sábado, 5 de agosto de 2017

COPACABANA

Hoy 6 de agosto se realiza la gran festividad de la Virgen Candelaria de Copacabana en esta ciudad boliviana fronteriza, erigida en el lugar que ocupó un importante poblado incaico cuyos habitantes venidos de distintos lugares del Tahuantinsuyo, estaban encargados del mantenimiento de la importantísima huaca de la cercana isla Titicaca, hoy llamada “Isla del Sol”. Aunque el 2 de febrero es la fecha reconocida mundialmente para festejar a la virgen de la candelaria, los bolivianos la variaron para que el día central del culto coincidiera con el día jubilar de la independencia de ese país. Esos y otros datos históricos se recogieron hace algunos años en el siguiente artículo.


Acotaciones históricas
COPACABANA,
Ccota kjahuaña
Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas
Publicado en LOS ANDES. Puno, 7 de agosto de 2011

Uno de los paisajes más hermosos en las orillas del Titicaca, es la localidad de Copacabana, sus rededores y las pequeñas islas frente a ella, una de las cuales antiguamente llamada “Titikaka” se la conoce hoy como la “Isla del sol”. Cada seis de agosto creyentes católicos de Bolivia y de muchos otros países, visitan el santuario que allí existe en el que se encuentra la efigie de la Virgen de la Candelaria de Copacabana. Todo estudio que comporte descripción histórica tiene que reconocer que: Ciudad de Copacabana, su entorno inmediato, e Isla del Sol, constituyen desde tiempos inmemoriales un conjunto indisoluble con riquísimas memorias comunes, sobre las que hay un apreciable acervo bibliográfico entohistórico.


En tiempos antiguos
Los cronistas de la historia peruana durante los siglos XVI a XVIII dedicaron buena cantidad de comentarios y descripciones sobre lo mágico religioso de la cultura andina.
Sobre los primeros tiempos de esa cultura, José Antonio del Busto[1] relata el mito según el que “en el principio todo estaba oscuro, la noche era eterna. Huriacocha, el criador de todas las cosas, no se mostró satisfecho con tanta tiniebla vacía, y para darle formas, hizo el mundo….formó un género de gigantes a quienes mandó viviesen de acuerdo a ciertas normas…pero pecaron los tales y el dios incurrió en indignación y…les envió un diluvio….Pasado éste y seca la tierra, determinó Hiracocha poblarla por segunda vez. Para ejecutar su pensamiento pasó a la isla llamada Titikaka…y desde lo alto de ella creó las luminarias del cielo, empezando por el Sol, Luna y las estrellas”.
“El mundo estaba envuelto en tinieblas y oscuridad, pero un día salió de la isla Titikaka el sol resplandeciente, por lo cual la tuvieron por cosa sagrada”, relata Pedro Cieza de León[2] al referir un mito sobre dicha isla.
Así, el culto de tiempo inmemorial a Huiracocha como hacedor del universo, está ligado a la isla Titikaka (de Titi=gato montés y por extensión puma y Kkakka=peña, la sagrada peña del puma desde la que “salió el sol” después de las tinieblas) en el Lago de Chucuito, llamado después y hasta ahora como Titikaka por la famosa isla de ese nombre. Cerca de ella está otra isla más pequeña que los antiguos llamaban Coati y que ahora se le conoce como Isla de la Luna, con escasa significación religiosa.
En épocas prehispánicas, la península de Copacabana y la Isla Titikaka sucesivamente formaron parte del territorio de la cultura Chiripa, de la gran cultura Tiahuanaco, del señorío kolla de los Omasuyos; y, finalmente del Imperio de los Incas.
Antes del dominio incásico, los Kollas (llamados “aimaras” desde la invasión española) poblaron por siglos la meseta del Collao y algunas regiones adyacentes a ella. Y, dentro de ese gran ámbito geográfico, dominaron el espacio particular que comprende a la península de Copacabana y sus islas cercanas. Hay quienes calculan que la hegemonía kolla se dio entre los años 1.100 a 1.400 d.C[3].
Sin duda, fueron los Kollas los que nombraron el centro poblado peninsular ligado a la isla, como Ccota kjahuaña[4] (del jakke aru [hoy aimara]  Ccota=lago, laguna y Kjahuaña=observar, otear, vigilar). Y es que la conformación orográfica del lugar con un alto cerro (hoy llamado del Calvario) que se yergue a orillas mismas del lago, hace que se constituya en un gran mirador con vista privilegiada de su inmensidad azul. Los españoles transpusieron “ccota” por “copa” y “kjahuaña” por “cabana”, tal como lo han hecho con infinidad de términos quechuas y aimaras.
Hoy hay en América –por motivaciones religiosas- muchas ciudades con el nombre de Copacabana, incluyendo a la famosa playa en Rio de Janeiro, Brasil[5].

