PRESIDENTE ORBEGOZO EN LA CIUDAD DE PUNO (1835)
Extracto del
libro de José María Blanco[i] : DIARIO DE VIAJE
DEL PRESIDENTE ORBEGOZO AL SUR DEL PERU (1835 CUSCO, PUNO AREQUIPA) Ed. Fondo
Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, diciembre 2022, pags. 107 a 131.
Entrada
de Su Excelencia al Puno
A las cuatro de la tarde [15 de febrero de 1835] entró S. E.
al Puno con esta comitiva y la que consigo traía, que llegarían a quinientos
montados. Las calles estaban adornadas de colgaduras y banderas y llenas de gente del estado llano,
teniendo por un lado y otro, desplegados en dos alas el Batallón Libres, y el
Escuadrón de Lanceros de Arequipa, que estuvieron apostados desde la entrada de
la población hasta el alojamiento de S. E. y con la música y bandas
llenaban de alegría la población. De trecho en trecho había arcos magníficos de
donde pendían plata labrada y cosas de mucho gusto, llegando el número de estos
a cuarenta. Desde el principio de la población en que había uno de estos hasta
el último arco estaban acompañados por doce bandas de quenachos [275], sicuris
[276], pantolines [277], huifalas y varias clases de danzantes que tenían
consigo músicas, cajas, quenas, pututus, camaretas y cohetes.
Fiestas
de Puno
Una salva de artillería fue la señal de la
llegada de S. E. No bien la oyeron los puneños, cuando un repique general
y las diversas orquestas de música que había // [p. 108] por las calles
aumentaron el murmullo y las aclamaciones que se percibían a lo lejos. El bello
sexo, que a sus encantos une la sensibilidad, manifestó que no era indiferente
al placer público que inspiraba la llegada del primer magistrado de la
República. Lleno de atractivos y de entusiasmo se presentó en los balcones y
calles del tránsito de S. E. a vivarlo y obsequiarlo con misturas y
esencias exquisitas, que dejaron despidiendo fragancia las calles. El resto del
pueblo mezclado con la multitud de danzantes y músicos y atropellados de la
comitiva secundaban los vivas y las aclamaciones. Al llegar S. E. a la
plaza se apeó al pie del cementerio para entrar al templo, donde se hallaba a
las puertas, con palio y revestido con capa de coro y diáconos el provisor con
todo su clero. Inmediatamente que subió S. E. al cementerio, lo puso el
clero bajo del palio y procesionalmente lo introdujeron al templo cantándole una antífona;
lo pusieron en medio de él, donde había sitial y dosel y principiaron a cantar
el Te Deum con la majestad expuesta; cuando se concluyó este se despidieron con
la misma pompa. Tan luego como salió S. E. y montó, siguió la marcha a su
alojamiento que estaba ricamente compuesto de alfombras, espejos, fanales y
muebles de gusto. La tropa y comitiva que permanecieron en la plaza también
siguieron su marcha, ocupando el escuadrón y batallón la retaguardia, formados
en columna. A poco de haberse apeado S. E., fue visitado por el clero y
poco después, invitado a la mesa que estaba adornada de un modo particular, donde
disfrutó S. E. de satisfacción. Permaneció en tertulia hasta las doce de
la noche en que se retiró a dormir.
Todo el tiempo que permaneció S. E. en
el Puno fue tratado en la mesa con la delicadeza más extremada. Continuamente
se le presentaban ricos deseres, comidas exquisitas y frutas y refrescos
costosísimos. El día domingo quince fue la misa de gracias // [p. 109] que
le tenían dispuesta por su salud. Para esta función estuvo el pueblo adornado
de colgaduras y de banderas, y cubiertas las calles del tránsito y la plaza de
tropa y música. Todas las corporaciones y el colegio concurrieron a sacar a
S. E. de su alojamiento y lo acompañaron al templo, concurriendo después,
cuando terminó el solemne Te Deum, a solemnizar las arengas que pronunciaron algunas
personas .(Ver ANEXO)
Diversiones
Por la noche el señor General prefecto
obse-// [p. 116]quió a S. E. con un baile, al que asistieron las señoras de rango
con la nobleza y oficialidad que había en la ciudad. En este hubo un
magnífico refresco y ambigú,
y duró la función hasta las cinco de la mañana, habiendo principiado el día
antes a las siete de la noche. El día martes que contamos 17 de febrero de 1835 se embarcó S. E. en una balsa a las ocho
y media de la mañana y todo el día lo pasó cazando en la laguna, de donde salió
entrada la noche. El jueves 19 pasó a pasear la mina del manto, a donde fue convidado por el dueño
de ella, don Juan Bequet, inglés
europeo, quien le tenía preparado un magnífico convite. Entró S. E. a la
mina y habiendo salido de ella regresó a la casa a las doce y cuarto de la
noche. El domingo 22 salió S. E. para Arequipa.
La
ciudad del Puno. Su historia
El Puno hasta el año de 1802 fue villa,
después fue ciudad, hasta que el año 1824 fue nombrado departamento a
consecuencia del triunfo que las armas americanas alcanzaron sobre las
españolas en la espléndida batalla de Ayacucho. Por esto tiene bajo su
inmediata dirección cinco
provincias llamadas: Huancané, en la que está comprendido el Cercado del Puno,
Azángaro, Carabaya, Lampa y Chucuito[279].
El año de 1832, el Congreso peruano
confirmó la erección del obispado que
hizo el libertador Simón Bolívar, desmembrando para esto varios curatos de La
Paz y el Cusco. Así es que este obispado consta de los curatos que tienen las
// [p. 117] provincias de Lampa, Azángaro y Carabaya, que fueron del
obispado del Cusco, y de los de Puno y Chucuito, que eran del de La Paz. El primer provisor que como
obispado tuvo fue el cura propio del Puno, D. D. Alejandro Grados, que por no haber coincidido con las ideas
del expresidente Agustín Gamarra fue separado de su curato el año de 1831 y
obligado a morar en Arequipa, donde actualmente está de cura interino en la
doctrina de Chuquibamba,
perteneciente a este obispado. Desde su separación está de cura interino del
Puno el clérigo don Francisco Cabrera,
de quien hablan mucho en orden a su moral y comportación. El 2.° provisor fue
el D. D. Pedro Crisólogo Santos,
cura propio de Santiago de Pupuja[280], que por su enfermedad se halla en el
Cusco, desempeñando por esto el cargo de provisor el cura propio de
Ilave, D. D. Gabriel Vicenteli.
