EDGAR VALCÁRCEL: MODERNIDAD EN LOS ANDES
Francisco Melgar
Wong
EL COMERCIO 20.03.2017
Edgar
Valcárcel fue
uno de los músicos más destacados de los cincuentas. Este año, su obra será uno
de los ejes de la OSN.
Durante
el invierno puneño de 1940, cuando tenía siete años, Edgar Valcárcel tuvo una
revelación. Esa noche su familia estaba reunida alrededor del piano cuando una
presencia sobrenatural apareció en su casa. Se trataba del músico Theodoro
Valcárcel, tío de Edgar, quien llegaba de su más reciente viaje por Europa.
Theodoro era un puneño educado en Milán y regresaba de París, donde había
publicado su obra más reciente, Suray Surita, una
espléndida colección de 12
danzas inspiradas en el folclore andino. A lo largo de la velada, Theodoro
habló de la música de Claude Debussy, de Igor Stravinsky, y de las nuevas
tendencias musicales que habían aparecido en Europa. El niño jamás olvidaría su
visita. “Su aparición me cautivó como un sueño —escribiría Edgar Valcárcel 52
años más tarde—. Y marcó una huella indeleble en mi vocación musical”. El tío
Theodoro, vestido con una capa y un llamativo pañuelo alrededor del cuello, le
pidió al niño que tocara algo en el piano. Cuando Edgar terminó su
interpretación —la pieza en cuestión fue el Minué en sol mayor, de Paderewski—
su tío le ofreció una moneda de plata. “Tú vas a ser mi sucesor”, le dijo. Esa
fue la primera y última vez que se vieron. Dos años más tarde, Theodoro moría
en Lima a los 40 años.
De
Puno a Lima
En
1949 Edgar Valcárcel llegó a Lima para estudiar en el Conservatorio Nacional de
Música. Uno de los primeros compositores que conoció fue Enrique Iturriaga. En
esa época, Iturriaga acababa de ganar el premio nacional de música Luis Duncker
Lavalle por su obra Canción y muerte de Rolando, basada en el poema homónimo de
Jorge Eduardo Eielson. En una entrevista con la desaparecida musicóloga Chalena
Vásquez, Valcárcel relata su encuentro.
“Cuando
llegué a Lima me di de bruces con una realidad terrible. Me encontré con
Iturriaga, quien me pidió que le tocara algo. Yo toqué una pieza de Theodoro.
‘No, no, no, eso no’, me dijo. ‘Lo único bueno en música es Bach o Stravinsky’.
Eso me hizo sentir avergonzado. No volví a tocar la música de Theodoro durante
mucho tiempo. Fue mortal ese veneno para mí”.
La
sensibilidad musical de Valcárcel, al igual que la de su tío, estaba modelada
por la fusión del folclore y lo académico. Pero en el Conservatorio esos mundos
eran todavía irreconciliables. “Yo accedí a la música por dos vías: por la
música folclórica y por la exquisitez de los salones —señalaría el compositor
algunos años más tarde—. Las danzas de la Candelaria y la gente tocando
Beethoven a cuatro manos en el piano de mi casa fueron el universo en el que
crecí y el que me marcó para siempre”.
A
pesar de la decepción que sintió al llegar a Lima, la capital también le
ofreció a Valcárcel amistades que durarían por el resto de su vida. Francisco
Pulgar Vidal y César Bolaños, dos jóvenes compositores, se convirtieron en sus
mejores amigos.
De
Nueva York a Buenos Aires
En
1959 Valcárcel ganó una beca para estudiar en el Hunter College de Nueva York.
En esa misma época, Bolaños llegaba becado a la Manhattan School of Music. Eran tiempos duros y los dos compositores se vieron obligados a trabajar lavando platos en los restaurantes de la ciudad. Cuando ambos ya sentían que el fracaso era inminente apareció una oportunidad que cambiaría sus
vidas: “Bolaños y yo sentíamos que estábamos atrapados en una espiral y que no había salida —recordaría Valcárcel en la ya mencionada entrevista —. Estudiamos la maestría, pero era terrible, no había porvenir. Hasta que conocimos a Ginastera”.
En esa misma época, Bolaños llegaba becado a la Manhattan School of Music. Eran tiempos duros y los dos compositores se vieron obligados a trabajar lavando platos en los restaurantes de la ciudad. Cuando ambos ya sentían que el fracaso era inminente apareció una oportunidad que cambiaría sus
vidas: “Bolaños y yo sentíamos que estábamos atrapados en una espiral y que no había salida —recordaría Valcárcel en la ya mencionada entrevista —. Estudiamos la maestría, pero era terrible, no había porvenir. Hasta que conocimos a Ginastera”.
El
compositor argentino Alberto Ginastera (1916-1983) era la figura
latinoamericana más importante en la música académica de comienzos de los años
sesenta. En la época en que conoció a Valcárcel y Bolaños en la ciudad de Nueva
York ya había dejado atrás su periodo abiertamente nacionalista y pasaba por
una etapa dodecafónica. Gracias a un amigo en común, Valcárcel y Bolaños
lograron conversar con el argentino y recibir una invitación para postular al
instituto que estaba organizando en Buenos Aires. Al cabo de un año recibieron
las bases, postularon y fueron aceptados. El instituto en cuestión era el
Instituto Torcuato Di Tella, del cual formaba parte el Centro Latinoamericano
de Estudios Musicales (Claem), al cual ambos llegaron becados. Aquí Valcárcel
recibió clases de Olivier Messiaen y Bruno Maderna, y se familiarizó con
las más modernas técnicas de composición de la época.
