ES EL ORDEN MUNDIAL,
ESTÙPIDOS
César
Hildebrandt
Tomado
de HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 658, 20OCT23
I |
srael se ha convertido en un estado terrorista. Pero
cuenta con el apoyo incondicional de Estados Unidos y su red de vasallaje
mundial y eso le permite actuar con absoluta impunidad.
Combatir el terrorismo de Hamas bombardeando a la
población civil palestina en ese gueto gigante que es Gaza es un crimen de
guerra que pone al estado judío en el mismo nivel que sus enemigos más
avezados.
Netanyahu se ha quitado la máscara. Israel muestra
sus llagas. El “orden mundial” ha quedado al descubierto. Hamas, más allá de
sus crímenes imperdonables, ha obtenido un triunfo político: nadie puede
ignorar ahora qué es Gaza, cuán poco vale la vida de sus niños, qué infierno es
ese en el que transcurre la vida de los palestinos refugiados.
Del odio nació Hamas. Del desprecio procede la
conducta de Israel hacia los palestinos. No lo olvidemos: esta guerra tiene 75
años. Hamas quiere exterminar al estado de Israel. El estado de Israel quiere
borrar del mapa a los palestinos en general. Para la prensa grande las bombas
de una tonelada de Israel son siempre una respuesta proporcional a la provocación
del extremismo islamista. Cuando Hamas mata, esas voces claman al cielo. Cuando
Israel barre un vecindario de Gaza, la anuencia asoma en un surtido menú de
coartadas, encubrimientos y gatillos.
Es el “orden mundial” el que está podrido.
El dinero y la codicia crearon ese “orden mundial”
manchado de sangre.
Ese es el asunto central. Israel no se atrevería a
tanto si el mundo estuviese regido por normas de aplicación general. Pero
sucede que hay razas inferiores, seres humanos destinados al sufrimiento,
marcados por el revés. Esos son, por ejemplo, los palestinos.
Ahora es como si la Biblia fuese la agenda. Como si
aquello del pueblo elegido por Dios tuviese estatuto de resolución. Como si los
palestinos mereciesen el final de los cananeos. Como si los gazatíes fuesen los
nuevos judíos y esperasen el éxodo desde un Egipto cruel. Cecil B. DeMille
dirige esta película.
Y allí está Joe Biden, farfullando en su chochera lo que el lobby israelí le pone en el teleprónter: nada romperá esa alianza, ningún crimen de guerra disolverá esa amistad.
El actual “orden mundial” consiste en que Egipto,
que tiene un presidente surgido de un golpe de estado que desconoció unas
elecciones legítimas, debe pedir un suplicante permiso a Israel para llevarles
un poco de agua, comida y equipo médico a los gazatíes cercados por el fuego
aéreo.
Jamás fue tan nítido el abismo que existe entre la
modernidad de los inventos, el vértigo de la tecnología, y el drama de los excluidos.
Cientos de millones de seres humanos viven sin la
certeza de comer lo suficiente el día que viene y Estados Unidos le ha
entregado a Ucrania 77,000 millones de dólares en ayuda militar. Para los
custodios del planeta, invadir Ucrania es inaceptable, pero quedarse para
siempre con territorios ocupados por la fuerza y mantenidos por el terror está
muy bien.
El “orden mundial” está hecho para que las reglas
más íntimas del capitalismo fiero prevalezcan y para que los intereses de los
países ricos y sus élites de tufo colonialista impongan su temario, sus
castigos, sus recompensas y sus complicidades.
El señor Bemard Arnault tiene 155,100 millones de
dólares de fortuna, algo menos que los 156,300 millones de Jeff Bezos. Pero en
Sudán o en Malawi el hambre cunde y una Francia decadentemente imperial se
pregunta por qué la odian en aquellos países que ha saqueado por costumbre.
Lo del medio oriente no tendrá remedio mientras el
“orden mundial” actual se mantenga. La ONU ya es una entidad anacrónica y el
hegemonismo cultural de las derechas fomenta el individualismo rapaz y la
idiotización de los sentidos.
No tenemos atenuantes. Hemos creado una sociedad
donde con un casco y unas gafas puedes vivir una realidad virtual de lo más
emocionante. El incendio del mundo real, su agonía, las migraciones
desesperadas, la matonería de los ejércitos poderosos, la injusticia de los
roles económicos asignados, eso importa poco.
Un orden mundial menos asimétrico e injusto que el
actual tendrá que significar algún día un gobierno internacional que dé a la
humanidad una salida. No la tenemos ahora. Estamos atrapados por la lógica del
crecimiento indetenible y el destrozo del planeta que eso supone. Los que dominan
el mundo nos exigen estar de su lado para servir de comparsa. El
neoliberalismo, que es el nombre equívoco del capitalismo en su estado huno y primordial,
se presenta como socio de la democracia y la libertad cuando, en realidad, para
imponerse exige la reducción de los márgenes democráticos y de las visas de la
libertad.
Cuando Mariátegui hizo el diagnóstico del Perú
imposible de hace un siglo había un socialismo en el que confiar como futuro.
Hoy no tenemos ni siquiera eso. La derrota del comunismo en su versión
soviética le ha hecho creer a la derecha mundial que el mundo es suyo y que ya
no es necesario ni siquiera disimular.
Cuando Hamas mata salvajemente, como lo ha hecho, e
Israel responde como si de un estado nazi se tratara, lo que salta a la vista
es la necesidad dramática de un nuevo orden mundial. No lo veremos pronto,
estoy seguro. Pero será inexorablemente impuesto por los próximos tiempos.
La sobrevivencia de la especie humana depende de
ello. ▒▒
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