Los señores prefectos que han sido nombrados con despacho en forma han sido los siguientes: -El señor general de Brigada, D. Domingo Tristán y Moscoso, fue nombrado prefecto el día 20 de enero de 1825. -El día 31 de octubre de 1825, el señor General de Brigada don Manuel Martínez de Aparicio. -El día 15 de septiembre de 1828, el señor Coronel de Ejército don Juan Francisco Reyes. -El día 9 de septiembre del mismo año fue nombrado prefecto el mismo señor, por terna de la Junta Departamental. -El día 29 de julio de 1833, el Coronel de Ejército don Miguel de San Román [Meza].
Ciudad
del Puno
El Puno está situado en una hondura que
forman los cerros que lo rodean, nombrados: Qqueroni[281], Azoguini[282], Pisguapisguani[283],
San José, Lai-// [p. 118] cacota[284], Cancharani[285] y Putina[286].
Por el oriente los cerca y baña la laguna
de Huaje[287], conocida generalmente con los nombres de Laguna de Chucuito y
Titicaca[288], que tiene 80 leguas de bojeo y confina con la República de
Bolivia, teniendo a sus
orillas y por norte y sur las ciudades de Puno y de Chucuito, y los pueblos de
Acora, Juli, Ilave, Pomata, Zepita, Yunguyo, el Desaguadero, Paucarcolla,
Coata, Capachica, Azapa, Huancané, Vilque, Chiquitos [Chucuito], Mo[h]o y
Comina [sic, por Conima].
El
plano en que está construida la ciudad está medio inclinado y consta de sesenta
y cuatro calles entre rectas y transversales, de las que la mayor parte se
hallan empedradas y blanqueadas, y las otras son desempedradas, sucias y que
corre por ellas poca agua. Todas están acompañadas de casas bajas y de paja,
casi sin ninguna comodidad, no obstante, hay algunas hechas con gusto y
mobladas a la moderna.
Tiene dos plazas llamadas de la villa y el Puno. La de la Villa, que es la
mayor o principal, es cuadrada y de un tamaño regular; ocupa el centro de la
población y se halla rodeada de casas con altos de bastante gusto, del templo, que es la matriz,
de las tiendas del comercio, y de nueve bocacalles. En esta existe juntamente
la Casa del Estado, donde se hallan reunidas las cajas nacionales, la
administración de correos, la honorable Municipalidad, la sala de armas y la
Collana, donde se funden las barras. En el medio de ella hay una pila de piedra de ala de mosca
chica con dos albercas y un estanque donde se empoza el agua, que sale a
otro estanque por cuatro canutos de bronce, de donde la toman los aguadores.
En esta plaza hay todos los días más de trescientas indias vestidas
de negro con sus grandes bonetes, que tienen caídos por sus cuatro ángulos un
pedazo de pañete negro, o // [p. 119] pana que parece rapacejo o tapafeo,
que ocupan la acera del templo, llegando a descargar los burros que llevan las
vendimias en el cementerio de este que es bien elevado. Estas permanecen
así, vendiendo, todo el día, papas[289], chuño, funeta(debe er tunta)[290],
carnes, huevos, quesos, quinua, hortalizas, cañao(debe ser cañigua)[291],
pescado, chaco[292], medias y gorros de lana.
Al occidente de esta plaza y mirando a la
laguna se halla fundado el majestuoso
templo de la matriz, sobre un cementerio que lo irrumpe por todos lados
y que está elevado cinco varas sobre el nivel de la plaza, al que por esta
parte se sube por una escalera de piedra sillar que ocupa el espacio de sesenta
y cinco varas tres cuartas. El largo de este cementerio, tomando la medida
desde esta escalera hasta el muro fronterizo de ella, que está tras el templo,
es de ciento cincuenta varas, teniendo el ancho de la escalera. Los muros de este cementerio son
de adobe, revocado y blanqueado, sobre los cuales hay cincuenta y tres
pilares chicos del mismo adobe blanqueado en forma de macetas o pirámides. A
más de la entrada principal de la escalera de piedra sillar tiene este
cementerio cuatro escaleras más de piedra sillar, colocadas del modo siguiente:
dos en la misma línea que corres-// [p. 120]ponde al norte, de las que, la
que cae al frente de la puerta del templo tiene ocho escalones, y la otra más
angosta que esta, doce; una que está al lado del sur, fronteriza a otra puerta
del templo, tiene solo cuatro escalones, y la que está por detrás de este y se
halla en el lado del oeste, lejos de tener escalera para subir, la tiene para
bajar, por hallarse en esta parte el cementerio más inferior a la calle que
está en alto; así es que tiene once escalones para bajar a este o para subir a
esta. Todo este cementerio, aunque desaseado, está empedrado con piedra menuda,
teniendo enlosado trece varas que corresponden a la escalera principal, de
donde como de un mirador se extiende la vista a la hermosa laguna que tiene por
delante. El templo, que es de un solo cañón, con tres puertas que corresponden
al oriente, septentrión y el sur, es de cal y canto y bóveda, con media
naranja. Es de orden compuesto y su pavimento se halla colorado. Tiene ochenta
y un varas de largo, doce y media de ancho y treinta y seis de elevación. La
media naranja que es galana tiene cuarenta y ocho varas de elevación. El altar
mayor tiene once varas de largo, desde la escalera hasta el retablo, con todo
el ancho del templo. Se halla elevado una vara y cuarta sobre el pavimento de
este, y tiene cuatro escalones hermosísimos de piedra sillar para subir a él.
