POR EL LAGO TITICACA menor
CARETAS Edición 2562: jueves, 25 de
octubre de 2018
Rafo
León - Fotos: Duilio Vellutino |
Dos rutas de kayac, una de agua salada, la otra de
agua dulce, nos abren la posibilidad de recorrer, navegando, territorios que
adquieren una nueva perspectiva cuando se levanta un remo y la pequeña
embarcación sobrepasa las olas, al acercarnos a islas sin población humana, en
silencio y quietud. En tierra nos espera la gente local, siempre amistosa,
siempre interesante. En kayac por el Lago Titicaca Menor y por las costas de
Arequipa. Veamos el primer caso
Los pueblos cuya vida está ligada a la proximidad de
un cuerpo de agua han desarrollado embarcaciones a remo pequeñas, para una o
dos personas, útiles para desplazarse tanto como para salir a pescar y cazar.
En nuestras comunidades amazónicas podemos ver cómo el poblador sale en su
canoa de tronco en busca de pescado y no es infrecuente encontrarse con niños
que van de la comunidad a la escuela en su propia embarcación.
Las piraguas tradicionales son fabricadas de
troncos, como en el caso de los nativos amazónicos y los del norte de América;
o de huesos y piel de foca, las clásicas de los grupos Inuit. Hoy la mayoría de
kayacs son fabricados con plástico y reciben a cualquier persona que quiera
disfrutar de momentos en perfecta paz. Yo, su seguro servidor, con mis 67 años
he hecho dos travesías en kayak por aguas bravas peruanas y sobreviví,
fascinado y feliz.
Duilio Vellutino es un arequipeño cuarentón con
traza de veinteañero que la rompe en las aventuras en kayac. Él ha diseñado
varias rutas de distinta duración que incluyen campamentos cómodos; comida de
primera, fuerte ejercicio físico, meditación, silencio y oportunidades para
entrar en relación con poblaciones locales, con las que se comparte casa,
comidas, caminatas y otras peripecias. El kayac es una práctica de cero
contaminación, su energía es el remo; opera de forma absolutamente silenciosa y
los viajeros son entrenados para evitar que sus desechos vayan a destino
equivocado.
Yupisqui |
En el Titicaca, partiremos del puerto artesanal de
Punta Hermosa perteneciente a Yunguyo, y entraremos al archipiélago de
Wyñaimarca. Estaremos en medio de un silencio susurrado con el sonido de las
olas del lago y en un paisaje dorado y azul, el del cielo y el del agua. En el
inicio de la ruta marina partiremos del muelle artesanal de Matarani, con una
vitalidad extraordinaria; la riqueza del mar y la pericia de los comerciantes
hacen que no cese el desembarco de lenguados, corvinas, pulpos, que pasan a
manos de los compradores y de ahí a las balanzas y los camiones frigoríficos.
Se cierra el negocio y a comenzar de nuevo.
Preparémonos para remar entre dos y cinco horas por
día. Hablemos de Puno. El Lago Menor Wiñaymarka, con algo más de 2000 km2,
contiene un archipiélago situado en la frontera invisible con Bolivia situada a
medio kilómetro. Estamos en zona aymara. En la historia ha habido momentos de
tensión cuando la isla de Caana fue ocupada por
bolivianos, pero rápidamente
liberada. Hasta hace no mucho la energía eléctrica que recibía Anapia venía de
Bolivia y era de muy mala calidad. Hoy ya eso se superó, y en la habitación en
la que pasaremos la noche, en casa de doña Luisa y don Francisco, disponemos de
un foco de luz y energía para las lap tops y la carga de baterías.
Caana |
Anapia, centro poblado, es la capital distrital del
archipiélago, compuesto por las islas Caana, Pataguata, Yuspique, Suaana,
Huatacaana, Guatasuana y Caaño. En conjunto viven aquí algo más de dos mil
personas, pescadores, agricultores, ganaderos, comerciantes. En Anapia varios
vecinos ofrecen habitaciones cómodas y abrigadas al viajero, muy buena comida
(sopita de quinua, trucha con papas y ocas) y baño propio, así como una
compañía grata y abundosa en cuanto al relato de experiencias comunes. El grupo
de kayaquistas se suele reunir por la noche con los vecinos en el patio de doña
Teodora a abrigarse con una fogata y una botella de singani (aguardiente
boliviano de uva).
Nuestro día ha sido intenso, hemos remado entre
totoras observando gran variedad de aves, patos, choccas, la keñokaya, la
humcalla, la
gaviota, la huallata. El sol nos ha enrojecido la piel, el
viento con olor a agua dulce estuvo allí todo el tiempo y el cambio de tonos de
la superficie nos mantuvo boquiabiertos.
Uros |
Salimos
temprano de Anapia hacia las islas de Suana y Caaño y luego hacia Yuspique,
escoltados por un velero local de pesca artesanal. En Yuspique haremos una
caminata (a más de 3,500 m.s.n.m.) y veremos una tropilla de vicuñas que se
multiplican exponencialmente. En la isla no hay población humana pero sí
pequeñas chacras de papa, quinua y oca. Llegamos a una plataforma rodeada de
chullpas pertenecientes al periodo Puquina (cuya lengua se extinguió en el
siglo XVIII). Actualmente este conjunto es el punto para la realización de las
challas u ofrendas
ceremoniales a la Tierra y las montañas. Desde este punto la
vista en 360 grados es sobrecogedora. Por la noche, bien abrigados, en el
campamento podemos echarnos panza arriba para ver un firmamento absolutamente
tachonado de estrellas.
Amanecemos
con la temperatura bajo cero y la boliviana Cordillera Real nos da un
espectáculo azul, blanco y oro. Esta cadena montañosa divide las tres cuencas
hidrográficas del país vecino y contiene su nevado más alto, el Illampu, con
6,485 m.s.n.m. Nos toca hoy la maravillosa isla de Caana.
Caana
mide noventa hectáreas de terreno irregular. Tiene comisaría y escuela a la que
asisten nueve niños, todos nietos de doña Victoria Chacco, cabeza de las nueve
familias que habitan la isla. Ella se acerca a para conocernos mutuamente y nos
cuenta de cuando la isla estaba abandonada por el Estado peruano y fue ocupada
por agricultores bolivianos. “Pero nosotros no queríamos bandera de tres
colores sino de dos nomás”, y en una guerrita sin muertos que no aparece en
nuestras efemérides, los invasores fueron desalojados. Acá también hay vicuñas,
chacras y un paisaje irrepetible.
En medio de las totoras... |
Isla
Caana, 60 hectáreas habitadas por una familia compuesta por doña Victoria
Chacco y sus nueve hijos y nietos, para los cuales funciona una escuela. Los
días compartidos en la aventura crean una corriente de amistad y buen humor
entre los participantes.
Yuspique,
una de las siete islas del archipiélago de Anapia, poblada de vicuñas y
coronada por un centro ceremonial Puquina.
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INFORMACIÓN ÚTIL
- Munaycha, la empresa de la familia Vellutino es la única
que ofrece las rutas de kayak aquí reseñadas: http://munaycha.com/
Telf. 984770381
- En la comunidad lacustre de Llachón se dan excursiones
cortas de kayak. Recomiendo la que va a la isla de Ticonata. Datos:
http://capachica.com/llachon.html
http://capachica.com/llachon.html
- Edgar Adventures es otra agencia local que ofrece kayak en
la península puneña de Chucuito. Dato:
http://www.edgaradventures.com/
http://www.edgaradventures.com/
Wiñaymarka, pueblo eterno |
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