En
1966, Valcárcel recibió una beca Guggenheim para estudiar composición
electrónica en la Universidad de Columbia. De ese año data su primera pieza
para sonidos electrónicos: Invención, creada a base de loops de cinta
magnetofónica y ruido filtrado. Dos años antes, Bolaños ya había grabado
Intensidad y altura, una pieza para cinta magnetofónica inspirada en el poema
de César Vallejo. Estas dos piezas, junto con la perdida Misa solemne para
Marilyn Monroe, de Jorge Eduardo Eielson (1962), son las primeras obras de
música electrónica creadas por compositores peruanos.
De
vuelta al Perú
En
1973 Valcárcel vuelve a radicar al Perú de forma definitiva. Ese mismo año
estrena su obra M’akarabotasaq hachaña (“Responso a un karabotas”, en aimara)
y, tres años más tarde, Flor de Sancayo II, una obra para piano y cinta
magnetofónica. En este periodo las melodías y los instrumentos andinos empiezan
a aparecer en sus trabajos en el marco de la música académica de vanguardia,
electrónica y experimental.
EL JOVEN EDGAR |
“Cuando
volví al Perú comencé a fusionar, pero no de un modo convencional, sino
apasionado”, señalaría Valcárcel en la entrevista con Chalena Vásquez. “Hay
huainos a los que me he entregado, como ‘Flor de Sancayo’ y ‘Ojos azules’. No
es que les haya dado la espalda a las técnicas contemporáneas, sino que absorbí
e incorporé un lenguaje en el que podía moverme con soltura. Todos los
compositores de mi generación nos enfrentamos al dodecafonismo y al serialismo.
Yo mismo tengo muchas obras que son dodecafónicas. Pero, al final, me vino una
pasión por lo ancestral. Ha sido un largo proceso de asimilación”.
Un
ejemplo de este proceso de fusión de lo popular con lo académico fue su trabajo
con Ojos azules, uno de sus huainos favoritos. Aquí Valcárcel le rindió un
homenaje a Johann Sebastian Bach, al asimilar la melodía del huaino a las
técnicas del contrapunto. En un sentido aún más amplio, su fusión de lo
académico y lo popular estaba animada por lo que Valcárcel llamaba la paradoja
de la modernidad; esto es, su creencia de que la música de las civilizaciones
precolombinas estaba vinculada con las aspiraciones de la música moderna, como,
por ejemplo, la microtonalidad y los sistemas no temperados.
Esta
intención de reunir lo popular y lo académico es un tema recurrente en la
música latinoamericana del siglo XX. En Ollanta, por ejemplo, Valle Riestra
había usado elementos regionales en el marco de la ópera italiana. El mismo
impulso lo encontramos en Villa-Lobos, quien combinó los motivos populares que
había descubierto tocando la guitarra en las calles de Río con estructuras de
Stravinsky y Bach. También, por supuesto, en Ginastera, quien había usado
motivos regionales en el marco del dodecafonismo.
Pero,
antes que nada, estaba en Puno. En el escritor Gamaliel Churata y su noción de
“ultraórbico”, donde se le daba cabida a una sensibilidad provinciana y al
mismo tiempo universal. En esto, Churata y Valcárcel coincidían. “Se puede ser
provinciano y universal al mismo tiempo —diría Valcárcel poco antes de su
muerte—. Esto tiene sentido. Villa-Lobos es absolutamente brasileño y
absolutamente universal. Si a los europeos no les da la gana de aceptarlo, ese
es su problema. Pero Villa-Lobos es absolutamente universal. Lo mismo
Ginastera. Y lo mismo Theodoro”.
Al
final de su vida, Valcárcel volvía a mencionar a su tío. “Theodoro fue el
primer compositor que iluminó mi entrega a la música. Y, al mismo tiempo, el
último maestro que enriqueció mi incansable búsqueda del conocimiento musical”.
Esta declaración de Valcárcel era, de alguna manera, un regreso a la casa de su
infancia, donde Theodoro irrumpió una noche para declararlo su heredero. Donde
las danzas de la Candelaria se podían convertir en un concierto de Beethoven
tocado a cuatro manos.
Es por
esta eufónica mezcla entre lo popular y lo académico que este año la Orquesta
Sinfónica Nacional celebrará el festival Édgar Valcárcel: Vanguardia en los
Andes, un homenaje compuesto por varios conciertos y actividades a lo largo de
la temporada 2017, que incluirá una selección de piezas de los compositores que
más influyeron en su formación y estilo musical,como Wolfgang A. Mozart, Béla
Bártok, Alberto Ginastera, Luigi Dallapiccola, Anton Webern, Pyotr I.
Tchaikovsky o Luis Herrera de la Fuente.
1966, Edgar Valcárcel en el laboratorio de música electrónica de la U. de Columbia (Crédito: Gonzalo Galarza/ Archivo)
1966, Edgar Valcárcel en el laboratorio de música electrónica de la U. de Columbia (Crédito: Gonzalo Galarza/ Archivo)
Orquesta
Sinfónica Nacional
La
Orquesta Sinfónica Nacional ofrecerá una serie de presentaciones en los
siguientes meses en los que se interpretarán diversas piezas de Edgar
Valcárcel. Entre estos conciertos encontramos el que se celebrará este
viernes 24 de marzo, con el concierto llamado "Paisajes andinos.
Conexiones con Edgar Valcárcel: mentores y descendencia", en el que se
presentarán piezas de autores que inspiraron al compositor, así como de compositores
que fueron influenciados por él. La fecha principal será, sin embargo, el
viernes 6 de octubre, en el concierto "Festival Edgar Valcárcel:
Antimemorias. Brahms, Pascal Rogé y Ravel", en donde se estrenará en Perú
la pieza Antimemorias II, de Edgar Valcárcel
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