El crucero
del arco total tiene 39 varas y media. En él, al lado del evangelio que
corresponde al sur, y al lado de la epístola, hay dos altares de piedra. El del lado del evangelio está estucado,
teniendo a un lado y otro en el mismo estuco las inscripciones siguientes. La
que cae al lado de la epístola dice: «Lo mandó construir el Señor General Intendente Don Tadeo
Garate». En el del evangelio se lee: «Pedro Arrevilla lo estucó en 1824». //
[p. 121] El arco del coro es de
piedra sillar, rebajado y hermoso, que tiene doce varas la cuerda de su
curvatura. La bóveda exterior del templo, que está sobre doce arcos de piedra,
se halla cubierta de preciosos azulejos, que despiden mucha brillantez. Las tres portadas que tiene son también de
piedra tallada con gusto, en los que se ven santos de piedra trabajados con
mucho arte, que tienen bastante perfección. Las dos torres que están a un lado y otro del frontis principal que cae
a la plaza, aunque son de piedra sillar, su elevación no corresponde a la base
que ocupan. No obstante, tienen sus campanas medianas, y en la que cae al lado
del septentrión hay un reloj grande
que solo toca las horas, sin dar cuartos, que lo costeó el Estado y se puso el
año de 1829, siendo prefecto del departamento el señor Coronel de Ejército Don
Juan Francisco Reyes. El
adorno interior no corresponde a la magnificencia del templo. Aunque la sacristía sea de piedra y bóveda y tan
hermosa como él, está falta de plata labrada y de buenos ornamentos. Solo tiene
uno blanco muy rico, bordado en león de Francia, que se compró con el dinero de
la fábrica el año de 1828. Tiene diez altares: dos de piedra y los ocho de
madera dorada y viejísimos, de estilo antiguo y cubiertos de santos.
A la izquierda de la entrada principal del
templo, que cae al lado del sur, se encuentra un altar estropeado que tiene un
cuadro de dos varas de alto, que al pie está la inscripción siguiente: «Colocó este retablo de mi señora
Santa Ana y se juró por patrona de este asiento el día 14 de octubre de [1]605
años el General don Nicolás de Ávalos, Conde de las Torres, Señor de la villa
de Olivera, Corregidor y Justicia Mayor de esta provincia».
Venera esta iglesia por titular a la Virgen
María en el // [p. 122] misterio de su Concepción, y por patrón a San
Carlos Borromeo.
Josè Luis de Orbegozo |
El cementerio murado de adobe, que tiene
este templo por delante, es chico y lo circuye por este y oeste, teniendo en él
siete árboles viejos llamados molles. En él hay dos arcos de hermosa fábrica de
piedra sillar, que forman un todo con la muralla de adobe, y corresponden a las
dos puertas, que por este y oeste tiene el templo. El que cae al lado del este
y está mirando a la plazuela tiene 18 varas de elevación y el otro dieciséis,
que también tiene encima por adorno un arquito de piedra de una vara de
elevación.
Cuenta el Puno diez y ocho mil habitantes, diseminados: cuatro mil en la ciudad y los catorce [mil] distribuidos en una viceparroquia llamada Secho[293], y en veintidós ayllus conocidos con los nombres de: Pacsi[294], Huaraya[295], Ccheca Capullani[296], El Manto[297], Pomperia[298], Cchimo[299], Mañatus(debe ser mañazo)[300], Chuyuni[301], Aruma302, // [p. 123] Puchuris303, Oficiales304, Pauri[305], Tunuhuiri[306], Acllihuaya[307], Tahuanalli[308], Ccaracollo[309], Ojerana[310], Chiaraque[311], Salcedo[312], Collacachi[313], Palcapampa[314], Aseruni[315] [sic, por Aziruni], Chinchero[316] y Encagüe[317].
Tiene dos escuelas públicas costeadas; la de los niños por la honorable municipalidad, y la de las niñas de las cuartas episcopales de los curatos de las provincias de Chucuito y Huancané. Este beneficio es debido al señor prefecto Reyes. La escuela de los niños está a cargo de don Andrés Cornejo, que tiene ochenta alumnos, a quienes [tachado: se le] enseña según el sistema lancasteriano. La de las niñas la dirige la señora preceptora, doña Josefa Ramírez, según el antiguo método, teniendo sesenta discípulas, que también aprenden la costura. Como estos establecimientos no tienen locales propios, se arriendan casas particulares que proporcionan comodidad y desahogo a la juventud.
También tiene el Puno un Colegio de Ciencias y // [p. 124] Artes,[que posteriormente paso a denominarse San Carlos] costeado con las mismas cuartas
episcopales, en donde por constitución deben enseñarse la gramática latina;
Matemáticas, Filosofía y Derecho. Actualmente hay cuarenta alumnos entre
colegiales y capistas, siendo el rector de ellos don Vicente Rosell[318]. Este colegio existe en la casa de los señores Garceses, a quienes se paga el
arrendamiento por ella. Tiene sitio para fabricarse un local propio. Está en la
plaza del Puno y allí se ven los
cimientos que principiaron a hacerse en tiempos del señor prefecto Reyes, que
costaron catorce mil pesos.
Existe también un hospital a consignación de los Padres
Juandedianos, que ignoran la historia de su fundación. El local es corto
y en un mismo patio chico se hallan las salas destinadas para hombres y para
mujeres. En la sala de hombres, que es clara y ventilada, hay setenta y cuatro
covachas para otras tantas camas. Encima de la puerta de la entrada se lee lo
siguiente: «Se construyó
esta casa el 6 de marzo de 1830 a
impulsos del señor Coronel don Juan Francisco Reyes». La sala de las
mujeres tiene 24 covachas y en una de ellas [está] una tullida de muchos años.
Es convento chico, desaseado y escaso de habitaciones, no obstante, como está
situado hacia el sudoeste de la plaza en un alto que domina parte de la
población, tiene una vista hermosa para la laguna. En medio del patio de las
enfermerías hay una pila de piedra de ala de mosca que tiene un estanque y, en
el medio, un pilar, donde debieron colocar la alberca, que no tiene, por donde
no brinca, sino se derrama el agua. Este hospital no tiene capilla ni botica
propia. La que tenía la vendieron los padres a un seglar que ha abierto puerta
para la calle y da todos los días al convento el valor de un real en medicinas
para cada cama. Los padres que lo habitan son cuatro, mantenidos de las mismas
rentas por el Estado.