Visitas y obra de los emperadores incas
Según Rostworowski[6] Viracocha Inca fue el primer gobernante incaico que tomó contacto con Lupaccas, Omasuyos y Pacajjes. Con los primeros tuvo un acuerdo secreto de mutua colaboración a espaldas de los Hatun kollas, lo que provocó una sangrienta guerra en la que vencieron los Lupaccas capitaneados por su mallku principal Cari. Viracocha Inca llega junto con la paz de postguerra y en su viaje hacia el sur se entrevista con Cari en el lugar conocido hoy como Bebedero. Esta vez no se trató propiamente de una conquista incaica sino de “una alianza entre confederados”, nos dice la historiadora de ascendencia puneña. Si bien Viracocha llega a Tiahuanaco, no hay referencias de que haya visitado Copacabana y la renombrada Isla.
Años más tarde Pachakutec Inca Yupanqui -según Markham “El más grande hombre que la raza aborigen de América haya producido”- después de unirse al ejercito de avanzada que envió a cargo de su general Apo Conde Mayta, libró duras batallas con los Hatun Kollas asentados en la parte norte del lago Titikaka, venciéndolos en Ayaviri y Pucará, dando muerte a su jefe Chuchi Capac e iniciando así la dominación inca en la región. “Al saber la victoria inca, el curaca de Lupaca que residían en Chucuito y que no era menos poderoso que Chuchi Capac, pidió la paz” afirma Rostworowski.
Luego Pachacutec pasó al sur, siempre en son de conquista, terminando de someter así a los señoríos kollas de la gran meseta y aledaños. Con él  se afirma aún más la misión asignada a la población de Copacabana: servir a ese “centro religioso y de peregrinaje de altísima importancia para el Imperio Inka” que fue la Isla Titikaka.
Se calcula que la dominación inca duró poco menos que un siglo. Los “señoríos o reinos aimaras”, sea por imposición de la fuerza o sea por pacto en algunos casos, pasaron en conjunto a constituir –como es muy sabido- el Kollasuyo, una de las cuatro partes del Tahuantinsuyo. Si bien la dominación incaica como tal se inicia con Pachacutec, es Tupac Inca Yupanqui quien la consolida con una visita muy mentada a ese Suyo.
De la visita por Túpac Inca Yupanqui a “esta isla y templo tan célebres entre los indios Collas…a los que venían desde Quito, de Pasto, de chile y de los ángulos más remotos de la monarquía peruana”, da cuenta Ramos Gavilán[7]. Entre las decisiones que tomó este inca para engrandecer el culto en la isla, fue la instauración de una “Casa de las Vírgenes” o  Acllahuasi llegando a dejar allí a una de sus hijas “como superiora” o Mamacuna. Dictó asimismo varias disposiciones para el culto, el embellecimiento de los monumentos  y las visitas, convalidando y socializando en todo el imperio muchas de las creencias religiosas de los kollas que los cusqueños habían asimilado desde tiempo atrás. En adelante, la isla Titikaka con su famosa peña y un templo que dicen allí se había construido, fue consagrada como un santuario de la mayor importancia.
Huayna Capac visitaría la zona más tarde. El padre Martin de Murúa[8] dice que este inca impuso a su primo hermano Apo Challco Yupanqui (hijo de tu tío carnal Apo Inca Sucso) como gobernador del conjunto por cierto tiempo. Este Challco dejó numerosa descendencia, vigente hasta nuestro tiempo.
Se sabe que Huáscar en plena guerra civil con Atahualpa, peregrinó raudamente hasta Titikaka, para demandar a los ídolos y a la peña sagrada, apoyo para su causa.
Los mitmacunas y los servicios al culto
Para el servicio del culto y peregrinaje, los incas introdujeron en Copacabana considerables poblaciones de mitmas venidos de distintos lugares del Tahuantinsuyo, lo cual dio origen a una población multiétnica. Ramos Gavilán proporciona una relación de hasta 42 etnias diferentes[9]. Murúa refiere que los incas poblaron Copacabana con mitmas incluyendo Cañaris y Chachas, “para servir a los sacerdotes y a las huacas de la isla del sol, lugar de continuas y masivas romerías”. Reginaldo de Lizárraga[10] anota que todos los ayllus o naciones avecindadas en Copacabana estaban divididas en Hanansayas e Urinsayas. “los primeros eran lo más principal y los segundos lo menos principal”, aclara.
Las visitas a Copacabana y la Isla Titikaka, por seguramente muchos miles de peregrinos aimaras y en general tahuantinsuyanos, se hacían conforme a ciertas prescripciones que cautelaban no solo las solemnidades sino también el orden. Esto se desprende de las aseveraciones de Alfonso Ramos Gavilán, el cronista más especializado en los cultos religiosos de Copacabana. Precisa este sacerdote que “la más señalada” de las muchas islas existentes en el gran lago es la de Titikaka, donde se alza el templo del sol y que para acceder a Copacabana y luego a la isla, los visitantes debían entrar por las puertas de una larga cerca de piedra que iba de costa a costa en el istmo de Yunguyo, es decir desde la orilla del lago mayor hasta la orilla del lago menor o  Huiñaymarka. Había servicio de “porteros y guardas que examinaban a toda la gente que iba en romería a los adoratorios”.
Una vez en Copacabana los peregrinos eran “atendidos, cada uno agasajado según la calidad de su persona, con alojamiento, comida y hasta vestido”. Una gran Colcca almacenaba y proveía los bastimentos que eran ofrecidos obligatoriamente por los kollas de “Omasuyo, Urcosuyo, Chucuito, Larekaja y Yungas”, informa Ramos Gavilán.
Según Lizárraga, la colcca se encontraba en el lugar denominado Locca “a media legua del pueblo de Copacabana”. En ella se almacenaba chuño, charqui, maíz y coca, principalmente.
Indios uros eran los encargados de proporcionar transporte en balsas desde Cochachumi, un embarcadero único entre Copacabana y la Isla, tal como lo hacían en el estrecho de Tiquina.
Lo que encuentran los primeros invasores hispanos
Pedro Sancho[11], secretario que fue de Francisco Pizarro, cuenta que estando éste en el Cusco envió a Diego de Agüero y a Pedro Martín de Moguer a explorar el Kollasuyo. A su regreso después de cuarenta días, consignaron en su informe  que “había una gran laguna como de cien leguas y que la mayor población se encuentra a su alrededor, y en medio de ella hay dos islas pequeñas, en una de las cuales existe una casa del sol que es tenida en gran veneración…están al servicio de este santuario seiscientos indios y más de mil mujeres…”
Por su parte, Ramos Gavilán afirma que los primeros españoles en visitar la Isla del Sol fueron quienes conformaban el grupo dirigido por un Capitán Illescas[12].

