domingo, 20 de octubre de 2024

JUSTICIA MALTRATADA POR EL CONGRESO

 



DEBATE: ¿ES NECESARIA LA IDEOLOGIA?

 SENTIDO Y REFERENCIA DE LA 

IDEOLOGIA

Juan Archi

Diario UNO 11AGO24

L

a filosofía y el pensamien­to político son dos formas del pensamiento humano que en la sociedad contemporánea se caracterizan, por su institucionalización intelectual y reflexiva, la primera, y por su reproducción ideológica ma­siva, la segunda. En principio, la filosofía interroga, cuestio­na y somete a crítica las ideas que uno adquiere mediante la experiencia cotidiana, así como aquellas que se repro­ducen mediante el sentido común y, sobre todo, aquellas ideas-fuerza que se han natu­ralizado hasta ser percibidas como hechos incuestionables, como, por ejemplo, los dere­chos humanos o la libertad, entre otros; el pensamiento político, recoge el sentido co­mún, las aspiraciones y deseos para dar un sentido al orden social en el que uno vive o se proyecta vivir, para hacer de la indignación una determinada fuerza significante. El ejercicio del primero es necesariamente racional y consciente porque uno sabe que está reflexionan­do filosóficamente sobre un determinado aspecto de la vida social o sobre el mundo en ge­neral; mientras que sobre lo se­gundo, uno muchas veces no es consciente de su reproducción cotidiana o de los discursos intelectuales afines o tributarios de un pensamiento político en particular, y menos aún, se re­para en el contenido y las consecuencias de las ideas-fuerza que comprenden el ideario político con el que se comulga o se muestra una inquina beligerante de oposición. El nudo gordiano es la ideología.

La ideología es uno de esos términos que se encuentra estrechamente vinculada a la política, principalmente como parte de las ideologías polí­ticas; o, en su defecto, y tras la caída de la Unión Soviética (1991) y la desintegración del bloque socialista durante el si­glo XX, se apela a su negación constante mediante el rótulo: "el fin de las ideologías". Ac­tualmente es posible identi­ficar esa negación de manera particular, como, por ejemplo, en aquella defensa sobre la ideología de género que los progresistas suelen realizar, cuando niegan que tal ideolo­gía sea una ideología. Sin em­bargo, la ideología va más allá de la política y anida en la vida cotidiana.

La ideología no es solo un término, sino que forma parte de un fenómeno social amplio e inmaterial que tiene que ver con la parte ideal de la socie­dad humana. Esa parte ideal de la sociedad es producto de la interacción humana y el mundo circundante, y su reproducción no solo es variada, sino que muchas de ellas se encuentran sujetas o son el resultado de lu­chas, consensos, acuerdos, de­seos, temores y/o expectativas, que forman parte de los proce­sos de cambio que han acaeci­do en la historia. Su expresión a lo largo de la historia de las so­ciedades humanas se dio a tra­vés de ideas, símbolos, códigos, normas, leyes y, también, por la producción artística (cuando se formó el sentido de lo estético). En suma, la ideología es un hecho social posible de ser identificada como un "hecho ideológico" a pesar de lo muy desapercibida que suele pasar. La ideología es un conjunto de ideas que expresan las moti­vaciones, emociones, deseos y la afirmación cognoscitiva que los hombres se hacen sobre el mundo. La ideología responde l sentido mentado del mundo que recrea la subjetividad, y no a cómo es el mundo en función de la objetividad.

En los escritos tributarios de las humanidades y/o de las ciencias de la sociedad es fre­cuente encontrar una serie de ideas, reflexiones u orientacio­nes intelectuales que se funda­mentan en una ideología deter­minada o se encuentran orien­tadas por una de ellas o más, ya sea ésta explícita o tácita; o, en su defecto, lo que anima a tal o cual reflexión forma parte de una determinada ideología, muchas veces no declarada, ni determinada o no percibida por su autor en particular. Tal ras­go, no nos debe llevar a soste­ner, metafóricamente hablan­do, que nos encontramos pre­sos de las ideologías y animar pseudo-problemas al respecto. La reproducción de las ideo­logías, expresan un orden y la hegemonía de una de ellas, el poder de la clase que lo ejerce.

Por otro lado, pensar que las ideologías se adquieren por el simple hecho de que se lea un libro es un grueso error. Muchos de los que reproducen las ideas de tal o cual ideología (política) no han leído en lo más mínimo los textos que se les reprocha o increpa, sino que la adquisición se da en función de la reproducción del discurso institucional y la experiencia de vida. La. escuela, la iglesia, los medios de comunicación, la familia y la relación que uno establece en el interior de los centros o espacios laborales, grupo de pares, amigos y has­ta incluso la pareja, permiten reproducir los discursos ideo­lógicos en general y de mane­ra particular una determinada ideología (política), que se explícita ineludiblemente en una determinada coyuntura política.

La ideología forma parte de la superestructura de la socie­dad. A lo largo de la historia, en toda disputa material en el que se han enfrascado los hombres, como seres concretos (grupos, relaciones e instituciones), le antecede la disputa de las ideas, conocida como "lucha ideológica".

Actualmente, hay quienes a este fenómeno le lla­man "la batalla cultural", este hecho ideológico no es más que la expresión de la lucha ideo­lógica que han emprendido ciertos sectores conservadores sobre las extravagancias del li­beralismo. La exaltación sobre las libertades de toda índole y su asalto al poder, no son la expresión de ningún supuesto "marxismo cultural", sino de la más prístina hegemonía de la ideología liberal. La hegemonía de una ideología es la expre­sión de la clase social que or­ganiza la sociedad, en función del Estado, en este caso es la expresión de la ideología libe­ral de la burguesía que anima todas las libertades para que toda mercancía, bienes y servi­cios, puedan ser adquiridas.

La libertad como un signi­ficante ideológico no solo com­prende una serie de ideas-fuer­za que se enuncian sobre la universalidad del hombre como individuo, sino que tam­bién se fundamenta en una se­rie de creencias que organizan a la sociedad. La ideología es inmune al criterio de verdad de los hechos que enuncia, porque su sustento no se fundamenta solo en los hechos sino en un orden moral (lo que debe ser). No responde a la evidencia, sino a la persuasión. Hay ideo­logías que se encuentran muy distantes a la realidad y otras que presentan una suerte de verdades a medias. Las prime­ras forman parte de las fanta­sías y/ó errores de las antiguas concepciones sobre el mundo y el hombre, las segundas, son tributarias de la experiencia, específicamente de la eviden­cia anecdótica del que la enun­cia o reproduce, organizadas y/u orientadas por la moral de la época y de una clase.

La idea de la libertad pos­tulado como un rasgo innato al hombre, cuyo amparo retórico y preconcebido se asienta en el jus naturalismo y en la fatal arrogancia del antropocentrismo, tiene una génesis mo­derna. Esa exaltación sobre el voluntarismo desiderativo y la búsqueda metafísica del senti­do sobre la existencia del hombre moderno, como individuo, es un producto del humanismo renacentista y de la revolu­ción industrial. También es la expansión universal de la vida urbana y del proceso de individuación de la vida contempo­ránea en función del consumo de la mercancía. De acuerdo a la antropogénesis, nuestra es­pecie es gregaria, no individua­lista, su voluntad responde al grupo. El individualismo como condición existenciaria es sub­jetividad pura a priori. Y la idea de la libertad es ideología pura, tributaria del idealismo filosó­fico que puede endulzar a la tribuna, mas no a la evidencia empírica de nuestra historia natural y social. <>