QUINUA ALIMENTO COSMICO
Escribe: Alfonsina Barrionuevo
En AGRONOTICIAS
Nº 384 31ENE2013
En una noche
mágica, las estrellas se movieron agitadas de un lado a otro. Tenían que
resolver una emergencia llegada de la tierra. Las más grandes estuvieron de
reunión en reunión, en el cielo del Perú o Hanaq pacha, mientras las más
pequeñas esperaban inquietas.
Hasta que
recibieron una orden: ellas habían sido elegidas para bajar al Kay Pacha, el
mundo en que vivimos. ¿Cuál era el propósito? Servirían de alimento a los seres
humanos. Una misión increíble que se daría por única vez.
La gran
bóveda brillaba como nunca cuando se produjo una lluvia de estrellas. En la más
alta de las montañas una bella mujer aguardaba ansiosa. El hijo de uno de los
señores más queridos de su comarca languidecía en su lecho. Había perdido
totalmente los deseos de vivir y los sabios que lo atendían no encontraban la
fórmula para salvarlo. La hanpiq o curandera venció muchos peligros para subir
a la montaña más alta.
Tuta, madre
de la noche, ofreció ayudarla, pero ella debía afrontar un largo viaje lleno de
obstáculos, cuando se ocultara el sol, para llegar a su destino.
Al
registrarse la lluvia cósmica, la mujer extendió su manta y las estrellas
fueron cayendo, convertidas en leves copos, hasta llenarla. Una vez que
estuvieron todas a la hanpiq le faltaron alas para volver al punto de partida.
El niño se
consumía mientras ella hacía hervir los granos en una manka u olla de plata con
agua y hierbas olorosas. Apenas el pequeño enfermo probó la sopa o lawa sintió
que una extraña fuerza entraba en su cuerpo y circulaba por sus arterias.
Quiso moverse
y se sintió ágil, con deseos de correr, saltar, jugar. La vida volvía a
torrentes a su cuerpo después de consumir el alimento astral.
Rebosando de
felicidad, su padre ordenó que los granos fueran sembrados para que toda su
gente pudiera participar de ese alimento energético que fue enviado desde el
Hanaq pacha. Así se hizo en todas las regiones desde los 2,500 hasta los 4,000
metros sobre el nivel del mar. Las mujeres no sólo aprendieron a usar el grano
maravilloso, sino que inventaron muchas maneras de prepararlo. Ya tostado,
soasado en huminta, hervido en lawa, como arroz andino en pesqe o guiso, en
dulce para los niños con la miel del corazón del maguey y hasta fermentado en
chicha; sin mencionar su empleo en casos medicinales y rituales. Su gastronomía
fue variada de acuerdo con los pisos ecológicos y lugares donde podía florecer.
Los españoles
quisieron comparar la quinua a los "bledos" que ellos tenían, unas
plantas de tallos rastreros de la familia de las quenopodiáceas y el amaranto
(Amarantus blitum), especies que nunca podrían llegar a las alturas. La quinua
y sus hermanas, la kiwicha y la kañiwa, son estrellas modificadas según la historia
mágica, conque fueron agraciados los antiguos peruanos.
En el siglo
XVI, cronistas como Pedro de Valdivia mencionan ala quinua (Chenopodium quinoa)
como "un mantenimiento muy bueno que tenía la gente de esta tierra".
El Inka Garcilaso escribe, en sus "Comentarios Reales", que en lugar
de las mieses que se crían sobre la faz de la tierra en el Viejo Mundo, hay en
el suyo una especie de mijo o arroz pequeño que se le asemeja en el grano y
color. No pudieron plantarse en España porque no fueron bien empacadas y se
malograron.
Pedro Cieza
de León la encontró, en 1560, en un lugar de Colombia. Luego advirtieron su
presencia en partes de Ecuador, Argentina y Chile, y en gran cantidad en Perú y
Bolivia. Se considera que sus aspectos botánicos fueron descritos por Wildenow
en 1778, quien la reconoció como nueva especie nativa latinoamericana.
Los
estudiosos calculan que la quinua tiene entre 9,000 y 5,000 años de
domesticación, como la kañiwa (Chipallidi caule) y la kiwicha (Amaranthus
cauda- tus), siendo sumamente rica en aminoácidos esenciales que se equiparan a
la proteína animal, como carne, huevo, queso, leche. Posee también —no obstante
que su tamaño no es nada ostentoso— ol¡goelementos y vitaminas en buena
cantidad. Ella puede ayudar a evitar la descalcificación y, por ende, la
osteoporosis. En 1996 la FAO la reportó como uno de los cultivos promisorios
para la humanidad.
En el Perú la
llamamos quinua en qechwa y a veces qañawa[1];
en Bolivia la conocen como supha, jopa, jura, gallapi, etc.; en Colombia, suba
y paska; en Ecuador le dicen también ubaque, y en Chile, dahue.
Ella no exige
condiciones notables para vivir. Por el contrario, dada su adaptabilidad, puede
crecer desde el nivel del mar —aunque muy poco— hasta los 4,000 metros, que es
donde se encuentra con todo su poder. Sus diminutas flores se autofertilizan y
producen de 250 a 500 semillas, que se apiñan en los largos tallos que son su
hogar.
Alta,
hermosa, de gran colorido, la planta llega a medir hasta dos metros, dando
varias cosechas. Siendo prácticamente un arbusto, es fuerte y soporta
temperaturas bajas de menos 4°C, resistiendo las altas hasta 38ºC. Últimamente
ha comenzado a expandirse y, si bien en Estados Unidos ya se produce en gran
escala, el Perú —con 33,000 hectáreas cultivadas— exporta crecientes cantidades
(*); lo mismo que Bolivia, con 55,000 hectáreas en producción. A la vez, se
sigue cultivando en Colombia, Ecuador y Argentina; mientras se reportan nuevos
espacios para ella en Brasil, Inglaterra, la India y Francia.
Especialistas
bolivianos afirman tener en su banco de germoplasma más de 3,000 variedades y
ecotipos que habitan en alturas básicas desde el nivel del mar, los valles
interandinos, los salares y las yungas. Por mucho tiempo se creyó que la quinua
era sólo blanca; pero en la última década han aparecido en los mercados, además
de una de color perla o crema, un degradeé de amarillas, rojas y negras.
Al Perú le
toca ser uno de los centros originarios del grano de oro que se va haciendo
famoso y, si bien es difícil reconstruir su dispersión tito-geográfica, como
dice Elmo León, próximo a publicar un extraordinario estudio sobre alimentos
prehistóricos, su crédito lleva nuestra marca y tenemos un abanico de
exquisitas preparaciones con base en este prodigioso alimento concedido por las
fuerzas del Hanaq pacha a la gente
andina.
¡La más energizante de las mesas con entrada
de estrellas, sopa de estrellas, guiso de estrellas, dulce de estrellas y licor
de estrellas, está servida!
[1] En
aimara –ámbito geográfico y social en el que se la domesticó- se llama “jiura”
(*) En el Perú uno de sus centros de producción está en
Ancash, entre el Callejón de Huaylas y Conchucos.
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