Cieza afirma que en ella “hubo un famoso i riquísimo templo del sol, en memoria de haber salido de allí su primer inca Manco Capac”; lo cual parecería respaldar la conocida leyenda de la fundación del Tahuantinsuyo.
Antonio de la Calancha, refiere que en la isla había un “ídolo de piedra azul vistosa, sin más figura que un rostro feo y el cuerpo como pez”.  Durante el proceso de “extirpación de idolatrías” ese y otros ídolos “fueron destrozados y arrojados a la laguna por los cristianos”, dice Ramos. Lo mismo ocurrió con los “gigantes ídolos esculpidos en piedra” que había en Copacabana, los cuales “fueron derribados y sustituidos por cruces de piedra y madera”.
El padre Martín Murúa[13] señala que los santuarios más famosos del incario fueron Pachacamac cerca a Lima, Coricancha en el Cusco y la Isla del Sol “…donde hubo antiguamente una frecuentadísima huaca y adoratorio a donde concurrían los indios como en romería… y era el lugar de mayor idolatría que hubo en el Perú”. Agrega que “…es  famosa la laguna de Titicaca por estar en su ribera muchos y muy grandes pueblos…”.
En tiempos del coloniaje
Durante la dominación colonial impuesta por los españoles a los pueblos andinos, Copacabana pertenecía al Cusco, hasta que se produjo la fundación de Nuestra Señora de La Paz, en el valle de Chuquiago. Asimismo, después de pertenecer al virreinato del Perú, Copacabana e islas pasaron a ser parte del virreinato del Rio de Buenos Aires, luego de la creación de éste por Real Cédula de 8 de agosto de 1776. Más tarde y básicamente, sobre la Audiencia de Charcas (que abarcó lo que se conocía como Alto Perú) previamente creada en 1559, se erigió la actual República de Bolivia en 1825.
“El Licenciado García de León  fue al parecer el primer encomendero de Copacabana por decisión de Vaca de Castro”, nos ilustra el historiador Waldemar Espinoza Soriano en uno de sus escritos[14], en el que transcribe un interesante documento bajo el título “Encomienda de [la] Gasca al Licenciado León de sus indios de Copacaguana” fechado el 14 de noviembre de 1548, el mismo que contiene valiosos datos para la comprensión la trayectoria histórica de Copacabana.
Después de García de León, otro encomendero que le sucedió fue –siempre según Espinoza- García de Villalón; luego entre 1574 y 1590 doña María de Salazar y, a fines del Siglo XVI y comienzos del XVII, Alberto de Acuña.
En el documento de encomienda en mención se consigna que en 1548 el jefe de los grupos étnicos de Copacabana era “un orejón del Cuzco llamado Condemayta, el mismo que era asistido por cuatro principales: Chisquicone de la nación Canchi; Huisa de la nación Cana; Pinco de la nación Kolla [Hatun Kolla] y Pasca, sin indicarse nación, pero probablemente de Chachapoyas”.
Poco antes de expedirse el documento de la encomienda, se produjo la visita oficial a cargo del Capitán Gabriel de Rojas. Este visitador establece que existen 738 indios tributarios que con sus familias llegaban a dos mil quinientos pobladores, distribuidos en los pueblos o jatunllajjta de Copacabana e Imsayo, en los “poblezuelos” (sic) de Locca, Carihuaquis, Lupac, Coaquipa, Tonaca y Timacachi; y, en los “poblezuelos de Uros” Tiquina y Cochachumi.
Después del documento de La Gasca, con toda la información que contiene y cuyo análisis y descripción escapan a los límites de la presentes notas, vino el libro histórico del huamanguino Alonso Ramos Gavilán. Que sepamos, en el intermedio no se han encontrado más incunables.

Copacabana hoy
Durante casi todo el periodo colonial (1534 a 1825) Copacabana desarrolla el culto a la Virgen de la Candelaria entronizada el 2 de febrero 1583[15].El 1 de agosto de 1925, año del primer centenario de la Independencia de Bolivia, en ocasión de la celebración del Primer Congreso Eucarístico Nacional, la Virgen de Copacabana fue coronada como Reina de la Nación”, disponiéndose que la festividad coincida con la fecha de celebración de la independencia de ese país: el 6 de agosto.
Demás está decir que los creyentes católicos del hermano país tienen en Copacabana un recurrido centro de peregrinaje y todos -nacionales y extranjeros- tenemos un atrayente y muy visitado destino turístico. <>
Lima agosto de 2011


[1] José Antonio del Busto: PERÚ INCAICO. Ed. El Comercio, Lima 2011, p. 153
[2] Pedro de Cieza de León: CRONICA DEL PERU. PRIMERA PARTE; Capitulo ciii. Ed. Fondo Editorial PUCP, Lima 1986, p. 281
[3] http://www.copacabana-bolivia.com/copacabana/content/view/13/31/lang,es/
[4] No nos hacemos problemas aquí -ni en ningún otro sitio- por la escritura del idioma aimara inventada por los “lingüistas” trivocalistas, a la que rechazamos. Al respecto puede verse nuestro artículo “Ah… ¡esos trivocalistas!” publicado en el diario LOS ANDES edición del 15 de junio 2011.
[5] Sobre Copacabana Aymara y Copacabana carioca se han urdido varias explicaciones respecto a la similitud entre los nombres de la Copacabana hoy boliviana y el de la famosa y mundialmente conocida playa y populoso barrio en Rio de Janeiro. La más probable, difundida por el artista boliviano Gil Coimbra Ojopi en su libro “Nuestra Señora de Copacabana”, se apoya en el relato del reiterado visitante al Alto Perú y por tanto a Copacabana junto con comerciantes y exploradores portugueses, el monje benedictino Antonio de Desterro Malheiro, quien en uno de sus viajes en que regresaba de la península ibérica en 1745, fue atrapado en una tempestad marina frente a la costa de Rio de Janeiro con grave peligro de su vida, circunstancias en que clama la ayuda de la virgen de Copacabana, atribuyendo después a un milagro de la deidad, su salvamento. El monje cumplió su promesa de construir una pequeña capilla. En 1749 los anales de Rio de Janeiro la describían como muito frecuentada por romeiros a capella da Sehhora de Copa-Cabana. La capilla fue demolida para la construcción de un fuerte.
[6] María Rostworowski Tovar: PACHACUTEC. Ed. Instituto de Estudios Peruanos IEP. Lima 2006. p. 101.
[7] Alonso Ramos Gavilán: HISTORIA DE COPACABANA Y DE LA MILAGROSA IMAGEN DE SU VIRGEN. Texto compendiado por Rafael Sanz. Lima 1837. Imprenta  de J. Enrique del Campo.
[8] Fray Martín de Murúa: HISTORIA GENERAL DEL PERU. Edición de Manuel Ballesteros Ed. Dastin S.L., Madrid 2001, p. 542
[9] Alonso Ramos Gavilán: Op Cit. P.11
[10] Fray Reginaldo de Lizárraga: DESCRIPCION Y POBLACION DE LAS INDIAS. Capitulo LXVII. Año 1615. Texto tomado de http://www.archive.org/stream/descripcinypobl01romegoog/descripcinypobl01romegoog_djvu.txt
[11] Pedro Sancho [Pedro Sánchez de la Hoz] LA CONQUISTA DEL PERÚ. Madrid, 1550. Citado por Luis E. Valcárcel en su “Historia del Perú Antiguo”, Ed. Juan Mejía Baca. Lima 1984. Tomo I, p. 266
[12] Alonso Ramos Gavilán. Op. Cit. P. 22
[13] Fray Martín de Murúa: Op. Cit. p. 544
[14] Waldemar Espinoza Soriano: Artículo COPACABANA DEL COLLAO. UN DOCUMENTO PARA LA ETNOHISTORIA ANDINA. Boletín Año I Nº 1; Ed. Instituto Francés de Estudios Andinos, 1972.