Sus
minas
Puno es un país minero; los cerros que lo
rodean son abundantes de vetas y criaderos de metal, y tienen // [p. 125]
abiertas muchas labores. En el de Pirguapirguani hay una mina perdida de la que
hay tradición que fue opulenta. En el de San José hay una mina de este nombre, que está
abandonada. Antes la trabajaba la señora doña Brígida Ayala, con cuyo producto dicen concluyó
la iglesia que principió a edificarla el corregidor de la villa de Puno, don
Miguel de San Román. En este mismo se halla la mina de Santa Teresa,
que está abandonada. Al pie de esta está la rica mina del Manto, que
actualmente trabaja el inglés don Juan
Bequet[319].
A esta mina (Manto) se entra embarcado en
un bote de hierro batido. Se rema con este por medio de unas estacas clavadas
en las dos peñas de las que se agarran y empujan el bote los dos hombres que lo
dirigen. El callejón por donde se navega tiene dos varas y media de ancho y mil
quinientas de largo inundadas de aguas. Al terminar este lago se entra a otra
bocamina en una carretilla que la tira un macho, que hace cuatro años permanece
gordo dentro de la tierra. En esta carretilla, que corre por un camino de
hierro, que tendía poco menos que mil varas, caben dos individuos sentados, que
van con mucho cuidado para no estrellar las cabezas contras las peñas que tiene
el callejón.
En el cerro de Laycacota está la opulenta y riquísima mina de Salcedo, que le acarreó la muerte, que tiene más de ochenta bocas, siendo notables en ellas las conocidas con los nombres de: Gallofa, que fue la descubridora, Castillo, San Juan Pampa, Frailes, Tajo del Inca, Infiernillo, Pirotani, Mala Alma, El Tajo, Villaquiran, Sarcino y Huayllacota. En el cerro de Cancharani se halla la rica mina de San Luis, que tiene también muchas bocas, siendo las principales: la veinticuatro, que fue la descubridora, los Apóstoles y Tamayo. En el cerro de Putti-// [p. 126]na hay minas de cobre, superiores, que no se trabajan. Las vetas están cateadas y a la superficie de la tierra se encuentran planchas de este metal.
Su
laguna
La laguna, que hermosea la vista de Puno,
tiene muchas islas en su seno, entre las que son más conocidas la de Esteves[320], que en idioma índico se
llama Chulluni[321], que tiene una
legua de bojeo y está cubierta de vegetación. En esta siembran varios
particulares papa, cebada y quinua. En el año de 1822 estableció en ella el Intendente don Tadeo Zárate [sic, por Gárate] un
presidio, mandando construir dos galpones para los presos. Por este
motivo la llaman también la Isla
Garatina. En esta tuvieron
presos los españoles a los más ilustres defensores de la independencia
americana hasta el año de 1824, en que por la victoria de Ayacucho recobraron
la libertad. El islote dista de la Isla de Esteves cuatro cuadras. Tiene
de bojeo dos y carece de vegetación, presentando solo la cresta de una peña.
Aquí hay un cuarto chico que lo mandó hacer el mismo señor intendente Gárate
para el castigo de los más criminales, en el que apenas pueden caber cinco individuos.
La
Isla de San Cristóbal es de tierra blanca y se halla
desnuda de vegetación. Mirada desde el Puno, parece un punto de tierra colocado
en el centro de la laguna.
La Isla
de Antahuata tiene legua y media de bojeo y está como la de Esteves
cubierta de vegetación y de sembríos. Está distante de tierra cinco cuadras.
La Isla
de Taquili tiene tres leguas de bojeo y dista nueve leguas del Puno. En
ella habitan ochenta individuos, que trabajan en las tres haciendas de pan
llevar y ganado que hay allí, de las cuales la llamada «Mamasile» es de la señora doña Jerónima Cáceres; la Aimará es de la señora doña Antonia Rosada, y la tercera de
don // [p. 127] Mariano Ponce. En
esta isla hay los escombros de dos poblaciones antiguas y en ellas muchas casas
de piedra y bóveda sin mezcla ninguna[322]. Es isla hermosa donde se encuentra
caza y mucha hortaliza.
La Isla
de Amantaní tiene seis leguas de bojeo y está fronteriza a la de Taquili,
distando nueve leguas de Puno. Está cubierta de vegetación y de mucha caza.
Hay en ella cinco haciendas de sembrío y ganado, de las cuales la 1.a
es de las señoras Cuentas,
otra de la señora doña Antonia Rosada,
otra de don Pedro Ávila, la cuarta
de don Juan Carrión y la quinta de
don Mariano Núñez. La habitan
trescientos individuos.
La Isla
de Soto, que tiene tres leguas de bojeo está en la jurisdicción del pueblo
de Mo[h]o, de la provincia de Huancané, distando de él cinco leguas y treinta
de Puno. Se halla cubierta de sembríos y caza y habitada por cinco familias.
La Isla
de Socra[323] tiene de bojeo dos
leguas y está llena de sembríos, ganado, caza, y hortaliza. Está a doce leguas
del Puno y la habitan treinta individuos.
La Isla
de Iscagata[324] tiene legua y media de bojeo y está llena de sembríos y
caza y habitada por nueve individuos. La laguna tiene abundancia de peces, siendo los más conocidos
y estimados, las bogas[325], los humantos[326], suches[327], bagres, pejes
reyes, ispis y carachas[328]. Los pescan con redes y en balsas de
totoras. Hay asimismo diversidad de aves, entre ellos se numeran primero la
variedad de patos: las pachonas,
los chocas, los zambullidores y los chorlillos, que son unos pájaros
negros teñidos de amarillo. Los indios cazadores venden tres chocas[329]
cocidas por medio y dan 20 huevos de este pájaro y otros por medio.
Actualmente navegan dos bergantines bolivianos en la laguna. El llamado Tomasito sostiene el comer-//
[p. 128]cio de esta república con el Puno, introduciéndole granos que ha
arruinado las provincias de Tinta y Ayaviri, que eran las que disfrutaban de
esta ventaja.
En esta laguna se levantan tormentas y
tiene la misma clase de olas que hace el mar. Como en él hay bajíos y bancos de
arena, en que pueden encallarse los buques.
Su
comercio
El Puno está lleno de manufacturas y de las
producciones de otras provincias y repúblicas. En él se venden las ricas
alfombras, frazadas y ponchos que hacen los hatuncollinos; los sombreros de La
Paz y las monturas del Tucumán. Casi todas las tiendas están llenas de estos
efectos y de la rica mantequilla que elaboran en sus haciendas y que es tan
apetecida de cuantos la han probado, la que por libras están puestas en vejigas
de toro o carnero, que llaman petates y la transportan con aprecio a grandes distancias.
