Por: Jaime Ardiles
Franco
Extracto tomado del libro: INDIO. DERECHO
CONSUETIDUNARIO Y DERECHO POSTIVO
L |
a explotación, el dominio y el abuso por parte de
los hacendados y gamonales del altiplano peruano, en contra de los indios, en
especial contra los indígenas asentados en el sur andino —considerado por unos
como bastión étnico de supervivencia de una cultura ancestral y, por otros,
especialmente políticos, como mancha india o trapecio de la pobreza—, se
ejercía sin control alguno y sin arrepentimiento.
La violencia contra la raza indígena creció y se
agudizó en la época republicana, en medio del supuesto proyecto histórico que
se forjó para la independencia del yugo hispánico y monárquico; se suprimió la
mita, inventada, reglamentada e impuesta en la era de los Habsburgo y los
Borbones para diezmar a la población aborigen usándola como herramienta de
trabajo y como utensilio doméstico que cualquier encomendero podía disponer
para sus faenas y requerimientos; no obstante, eliminada la mita se continuó
con la aplicación de nuevas imposiciones tributarias; se inventó la práctica
del "enganche" en la que las empresas mineras contrataban los
servicios de los indígenas y no les pagaban o les pagaban mal; se convirtió en
pongos a los jóvenes indios y se utilizó innoblemente a las mujeres andinas.
Se diseñó nuevos mecanismos despreciativos de la vida y cultura de los indios al tiempo de fortalecer la expansión de las haciendas a costa de las comunidades indígenas. La república, como es hoy, es un inventario deficitario en cuanto a promoción, reivindicación y efectiva integración indígena a la realidad nacional con proyectos y propuestas viables. Nada de eso se ha hecho. Las nuevas élites, encaramadas en el inicio de la república, para afirmar la identidad peruanista, motejaron de coloniaje a la época de dominio español en el Perú y América. Nada más que una coartada.
Esa perversa explotación no tiene parangón ni
siquiera con las tribulaciones que en el Cusco padecían los indígenas, también
hacinados y arracimados, quienes soportaban la explotación del latifundio. Ese
mundo de abusos perpetrados por hacendados y gamonales se realizaba en abierta
complicidad con los representantes de los poderes locales, ora autoridades
políticas, diputados, prefectos, jueces conniventes, sacerdotes, abogados
rábulas y policías abusivos y de machete, haciendo insoportable la vida de los
indígenas cuyo destino estaba encadenado a la suerte de la hacienda en la que
decenas de ellos anidaban su existencia en viviendas precarias que les
provocaban enfermedades como el tifus exantemático que era producto del
hacinamiento y la falta de higiene. Un solo ambiente servía de cocina,
dormitorio y comedor y allí residían los piojos que, poco a poco, invadían el
cuerpo. Indignante y atroz realidad. Mientras esto sucedía los hacendados y
gamonales importaban vajilla de Inglaterra y bebían licores extranjeros sin
empacho y poca vergüenza. No había conciencia de la explotación y el abuso que
cometían.
La expansión de las haciendas era irrefrenable y se
perpetraba con anuencia y complicidad de abogados y jueces con declarada e
inmoderada ambición. Los hacendados no contentos con los extensos terrenos que
poseían ambicionaban más a costa de la gente indefensa que vivía en las
comunidades campesinas anexas y contiguas a sus haciendas. No invertían para
potenciar la producción ganadera y agrícola de sus terrenos y el capital que
obtenían de esquila, venta de lanas, cueros y chalona o cosechas de cereales y
tubérculos lo destinaban a construir mansiones en Lima o Arequipa y a viajar
como potentados al viejo mundo, en el que la ciudad de Madrid era el epicentro,
pues allí alguno de ellos podía lograr un título de Conde o Marqués y luego
volver y aspirar a los salones de la aristocracia peruana.
Rebeliones indigenas |
Se diseñó nuevos mecanismos despreciativos de la
vida y cultura de los indios al tiempo de fortalecer la expansión de las haciendas
a costa de las comunidades indígenas. La república, fue y parece ser la de hoy,
un inventario deficitario en cuanto a promoción, reivindicación y efectiva
integración indígena a la realidad nacional con proyectos y propuestas viables.