[15] Sobre el tema de la virgen de La Candelaria, nos permitimos invitar a quien esté interesado a buscar nuestro artículo “La Candelaria en los pueblos del Perú”, publicado en LOS ANDES el 12 FEB 2006

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Virgen Candelaria de Copacabana

LENGUA DE LOS UROS DE PUNO. LIBRO DE CERRON PALOMINO

Se presentó el libro “EL URO DE LA BAHIA DE PUNO” cuyo autor es el conocido lingüista    Cerrón Palomino. El acto cultural tuvo lugar en la Sala Clorinda Matto de Turner de la Feria del Libro en actual desarrollo.
Tanto el autor como los comentaristas (entre los que se encontraba Nicanor Domínguez, historiador que ha publicado muchos trabajos sobre los antecedentes de la puneñidad) expresaron algunas ideas novedosas y algunas otras de evidente polemicidad sobre las lenguas originarias que estuvieron vigentes en diversas etapas de la historia del altiplano hoy peruano-boliviano, a la luz de las fuentes documentales dejadas por los llamados “cronistas de la historia”.
Cerron Palomino, principal factótum teórico del trivocalismo quechua y aimara, informó que se halla ejecutado el trabajo de investigación sobre la lengua Puquina. Los interesados en esta temática empiezan a esperar con notable expectativa lo que el autor publique sobre el asunto. Se espera, desde ya, que se esclarezca ciertos mitos, especialmente sobre la supuesta denominación puquina del Lago Titicaca, asi como sobre la denominación de Carabaya y otros tópicos relacionados. (GVC)


EL  URO
DE LA BAHÍA DE PUNO*
Revista Edu. PUCP 27 de junio del 2017
El texto de Rodolfo Cerrón Palomino, lingüista y docente del Departamento de Humanidades de la PUCP, recopila toda la investigación hecha por él y su experiencia relacionada con esta lengua extinta en nuestro territorio.
Si bien el uro ha existido desde hace cientos de años y tuvo una amplia distribución en el altiplano andino, con el correr del tiempo y la influencia de otras lenguas más dominantes, este prácticamente desapareció. Durante casi una década, Rodolfo Cerrón Palomino, lingüista y docente del Departamento de Humanidades de la PUCP, ha recopilado información sobre el uro y cómo se extinguió en nuestro territorio. Toda esta investigación ha sido volcada en el libro El uro de la bahía de Puno.
Desde Azángaro, en Puno, hasta Oruro, en Bolivia, los pobladores que hablaban esta lengua vivían en el eje acuático del Lago Titicaca y eran personas que tenían un desarrollo cultural incipiente, explica Cerrón Palomino, basándose en datos etnohistóricos. El lingüista señala que existían poblaciones cercanas a esta zona que hablaban una lengua distinta al uro: el puquina, la cual gozaba de mayor prestigio social y cultural, y que fue asimilada por los uros, así como las prácticas culturales vinculadas a esta.
Más tarde, los aymaras del centro del Perú llegaron a la zona, y dominaron a los puquinas y a los uros, lo que les obligó a cambiar de lengua. Mucho después, con la llegada de los incas, esta población asimilaría el quechua. “A lo largo de la historia, este pueblo pasó por distintas lenguas y fue cediendo la suya a los grupos de poder que los dominó”, indica el docente PUCP.
Finalmente, pese a la gran presencia de pobladores uros que encontraron a su paso, cuando los españoles llegaron al altiplano no consideraron necesario evangelizarlos en su idioma original, pues estos hablaban aymara o quechua. Por este motivo, no se ha encontrado gramática uro con un vocabulario propio, a pesar de ser una lengua demográficamente importante.
De lo que sí hay literatura española es de los adjetivos en contra del pueblo uro, a quienes consideraban como “bárbaros, salvajes, indómitos” debido a que vivían en el lago Titicaca, “vistiéndose de totoras y comiendo carne cruda”. Cerrón Palomino comenta que todo esto “contribuyó a que la lengua vaya perdiéndose y que su identidad se ponga en tela de juicio”. 

Los últimos uros
Antes de que la lengua se extinga por completo del lado peruano, en 1929, el investigador alemán Walter Lehmann logró recoger material léxico de los últimos usuarios del uro y lo describió de manera muy esquemática. Gracias a ello sabemos que la lengua uro tiene un consonantismo complejo y que contaba con 10 vocales (frente al castellano que tiene 5 y el quechua, con 3). Cerrón precisa que el trabajo que realizó el europeo fue legado al Instituto Iberoamericano de Berlín, lugar al que el lingüista acudió para consultar el material inédito que luego le sirvió para la realización de El uro de la bahía de Puno.
La poca literatura disponible sobre el pueblo uro, y especialmente de su lengua, fue procesada por Cerrón Palomino, quien ya poseía conocimientos sobre la única variedad del uro que subsiste del lado boliviano: el chipaya. El docente ha investigado dicha variable por ocho años, durante los cuales ha pasado por largos periodos en el altiplano, enseñando e investigando. “Yo conocía bastante bien la lengua, porque durante el trabajo de campo conocí y aprendí sus estructuras básicas. Mi ambición era editar el texto de Lehmann” precisa el docente de nuestra Universidad.
Toda esta información recolectada le permitió procesar el texto dejado por el investigador alemán y desarrollar el contexto uro del lado peruano, así como conocer la realidad de los descendientes de los pobladores. “Quería presentar este material dentro  del contexto social histórico-cultural de todo el pueblo uro, así como la distribución espacial de ese grupo y la historia de sus plantaciones idiomáticas”, detalla el especialista.
Hoy, los chipayas de Oruro son los únicos que aún hablan esta lengua, y quienes han hecho esfuerzos por reunirse y hablar de la extinta “Nación Uro”. Sin embargo, se trata de un grupo minoritario que conserva poco de la historia de un pueblo que se resistía reiteradamente a la dominación cultural. Con tan solo dos mil hablantes, esta lengua aún se transmite de padres a hijos. Cerrón Palomino cree que su libro ha llenado, de alguna manera, la historia cultural de esta antigua nación que, afirma, “ahora sabe de dónde viene, quiénes son sus hermanos, hasta cuándo se habló su lengua y cuál era la distribución de esta”.
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* La publicación fue presentada en la Feria del Libro el jueves 3 de agosto
 
