y TODOS LOS MUERTOS
Henry J. Flores Villasante
Antropólogo.
D
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esde que nacemos nos dirigimos irreparablemente a
la muerte y nos alcanza a todos, no distingue, raza, credo, status económico,
sexo, ni edad. Y cuando más mayores no hacemos más intensamente nos
preguntamos ¿Que ocurrirá después? ¿Qué hay al pasar ese umbral?
El hombre por su complejidad cultural es el único
ser a diferencia de otros seres vivos, es el que tiene conciencia que ha de
morir.
Hoy en día cuando “la ciencia” es el paradigma que
lo revela todo, donde nada es cierto, sin que existan pruebas físicas que lo
avalen. Es decir la muerte, es cuando dejamos de respirar y desaparece la actividad
eléctrica del cerebro.
¿Qué ocurre con aquello que
llamamos “alma”?
Si bien lo físico (cuerpo físico) termina su ciclo,
que hay con esa otra parte, que algunas religiones llaman “alma”, “espíritu”,
Ajallu etc. esa parte inmaterial y no se rige a la materia. La muerte
constituye un verdadero enigma que solo sabremos cuando muramos.
De ser verdad las creencias que tenemos en
referencia a la muerte, nuestros cuerpos irán a los cementerios y nuestras
almas o llámese como se quiera no irán. La mayoría de la humanidad lo quiere
creer así, “que existe algo” y también sale la pregunta ¿de qué manera? Y nos
preguntamos en el más allá, ¿seguimos siendo los mismos?, conservamos nuestra
personalidad, ¿los artistas seguirán siendo artistas? ¿Los músicos siguen
siéndolo? ¿Los profesores seguirán enseñando? ¿Los abogados seguirán litigando?
¿Los periodistas seguirán informado?
En el caso de Sudamérica en los Andes, se cuenta con
tradiciones muy antiguas sobre la muerte por ejemplo en Arica se practicó la
momificación artificial de más de dos mil años antes que los egipcios. Los
Chinchorro era ese pueblo sedentario que lo practicaba y vivió hace 5000 años
en el litoral del desierto de Atacama, sus tradiciones son las más antiguas del
mundo. Posteriormente otras poblaciones con mayor complejidad cultural lo
practicaron, como la cultura Moche. Quienes enterraban a sus gobernantes con
implementos y acompañantes para ese “viaje” al más allá.
Los incas entendían la vida como una continuidad.
El Cronista Guamán Poma indica que el mes de noviembre era dedicarlo a los
difuntos y lo denominaban como “Aya Marcay Quilla” en Quechua “Aya” que quiere
decir muerto. Así mismo indica que se acostumbraba sacar a los difuntos
(momias) de sus recintos y le dan de comer y beber, como si estuvieran
“vivos”. Les vestían con finos vestidos, acompañado de cantos y danzas, también
les ponían en unas andas y los llevaban en casa en casa, por las calles y por
la plaza, participando de los ritos y ceremonias. En la misma época los
Chancas, eran liderados en su guerra contra los Incas, “por dos momias”, quienes
ordenaban a los ejércitos su acometida.
En la Colonia, se impone el cambio de las
costumbres, ya no practicaban la momificación y se empieza a enterrar a los
difuntos cerca de las Capillas e Iglesias. Esto por la influencia de la
religión cristiana, porque de esta forma se estaba más cerca a dios.
En la República se construyen los camposantos o
cementerios, con la finalidad de evitar la contaminación ambiental por la descomposición
de los cuerpos y tener mejor salubridad.
Sin embargo, en todas estas épocas es un momento de
dolor y tristeza. El muerto es la ausencia de vida y es mediante el ritual
que se pretende alejar esta sensación de vacío y dolor. Rituales que tienen
mucho que ver con las tradiciones prehispánicas, hispanas y se recrean en la
actualidad.
Porque la muerte implica obligaciones sociales y
morales. El muerto si es familiar o amigo, es parte de nosotros y se le debe
mostrar respeto, por el apoyo que demostró en vida. Hacer lo contrario es una
falta de respeto y podría tener graves consecuencias.
