martes, 5 de marzo de 2013

Mas sobre la quinua



QUINUA ALIMENTO COSMICO
Escribe: Alfonsina Barrionuevo
En AGRONOTICIAS Nº 384 31ENE2013
En una noche mágica, las estrellas se movieron agitadas de un lado a otro. Tenían que resolver una emergencia llegada de la tierra. Las más grandes estuvieron de reunión en reunión, en el cielo del Perú o Hanaq pacha, mientras las más pequeñas esperaban inquietas.
Hasta que recibieron una orden: ellas habían sido elegidas para bajar al Kay Pacha, el mundo en que vivimos. ¿Cuál era el propósito? Servirían de alimento a los seres humanos. Una misión increíble que se daría por única vez.
La gran bóveda brillaba como nunca cuando se produjo una lluvia de estrellas. En la más alta de las montañas una bella mujer aguardaba ansiosa. El hijo de uno de los señores más queridos de su comarca languidecía en su lecho. Había perdido totalmente los deseos de vivir y los sabios que lo atendían no encontraban la fórmula para salvarlo. La hanpiq o curandera venció muchos peligros para subir a la montaña más alta.
Tuta, madre de la noche, ofreció ayudarla, pero ella debía afrontar un largo viaje lleno de obstáculos, cuando se ocultara el sol, para llegar a su destino.
Al registrarse la lluvia cósmica, la mujer extendió su manta y las estrellas fueron cayendo, convertidas en leves copos, hasta llenarla. Una vez que estuvieron todas a la hanpiq le faltaron alas para volver al punto de partida.
El niño se consumía mientras ella hacía hervir los granos en una manka u olla de plata con agua y hierbas olorosas. Apenas el pequeño enfermo probó la sopa o lawa sintió que una extraña fuerza entraba en su cuerpo y circulaba por sus arterias.
Quiso moverse y se sintió ágil, con deseos de correr, saltar, jugar. La vida volvía a torrentes a su cuerpo después de consumir el alimento astral.
Rebosando de felicidad, su padre ordenó que los granos fueran sembrados para que toda su gente pudiera participar de ese alimento energético que fue enviado desde el Hanaq pacha. Así se hizo en todas las regiones desde los 2,500 hasta los 4,000 metros sobre el nivel del mar. Las mujeres no sólo aprendieron a usar el grano maravilloso, sino que inventaron muchas maneras de prepararlo. Ya tostado, soasado en huminta, hervido en lawa, como arroz andino en pesqe o guiso, en dulce para los niños con la miel del corazón del maguey y hasta fermentado en chicha; sin mencionar su empleo en casos medicinales y rituales. Su gastronomía fue variada de acuerdo con los pisos ecológicos y lugares donde podía florecer.
Los españoles quisieron comparar la quinua a los "bledos" que ellos tenían, unas plantas de tallos rastreros de la familia de las quenopodiáceas y el amaranto (Amarantus blitum), especies que nunca podrían llegar a las alturas. La quinua y sus hermanas, la kiwicha y la kañiwa, son estrellas modificadas según la historia mágica, conque fueron agraciados los antiguos peruanos.
En el siglo XVI, cronistas como Pedro de Valdivia mencionan ala quinua (Chenopodium quinoa) como "un mantenimiento muy bueno que tenía la gente de esta tierra". El Inka Garcilaso escribe, en sus "Comentarios Reales", que en lugar de las mieses que se crían sobre la faz de la tierra en el Viejo Mundo, hay en el suyo una especie de mijo o arroz pequeño que se le asemeja en el grano y color. No pudieron plantarse en España porque no fueron bien empacadas y se malograron.
Pedro Cieza de León la encontró, en 1560, en un lugar de Colombia. Luego advirtieron su presencia en partes de Ecuador, Argentina y Chile, y en gran cantidad en Perú y Bolivia. Se considera que sus aspectos botánicos fueron descritos por Wildenow en 1778, quien la reconoció como nueva especie nativa latinoamericana.
Los estudiosos calculan que la quinua tiene entre 9,000 y 5,000 años de domesticación, como la kañiwa (Chipallidi caule) y la kiwicha (Amaranthus cauda- tus), siendo sumamente rica en aminoácidos esenciales que se equiparan a la proteína animal, como carne, huevo, queso, leche. Posee también —no obstante que su tamaño no es nada ostentoso— ol¡goelementos y vitaminas en buena cantidad. Ella puede ayudar a evitar la descalcificación y, por ende, la osteoporosis. En 1996 la FAO la reportó como uno de los cultivos promisorios para la humanidad.
En el Perú la llamamos quinua en qechwa y a veces qañawa[1]; en Bolivia la conocen como supha, jopa, jura, gallapi, etc.; en Colombia, suba y paska; en Ecuador le dicen también ubaque, y en Chile, dahue.
Ella no exige condiciones notables para vivir. Por el contrario, dada su adaptabilidad, puede crecer desde el nivel del mar —aunque muy poco— hasta los 4,000 metros, que es donde se encuentra con todo su poder. Sus diminutas flores se autofertilizan y producen de 250 a 500 semillas, que se apiñan en los largos tallos que son su hogar.
Alta, hermosa, de gran colorido, la planta llega a medir hasta dos metros, dando varias cosechas. Siendo prácticamente un arbusto, es fuerte y soporta temperaturas bajas de menos 4°C, resistiendo las altas hasta 38ºC. Últimamente ha comenzado a expandirse y, si bien en Estados Unidos ya se produce en gran escala, el Perú —con 33,000 hectáreas cultivadas— exporta crecientes cantidades (*); lo mismo que Bolivia, con 55,000 hectáreas en producción. A la vez, se sigue cultivando en Colombia, Ecuador y Argentina; mientras se reportan nuevos espacios para ella en Brasil, Inglaterra, la India y Francia.
Especialistas bolivianos afirman tener en su banco de germoplasma más de 3,000 variedades y ecotipos que habitan en alturas básicas desde el nivel del mar, los valles interandinos, los salares y las yungas. Por mucho tiempo se creyó que la quinua era sólo blanca; pero en la última década han aparecido en los mercados, además de una de color perla o crema, un degradeé de amarillas, rojas y negras.
Al Perú le toca ser uno de los centros originarios del grano de oro que se va haciendo famoso y, si bien es difícil reconstruir su dispersión tito-geográfica, como dice Elmo León, próximo a publicar un extraordinario estudio sobre alimentos prehistóricos, su crédito lleva nuestra marca y tenemos un abanico de exquisitas preparaciones con base en este prodigioso alimento concedido por las fuerzas del Hanaq pacha a la gente andina.
 ¡La más energizante de las mesas con entrada de estrellas, sopa de estrellas, guiso de estrellas, dulce de estrellas y licor de estrellas, está servida!

[1] En aimara –ámbito geográfico y social en el que se la domesticó- se llama “jiura”

(*) En el Perú uno de sus centros de producción está en Ancash, entre el Callejón de Huaylas y Conchucos.
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