NUESTRO DIRECTOR GUILLERMO VASQUEZ CUENTAS CON EL AUTOR DEL LIBRO, RODOLFO
CERRO PALOMINO, EN LA PRESENTACIÓN DE LAS INTERESANTE PUBLICACIÓN. LOS
ACOMPAÑA  EL EX CONGRESISTA PUNEÑO GUSTAVO FLORES FLORES
“EL URO DE LA BAHÍA DE PUNO”
Nicanor Domínguez Faura
Enviado por SER el 22/03/2017
En la última semana de octubre de 1929 el investigador alemán Walter Lehmann se detuvo en la ciudad de Puno.  Venía, en buque a vapor, desde el puerto boliviano de Guaqui.  Habiendo recopilado información lingüística de los llamados “uros” en Bolivia, buscaba hacer lo mismo en el sur peruano.  Con la ayuda como traductor del poeta juliaqueño Eustaquio Rodríguez Aweranka, se dirigió a la aldea de pescadores de Chimu (aimara: Ch’imu, uro: Ts’imu), 8 kilómetros al sur de la ciudad, antes de Chucuito.  Allí entrevistó a don Nicolás Valcuna, alcalde vara del pueblo, y a su anciano padre, Florentino Valcuna, quienes además de la lengua aimara todavía utilizaban algunas palabras y frases de su ancestral lengua materna.  Regresados todos a la ciudad de Puno, la entrevista continuó hasta pasada la medianoche.
Uno de los últimos uros
Con los apuntes de esta febril recopilación, Lehmann continuó viaje a Arequipa y Lima, y estuvo en Lambayeque, donde entrevistó a personas que todavía hablaban otro idioma indígena, la lengua mochica.  Lehmann regresó a Alemania en 1930, pero no llegó a procesar estos materiales lingüísticos, falleciendo en 1939.  Entre 1907 y 1929 había hecho estudios sobre lenguas indígenas americanas, especialmente en México y Guatemala (Mesoamérica).  Sus papeles se guardan en el Instituto Iberoamericano de Berlín, donde los revisó el lingüista peruano Rodolfo Cerrón-Palomino (en 1991 y nuevamente en 2001).  Además, Cerrón trabajó en la localidad boliviana de Chipaya, donde la lengua de los “uros” sigue en pleno uso, publicando El chipaya o la lengua de los hombres del agua (2006) y, en coautoría con el semiólogo peruano Enrique Ballón Aguirre, Chipaya: Léxico y etnotaxonomía (2011).
Con esta sólida preparación, Cerrón acaba de publicar un libro en el que evalúa el material recopilado en 1929: “gracias al espíritu explorador de un investigador experimentado como Lehmann, hoy podemos contar con el único material disponible que permite que tengamos una idea, aunque fuera borrosa, de una variedad extinguida como el uro de la Bahía de Puno.  No fue difícil constatar que la visita… a la localidad de Ch’imu se realiza en un momento en el que la lengua nativa va cediendo irreversiblemente, en labios de sus pocos hablantes, ante la poderosa lengua dominante de la región: el aimara.  En tal situación, fue prodigiosamente oportuna la visita fugaz que realizó Lehmann a la ciudad de Puno para, de inmediato, trasladarse al campo en busca de la información lingüística anhelada.  No obstante el breve tiempo de que dispuso el investigador en su diligencia, el material consignado, al margen de ciertas omisiones, es realmente valioso e informativo.  Si bien, como todos los materiales de la época, el de nuestro viajero adolece de una serie de problemas de registro que les resta confiabilidad, sobre todo a la luz de las exigencias modernas, el escrutinio efectuado sobre él demuestra que, dejando de lado ciertas sutilezas y dispensando algunas confusiones, el aporte documental de Lehmann resulta ciertamente inapreciable” (pp. 121-122).
Es que solo a fines del siglo XIX, y en el siglo XX, se registraron las variedades que sobrevivían de la lengua de los llamados “uros”.  A diferencia del quechua y el aimara, que desde el siglo XVI fueron estudiadas y sistematizadas por los evangelizadores españoles, el idioma de los “uros” carece de este tipo de registros.  Su estudio, por ello, ha sido más difícil.  El libro no solo presenta una historia del grupo (caps. II, IV.1-3), sustentada en el magnífico estudio de Nathan Wachtel, El regreso de los antepasados (1990, 2001), sino que ofrece la historia de los estudios etnográficos y lingüísticos sobre ellos (caps. IV.4, VI), así como el recuento crítico de las confusiones y “mitos” que se les han abusiva y prejuiciosamente aplicado desde la época incaica (cap. III).

