ALBA,
ALBAZO, ALBAS
(*)
Escribe: Guillermo Vásquez
Cuentas
C
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omo se sabe, en 1532 se produce la invasión
española al Estado tahuantinsuyano. Con ello, la influencia de la Iglesia
Católica penetró con fuerza en el Perú
de esos tiempos. Se inicia y desenvuelve un complejo proceso de modificación de
la totalidad de la vida social de sus masas humanas originarias.Hay quienes
sostienen que las creencias religiosas y los cultos impuestos por el Imperio incaico empezaron muchos a desaparecer pero los más a transformarse mediante la fusión bicultural. En
este sentido, como producto del sincretismo religioso
cultural una suerte de nueva y sincrética
religión andina hizo su aparición, teniendo como eje al culto a los santos
patronos y las fiestas públicas en honor a ellos.
Otros señalan que se mantuvo un dualismo entre
religión oficial cristiana y la religión autóctona clandestina, en el que
ambas, coexistentes y yuxtapuestas, mantuvieron y aún mantienen su
individualidad.
Hechos patentes de la realidad social
apoyan una y otra tesis. El tema está lejos de dilucidarse y este no es el
sitio ni el momento para incidir teóricamente en ellas desde una determinada
posición.
Lo que sí se puede afirmar es que, en
uno u otro caso, la antropología cultural, la arqueología y la etnohistoria han
probado la aparición (desde los inicios del Perú colonial) de nuevas
instituciones y prácticas, que en el campo de la religiosidad se expresaron,
entre otros efectos, en las fiestas populares, públicas, en cuyas actividades celebratorias, ritos y ceremonias se acompañaba –tal como aún hoy ocurre- danzas, instrumentos musicales y vestimentas conforme a los usos y
costumbres vigentes según el tiempo y en el espacio de nuestro país y su
historia.
Se dice
también con profusión, que muchas de las instituciones, prácticas y costumbres
de corte religioso, tal como ocurrió en otros campos, provinieron de la
metrópoli hispana.
En
este pequeño trabajo queremos referirnos a las “Albas”, aquellas fiestas
religiosas, mezcla de culto, danza y
música, que se realizaban y realizan al rayar las primeras luces de la
alborada, en distintas localidades americanas, peruanas y puneñas, como parte
de las festividades de santos patronos marcadas por la influencia ibérica.
“Albas” en España
El
alba
o alborada, la
madrugada, es el antecedente y parte del “rayar o despuntar el día”, el lapso “mágico” del amanecer, del momento
previo de aparición del sol y del
comienzo de un nuevo día. En todas las religiones, con mayores o menores
diferencias, se ha tenido al alba como reinicio recurrente de la vida, como
símbolo de renovación cotidiana de la permanencia individual y colectiva de la
gente en el mundo.
En la España secularmente católica, es
abundante la información abierta que ofrece la comunicación electrónica sobre
la asociación entre culto y alborada. Encontramos que la más famosa de estas
expresiones es la celebración del “Misterio de Elche” como la representación de
la ascensión a los cielos de la Virgen María. Ese día (el 15 de agosto) se
celebra por toda España, especialmente en Elche, la víspera, “una fiesta llena de fervor popular, con
música y danzas, que empieza muy de madrugada con quema de fuegos artificiales
por toda la ciudad”.
Las
“Fiestas de Alba” en Tormes, provincia de Salamanca, son igualmente famosas por
sus pasacalles con gigantes y cabezudos. En
Liste,
provincia de Girona, en Carbajales, provincia de Zamora en Castilla, en El Poyo de Aliste en Zamora, en Aspe, Valencia, y en muchos lugares más las
fiestas en
honor a la virgen (Asunción, De los Arboles, De las Nieves) son iniciadas hasta
hoy invariablemente con albazos.
“Albas” en algunos países
En México es conocida la costumbre de
visitar en grupo por la mañana muy temprano, a un amigo el día de su cumpleaños
o a jóvenes casaderas, cantando la famosa pieza musical “Las Mañanitas”, ellos
mismos o con “mariachis”.
En Ecuador, el “Albazo” es un género musical y al mismo tiempo una
danza popular que tienen su origen en la costumbre de despertar a la población
de una localidad, “a ritmo de una banda musical, cohetes, bombardas,
quemaditos (tragos típicos) anunciando en el alba del día, el inició
de una festividad”. Algarabía, música, baile y cohetería, se amalgaman en la
ocasión.
Según los mismos
ecuatorianos (el investigador Tobar Donoso) “la voz
Albazo, es un peruanismo” originado en Huancavelica, mencionado ya en fuentes
del siglo XVII. Señalan que el cronista Jiménez
de la Espada, lo hace mención en 1881, como “El Albacito” aclarando que
“con ese yaraví despiertan los indígenas a los novios al otro día de casados”.
Como danza presenta una modalidad indígena y otra mestiza.
A ambas acompaña banda de músicos que recorren las calles durante el alba,
sobre todo en los pueblos de Chimborazo, Pichincha y Tungurahua.
