LECTURAS INTERESANTES Nº 905
LIMA
PERU 19 JULIO
2019
LA TRADICION DE ROBAR
César
Hildebrandt
Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 454 19JUL19
L
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o pudo todo. Superó barreras, prejuicios, desayunos de pan y té, las
diversas tentaciones depresivas de la miseria, y un día inverosímil ganado a
punta de ruegos y empeño se fue a Stanford a estudiar. Conoció a Eliane, una
judía pelirroja y brillante, y también pudo con ella.
Podría, muchos años más tarde, con la presidencia.
Pero no podría con la tradición.
CHILLICO en "Hildebrandt en sus trece" |
La tradición en el Perú, con raras excepciones, es que los
mandatarios se aprovechen, calculen como zorros las presas de la obra pública
susceptibles de un mordisco, asalten diligencias, exijan diezmos, ocupen
residencias inexplicables.
En estas tierras la etapa colonial fue un periodo de aprendizaje. Como
nos lo recuerda Alfonso Quiroz, robaban el mercurio de la mina Santa Bárbara,
en Huancavelica, contrabandeaba el presidente de la audiencia de Quito, el
limeño José de Araujo, se vaciaban los presupuestos destinados originalmente a
la construcción de los puertos del Callao, Valdivia, Concepción. Se robaba a
los indios con el tributo racial que se les impuso y que los corregidores
escondían en gran parte para su propio beneficio, los juicios de residencia
eran inútiles porque se hacían entre hermanitos “del mismo círculo de
patronazgo” (Quiroz dixit), el puesto de virrey podía comprarse (el conde Cañete
compró el de mandamás del Perú por 250,000 pesos pero se murió en el viaje a
Lima), y hasta los indultos se remataban y podían llegar a costar 4,000 pesos
(con lo que puede hablarse de la conducta virreinal y casi hereditaria del doctor García).
Robaban los veedores, los curas, los oidores, los recaudadores de
impuestos, los aduaneros, los gobernadores, los curacas aliados de la
administración, los mineros del azogue y hasta por derecho de entierro se
cobraba una yapa codiciosa. Robó el conde de Superunda y grande ladrón y encubridor
de aves rapaces fue Amat y Junyent, el de la Perricholi, y se robaba inmensas
cantidades a la corona española ocultando le plata sin sellar extrayéndola de
la contabilidad oficial.
¿Y la república? Allí se robó desde el primer instante. Gran parte de
lo expropiado a los españoles siguiendo la política de Monteagudo, con la
anuencia de José de San Martín, fue a parar a manos del militarismo que
reclamaba compensación “por sus sacrificios”. ¿Y no fue Thomas Cochrane, el
inglés al servicio de Chile, el que se robó las reservas de la plata que San
Martín tenía guardadas, tal como nos lo recuerda también Quiroz?
Vamos. No nos hagamos. La república empezó con la traición de Torre
Tagle, el pase a filas realistas del presidente Riva Agüero y Sánchez Boquete y
la convicción, tanto de San Martín como de Bolívar, de que “el Perú era una
especie de lepra en América. José Faustino Sánchez Carrión, el llamado “solitario
de Sayán”, convertido en casi santo por la leyenda patriótica, se hizo de
varias propiedades otorgadas por el propio Bolívar. Quiroz relata otra escena
del gobierno bolivariano: el teniente coronel Juan Pablo Santa Cruz robándose
el ganado de varias haciendas bajo la mirada de su protector, el general
bolivarista Antonio Gutiérrez de la Fuente, gran rapaz.
Así empezamos.
Ese fue el parto de la república. Parto de heroísmos y avideces
miserables. Parto de Junín y Ayacucho y del millón de pesos que el Congreso le
otorgó al libertador. La imagen que se queda grabada cuando uno lee el libro
de Quiroz “Historia de la corrupción en el Perú” es esta: el pobre diablo del
general Agustín Gamarra, prefecto del Cusco, entregándole a Bolívar ochenta
medallas de oro y quinientas de plata “recién acuñadas en su honor”.
¿Qué podíamos esperar después?
Pues lo que se vino.
Heduardo en LA REPUBLICA |
Y lo que vino fue el primer militarismo, una especie de guerra civil
del hampa condecorada. Quiroz cita a Belford Wilson, cónsul británico en Lima:
“Los peruanos pueden verdaderamente ser considerados como los napolitanos y
los mexicanos como los rusos de América”. Era una comparación entre sociedades
corruptas. Hasta la llamada “presidenta”, Francisca Zubiaga, esposa de Agustín
Gamarra, peleó por los intereses del sector harinero que la auspiciaba. Hasta
Ramón Castilla tuvo una actitud blanda con el contrabando licorero cuando fue
subprefecto de Tarapacá en 1829.
Quiroz cita a Albert Jewett, representante diplomático de los Estados
Unidos en Lima, calificando al gobierno de Castilla como “corrupto, desleal e
insolente” y cuyo gabinete estaba integrado “por ladrones audaces y sin
escrúpulos”. Castilla, como se sabe, terminaría virtualmente eligiendo a su
sucesor: José Rufino Echenique, la más alta expresión del descaro depredador.
¡Y el guano fue la mierda que nos terminó de enmierdar! La primera
concesión, hecha en el gobierno de Gamarra en 1840, se vendió por apenas 18,500
libras esterlinas para nueve años de explotación sin medida. Después llegaron
las pujas por las coimas, los ancestros de Odebrecht y el club de la
construcción. El que más pagó fue el inglés Antony Gibbs. Este millonario
isleño negoció con el corrupto Echenique la prórroga de su contrato, el que se
firmó y se mantuvo en secreto ante la resignación de la prensa comprada o
asustada y el silencio de la fantasmagórica ciudadanía.
¿No hemos hablado de la consolidación de la deuda externa? Esa deuda
fue de 5 millones de pesos en 1851 y llegó a 24 millones al año siguiente. En
ese saco generoso se metieron desde auténticos expropiados de la etapa de las
guerras por la independencia hasta inventores de agravios inmobiliarios que
sólo debían jurar por Dios para que se les creyera, pasando por prestamistas
de muy difícil probanza y militares que habían “dado la vida” por la causa. Fue
la gran farra. Fue el “Melody” en tamaño latifundio. Fue la plata del guano
convertida en quincha de palacios que jamás debieron edificarse. La mitad de
las fortunas de Lima se construyó con ese método. Aquí no hubo la burguesía
industriosa acostumbrada a los rigores de la perseverancia y las lentitudes de
la acumulación: aquí sobraron los ladrones, los putos atajos.
MechaUn en PERU21 |
Lo que queda nos es conocido. Robaron durante Balta, Pardo, Piérola (doblemente).
Robaron con Leguía (por duplicado), con Benavides (bis), con Manuel Prado (dos
veces), con Odría, con Belaunde (hubo réplica), con los militares que dijeron
estar haciendo la revolución. Robaron con García a manos llenas y con Humala a
pecho descubierto y con Toledo pasando el sombrero de paisano. Robaron con
Kuczynski en inglés y con Fujimori en castellano maltratado. Y robarán como
nunca se ha robado si la hija del patriarca Alberto se sienta donde alguna vez
su padre hizo aguas sobre la Constitución.
De modo que no nos hagamos las vírgenes del sol, los estupefactos de
la república traicionada. Toledo nos representa. Es la decepción que nos
refleja. Es el Perú como república fallida. Es el Pachacútec de nuestra Disneylandia. ▒
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