De los numerosos temas que el libro toca, centraremos este comentario, por falta de mayor espacio, en los problemas en torno al nombre del grupo (etnónimo) y de su idioma (glotónimo), que
Ch'imu
escribimos entre comillas.  El término “uro” provendría de una palabra quechua que significa insecto o bicho (p. 22).  Aplicada por los Incas a un grupo de seres humanos es, sin duda, un insulto, un término peyorativo.  Por eso, tradicionalmente, la propia gente a la que se le llama “uro” no ha aceptado el apelativo.  La gente de Chipaya, en Bolivia, se autodenomina “qhwaz zhoñi” (“hombres del agua”), y su idioma propio, que solo se conserva allí, tampoco era llamado “uro” sino “puquina” o “bukina” (pp. 27-30, 135).  Esto ha creado, desde el siglo XVI en adelante, la confusión con otra lengua indígena del Altiplano surandino, el puquina, del que si existen algunos textos escritos por los evangelizadores en la época colonial, aunque el idioma se extinguió en el siglo XIX.  Cerrón explica y aclara las confusiones en que incurrieron los estudiosos del siglo XX con respecto a este problema: pensar que el “uro” y el puquina eran lenguas estrechamente relacionadas, cuando el estudio lingüístico de ambas ha mostrado sus profundas diferencias (cap. V).  También menciona el intento de distinguir la lengua con el nombre de “uruquilla”, del difunto lingüista peruano Alfredo Torero [n.1930-m.2004]; o últimamente, la propuesta de investigadores holandeses de usar del término “uchumataqu” para nombrar al idioma.
Lo más interesante es que desde las décadas de 1960-1970 en adelante, los investigadores que han trabajado en las comunidades peruano-bolivianas descendientes de los antiguos “uros” (que según documentación del siglo XVI vivían principalmente como pescadores a orillas de lagos y ríos de todo el Altiplano, pero que a inicios del siglo XX subsistían únicamente en cuatro lugares: Chimu, en Puno, y en Bolivia Iruhito, el lago Poopó y Chipaya), han promovido la reunión de estos diversos descendientes.  Así, en 1993 los dirigentes indígenas de las comunidades bolivianas, rechazando las connotaciones peyorativas y apropiándose orgullosamente del término, fundaron la Nación Originaria Uro (NOU).  En el 2001 se pusieron en contacto con los llamados “uros de las islas flotantes” de Puno (de Ccapi, llamados “ccapillus”, y ahora emblemáticamente “ch’ullunis”, en referencia a la raíz de la totora), para integrarlos a su organización.  Cerrón reflexiona sobre el rol de la lengua ancestral en estos esfuerzos de “recreación étnica” (etnogénesis), pues solo los Chipayas hablan el idioma, siendo los otros descendientes del grupo en la actualidad aimara-hablantes (cap. X).
Como se aprecia de estos abigarrados comentarios, el libro más reciente del prolífico e incansable investigador Rodolfo Cerrón-Palomino es mucho más que un estudio especializado en lingüística andina, pues sintetiza la información histórica y etnográfica de este grupo humano del Altiplano peruano-boliviano y dilucida muchas de las especificidades locales de sus descendientes en Puno.  Lectura obligada, pues, para puneños y puneñistas.
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Rodolfo Cerrón-Palomino, El Uro de la Bahía de Puno, con la asistencia de Jaime Barrientos Quispe y la colaboración de Sergio Cangahuala Castro (Lima: Instituto Riva-Agüero, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2016). 238 páginas.