Nada de eso se ha hecho. Las nuevas élites, encaramadas en el inicio de la
república, para afirmar la identidad peruanista, motejaron de coloniaje a la
época de dominio español en el Perú y América. Nada más que una coartada.
Esa perversa explotación no tiene parangón ni
siquiera con las tribulaciones que en el Cusco padecían los indígenas, también
hacinados y arracimados, quienes soportaban la explotación del latifundio. Ese
mundo de abusos perpetrados por hacendados y gamonales se realizaba en abierta
complicidad con los representantes de los poderes locales, ora autoridades
políticas, diputados, prefectos, jueces conniventes, sacerdotes, abogados
rábulas y policías abusivos y de machete, haciendo insoportable la vida de los
indígenas cuyo destino estaba encadenado a la suerte de la hacienda en la que
decenas de ellos anidaban su existencia en viviendas precarias que les
provocaban enfermedades como el tifus exantemático que era producto del
hacinamiento y la falta de higiene. Un solo ambiente servía de cocina,
dormitorio y comedor y allí residían los piojos que, poco a poco, invadían el
cuerpo. Indignante y atroz realidad. Mientras esto sucedía los hacendados y
gamonales importaban vajilla de Inglaterra y bebían licores extranjeros sin
empacho y poca vergüenza. No había conciencia de la explotación y el abuso que
cometían.
La expansión de las haciendas era irrefrenable y se
perpetraba con anuencia y complicidad de abogados y jueces con declarada e
inmoderada ambición. Los hacendados no contentos con los extensos terrenos que
poseían ambicionaban más a costa de la gente indefensa que vivía en las
comunidades campesinas anexas y contiguas a sus haciendas. No invertían para
potenciar la producción ganadera y agrícola de sus terrenos y el capital que
obtenían de esquila, venta de lanas, cueros y chalona o cosechas de cereales y
tubérculos lo destinaban a construir mansiones en Lima o Arequipa y a viajar
como potentados al viejo mundo, en el que la ciudad de Madrid era el epicentro,
pues allí alguno de ellos podía lograr un título de Conde o Marqués y luego
volver y aspirar a los salones de la aristocracia peruana.
En el sur andino peruano, la formación del
gamonalismo y la exportación de lana para las fábricas textiles de los países
imperialistas tuvo como centro de acopio al departamento de Puno. La región
pasó de tener 703 haciendas en 1876 a 3 701 en 1915, todas en manos de
gamonales que utilizaron diversos métodos para despojar a los indígenas de sus
tierras, como por ejemplo inventarse una sublevación de indígenas en sus
tierras, para tener el pretexto de recurrir al uso de la fuerza pública y luego
despojarlos de sus tierras y ganado, coludidos con el juez y las autoridades
políticas y religiosas.
Así, el dominio político, económico y social de los
gamonales, además de expandir sus dominios, les permitió implantar un sistema
semifeudal con características de servidumbre y racismo. Por su parte, la
población indígena respondió al sistema gamonal con más de cuarenta rebeliones
campesinas.
Haciendas
en Puno (1876 - 1915)
Provincias |
Número de haciendas |
|
Año 1876 |
Año 1915 |
|
Cercado |
233 |
854 |
Chucuito |
49 |
241 |
Huancané |
54 |
133 |
Sandia |
7 |
199 |
Carabaya |
0 |
127 |
Azángaro |
178 |
611 |
|
|
|
Lampa y Ayaviri |
182 |
1536 |
Total |
703 |
3701 |
El anterior
cuadro aparece en David Ruelas (2019) “LOS MOVIMIENTOS INDÌGENAS Y LA EDUCACIÒN
DEL SIGLO XX EN EL SUR ANDINO PUNEÑO PERUANO” en la revista Historia de la Educación
Latinoamericana, Vol.21, Num. 33 Colombia: Universidad Pedagógica y Tecnológica
de Colombia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario