sábado, 12 de octubre de 2024

EL INICIO DE LA INVASIÓN

12 DE OCTUBRE:

DÍA DE TODAS LAS SANGRES

Por Jorge Rendón Vásquez

D

esde el primer resplandor del alba, aquel 12 de octubre de 1492, el marinero Rodrigo de Triana, encaramado en la cola del mástil mayor de la carabela Pinta, oteaba, ansioso, la oscura e interminable superficie del océano Atlántico, sobre la que sólo distinguía las siluetas en sombras de las carabelas Santa María y Niña. El día anterior la tripulación había visto varias aves desplazándose raudas hacia algún destino desconocido, y eso quería decir que la tierra estaba cerca. Pero, ¿dónde?

Juan Rodríguez Bermejo, más conocido como Rodrigo de Triana
Las tres carabelas habían partido el 3 de agosto de ese año del puerto de Palos de la Frontera, al sur de España, al mando de Cristóbal Colón, un navegante poseído por la idea fija de llegar a las Indias, y desde allí, siguiendo el mismo rumbo, retornar al puerto de partida, puesto que para él la tierra era redonda. Cincuenta y nueve días después del zarpe, un grupo de exaltados tripulantes, desesperados porque no veían tierra, se pusieron de acuerdo para tirar por la borda a Cristóbal Colón y retornar a España si luego de diez días no se avistaba alguna costa. Nunca antes, ningún navío había surcado tantos días un mar tan extenso. Y, aunque la cuenta regresiva comenzó a correr, Cristóbal Colón, sin inmutarse, no cejó en su empeño de continuar hacia el oeste, pensando, quizás, que ya después ajustaría cuentas con los conspiradores, colgándolos del palo mayor.

De pronto, Rodrigo de Triana creyó ver una línea oscura confundida con el horizonte. Se restregó los ojos. Cuando la línea se hizo más nítida, no le cupo ya ninguna duda y gritó: ¡Tieeerraaa, tieeerraaa! Rodrigo de Triana, un judío a quien, como otros Colón había embarcado para salvarlo de la persecución, nunca llegó a saber que su grito resonaría en la historia con más fuerza que el cañonazo que Colón hizo disparar.

Las carabelas habían arribado a una pequeña isla, situada al norte de Cuba y al sudeste de Miami, que Colón llamó San Salvador, por haberle salvado la vida.

Luego, el Almirante Mayor, título que los reyes católicos le habían conferido en contraprestación por los territorios que descubriese para ellos, inspeccionó otras islas del Caribe y realizó dos viajes más, en los que tocó la costa del nuevo continente. En su tercer viaje, el gobernador de las Indias, nombrado en su reemplazo, Francisco de Bobadilla, obedeciendo a los reyes católicos, lo apresó y, cargado de cadenas, lo devolvió a España.

Pese a ser Cristóbal Colón el descubridor de un inmenso continente, éste no recibió, sin embargo, su nombre, ni la corona española, principal beneficiaria de su hazaña, se preocupó nunca de rendirle este homenaje y, al contrario, le fue normal vejarlo y tratar de destruirlo. La fruta tierna, sana e impoluta de la gratitud tenía para los reyes el sabor del veneno, y el monje Torquemada les había dicho que crecía en el huerto del demonio. El único valor tangible que ellos apreciaban hasta el delirio era el oro de esas tierras.


Fue el cartógrafo italiano Américo Vespucio, avecindado en Sevilla, quien advirtió que Colón le había entregado al mundo un nuevo continente, al que designó con el título de su obra publicada en 1504, Mundus Novos, de la que se hicieron innumerables ediciones y traducciones en Europa. Al año siguiente, insistió en esta afirmación en su libro Carta, y, en 1507, el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller denominó al nuevo continente América en honor a Américo Vespucio a quien atribuyó, erróneamente, su descubrimiento. Y así quedaron las cosas, para siempre.

Luego del primer viaje de Colón, se inició la conquista del Nuevo Mundo por empresarios españoles con el compromiso de entregar el quinto de las riquezas y cualquier otro beneficio material que obtuvieran a sus majestades los reyes, faena en la que fueron tan eficientes como mortíferos. Cada episodio de la conquista fue un safari y un saqueo que dejaba como subproductos el reparto de las tierras cultivadas, la explotación de las minas y la esclavitud de las poblaciones nativas.