Sus
expresiones favoritas
Las expresiones favoritas que tienen los
puneños fuera de sus voces e idiotismos provinciales son llamar caricullacas[330] a los
mentirosos, y decir por cariño viditai[331], chunquito[332].
Sus
costumbres
Sus
comidas provinciales son el chairo[333], el aconta[334], el cutilagua[335], el Rafaelillo[336]
y el chanca[337].
Las costumbres que tienen son reducidas a
que en el jueves de
compadres y el jueves de comadres mandan decir los indios y la gente del
bajo pueblo una misa a Jesucristo crucificado, colocándolo para esto en medio
del pavimento del templo, para con comodidad poderlo rociar // [p. 129]
con aguas de olor. A esta operación llaman encompadrar con Cristo. En estos
mismos días llevan a los compadres y comadres regalos, acompañados con pututos, música, qquenas,
tambores; estos se reducen a frutas, pájaros, huevos y un torillo
adornado con flores, llevando por retorno de este regalo, vestuarios para los
regaladores y los ahijados. Con este motivo comen y beben mucho en estos días.
En los tres días del carnaval se divierte con el chucchico, que
es un juego en el que a las cinco de la mañana entran en las casas con música y
a las personas que encuentran en cama, así como las pillan las montan en un
borrico cubierto de flores y bien enjaezado, haciéndolas voltear las caras para
la anca del jumento. De este modo salen con los montados a la calle, cantando
hasta encontrar con otros dormilones o dormilonas en que se apean los
primeros para dar lugar a los segundos. Por las tardes se reúnen las familias decentes a
bailar en la plaza, retirándose por la noche a seguirla en las casas, reinando
en estos tres días y tres noches mucha armonía y unión en las familias. El día miércoles de ceniza se
dirigen a un sitio llamado la Chacarilla, llevando banderas negras en mano, que
es lo que llaman enterrar el carnaval. Para este entierro va la plebe bailando
y cantando sus yaravíes. En la Pascua de Resurrección forman un Judas cubierto de pólvora y
cohetes y lo ponen colgado en la plaza. Cuando a las cuatro de la mañana ha
terminado la misa solemne parroquial, le pegan fuego al son de música, que
después sale a recorrer todas las calles de la población, dando pascuas. En la Pascua del Espíritu Santo
concurren al Santuario de Vilque, que está hacia el sudoeste de Puno, distando
de él siete leguas, a una feria que celebran de ocho días, que llaman romería,
y está destinada para los // [p. 130] excesos del baile y del fuego.
Concurren a ella de todas partes. En el Corpus salen danzas y los mineros hacen
su altar, que lo cubren junto con los arcos que hacen de barras de plata.
Anteriormente se extendía este lujo a llenar una cuadra entera con estas
barras, mas la revolución, que ha diseminado la pobreza por todas partes, ha
suspendido este boato extravagante. En los días de Todos los Santos y finados, ponen los
indios sobre los sepulcros de sus muertos fruta y otros comestibles, que llaman
ofrenda; las que
conforme van rezando las van repartiendo entre los rezadores. En el verano
salen regularmente de paseo a un lugar llamado Ojerana, donde hay muchas flores
y verdura, y a Icho[338], al cual concurren con mucha bulla el día 29 de junio
en que los ichanos embarcan a San Pedro en una balsa de totora y lo meten a la
laguna, cubierto del primer pescado que han tomado en ese día. Para esta
operación no pescan muchos días antes, asegurando que si lo hicieran pecarían
enojando a San Pedro. Después que lo han hecho pasear en la laguna del Titicaca
con mucha música y bulla de cohetes, lo sacan y llevan en procesión a Icho,
donde lo colocan en el templo con bailes y cantos, y después hacen sus corridas
de toros.
Día
22 de febrero. Salida de Su Excelencia del Puno
A las siete y media de la mañana se levantó
S. E. y a las ocho se dirigió al templo a oír misa, que por ser domingo
dijo su capellán, y a las diez y cuarto salió del Puno para Vilque, acompañado del señor general
prefecto del departamento, de las autoridades civiles y eclesiásticas, de los
individuos del colegio, del inspector de la república de Bolivia y de todas las
personas visibles de la ciudad, atravesando para esto por las calles que
estaban adorna-// [p. 131]das de arcos, colgaduras y banderas, y cubiertas
del Escuadrón Lanceros de Arequipa, formado en dos alas, y de un numeroso
gentío que sentía la separación de S. E. Inmediatamente que vieron
salir a S. E. de su alojamiento, pusieron a tocar plegarias en las dos
torres y la artillería, sita en la plaza de Puno a hacerle los honores, tirando
24 cañonazos. El bello sexo, oyendo enternecido este ruido de piedad y guerra,
pedía al cielo por la prosperidad y vida de S. E.
______________
CITAS
275 Son indios vestidos como los
pulipulis con banda, con plumas en la cabeza y con cascabeles a los pies,
pendientes de un botín colorado. Tocan todos ellos qquenas y tambores, sin
variar jamás la tonada ni el baile.
276 Son indios vestidos del mismo
modo que los antecedentes, diferenciándose solo en diferenciar de bailes y de
tonadas. 277 Son indios vestidos de camisa y calzones negros cortos y medias
con cascabeles y zapatos negros sin llevar chaquetón. Usan máscaras y morrión
con un sable de palo dorado en la mano. Bailan con caja y pito.
278 La arenga leida por el
carabaino Francisco
Urrutia (que publica en el ANEXO de ste documento)
excitó la risa de
los circunstantes por la pedantería y simplezas de que está llena, sin expresar
con orden un solo concepto.
279. En esta antigua ciudad
estuvieron hasta el año de 1809 las cajas reales, que entonces se pasaron al
Puno. El año de 1781, con motivo del pronunciamiento en contra del gobierno
español que hizo el General Inca don José Gabriel Túpac Amaru, las tropas de
este arruinaron el archivo donde se conservaban tantas antigüedades.
280. Dista del Puno 24 leguas.
281. Lugar donde hay vasos de
tomar chicha.
282. Cerro de azogue. Tomó este
nombre porque dicen que hay una mina de este metal.
