LA MISION JESUITICA DE JULI
Y LA NACIÒN GUARANI
Por: Ciro Quispe López
Sacerdote y obispo de la
prelatura de Juli
Tomado de diario SIN FRONTERAS 10ENE2021
Q |
uién no ha visto la famosa
película «La Misión», del director británico Roland Joffé (1986), donde se
contempla a unos jesuitas intrépidos evangelizando a los indígenas guaraníes al
otro lado de las majestuosas cataratas de Iguazú. La trama del film, ambientado
en el siglo XVII, refleja el duro trabajo misionero de algunos jesuitas
(personificados por actores de fama mundial como Robert de Niro y Jeremy
Irons), quienes conquistaron las tribus selváticas del Brasil, Paraguay y
Argentina no con arcabuces ni sables sino con el poder celestial de una flauta
de viento. Con el telón de fondo de las maravillosas imágenes de la película,
podríamos preguntamos sobre un detalle no insignificante: ¿De dónde salieron
aquellos jesuítas que llevaban la cruz y la música para evangelizar a los
indígenas expertos en la caza y la flecha? ¿Cuál fue su punto de inicio o su
campamento base?
Después de los dominicos,
y por falta de empatía entre los aimaras y los frailes (tema que trataremos en
otro artículo), llegaron los jesuitas a Juli por orden directa del Virrey don
Francisco de Toledo (1576). Aceptaron con reticencias esta misión ya que ellos,
por su carisma, habían optado por no asumir parroquias, para poseer la libertad
de movimiento en el proceso de evangelización. Sin embargo, después de
posicionarse en Juli, continuaron la labor de los dominicos y de los clérigos
catequizando en quechua y en aimara a los pobladores de Juli, Chucuito, Yunguyo
y Copacabana.
El producto del trabajo de
varios jesuitas importantes cuyas figuras se van perdiendo en la historia,
aunque debemos hacer el esfuerzo de no perderlos de la memoria, hizo posible la
fundación de la famosa Pequeña Roma de América. Ellos son: Ludovico Bertonio,
Diego Bracamente, Diego Martínez y Alonso de Barzana (a partir de 1576). Tiempo
después, y movidos por su impulso misionero, algunos jesuitas continuaron su
misión y se trasladaron a las zonas tropicales del Brasil, Bolivia, Paraguay y
Argentina. Alonso de Barzana fue el primer de ellos en llegar a la Argentina,
por invitación del obispo de Tucumán, Fray Francisco de Vitoria. Partiendo de
Juli, Barzana llegó a Salta y luego a Asunción (1594), en medio de una tensión
política entre Perú y Brasil por la posesión del Paraguay. Años después
(1607) se fundó la provincia jesuita del Paraguay, con lo cual aquellos se
independizaron de la Doctrina jesuita de Juli.
Retomando nuestro argumento y la famosa película, no hay dudas entonces de que los jesuitas misioneros, que fundaron las reducciones de Chiquitania, Moxos, Charcas, así como la de los Guaraníes, partieron de la gran provincia de Chucuito-Juli. Y no bajaron con las manos vacías sino con la Cruz y la música, que fue el instrumento esencial para la evangelización. Por eso, es mi opinión, la música celestial del oboe que se escucha durante el film «La Misión» expandiéndose entre las neblinas de aquel inmenso territorio, mutatis mutandis, no fue sino el maravilloso instrumento de viento andino llamado sikus, que es creación e inmodestia de los juleños, tierra de los
orgullosos sikuris, de donde nace la hermosa melodía «La bajada del arco». <>
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