soberbios o la belleza de los personajes, el interminable
peregrinaje hacia el templo de la Virgen o la presencia de danzantes de las más
alejadas comunidades andinas del altipampa peruano. Y no es empresa fácil, pues
sabido es que nuestras expresiones verbales no siempre alcanzan para decir lo
que vemos. Tampoco es el primer intento del poeta puneño; su anterior libro, Gamaliel
o el oráculo del agua (Ediciones Copé, 2009), con el que ganara el
prestigioso Premio Copé, es una recreación del complejo libro de Gamaliel
Churata, el filósofo andino que reunió todo el pensamiento y la cosmovisión del
mundo andino en su libro El pez de oro.
Pero la poesía es también celebración, de la palabra y del mundo, y es
fiesta y es una forma de describir la fiesta desde nuestra intimidad,
desplegando palabras cual tropa de músicos y danzantes para generar caos en el
mundo, hasta que los dioses impongan nuevamente el orden, el transcurrir del
tiempo, el imperio de la palabra, hasta la siguiente fiesta.
___________
Escritor y periodista peruano (Lampa, 1965).
Estudió periodismo y literatura en Arequipa y tiene estudios de maestría en
literatura latinoamericana, mención estudios culturales, y en comunicación para
el desarrollo. Ha obtenido el Premio Copé de Oro de Poesía, en 1995, y el
premio nacional de poesía convocado por la Municipalidad de Paucarpata, el
mismo año. Ha publicado los libros de poesíaEtapas del viento y de las
mieses (1986), Recital de poesía (Flordecactus
editores, 1990), Elogio de la nostalgia (con prólogo de Pablo
Guevara, Lluvia Editores, 1995), Montaña de jade (Premio Copé
de Oro de Poesía, Ediciones Copé, 1996), Mares (Lago
Sagrado Editores, 2002), El laberinto (2008), Coca (2009), Mare
nostrum (Universidad
Nacional del Altiplano, 2013), Mar de la intensidad (Cascahuesos
Editores, 2014), el cuento Rosario a las seis (2005);
otros textos y artículos periodísticos se han publicado en varios países en
revistas y diarios impresos y electrónicos. Ha ocupado diversos cargos en la
administración pública y ejerce la docencia universitaria. Mantiene la columna El
barco ebrio y el blog La
silla prestada, donde reflexiona sobre literatura, periodismo,
política y cultura.
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