283. Molestia de trojes.
284. Laguna de brujos.
285. Cerro de corrales.
286. Olla donde se cuece el
chuño.
287. Graznido de pájaro.
288. Sierra de plomo.
289. Estas las ponen de medio en
medio formando círculo sobre unas mantas, que son negras o pardas, y sirven
para poner sobre ellas los indios [Ilegible. Documento quemado por corrosión de
la tinta.]
290. Se llama así al chuño
blanco, que es una papa helada y echada a podrir.
291. Con este nombre conocen a la
quinua colorada y negra.
292. Es una tierra blanca,
gredosa que la comen los indios con papas en lugar de ají. Esta tierra la sacan
del pueblo de San Antonio de Esquilache, distante de Puno diez y ocho leguas.
La carga de esta vale dos reales y tiene mucho expendio.
293 Paja, distante tres leguas de
Puno.
294 Luna, distante una legua.
Aquí crían ganado lanar y vacuno y alpacas.
295 Distante media legua.
296 Hilado torcido a la
izquierda, dista media legua.
297 Mineral, distante media
legua.
298 Lugar de humo. Mineral que
actualmente lo está trabajando D. Blas Bravo; dista legua y media.
299 Dista tres leguas. Es el
lugar donde fondea el buque Tomasito. Sus habitantes son pescadores y
labradores.
300 Carnicería; dista un cuarto
de legua. Sus habitantes son los abastecedores de la carne de la plaza.
301 Lugar de totora; dista legua
y media y sus habitantes son pescadores.
302 Así llaman a un lugar obscuro
o entre dos luces, que en castellano llaman aquí ófrico. Dista dos leguas del
Puno.
303 Quiere decir tapiris o
busconeros y son los que sacan metales de las minas despobladas y las
benefician. Dista legua y media de Puno. 304 Son los artesanos y menestrales
que viven en Puno.
305 Lugar donde hay verduras;
dista tres leguas y media.
306 Quiere decir reja fuerte y
sólida. Dista 4 leguas. Produce este lugar muchas verduras, que sus habitantes
las venden con mucho aprecio en todo el departamento.
307 Tiene hortaliza y dista dos
leguas y media.
308 Quiere decir lugar de fuego.
Dista dos leguas y media.
309 Cerro pelado. Es puna y dista
tres leguas.
310 Lugar de fuerte flujo y
reflujo; dista dos leguas y media.
311 Indio negro; dista seis
leguas. Aquí hay muchas minas despobladas.
312 Es hacienda de sembrío y
ganado. Pertenece a la Señora Doña María Salcedo y dista una legua de Puno.
313 Quiere decir caballero de
sal. Es hacienda de solo ganado y dista tres leguas. Su dueño es D. José María
Recavarren. Esta hacienda está en pleito con los señores Pintados.
314 Llano de dos caminos; hacienda
de ganado de la Señora Da. Rosa Toledo. Dista legua y media.
315 Lugar de culebras. Hacienda
de sembrío y ganado de la Sa. Da. Josefa Cáceres; dista dos leguas.
316 Hacienda de sembrío y ganado
de D. Vicente Rodríguez; dista legua y media.
317 Qui[e]re decir papada sobre
papada; hacienda de sembrío. Dista una legua.
318 Arequipeño.
319 Este trabajaba en compañía del señor Coronel D. Juan Obrien, inglés, principal empresario de ellos. Se ignora el motivo que hayan tenido de separar la compañía.
320. Distante una legua de Puno.
321 Raíz de totora.
322 Las iban acomodando
centralizándolas cada una para que no se cayeran.
323 Flaco.
324 Semilla chica.
325 Tienen una cuarta de largo.
326 Es el pescado más exquisito
que tiene.
327 Son de a media vara.
328 Es una boya amarilla.
329 Es negra, del tamaño de una
gallina
330 Hermana mentirosa.
331 Vida mía.
332 Mi corazón.
333 Es un guiso de chuño cortado
menudamente con papas también partidas, carne de vaca y ají.
334 Es un guiso de papas enteras
con chuño entero, cecina, carne de vaca y de borrego.
335 Es la mazamorra de harina [el
papel se ha roto] cecina y ají.
336 Es un guiso con papas
enteras, chuño [el papel se ha roto] de cebollas.
337 El chuño molido con
especerías y ají, y car[el papel se ha roto]adas
338 Paja. Viceparroquia de Puno,
distante de este legua y media.
