Nicanor Domínguez Faura
Publicado por “SER” 15/10/2014
Tras su descubrimiento en 1545, la legendaria mina de plata
de Potosí, ubicada hoy en Bolivia, se convirtió en un centro de atracción
económica para todo el Altiplano Surandino. Casi de inmediato, atrajo a un
numeroso grupo de españoles, interesados en explotar los ingentes recursos
argentíferos de esta “montaña de plata”. La mano de obra indígena era la
base laboral de esta explotación. Desde aproximadamente 1550, se organizó
un sistema de “mita minera informal”, que precedió en casi un cuarto de siglo a
la “mita minera formal” establecida por el Virrey Toledo en 1574. En un
par de artículos anteriores hemos mencionado el caso de dos indios de Yunguyo
que, en 1562, se vieron envueltos en una disputa laboral en la “Villa Imperial”
potosina [ver Cabildo Abierto, nos. 70 y 71, del año 2013].
Los abusos laborales de los primeros años de Potosí fueron
denunciados por religiosos inspirados en la prédica de Bartolomé de las Casas
(1484-1566), el “apóstol de los indios”. Así, en julio de 1550, el
dominico fray Domingo de Santo Tomás, futuro obispo de Charcas (1563-1570),
escribía al rey: “[H]Avrá cuatro años
que, para acabarse esta tierra, se descubrió una boca del ynfierno por la qual
entra cada año, dende [= desde] el tiempo que digo, grand cantidad de gente que
la cobdicia de los españoles sacrifica a su dios, y es unas minas de plata que
llaman el Potosí, y porque vuestra alteza entienda que ciertamente es boca del
infierno, que para tragar ánimas [h]a permitido Dios que se [h]aya descubierto
en esta tierra [...]. Sacan el metal de aquel cerro, que digo con el
trabajo que se podrá entender que se sacará, así por que de suyo es gran
trabajo sacar el metal tan hondo de entre tantas peñas y con tanto peligro de
caerse muchas veces la mina (como ha acaecido) como por el frío y destemple de
la tierra”.
1551: Indios de El Collao piden ir a Potosi |
La formalización de la “mita minera” ocurrió después de la
visita a Potosí del Virrey Toledo (fines de 1573 a inicios de 1574). Según
el Virrey, sus reformas permitirían una explotación económica ordenada del
centro minero, garantizando así los ingresos de la Corona (el impuesto del
“quinto real”, el 20 por ciento de la producción de plata). Según el
historiador francés Thierry Saignes, Toledo llegó a un acuerdo con los jefes de
los grupos étnicos aimaras del Altiplano Surandino, quienes se comprometieron a
enviar regularmente trabajadores a la mina, a cambio de que se respetara el
derecho a las tierras de las comunidades indígenas, que en esos mismos momentos
estaban siendo reasentadas en las nuevas “reducciones toledanas”.
Entre esas 16 provincias se encontraban los cuatro
“corregimientos” que ocupaban aproximadamente el territorio altiplánico de la
actual Región Puno: Chucuito (correspondiente al antiguo “reino aimara” de los
Lupaca), Cabana y Cabanilla (o Lampa), Azángaro y Paucarcolla (correspondientes
aproximadamente al antiguo “reino aimara” de los Colla).
Los “mitayos” representaban aproximadamente la séptima parte
de la población masculina adulta (“tributarios”) y por ello eran también
llamados “indios de séptima”. Las distancias que debían viajar los
“mitayos” entre La Raya y el Desaguadero hasta Potosí se calculaban –aproximadamente-
entre 160 y 120 leguas, unos 800 a 600 kilómetros.
Una lista de mediados del siglo XVII, identifica 36
“repartimientos” y “pueblos”, en el actual territorio de la Región Puno, que
debían enviar mitayos a Potosí.
En este contexto, pongamos el ejemplo del “repartimiento” de
“Puno e Icho”. Sus habitantes debían vivir, desde 1573, en los pueblos de
indios o “reducciones” de San Juan Bautista, de Puno, y San Pedro Apóstol, de
Icho, ubicados en el corregimiento de Paucarcolla. Estaban a una distancia
de 140 leguas (unos 700 kilómetros) de Potosí y sus caciques debían enviar
anualmente 124 “mitayos” (12.69% del total de “tributarios”), para trabajar en
el Cerro Rico extrayendo metales de plata.
¿Cómo era la vida de los trabajadores indígenas enviados
desde Puno hasta Potosí en cumplimiento de las disposiciones toledanas?
Citemos brevemente el testimonio de Balthasar Ramírez, sacerdote español que
vivió en Potosí durante la década de las reformas toledanas. Salido del
Perú en 1580, en 1597 vivía en México y, por órdenes del virrey de la Nueva
España, el Conde de Monterrey, escribió su “Descriptión del Reyno del Pirú: Del sitio, temple, prouincias,
obispados y ciudades; de los naturales, de sus lenguas y trajes”. El
texto original se encuentra en Madrid, en la Biblioteca Nacional de España (Ms.
19668), y fue publicado en 1906 por el diplomático peruano Víctor Maúrtua.
Ramírez menciona las catorce parroquias para indios
establecidas en Potosí durante la “Visita General Toledana”, en las que los
“mitayos” recibían el “pasto espiritual”, durante su estadía en el centro
minero: “Hizo [el Virrey Toledo] en
Potosy catorze parrochias, y señaló y truxo á cada vna ochocientos yndios
feligreses; púsoles Curas, y señaló á cada Cura ochocientos pesos de salario;
hizo hazer yglesias y casas para los Curas, que se acabó todo en tres
años”. Según este testimonio, las parroquias potosinas debían tener
11,200 “yndios feligreses” o “mitayos”.
Cada una de éstas parroquias agrupaba a indios provenientes
de pueblos nuevos o “reducciones”, pero estos trabajadores mantenían sus
antiguas afiliaciones étnicas aún a finales del siglo XVI: los indios de Puno
se agrupaban con otros “mitayos” provenientes de “reducciones” y
“repartimientos” conformados por los españoles a partir de los sub-grupos del
antiguo reino Colla, específicamente del antiguo sector “Urco-suyo”. A eso
se refiere Ramírez cuando afirma: “Tiene
cada parrochia sus feligreses distinctos”.
Pero junto a esta “supervivencia étnica” de mantener un
cierto grado de identidad de origen pre-hispánico, e incluso pre-inca, el
testimonio de Ramírez también señala algunos de los cambios más importantes que
el reordenamiento colonial toledano impuso sobre la población del Altiplano
Surandino en general, y de las “reducciones” de Puno en particular.
La mita fue utilizada por los caciques y sus comunidades
como una oportunidad para obtener dinero para pagar sus tributos: “El pueblo ó repartimiento que le cabe á
traer diez indios, trae treinta, así para cumplir con la obligación y henchir
el número que le cabe, como para entender en sus tratos y grangerías, y los
vnos y los otros están en Potosí hasta que vienen del mesmo pueblo otros
tantos, con quien trocarse; traen consigo sus mugeres y hijos, y sus ganadillos
cargados de ropa y comida, todo lo qual consumen y venden en Potosy”.
Lo que había sido diseñado por el Virrey Toledo como un subsidio laboral
a la industria minera potosina fue convertido en una oportunidad para
participar en la economía mercantil colonial y así hacer frente a las
obligaciones tributarias de las comunidades indígenas.
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