La creación poética en Puno posee una dinámica propia en el contexto de la literatura peruana. Los esfuerzos editoriales que se han emprendido en provincias en estos últimos años permiten observar una creciente articulación de una institucionalidad literaria alterna a la oficial. La calidad lírica que exhiben las publicaciones poéticas en Puno no tiene nada que envidiar a la creación literaria capitalina: expresan mejor la tensión subjetiva que caracteriza al hombre peruano de las tres últimas décadas.
Simón Rodríguez (Puno, 1969) se encuentra entre los más destacados de los “Poetas de Fin de Siglo”: transforma la retórica de la poesía social tradicional en un discurso más complejo. Después de la publicación de su primer libro de poemas “Desatando penas” (1992), guardó un largo silencio que no necesariamente comprometió su creatividad, más bien le permitió profundizar mejor su propuesta poética que ahora adquiere mayor densidad lírica. La reciente publicación del libro de poemas “Espíritu del alba” (Grupo Editorial Hijos de la Lluvia, 2011) así lo confirma.
Simón Rodríguez posee una espiritualidad creativa bastante comprometida con las experiencias humanas extremas. En una entrevista refirió de una manera escueta que estudió primaria en la I. E. P 70035 de Bellavista, secundaria en la I.E.S. Comercial N°45, pregrado en el Instituto Superior Pedagógico de Puno y maestría en la Universidad Nacional del Altiplano. Esta referencia biográfica resulta clave para comprender su discurso poético: Rodríguez expresa toda aquella tensión subjetiva del hombre andino, derivada de la violencia política desatada que implicó en el poeta grandes desgarros vitales que se ponen de manifiesto en sus versos.
La obra “El espíritu del alba” responde a una propuesta orgánica, secuencial y unitaria. Los seis libros que la conforman desarrollan una serie de motivos líricos que corresponden a los diferentes periodos biográficos del escritor, expresan los diferentes modos de interacción del poeta con el mundo y los diferentes motivos que impulsan la construcción de los poemas.
El libro “Canto de batracio” agrupa diez poemas centrados en el diálogo que emprende el poeta con la naturaleza andina. La contemplación silenciosa de los elementos que componen el cosmos motiva la indagación de su propia condición humana desgarrada entre diferentes procesos vitales. “Emerges de las bocas musicales de los sikus/ y tu voz tiene canto de relámpago solitario” soliloquia.
El pronombre “tú” identifica a la naturaleza cuya complejidad constituye una metáfora de la propia complejidad espiritual que experimenta el poeta en ese proceso iniciático. La raíz de esta tensión se origina en la acción y reacción que se procesa en la subjetividad del poeta frente a los acontecimientos del mundo. “…me ha sorprendido tu silencio de balsa/,…ese silencio tuyo con que haces nacer el mundo”.
El poeta indaga entonces el sentido de la existencia y su movimiento, el principio y el fin como parte de un proceso dialéctico, entre la pasividad y el compromiso, el azar y la predeterminación como componentes de todo proceso humano.
El libro “Mamá Maticha desde el encierro” es un poema extenso en el cual el poeta se funde con el lirismo existencial como resultado de la acción emprendida por la transformación del mundo. Este movimiento ha conducido al poeta a un encierro en el cual se transfigura la personalidad poética, se funden las dimensiones del mundo en una conciencia doliente y se vislumbra el destino del poeta desgarrado entre la esperanza y la frustración.
La existencia del poeta, en estas condiciones, constituye un especio en el cual se confrontan el cumplimiento de una pena como el principio de la conformidad frente al surgimiento de una actitud libertaria. “Pienso que este encierro/ se hizo deliberadamente para dolernos. / Su anatomía la conforman minutos de alas interminables. / Y está prohibido gritar o quejarse de madrugada/ podría ahuyentarse el rocío, la brisa, la blanca espuma de los lagos”.
Este encierro no constituye una privación de interacción del poeta con el mundo. El poeta extiende su vínculo afectivo hasta el mundo externo como un mecanismo para romper el exilio espiritual. Este vínculo configura la presencia de una madre que bien podría representar, en su dimensión metafórica, a la madre tierra que procrea al hombre y figura un cosmos violento que se interioriza en la subjetividad del poeta. “Pues tú y yo sabemos/ que hasta la cárcel bien podría ser una madre/ que lo sueños son madres eficaces”.