[i] José María Blanco fue
el Capellán de las fuerzas del Ejército que acompañaron a Orgebozo y escribió
el diario de viaje
«Excelentísimo
Señor: ¡Oh día tan magno el de hoy! En que le cabe a Puno la ventura de ver en
el local céntrico de su departamento al primer ciudadano de la nación peruana,
al Jefe Supremo de la República, al salvador de la Patria y al campeón de su
recobrada libertad. Aun se hace más magno cuando un vacío de aquel prodiga la
satisfactoria ocasión de recordar que V. E., investido a la vez del
Supremo Provisorio mando por la voluntad general, y nunca peores como difíciles
circunstancias del país, sin ejército, ni hacienda, aproximado a las tumbas de
sus desgracias puras, e inmediato a divisar sobre su horizonte un estandarte
tremolante del fierro, pólvora y plomo del terrible día del 3 de enero, visto
en el Rímac, sentido en toda la República y experimentado en todos los ángulos
de ella, al rigor, eco ronco y cadenas de ocho mil rambleadores, determinados
con anterioridad y sobre firme de sus cantones ocupados y planes concertados
desde el oriente al poniente y del norte al sur del Perú, después que empezó a
regirlo y hacer la guerra de sus mullidos derechos contra los tiranos;
vencerlos, desaparecerlos para siempre de la tierra santa de los Incas,
lanzarlos a los más entre el abismo de la nada y fugarlos a los principales del
territorio peruano, como salvar el partidario ha sido obra de pocos días,
debidas a la eminente opinión, prestigio, valor y espada de V. E., y acaso
sin haber necesidad de emplear las facultades extraordinarias del tremendo
poder dictatorial, repugnando siempre por la experiencia de naciones más
antiguas, y tan sensatas como el Perú; pero que su representación nacional no
vaciló de confiarle en las circunstancias de entonces, y por la garantía de
que, a la vez, las virtudes ca-// [p. 110]racterísticas de V. E. era
sagrada, y que dimitirían sin abuso la restitución de aquel poder, retomando de
su inmensa influencia, frutos puramente opimos y benéficos a la marcha actual
del país. El Callao ha espetado que V. E. solo fue capaz de haberse
apoderado en un segundo de minuto de su tan formidable como inexpugnable plaza,
fortalezas, castillo, parque, marina y tropa para bases de la guerra de las
ultrajadas libertades peruanas. Arequipa, al prestigio y esperanza de
V. E., se declaró en campaña contra los tiranos del Perú, sostuvo la
guerra corriendo los corajes del fiero Marte antes que retrogradar de sus
justos compromisos, ni entregar los pies de sus hijos a las cadenas de sus
opresores de la Madre Patria. Maquinguayo ha sido teatro de que a la presencia
de V. E. dobló su cerviz, rindió su falange y depuso de su victoria un
ejército entero, y empezó a contramarchar por la derecha del orden, aumentando las
filas del ejército patricio. El corneta del orden dilataba por todos los
ángulos de la tierra de los verdaderos peruanos los toques de cooperación y
reunión a la táctica de V. E. y a las veces haciendo resonar esos
sacrosantos ecos hasta los campamentos tiranos. Ya la nación por sus propios
ojos y cosmorama de la distancia se ve libre de esos monstruos que desgarrarle
pudieron sus entrañas, le son recobrados sus hollados derechos, restituido el
imperio de sus canceladas leyes. Ha jurado su nueva carta, tiene constante
administración de gobierno, ha reconvalecido su hacienda, criado un ejército
nacional, ha visto repuestas todas sus cosas al estado que del orden, salvada
la Patria y devuelto con religiosidad al seno soberano ese poder dictatorial
con un monte entero de laureles y olivos, que si pululan en la actualidad
crecerán con el tiempo y cada peruano percibirá una inmensa cantidad de
felicidades, pero todo al favor del saber, prestigio, virtudes y espada de
V. E. Son pues servicios eminentes consagrados a la Madre Patria en las
más letales agonías de su vida y política, y esos mismos son los que han
elaborado la corona cívica que dignamente cubre las sienes de V. E.,
erigido las elevadas columnas de su eterna memoria, y construido el brillante
carro de su inmarcesible gloria, no de deleznable metal y negociadas //
[p. 111] bases, sino de méritos notorios, que si la nación los revé, las
demás remotas del globo terráqueo los admirarán y siempre estarán sobre el
nivel de las Repúblicas. Si los funestos resultados de la conspiración de enero
todavía han podido fosforar la repetición a los prosélitos amaestrados en los
desastres nacionales, sobre los que han calculado ventajas y precisado a
V. E. a marchar en persona hasta el sur del Perú, es de esperarse que
V. E., dotado de sabiduría y táctica en la ciencia del gobierno, e
intereses de los pueblos, sostenido de la opinión pública y de la fuerza
nacional, como también investido del imperio fuerte de facultades
extraordinarias, únicas que pueden expiar males de tamaña gravedad y
trascendencia, sea capaz en los actuales días, como en los de ayer, asegurar
pues y con igual pulso, destreza y suceso, la consolidación de la paz,
exterminio del horrendo vértigo de revoluciones y transtornos, tan solo por
mediar sanguinariamente a expensas de la Nación y de sus pacíficos moradores,
dejando en retorno de tan augusta marcha para Puno y su vecindario el trono de
la paz, y a su pórtico deseado el genio de la revolución, y llevando por
recompensa de tan tamaño bien la bendición de trescientos mil habitantes que
pueblan el departamento, todos naturales por naturaleza y sistema, todos
integrantes del pacto social del Perú, todos idólatras del orden, y yo uno de
tantos, concluyendo con la expresión cívica. Loor eterno al Excelentísimo
Señor, ínclito e inmortal, grande Luis José Orbegoso. Estos son los
sentimientos del departamento y en particular de la provincia de Carabaya, a
cuyo nombre he dicho»[278].
«Excelentísimo
Señor: Cuando por una especial providencia ha permitido el cielo el que
V. E. pise el territorio puneño, ha sido con el fin de mirar en él la
opulencia y la miseria. La primera, porque a la vista saltan los poderosos
ramos y mejores elementos que lo constituyen en su mineral y pastoril. La
segunda, por-// [p. 112]que sus esfuerzos y recursos se hallan agotados
hasta sus últimas heces. En tan doloroso punto de vista es firmemente
persuadido que V. E. habría consternado su corazón sensible. El remedio
está en las manos. Bórrense de nuestro patrio suelo el espíritu de partido,
anúlese entre nosotros diferencias personales, publique V. E. en más
azarosas circunstancias unión y entonces disfrutaremos de los mayores y más
sazonados frutos que nos ofrece la ley en su cumplimiento. Así tendrá
V. E. la dulce y santa satisfacción de haber re[e]dificado un edificio que
estaba ya por los suelos, de haber alimentado los pueblos con el pan del buen
ejemplo, de haberles granjeado sus libertades políticas, civiles y religiosas,
y haberse
constituido un
verdadero y legítimo protector de la Iglesia. Si, Excelentísimo Señor, esa
espada que ciñe, la ciñe con justicia, para emplearla en la defensa de la casta
esposa del crucificado; esta memoria lo hará inexorable en conservar y proteger
sus sacrosantos derechos. Lo tiene acreditado por repetidas ocasiones y en ello
el sacerdote libra sus satisfacciones. Cargará V. E., sí, señor
excelentísimo, y me parece que no me engaño, cargará V. E. en adelante una
cruz muy pesada, llena de espinos y abrojos, pero su sumisión a las divinas
disposiciones del cielo aligerarán su marcha, seguro de que la continua e
incesante plegaria del sacerdote peruano, entre el vestíbulo y el altar,
abreviará la carga para atender a la desgracia, proteger al miserable, escuchar
a la viuda, mirar al pupilo, reparar al desvalido, alentar a los pueblos y unirlos
en la caridad, y proporcionarle la paz; la paz, mi Excelentísimo Señor! Ese
tesoro inestimable, la paz, no la que el mundo da, sino la que esperamos del
cielo en los días de V. E., estos son, Excelentísimo Señor, los votos, que
no en un tono político sino en lenguaje religioso pronuncia el estado
sacerdotal de Puno, por el incapaz e ignorante conducto del que se numera entre
ellos, y a quien por la obediencia ha sido destinado por su digno prelado.