El proceso de despedida
del fallecido.
Antes del velatorio se debe de bañar y vestir
generalmente es la tarde la hora adecuada, por personas especializadas, ya que
de hacerlo los familiares próximos podrían quedar dañados.
En el velatorio todos los familiares, amigos y los
vecinos, deben dialogar y despedirse del fallecido (erradicar las malas actitudes)
además se le pide que se acuerde de la familia.
En el día del entierro, se le ponen cosas que le ayuden
en ese viaje, herramientas, bastones, comida y bebida.
También existe la creencia de que al morir se debe
matar a un perro, mejor si es de color negro, porque son los portadores del “conocimiento
al camino al mundo de los espíritus” y ayuda a cruzar ese rio de sangre que se
debe de cruzar. Ritual que en tiempos pasados se practicaba con Llamas del
mismo color.
En casa también se deben de practicar rituales para
limpiar las penas como el de sahumar con plantas las casa y a las personas. En
cuanto a los muebles estos se deben de cambiar de lugar, para que el espíritu
del difunto no vuelva más a la casa.
Sus ropas se deben que quemar en lugares adecuados,
sobre todo lo que más le gustaba. Para que no tenga pena de sus cosas.
Las creencias sobre las almas indican que son los
portadores de las lluvias, que requieren los campos. Por eso hay que tratarles
bien y recordarse de ellas.
En el mes de noviembre el mes de todos los Santos
que es un punto de vista religioso porque “nadie en vida es Santo”, pero una
vez muerto, su espíritu se eleva a la máxima expresión.
En el mundo andino es el viaje (al mundo de los
espíritus) en donde algunos quedan “atrapados” en este mundo por energías
negativas y sufren, los llamados “CONDENADOS”, y para que no suceda esto, se
le debe de ayudar con rituales. Para que el espíritu envíe apoyo a los vivos,
se le invita a la celebración ofreciéndole comida y otros productos que
necesita en la otra dimensión.
Se entiende tradicionalmente que la muerte es la
continuación de la vida y cerca de dos años el alma permanece acompañando a los
vivos.
A partir de los tres años asciende a la montaña
donde se integra en el mundo de los “ACHACHILAS”. Por eso durante tres años se
realizan los “Apxata” ritual realizado durante tres años.
Existen comparsas de rezadores lo que visitan de
lugar en lugar, los rezos se realizan en latín, o castellano y rezando o
cantando casa por casa. De los muertos de menos de tres años, también lo
realizan en tumba por tumba. A cambio se les entrega galletas, dulces o maná
(maíz).
Cada noviembre se debe de brindar alimentos a los
difuntos empezando el primer año. En algunos casos también se danza o se les
espera con música.
El espíritu llega el primero de noviembre, se comunican
(pero no todos logran entender por qué lo realizan por señas), comen beben y
luego se van.
Se tiene tanta wawas (niños de masa de pan), caballos
o llamas para el trasporte de los bienes. Escalera para subir al cielo, retamas
para auyentar a los malos espíritus.
El mes de noviembre tiene mucho que ver con las fiestas
carnavalescas de febrero, porque también está asociadas a la fertilidad humana,
el mes de febrero es el mes de la interrelación de solteros y solteras y la permisividad
sexual. Teniendo como fruto de ello en el mes de noviembre “el tiempo de las
wawas”.
Siendo las wawas las más próximas a la muerte y son
los intermediarios entre la vida y la muerte, por eso el mes de noviembre,
empieza con los muertos y después continua con los más próximos los nacimientos
o las wawas.
Por eso existe la tradición del “bautizo de wawa”
en Puno, pero lamentablemente su práctica es cada vez menor.
Finalmente todos nacemos vivimos y morimos, para
todas las creencias la vida es un milagro, un tránsito y la muerte es tan
sobre natural, una continuidad. Al nacer nos esperan con los brazos abiertos
con amor y porque no esperar que cuando al morir suceda lo mismo.
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