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EL “MITO ETNOGRÁFICO” SOBRE LOS UROS
Nicanor Dominguez Faura
Enviado por SER el 02/08/2017
Los llamados “uros” del Altiplano Surandino (región que hoy comparten el Perú y Bolivia), constituyen un grupo minoritario indígena muy singular.  500 años atrás formaban una importante minoría poblacional en esa parte de los Andes.  Vivían a orillas tanto del lago Titicaca como de los ríos y lagunas altiplánicos, siendo alrededor del 30 por ciento de la población indígena de la época.  Su forma de vida en el siglo XVI, vinculada a los recursos animales y vegetales del medio acuático, les resultaba sumamente extraña tanto a los conquistadores Incas como luego a los invasores españoles.  Antes de la llegada de los Incas cuzqueños al Altiplano (aproximadamente en el año 1450), los “uros” ya eran una población sometida a la mayoría aimara de la región.
El nombre “uro” es un término peyorativo, pues provendría de una palabra que en quechua y en aimara significa araña, gusano; es decir, un insecto o bicho.  Aplicada por los Incas a un grupo de seres humanos es, sin duda alguna, un insulto.  Por eso, tradicionalmente, la propia gente a la que se le llama “uro” no ha aceptado el apelativo.  Hoy en día, el único lugar donde subsiste una comunidad descendiente de este grupo indígena que aun habla su lengua ancestral es en Chipaya (departamento de Oruro, en Bolivia).  Según los estudios del lingüista peruano Rodolfo Cerrón-Palomino, la gente de Chipaya se autodenomina “qhwaz zhoñi”, que significa “hombres del agua”.
Las descripciones escritas sobre este pueblo indígena minoritario de las que disponemos para los siglos XVI y XVII expresan frecuentemente ideas negativas sobre los “uros”, originadas en la dominación incaica (entre 1450-1532) y aimara (antes de 1450), que los españoles aceptaron y reprodujeron (a partir de 1532 en adelante).  Estas ideas negativas son la expresión del “mito etnográfico” que los estudios del etnohistoriador francés Nathan Wachtel han invalidado categóricamente, desde sus primeras publicaciones sobre los “uros” en 1978, hasta su magnífico libro de 1990, traducido al castellano en el 2001 con el título de: ‘El regreso de los antepasados: Los indios uros de Bolivia, del siglo XX al XVI. Ensayo de historia regresiva’.
La mayoría de los testimonios registrados por los españoles del siglo XVI son bastante negativos respecto de los “uros” y su modo de vida.  Una descripción de 1586, escrita por el corregidor (gobernador local) de una provincia altiplánica, señalaba: “cuando los ingas vinieron conquistando esta provincia de los Pacaxes, hicieron salir a estos indios Uros de junto al agua y les hicieron vivir con los Aymaraes y les enseñaron a arar y cultivar la tierra, y les mandaron que pagasen de tributo pescado y hiciesen petacas [= canastas] de paja […], y al presente tienen pulicia [= orden], y viven en casas, y habitan en pueblos, y tienen sus caciques y principales, y pagan tasa [= tributos], y sirven como los demás indios Aymaraes” (Pedro Mercado de Peñalosa, “Relación de la provincia de Pacajes”, en Jiménez de la Espada, ed., ‘Relaciones Geográficas de Indias’, 1965, t. I, p. 336).
Otra descripción de 1588, escrita por un sacerdote que evangelizó a los indios en la zona del lago Poopó, afirmaba sobre los “uros”: “Es gente más rustica y grosera, más baja y torpe y sin policía [= organización] que los Aimaraes: son tan torpes que con dificultad saben hacer una cuenta.  Son más sucios, peor vestidos, más pobres que los Aimaraes; más perezosos, menos comunicables, más huidores, menos trabajadores, grandes haraganes; más duros, menos sujetos, peores en las cosas de cristiandad, menos disciplinables” (Bartolomé Álvarez, ‘De las costumbres y conversión de los indios’, 1998, p. 390).
Finalmente, pueden citarse los comentarios del famoso jesuita José de Acosta, quien estuvo en los Andes en las décadas de 1570 y 1580, y publicó un libro importantísimo en 1590, titulado la ‘Historia Natural y Moral de las Indias’.  Allí afirmaba rotundamente: “Son estos uros tan brutales que ellos mismos no se tienen por hombres.  Cuéntase de llos que, preguntados qué gente eran, respondieron que ellos no eran hombres sino uros; como si fuera otro género de animales” (1590, Lib. 2do., Cap. 6, pp. 95-96; ed. 2008, p. 49).
Sin embargo más allá de este aparente consenso negativo, hay que saber leer los testimonios históricos.  Los documentos no nos “hablan” directamente, pues hay que analizarlos en su contexto: quién dice qué, cómo y por qué motivos.  Así, veamos cómo analiza la afirmación del jesuita Acosta el ya citado lingüista Rodolfo Cerrón: “la supuesta inhumanidad de los uros, aparte del profundo prejuicio que la subyace, era, en el mejor de los casos, producto de un desencuentro lingüístico y socio-cultural, desde el momento en que con dicha respuesta, en el sentido de que “no eran hombres sino uros”, lo único que hacían era afirmar su identidad, negando ser quechuas (‘runa’) o aimaras (‘haqui’), es decir grupos sometidos a la dominación colonial, condición necesaria para ser considerados como “gente de razón” y de “policía”, según la concepción de humanidad domesticada manejada por los grupos de poder” (‘El Uro de la Bahía de Puno’, 2017, p. 46).  En otras palabras, los “prejuicios culturales” del jesuita Acosta afectan significativamente su descripción de las realidades andinas de las que fue testigo presencial.
Hoy, aimaras toman su lugar
Otros testimonios del siglo XVI, fruto de una experiencia más prolongada y directa en relación a la población andina, nos muestran que el “mito etnográfico” en perjuicio de los “uros” no fue aceptado unánimemente por todos los españoles de la época.  En 1567 el visitador (inspector) Garci Diez de San Miguel entrevistó a Melchior de Alarcón, un “español entre indios” (como dijera en 1974 el historiador norteamericano James Lockhart).  Este experimentado colonizador dijo de los “uros” que: “son gente no de menos entendimiento y capacidad que los demás aymaraes”.  Para él, la razón del “abatimiento” que podían mostrar los “uros” era la opresión que los aimaras ejercían sobre ellos: “el tenerlos los caciques en tanta subjeción y tener tanto señorío sobre ellos y el no querer sea gente más noble y de más posibilidad los abate en gran manera”.
Además, su modo de vida lacustre seguía otros ritmos laborales distintos a los que imponía la agricultura: “no están hechos al trabajo [y] son holgazanes de su condición”.  Sin embargo, si se los trataba siguiendo las normas andinas de la reciprocidad y redistribución de bienes por trabajo, eran buenos trabajadores: “porque los ha visto ponerse muy bien al trabajo y que ningunas sementeras [= cultivos] se hacen en la provincia que no sean los primeros a trabajar o en la de los caciques y en éstas siempre o en las de otros indios que les dan coca y de beber u otro género de paga”.
Que su forma de vida tradicional como pescadores los tuviera acostumbrados a un ritmo laboral propio, diferente de aquel de los agricultores aimaras, no les impedía, si eran bien tratados, destacar en el trabajo que era considerado “más normal” en la época.  Por eso, Melchior de Alarcón afirmaba categóricamente que: “sabe y ha visito por vista de ojos que en la chácara que trabajan harán mucho más que los aymaraes pues en otras cosas de trabajo como es en ir a cargar carneros [= llamas] y en hacer paredes y en tejer e hilar lo hacen tan bien como los demás” (‘Visita hecha a la provincia de Chucuito’, 1964, p. 140).
En pocas palabras, tan seres humanos como los aimaras y los propios españoles del siglo XVI.  Y como nosotros mismos, estimadas lectoras y lectores, en el siglo XXI.




martes, 1 de agosto de 2017

NOTICIAS DE LA TIERRA NUESTRA

NOTIPUNO1AGO17
ESTE MARTES VENCE EL PLAZO PARA INICIAR FORMALIZACIÓN DE MINEROS EN PUNO
CORREO PUNO 31JUL17.- La información fue dada a conocer por el titular de la Dirección Regional de Energía y Minas (DREM), Miguel Rodríguez Huanca, quien hizo un llamado a todas las personas naturales que no sean parte del registro de saneamiento.
Como estaba programado, mañana 1 de agosto vence el plazo para inscribirse en el Registro Integral de Formalización Minera (Reinfo), para cuyo efecto, los mineros que buscan formalizar su situación deben cumplir con la obligación que vence indefectiblemente, sin que haya la posibilidad de alguna prórroga.
La información fue dada a conocer por el titular de la Dirección Regional de Energía y Minas (DREM), Miguel Rodríguez Huanca, quien hizo un llamado a todas las personas naturales que no sean parte del registro de saneamiento.
MÓDULOS. Hasta la fecha, un aproximado de 780 operadores mineros se han inscrito en el Reinfo y el objetivo de la DREM es que la mayoría cumpla con este requisito indispensable, para la posterior formalización minera.
Para lograr el propósito se han instalado dos módulos de inscripción en la oficina de Superintendencia Nacional de Aduanas y Administración Tributaria (Sunat) de la ciudad de Juliaca, así como en la plaza Zarumilla de esta localidad. Asimismo también se está atendiendo en las mismas instalaciones de DREM en la ciudad de Puno. “Pueden acudir a estos lugares para obtener su RUC y posterior inscripción en el Reinfo.
El funcionario regional informó sobre el papel que cumple la Sunat en este proceso: “Es la encargada de recibir información para el Reinfo”.
El plazo comprendió desde el 6 de febrero hasta el día de mañana. El proceso de formalización minera integral tiene una vigencia de 30 meses contados a partir de la culminación del plazo de inscripción.
Posterior a esta etapa se desarrollará la verificación de las declaraciones juradas que se presenten