Dixit».
«Excelentísimo
Señor: Cuando // [p. 113] en pos del engrandecimiento y la felicidad se
pone en alarma una nación virtuosa, no es equívoca su marcha, ni sus pasos
pueden dejar de ser venturosos; a medida del conocimiento de sus intereses se
labran los pueblos su dicha y su opulencia y la misma naturaleza parece que les
inspira la senda que debe conducirles a su grandeza. El del Perú en medio de
mil contrastes y sitiado del infortunio trazó su gloria, arrojando para siempre
a sus antiguos opresores; es por esto que el genio de la guerra le cubrió con
su manto que la libertad fijó su asiento en el suelo de los Incas y se levantó
una lápida inmortal. Mas un repentino nublado, ese sombrío e irreparable
compañero de todo humano proyecto, cerró en un momento el oriente. El retroceso
a las antiguas dolencias era el preciso resultado en tan funesto accidente.
Volvió a dormitar la nación y a ver obstruidos los causes de su prosperidad,
siendo víctima más bien de su propio letargo que de la osadía de un ambicioso,
hasta que, sacudida desde los quicios se estremece, detesta el sopor, levanta
el cuello con majestad y disipa de un golpe todo cuanto la había sumergido
entre la abyección y el abatimiento. He aquí, Señor Excelentísimo, un cuadro
ligero del estado de la patria, pero ya nuestro bajel está en altamar, el cielo
le favorece, los vientos se serenan y hasta los mismos escollos parece que a su
vista hunden su cabeza en los abismos del océano político. ¿Y había rémora que
retarde todavía el arribo deseado? No, señor, no retornará más la conspiración.
El Perú, grande por naturaleza en sus designios, sólido y noble en su
ejecución, no se desprenderá de sus principios, a pesar de lo que ha sufrido, y
de lo mucho que según cálculo aproximado, le resta aún de padecer. Entre tanto,
vos Señor que tuviste la principal parte en la salvación de la Patria,
regocijaos en su memoria y en la eterna gratitud del pueblo puneño, que me
manda felicitaros por vuestro arribo». El señor don Hilario Macedo:
«Excelentísimo Se-// [p. 114]ñor: El pueblo de Puno tiene hoy la inmensa
satisfacción y gloria de ver en su seno al hijo el más predilecto de la Patria,
que con tanto acierto y patriotismo ha dirijido la nave del Estado en una época
tan peligrosa, en que la aspiración de malos hijos bajo el estandarte de rebelión
trató inundar en sangre, sin escusar [sic, por excusar] nada para llevar a cabo
sus prospectos arbitrarios. Un solo paso tan diestro y acertado que dio
V. E. sobre las fortalezas del Callao fue bastante para salvar la Patria
de los males horrorosos que le habían preparado los conspiradores. Toda la
República ha visto con la más agradable sensación el término feliz de las
oscilaciones intestinas en que se vio el pobre Perú. Cierto es que la sangre
peruana ha corrido con escándalo en los campos inocentes de Miraflores,
Cangallo y Huaylacucho, y aun la capital misma de la República no se ha
exceptuado de esta calamidad; pero que los parricidas se envolvieron en sus
mismos triunfos. La opinión pública que conoció su justa causa venció por su
virtud y el Perú ha renacido, viendo en V. E. glorias notables de haber
terminado esa guerra fratricida con el decoro y sabiduría de un ilustre peruano
que ama su patrio suelo y que ha dado un ejemplo grande de desprendimiento y
moderación, llenado los deberes más santos de su alta dignidad y colmando los
votos de todos los hombres libres y justos. Un pueblo despedazado por los
partidos, teatro de grandes alteraciones, se llena hoy de esperanzas, se somete
a su buena estrella, sin temor de que nuevas tempestades políticas perturben su
dicha y se hace libre de enemigos del sosiego público. La Convención Nacional,
sin desoír el voto peruano, eligió a V. E. por Presidente de la República;
no necesitamos hoy más que ocurrir a nosotros mismos, y que con V. E. a la
vanguardia de la gran familia peruana, nuestras instituciones liberales tomarán
raíz más profunda. Siendo pues la guía de V. E. la unidad de sentimientos,
no podía menos que acercarse el imperio de la razón a consolidar el //
[p. 115] bienestar de los pueblos. Los grandes crímenes y la fatal
discordia desaparecerán en el Perú; los ciudadanos vivirán tranquilamente en
sus hogares, la paz y el buen orden reinarán en todas partes, el honor y el
patriotismo serán la divisa de nuestros magistrados. El acierto y dignidad con
que V. E. dirige los negocios del Estado garantiza nuestra existencia
política y nos ofrece la dulce esperanza de que conservaremos la más perfecta
quietud, único bien que desean los pueblos; por lo demás, ¿qué mayor gloria
podía apetecer el Perú que la de conservar ilesa su integridad? Ojalá,
Excelentísimo Señor, que un sentimiento patrio disipe para siempre la discordia
y la anarquía con que algunos hombres tenaces tratan de turbar el sosiego
público, y que todos ellos, marchando por una misma senda de honor y gloria,
ayuden a consolidar nuestro pacto social. El pueblo puneño espera en V. E.
que, haciendo la felicidad de una nación humilde, y elevándose a la altura de
su primer magistrado, no se olvide de los intereses más caros de este
departamento, que en las pasadas convulsiones trabajó con decisión por la causa
del orden; quiera el cielo proteger benignamente sus buenos deseos, y que la
próxima legislativa corresponda al grito de dos millones de peruanos. Pero
entretanto esto llega, y hasta que se medite sobre sus interesantes trabajos y
desvelos, y cuando, en fin, se le ve todo consagrado al bien de esta Patria
querida, Puno y la aduana principal del Desaguadero, no encuentren más
expresiones de afecto y gratitud que ofrecerle, sino el que se ha merecido bien
de la Patria, y estos son también, Excelentísimo Señor, los sentimientos puros
con que particularmente me congratulo al llenarle los votos de mi corazón. He
dicho».
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