Los Mañazos en Huajjsapata |
“Albas” en los pueblos altoandinos del Perú
La gran mayoría de las miles de fiestas que se
celebran a lo largo del territorio del Perú, se organizan en torno de un santo
patrón en fecha registrada en el calendario católico. Las formas de organización, los procesos de
preparación y ejecución, el carácter mestizo o autóctono, difieren de región a
región de distrito a distrito, de comunidad a comunidad.
En número, hay una evidente primacía de lo
mestizo, de lo fusionado o sincrético. Ello se debe a que lo autóctono, lo
originario, lo indígena, fue objeto de intensa persecución por el tiempo que
duró la colonia y parte de la república.
Hacia
la segunda mitad del siglo XVIII, con la
llegada de la dinastía de los borbones al control del poder político hispano, el
tratamiento de las fiestas y festejos públicos fue objeto de políticas
persecutorias, debido a que los nuevos funcionarios borbónicos “ilustrados” y “modernizadores”
que arribaron a las colonias americanas, vieron en la música y danza indígenas
muestras de primitivismo y atraso, por lo que –en aplicación de sus juicios
racionalistas- debían desaparecer.
Pese a la sañuda persecución de esas expresiones del
arte popular, no obstante ser productos del sincretismo cultural, es decir
tener parte de español, las fiestas de madrugada, las “fiestas del alba”
pervivieron un tanto “a escondidas”. Indios, cholos y alguna capa de mestizos,
hicieron de ellas en muchos pueblos altoandinos, ocasión para el regocijo a
despecho de los controles de las autoridades coloniales.
Desde esos lejanos tiempos las celebraciones religiosas
que han adoptado la denominación de “alba”, “albazo” o “albas”, han subsistido
formando parte de las tradiciones festivas de nuestros pueblos.
“Albas” en la nación aimara
La costumbre de llevar a cabo estas
celebraciones se ha dado básicamente, no exclusivamente, en territorios que
pueden considerarse como ocupadas desde antiguo por pueblos diseminados en el
amplio espacio físico de la nación aimara. Así, gran parte del altiplano
boliviano, el norte de Chile, la zona de sierra de los departamentos de Tacna y
Moquegua y el sur aimara circunlacustre del departamento de Puno, todos estos
últimos en el Perú, han mantenido fielmente la realización de “Albas” como
parte de los programas de festividades patronales.
Demás está decir que en la zona aimara
de Bolivia, las “Albas”, con ésta u otra denominación sucedánea, forman parte
del modo de ser del indígena, el cholo o el mestizo que se identifican como aimaras.
Allí están los ejemplos de Huaycho, Torata, Achacachi, Carancas, Charasani y
muchos otros ejemplos cuyo tratamiento descriptivo rebasaría nuestro cometido
de situarnos básicamente en nuestro medio.
Lo mismo puede decirse de Chile, país
en el que aimaras de las localidades particularmente serranas de Antofagasta y
Tarapacá, no han perdido el deber innato de ser consecuentes con el cultivo y
mantenimiento de mores o costumbres tradicionales que definen su legado y prosapia
étnico-cultural aimara. No podemos dejar de señalar como ejemplo, entre las “Albas”
de muchos pueblos desde Copiapó a Arica, a aquella que destaca nítidamente: la
Fiesta de la Tirana, cerca de Iquique.
En el pedazo de mundo que acabamos de señalar, las “Albas” o
“Albazos”, se han caracterizado siempre por una especial asociación entre creyentes
religiosos reunidos en fiesta y “tropas” o conjuntos de Sikuris, es decir de
tocadores del “siku” o zampoña, los cuales aportan a la reunión la música para
el baile. Son pues, los encargados de llenar de ritmos y alegría los
amaneceres.
Excepciones hay, por supuesto, ya que
en algunos lugares, son bandas de instrumentos metálicos de viento, los que
cumplen las tareas de amenizar esas madrugadoras reuniones.
“Albas” en Puno
En Puno la capital, las más esperadas
“Albas” tienen tiempo en la madrugada del día de víspera de la “octava” de la
Festividad de la Virgen de La Candelaria, desde las 3 de la mañana. Y tienen su
lugar inicial, desde hace años, en el “Cerrito de Huajsapata”. Allí músicos,
acompañantes y espectadores degustan los “Qoñis” y “ponches” que el respectivo
alferado o “albero” invita con proverbial generosidad. En cierto momento, todos
gozan de la hermosa visión del sol que nace y hace el nuevo día.
Desde este emblemático roquedal los
sikuris Mañazos, Juventud Obrera, Zampoñistas
Lacustre y otros (según devociones y compromisos anuales), luego de esperar el
amanecer tocando y bailando (y haciendo bailar), bajan en medio del estruendo
de cohetones que se expande por el cielo de la ciudad, y van al encuentro de las
6 de la mañana en que se celebra la primera Misa de Alba, en el Santuario
de la Virgen Candelaria.