La matanza de seres humanos por los conquistadores fue tan espantosa que el monje sevillano Bartolomé de las Casas, horrorizado, pese a haber recibido él mismo un repartimiento en Santo Domingo y otro en Cuba, consagró en adelante su vida a denunciarla. Reunió sus testimonios en su obra Brevísima relación de la destruición de las Indias, terminada en 1542. Pero le salió al frente, irritado, otro clérigo, llamado Ginés de Sepúlveda, con quien sostuvo en 1550 un célebre debate en lo que se denominó la Junta de Valladolid. Sepúlveda justificaba la matanza alegando que los pobladores indios de América carecían de alma y eran, por lo tanto, seres inferiores que debían ser esclavizados. Bartolomé de las Casas lo refutó aduciendo que esos habitantes tenían conciencia y eran seres humanos iguales a los españoles. Para los burócratas y la sociedad española de entonces no hubo en este debate vencedor ni vencido. Pero, el Consejo de Indias, la superior autoridad para los asuntos de las colonias, dictó algunas disposiciones protectoras de los indios, mas no por compasión, sino para evitar su aniquilamiento total y preservarlos como fuerza de trabajo bajo servidumbre. Estas leyes nunca se cumplieron en América. El mismo Bartolomé de las Casas y otros clérigos que lo apoyaban proponían como alternativa al maltrato de los indios, la importación masiva de esclavos, cazados por miles en el África.

En 1935, el 12 de octubre fue designado como Día de la Hispanidad por el Ayuntamiento de Madrid [1]. Se amplió esta denominación a toda España por un decreto del 9 de enero de 1958 expedido por el caudillo Francisco Franco —responsable definitivo de la matanza de más de un millón de republicanos desde su triunfo en 1939—, y se consagró además a esa fecha como la fiesta nacional de España.

Curiosa contradicción: los días nacionales en los países de América Latina son homenajes a su independencia de España y Portugal.

El 12 de octubre evoca la audaz y trascendental gesta de Cristóbal Colón, aunque muchos cubramos con un manto de generosa comprensión la finalidad de enriquecerse y dotarse de poder que bullía en su mente al hacerse a la mar hacia lo desconocido el 3 de agosto de 1492.

A los habitantes de los países latinoamericanos, el 12 de octubre nos recuerda también el momento en que América fue incorporada a la civilización occidental, con la brutalidad de toda conquista por las armas. No nos va ni nos viene como remembranza de una hispanidad soberbia, codiciosa, santurrona y sedienta de sangre, y de su herencia en América, en la orilla opuesta de la otra hispanidad popular, sencilla, progresista y amistosa, que se quedó en España o vino después a trabajar.[2]

En la Argentina, en esta fecha, las colectividades de origen extranjero, que son muchas, se reúnen en las plazas, instalan quioscos para la venta de comidas, se alegran con sus danzas y canciones y, como argentinos, se estrechan la mano fraternalmente. Desde 2010, es para ellos el Día de la Diversidad Cultural.

Extendiendo la expresión de José María Arguedas, América es, desde aquel lejano día, el continente de todas las sangres y del mestizaje racial y cultural.

(10/10/2011)

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[[1]] Fue en mucho por la influencia de Ramiro de Maetzu, quien en su libro Defensa de la Hispanidad (1934) proponía el cambio de la denominación del 12 de octubre como Día de la Raza por la de Día de la Hispanidad.

[2 ] En una entrevista al escritor español Javier Cercas (Soldado de Salamina, su novela más conocida), nacido en Trujillo de Extremadura, una periodista peruana le preguntó: “Tú eres de Trujillo, tierra del conquistador de Perú. ¿Sabes que tenemos una ciudad con ese nombre?” Y él respondió: “Claro, aunque no he estado nunca allí. De hecho, para mi vergüenza, nunca he estado en el Perú.

 



viernes, 11 de octubre de 2024

DIBUJANDO LA POLITICA PERUANA

 





TERRORISMO DE IMAGEN

HILBERANDT REFLEXIONES SOBRE EL PERU

 BREVÍSIMA BIOGRAFÍA DEL PERU

César Hildebrandt

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 704, 11OCT24

N

adié sabe quiénes fuimos realmente ni cuál fue la raíz de todo esto.

Los incas -nos decían- fueron nuestros padres. Pero los incas, como los atenienses, duraron poco: unos ciento cincuenta años.