El texto expresa esta conflagración de sentimientos, convicciones y esperanzas que aspiran la construcción de una conciencia libre y libertaria del hombre. “Pues sólo lo perfecto/ posee la capacidad de dar vida como tú lo haces”. Esto significa que la soledad conjuga en la conciencia poética tres elementos importantes: poesía, naturaleza y sociedad. La misiva lírica es un mecanismo que integra estos componentes que finalmente parece ofrecer equilibrio al caos esencial del mundo.
El libro “Habitantes del relámpago” está conformado por seis poemas que transfiguran la incertidumbre en una nueva convicción que unifica la subjetividad fragmentada del poeta. Esa convicción es la misma que impulsa la lucha cotidiana de los hombres en un contexto sociocultural fracturado. La lucha que se emprende como decisión final de un largo proceso de tribulación cierra toda incertidumbre.
Esta convicción no es individual, es la expresión de una subjetividad colectiva. “Hemos visto el ocaso -dice- / brincando sobre las hojas de los árboles/ y venir a los habitantes de la aurora/ con mil relámpagos en el pecho”. El pronombre “nos”, sobreentendido como persona gramatical, incorpora a una colectividad que vislumbra el horizonte a partir de un sentimiento de identidad.
La conciencia poética alcanza un punto de equilibrio como producto de la comprensión del proceso histórico de la humanidad. Esta comprensión que descubre la sociedad vislumbra la responsabilidad final del poeta en la representación de su identidad andina. “Hemos nacido entre totorales/ para morder la niebla/ nuestros dientes de acero/ y subvertir la anatomía del orden / en un largo suspiro” sentencia.
El libro “La palabra del verso” posee un tono más afirmativo. Los versos que surgen sobre las páginas responden a un estado espiritual que el poeta experimenta frente a un proceso histórico. El poema procura ofrecer un lirismo poético que trascienda la simple experiencia estética. Resulta esencial para el poeta la contemplación del referente histórico que impulsa la expresión poética.
El libro “Anticredo” es un poema herético. El poeta, en los versos que conforman el poema, parodia un ritual religioso: el credo. De este modo transfigura un discurso oficial y oficializa un acto estético que reordena la subjetividad del poeta, en la medida en que este nuevo orden no refiere a un proceso social sino estético.
Esto ratifica la hipótesis de que la tensión subjetiva del poeta que deriva de la fractura social alcanza el equilibrio en su dimensión lírica; es decir, el trabajo poético da sentido a la existencia lírica del poeta.
El libro “La rosa dormida” está conformado por otros cuatro subtítulos que giran en torno a una introspección de la subjetividad del poeta que ha asumido una nueva convicción existencial. El primer subtítulo (panegírico) es un discurso oratorio sobre la misma voz lírica que apela a la voluntad del lector. Exige un reconocimiento recíproco en la medida en que se interactúa sobre la base de las mismas tensiones existenciales.
El segundo subtítulo (autoretrato) afianza la identidad del poeta en su función hacedora de versos. El trabajo poético forja el sentido que armoniza la nueva existencia lírica del poeta. Esta armonía existencial no sería posible si antes no se alcanza el reconocimiento en la intersubjetividad de los miembros de un contexto sociocultural, porque el poeta no puede aspirar a transformar el mundo, pero si modificar una intersubjetividad colectiva que forja la identidad cultural de una sociedad.
En el tercer subtítulo (poeta y verso), el eje de tensión no reside ya en la interacción del poeta con el mundo sino en la construcción de un vínculo lírico entre el poeta y el verso. El poeta asume su identidad verbal. “Las palabras despiertan a tu lado/ cada mañana,/ una a una las abrazas fuertemente/ para inventar enemigos que nos amen/ y acribillen sollozando de cariño./ No sé cuál sea el límite perfecto del suplicio/ lo que sí sé/ es que el agua ríe/ al verte hilar poesía/ en una rueca irremediable de luz callada”.
En el cuarto subtítulo (rosa dormida), la existencia lírica alcanza su condición armoniosa, su condición de sujeto textual, su identificación sociocultural y existencia poética. Este acto lírico corresponde a la transfiguración final del poeta que asume su condición verbal en un contexto sociocultural en el cual las tensiones se suprimen mediante la creatividad poética. La estrategia discursiva es la acción verbal en la cual confluyen: poeta, cultura y mundo.
Entonces Rodríguez nos ofrece un libro de poemas que cifra el proceso espiritual del poeta frente a los diferentes procesos históricos que determinan la identidad de los pueblos. El poeta, en el proceso, experimenta las diferentes tensiones espirituales que derivan de las sucesivas fracturas socioculturales andinas. En este contexto, la creación poética resulta un mecanismo para alcanzar la integración subjetiva del poeta en perfecta dialéctica con el mundo.
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