MÁS DE MIL MINEROS LOGRARON SU INSCRIPCIÓN HASTA AHORA
Escribe: Los Andes | 31JUL17
Más de mil mineros que realizan las actividades de minería artesanal y pequeña minería lograron su inscripción hasta ahora, en el marco del Decreto Legislativo Nro 1293, desde el 6 de febrero hasta ahora, informó Miguel Rodriguez Huanca, director Regional de Energía y Minas (DREM) de Puno.
Dijo que la inscripción está a cargo de la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria (SUNAT), que deberá emitir los consolidados a la DREM en los próximos días hábiles, para que se dé inicio a la formalización minera.
Además, mencionó que las personas que no lograron su inscripción podrán hacerlo hasta hoy, en los cuatro módulos que se instalaron en la ciudad de Puno y San Román - Juliaca, donde existen ingenieros de la DREM, que están apoyando en la inscripción.
“Mañana (hoy) culmina el proceso de inscripción, razón por la cual se habilitaron cuatro módulos en la SUNAT de Juliaca y el Counter de la SUNET, ubicado en la plaza Zarumilla, ya que muchos esperan el último momento para inscribirse”, indicó el director de la DREM.
Rodriguez Huanca refirió que los mineros artesanales que no logren su inscripción estarán al margen de la ley, ya que las normas son dictadas desde el Gobierno Central y no desde la dirección regional.
Finalmente, señaló que mañana inician con el proceso de formalización, según lo dispuesto por el Decreto Legislativo Nro 1336. Los mineros, agregó, pueden formalizarse hasta el 2020.

DEUDA QUE TIENE PRESIDENTE KUCZYNSKI CON PUNO
CORREO PUNO 31JUL17.- Observadores de la región manifestaron el descontento de la región con lo hecho y dicho por el Jefe del Estado.

En agosto del año pasado PPK prometió plantas de tratamiento para los puneños; ha pasado un año y el cumplimiento de la promesa se ve muy lejano. 
¿Cual es la deuda del presidente con Puno? ¿Qué deberían reclamar los puneños antes que termine su gestión?
En este informe se quiere dar respuesta a estas interrogantes. Para el analista Eland Vera, el discurso fue ante todo una confesión del año perdido para PPK. “Reconoció que los problemas son más grandes de lo que imaginó” indicó. Los problemas de Lava jato y el fenómeno del niño costero literalmente lo desbordaron, precisó. Aunque parezca un proyecto sin horizontes, la zona económica especial es importante y también empujar el ordenamiento territorial, dijo el analista.
Por su parte, el dirigente de los maestros César Tito recibió con desánimo el discurso y dijo que PPK le debe un aumento de sueldo a los maestros del Perú y de la región. Por su parte PPK indicó que en la región se necesita condiciones para empujar a la población hacia actividades formales. “Tenemos un elevado porcentaje de la población que se dedica a actividades informales y eso nos perjudica a todos”, indicó Eland Vera.
Tenemos que hacer para que las pequeñas empresas tengan acceso al crédito. No a la usura”, fueron las palabras de PPK durante su llegada a la región a poco tiempo de haber asumido la presidencia de la república. Una gran parte de la población opera en la economía subterránea y eso nos hace daño a todos, indicó Eland Vera. 
Otras de las promesas de PPK fue dar mayores facilidades para que los mineros se formalicen, sin embargo las medidas dadas no son suficientes apuntó el analista. En general, el tono del mensaje fue pesimista y hasta depresivo para el Perú y Puno, finalizó. Estas fueron las impresiones que dejó PPK tras su mensaje. En la región debemos crear una agenda para exigir al Gobierno central, finalizó el analista.

MINISTRO DE CULTURA SOLO HIZO ANUNCIOS EN PUNO
SIN FRONTERAS Agosto 1, 2017.- Azangaro. El Ministro de Cultura, Salvador del Solar, llegó este lunes a Puno para realizar el anuncio de restauración del Templo de Tintiri, en la provincia de Azángaro, que comprende la reparación de cuadros y las partes artísticas del templo de Azángaro.

Esta reliquia construida en adobe se encuentra a 12 kilómetros de la localidad de Azángaro y fue levantada entre la época Colonia; los trabajos de arreglo se realizarían en la planta basilical compuesta por tres naves, la nave central que sirve para iluminación a través de ventanales, capillas laterales a ambos lados.
Sin embargo este anuncio no fue bien recibido por los pobladores que le esperaban en Azángaro, es por eso que decidió visitar directamente el templo, para evitar cualquier contacto con la población.
“He querido ir en persona, para que sepan del compromiso serio de restauración” afirmo el ministro. Posteriormente se dirigió hasta Achaya para realizar la entrega de kits de ayuda humanitaria

MAESTROS PUNEÑOS EMPRENDEN MARCHA A LIMA
Prensa La Decana 01 de Agosto 2017.- Con gritos y aplausos, ayer, alrededor de 400 profesores de la región Puno fueron despedidos en medio de una movilización hasta el Terminal Terrestre de la ciudad lacustre, desde donde emprendieron un viaje rumbo a la ciudad de Lima para dar inicio a “La marcha del Amauta”.
Cargados de mochilas y escudos simbólicos, los docentes elegidos para a viajar a Lima, lideraron la movilización de despedida hasta el terminal de Puno, desde donde partieron las delegaciones de la diferentes bases del Sindicato Único de Trabajadores de Educación de la región Puno (SUTE).
“Viendo la respuesta de nuestro gobierno, no tenemos más opción que viajar a Lima para luchar porque todo esta centralizado ahi. No vamos a ir de paseo, vamos a ir a luchar “, expresó el docente, Asencio Aquise Humpire.
Según el secretario regional del SUTE-Puno, Cesar Tito Rojas, serán 400 maestros los que viajen a Lima, sumado a una delegación de 100 docentes más. En total estiman que se concentrarán alrededor de 20 mil maestros, quienes darán inicio a “La Marcha de los Amautas”, en Lima.
“Nuestro objetivo es que la ministra nos escuche, parece que los medios nacionales están discriminando las luchas de las regiones del Perú”, expresó, Genaro Mendizabal, docente dela institución educativa Carlos Rubina Burgo. (Sin Fronteras)