En el ámbito regional, una de las
“Albas” de mayor nombradía, es la de
Conima, distrito de la provincia de Moho, distinguida por la participación de
varios conjuntos de sikuris, los cuales se caracterizan por el hecho de que
cada sikuri acompaña la ejecución de su siku con su respectivo “bombo largo”.
En Yunguyo, la parte musical en las
“Albas” de la festividad de “Tata Pancho” (San Francisco de Borja) es
compartida por conjuntos de sikuris y bandas.
En Juli las “Albas” forman parte del programa de celebración
de la festividad
de La Inmaculada Concepción
(8 de Diciembre). El desaparecido maestro Ubaldo Castillo Espezúa las describe
así: “Son las primeras horas del día de vísperas y las notas musicales y
armoniosas de las zamponas juleñas van despertando de su sueño reparador a la apacible
población. Los conjuntos van tomando su ubicación en la plazuela del Templo de
San Juan. Ahora en el atrio de San Pedro. Conforme llegan las comparsas se oyen
las notas de “Solteritos”, “Zampoñas”, “3 de junio”, “Bajada del Arco” y otras
melodías que van ejecutando cada uno de los conjuntos. Los Misti Sicus,
Juventud Juleña, Juventud Catacorina, 24 de Agosto, Zampoñas de oro, han
empezado su contrapunto. En ciertas ocasiones no faltan los sicuris de llave u
otros distritos que se han trasladado para rendir su tributo a la Virgen
Patrona de Juli. Cada uno de los conjuntos va interpretando los huayños más
escogidos de su repertorio. Los característicos ponches van circulando entre
los integrantes para contrarrestar el frío matinal...”
“Albas” en Ilave
En fiesta de San Miguel Arcángel, santo
patrono del pueblo, cumplidos los actos
religiosos conocidos como “novenas” que se inician a mediados de setiembre, se
abren paso las “Albas ilaveñas” que se realizan en la madrugada del día 28 se
ese mes. Es entonces cuando se da la amena emulación entre los conjuntos de
sicuris que, como en ningún otro pueblo, ganaron justa fama como ganadores de muchos
concursos departamentales de sikuris.
La amplia plaza principal da también constante
bienvenida anual a conjuntos visitantes de Acora, Juli, Yunguyo, así como de
Camilaca y Cairani de Tarata.
En esos tiempos no muy lejanos era el conjunto “Motorizada” –vigente
hasta hoy aunque transformado- el que convocaba la mayor expectación. Personajes
ya legendarios en el arte del siku, mistis y cholos, lo integraban. El conjunto
mantuvo por años una interpretación única,
vibrante, armoniosa del sicumoreno estilo Ilave, que hoy siguen algunos
conjuntos como el de la Universidad Mayor de San Marcos.
Albas en Ilave. Acuarela de Primitivo Butrón |
Cuando la larga “tropa” seguida de numeroso acompañamiento llegaba a las
cuatro de la mañana en punto a una de las esquinas de la Plaza San Miguel,
provista de faroles y de un inmenso lienzo en el que aparecía una llanta o
neumático con alas, pintada sobre un fondo blanco, el público madrugador no
podía ocultar su beneplácito y aplaudía a más no poder. La hermosa conjunción de sonidos (sikus arca,
ira, ch'ili, malta; tambor, bombo único, platillos y triángulo) inundaba los
aires de la plaza, llenándola de huayños que ellos mismos compusieron y
ensayaron con antelación y que más tarde serían difundidos por estudiantinas
puneñas.
Con el tiempo aparecieron nuevos conjuntos. El “Sicuris 29 de
setiembre”, que ganó varios concursos departamentales, el Conjunto Zampoñas
Santa Bárbara, Conjunto Folklórico Cahuide, Zampoñistas Obrero, Los Choclos,
“Cerros Nevados”, Juventud San Miguel, Conjunto San José, Agüita de Cusupi,
Melodías. Tales agrupaciones que protagonizaron, cada una en su momento, las
glorias del sikuri de esa tierra.
El Centro Cultural Melodías es el que más lauros ha dado al Sikuri
ilaveño al ganar el primer lugar en los concursos departamentales de los años 1986, 1988, 1991, 1993, 1996, 1997 y 1999 y segundo lugar
en 2000 y 2001, todos organizados por la Federación Regional de Folklore y
Cultura de Puno. En 1989 obtuvo el
Primer Puesto ganando el Premio
Presidente de la República, en el Concurso Regional de Zampoñas Tacna-Perú.
“Melodías” en sus tres discos de larga duración,
muestra los resultados de su trabajo innovador de la temática musical propia de
los sikuris “con nuevas armonizaciones, contrapuntos, modulaciones y matices,
además de imprimir fuerza telúrica del ritmo festivo y alegre de los viejos (y
recordados) zampoñeros Ilaveños”.
Las “Albas” y los sikuris
son la unidad llamada a permanecer en los tiempos actuales y en los venideros.
Nada podrá contra ella.
(*) Publicado en LOS ANDES, Puno 6 febrero 2011
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