LOS LOCOS DE PUNO
José Luis Ayala
En Revista BRISAS, octubre 2022
Loco. Se trata de un vocablo que nombra a personas que no aceptan ni conviven con el establishment. Tampoco con los cánones que impone una sociedad que a la vez le es ajena. Entonces, crea su propio universo, pero es tratado como un extraño citadino, pero rompe con los criterios ciudadanos establecidos. Al mismo tiempo, es fraterno, respetuoso, cálido; sin embargo, a veces es agresivo. Así, cada quien vive su propia locura.
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Qué es la
locura? Es una patología o perturbación de las facultades mentales. Se
llama igualmente “privación del juicio o del uso de la razón”.
Al
finalizar el siglo XIX, se llamaba locura a las formas que no
respetaban los conceptos de conducta humana y normas sociales establecidas.
Todo en razón al desequilibrio psíquico, como el caso de epilepsia o cualquier
otra inconducta cuando una persona demostrara una conducta extraña.
Pero no
estamos hablando de enfermedades mentales, sino de personas que tenían una
conducta social equilibrada, pero que al mismo tiempo estaban fuera del llamado
“orden establecido”. Así, los locos son excesivamente emocionales,
intolerantes, díscolos y veces extremadamente melancólicos. Todos son tratados
con especial deferencia y desarrollan un rol social importante.
La ‘locura’
lacustre
Así, los
últimos locos de Puno han sido: El loco Dávila, el loco Meneses, el loco
Sánchez, el loco Cabala, el loco Macedo y el loco Salcedo que llegó a ser
prefecto en el gobierno de Fernando Belaunde y que le hiciera mucho daño a
Gamaliel Churata. Hecho que generó Hugo Carvajal hasta el extremo de subrogar a
Churata del modesto trabajo de redactor de la oficina de comunicaciones de la
CORPUNO.
El loco
Zeus es sin duda un personaje inolvidable. Estudió en la Universidad Técnica
del Altiplano, servicio social. Una vez egresado se dedicó a trabajar y a leer
libros de marxismo. Era un asiduo concurrente e impulsivo lector, mientras
quien escribe esta crónica, era director de la Biblioteca Municipal Pública de
Puno.
Zeus
confundía nombres, atribuía hechos ajenos, ideas a quien se le antojaba.
Conversar con él era francamente alucinante. Pero había que escucharlo sino se
ponía agresivo, furioso. Ni como contradecirle y menos decirle que estaba
equivocado, era provocarle para que usara sus guantes blancos y recibir
repetidos golpes especialmente en el rostro. Ni como decirle que los libros que
leía no los rayara, subrayara y marcara con un lapicero de tinta negra.
Decía que
estaba enamorado de la luna, que una vez jubilado viajaría a Roma para
entregarle al Papa una nueva encíclica, a favor de las “gra ndes mayorías
excluidas del sistema capitalista”. Tenía un cuaderno con varias hojas escritas
al que llamaba: “Mi aporte por el bien de la humanidad. Zeus, profeta del
Titicaca” en el siglo XX. Una tarde llegó de Arequipa a Puno el loco Cateriano
llamado también Falceto para dar un recital de poesía. Lo presenté por cortesía
como un destacado poeta del Misti, después de mencionar a Melgar, César
Atahualpa, Guillermo Mercado, Rosa del Carpio y José Ruiz Rosas.
Al final
del recital hubo una conversación con el público. Alguien pidió que Zeus
opinara acerca del recital. Habló casi media hora y nadie entendió nada de
nada. Cateriano fue peor, agredió al púbico y a los concurrentes, hasta que lo
dejaron solo: “Mejor así —dijo— pero esta es la última vez que doy un recital
en Puno. Se han jodido, nunca más escucharán mi voz.”
La
cumbre
Sin
embargo, el más célebre de todos ellos fue un poeta vanguardista que nadie
conocía hasta que se publicó su biografía y, una antología de su extraña como
excelente poesía.
Se trata
del poeta Alberto Mostajo Riquelme, quien fue atacado por una terrible
esquizofrenia, por lo que su cuñado Manuel E. Cordero, decidió internarlo en el
Hospital ‘Larco Herrera’, de Lima.
El poeta
permaneció allí durante 25 años, hasta que al fin su hijo Bernardo Cutipa,
decidió salvarlo del infierno y llevárselo a su casa de Arequipa.
Alberto
Mostajo fue alumno de José Antonio Encinas en el Centro Escolar Nro: 881 de
Puno, teniendo como compañeros de estudios entre otros a Gamaliel Churata, Luis
de Rodrigo, Aurelio Martínez y Enrique Encinas.
Conocí a
dos hermanos de Alberto, María Mostajo casada con Manuel E. Cordero y a Adolfo.
Mi padre, subrogado durante el gobierno fascista de Manuel A. Odría, trabajó en
las haciendas La Libertad y Chaxana.
Adolfo
administraba las haciendas y era una persona correcta. Así conocí cómo
funcionaba un latifundio.
La familia
Cordero vivía entre Arequipa y Madrid, iba de vacaciones a Huancané,
especialmente en la temporada que se hacían las matanzas de ganado.
Desde que
publicamos: “Alberto Mostajo. Delirio y tragedia de un poeta vanguardista y
metafísico”, Arte idea (2009), el lírida nacido en Puno ocupa un indiscutible
lugar en las antologías de la poesía peruana.
Son varias
las tesis que se han presentado en distintas universidades. Todas comparan la
poesía de Mostajo con la de Vallejo. Se trata sin duda de la corriente de corte
vanguardista que imperó no solo en el Perú sino en América y Europa a comienzos
del siglo XX.
Un loco y su diario
Una de las
obras literarias más celebradas que desarrolla la locura como tema central es
“Diario de un loco”, cuyo autor es Nikolái Gógol.
En
realidad, es un extenso cuento en relación a los desvaríos de un burócrata
desaforado y funcionario descentrado. La lectura cautiva a sus lectores con
fino humor. Ha encantado a púbicos de diversas épocas y además ha sido
traducido a muchos idiomas.
En el
cuento de Gógol. resulta que en Poprishchin, en la primera anotación del texto,
el 3 de octubre, cuenta que se ha levantado tarde como a mediodía. Sin embargo,
decide ir a su centro laboral debido a que necesitaba de todos modos tener un
anticipo de dinero, confiesa que es funcionario que trabaja en la oficina del
director en un ministerio de la ciudad capital. Su trabajo es afilar la punta a
varias plumas de escribir, redactar documentos y firmar los textos bajo
responsabilidad.
Después de
escuchar hablar y discutir a varios perros en las calles, así como recordar a
vacas que van a las tiendas a comprar té; persigue a mujeres que llevan a una
perra llamada Fidele, porque escuchó que se escribían cartas. Para saber más
acerca de la hija del director de su oficina, los sigue para saber más acerca
del por qué escribe Fidele y la perrita llamada Medji, resulta que la mascota
es su amor platónico.
Y ¿los que se hacen los
locos?
Sin
embargo, habría que diferenciar estos locos de quienes se hacen los locos.
‘Hacerse el loco’, consiste en actuar, hablar y asumir cierto comportamiento
que no corresponde a la normalidad. Quienes se hacen los locos no asumen la
responsabilidad que tienen. Evaden, escapan conscientemente la realidad y
responsabilidad que tienen. Como decía el siquiatra Javier Mariátegui Chiappe,
hijo del Amauta: “Cada sociedad tiene los locos que se merece”. <:>
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