Prefiero creer que más tenemos que ver con los Chavín.

En todo caso, nos conocen mundialmen­te por los incas, que conquistaban tierras, exigían la sumisión (o la hipocresía del acatamiento), sacrificaban niños y estaban con­vencidos de que los cerros hablaban.

Los incas nos impusieron el silencio y la adaptación. De allí quizá procede el talento del peruano para sobrevivir enmascarado.

Los incas crearon una sociedad de clases que privilegiaba la nobleza, la disciplina so­cial y una cierta justicia redistributiva.

Aun así, terminaron su breve y extendido imperio con una guerra civil librada por dos hijos de Huayna Cápac.

En pleno conflicto cainita, llegaron los ibéricos con Pizarro a la cabeza.

Valverde le mostró la biblia a Atahualpa. Era la misma biblia que Pizarro, estrictamen­te analfabeto, tampoco podía leer.

El rescate de Atahualpa
Hablaban de dios y las camorras evangelizadoras pero lo que querían era el oro.

Los ibéricos venían del hambre y la leyen­da de ríos auríferos y grandes petos dorados cubriendo a dioses paganos los volvió locos.

La codicia desdentada derrotó al imperio fugaz.

Los ibéricos, con sus cruces en ristre, nos impusieron otros casi tres siglos de cautela.

Fue en esa época donde aprendimos, con doctorado y todo, el arte de hablar a media voz. Somos especialistas en esa materia.

Quien no habló a media voz fue Túpac Amaru, que resultó combatido hasta por el cusqueño Mateo Pumacahua Chihuantito, y que murió como ya sabemos. Treinta y cuatro años después, a los 74 años, Pumacahua decidió que ya era tiempo de dejar de servir a los españoles y se embarcó en la invero­símil conjura de los hermanos Angulo. Terminó linchado en Sicuani, pero comió, criollamente, a dos cachetes: derrotó a Túpac Amaru en nombre de la península y en la ancianidad se sublevó ante el poder colonial. Por lo tanto, también es héroe de la lucha independentista. Pumacahua es de los nuestros.

Cuando la España decadente estaba invadida por Napoleón, el cachaco corso que llegaría a emperador autonombrado, aquí, en Lima, y en algunos lugares de provincias, empezaron a oírse voces que alentaban la causa de la independencia.

Pero no eran muchas ni tenían ejércitos detrás.

Por eso tuvieron que venir extranjeros a estas tierras de calma chicha.

Llegó un argentino que bebía un poco más de la cuenta y que pensó en un rey para estas tierras. Y después llegó un mulato venezolano que había de­clarado la guerra a muerte y que la impuso a sangre y fuego. El Perú lo adoró y se rindió a sus pies. Cuando dejó el país, los peruanos hicieron lo que suelen hacer cuando les dan la espalda: lo odiaron.

Pero el odio era recíproco. El mulato nos arrebató tierras y futuro y habló pestes del país que lo había nombrado dictador.

Nos impusieron la república.

Y como la república la habían ganado los militares, fueron ellos los que se hicieron cargo del asunto.

Fueron años de caos y repartija. Tuvimos a un Castilla, es cierto, pero lo que prevaleció fueron los Gamarra y los Echenique: conspiradores de pacotilla y ladrones por naturaleza.

Hasta que llegó el civilismo con Manuel Pardo, el hombre al que Chile le estará eternamente agradecido.

Traidor Iglesias
Gracias a Pardo firmamos un tratado secreto con Bolivia y perdimos la hegemonía que tenía nuestra armada en esta parte del Pacífico confiando en que, llegada la hora, Argentina nos daría una mano.

Fuimos a la guerra que teníamos que perder para honrar un tratado que jamás debimos firmar y porque a los forajidos altiplánicos se les ocurrió desconocer un tratado comercial.

Miguel Grau nos había advertido, un año antes de la guerra, que el estado de nuestra flota era desastroso.


traidor Piérola
Pero la burguesía peruana y su prensa alentaban el coro patriótico.

Chile, la vieja capitanía rencorosa, la tierra de Portales, tenía dos blindados nuevos y un ánimo enorme de vengar los suntuosos agravios de Lima.

Grau y Bolognesi nos honraron. Mariano Ignacio Prado nos manchó para siempre. Y fueron indelebles los que se doblegaron sin disparar un solo tiro y el que paralizó a los ejércitos de reserva en San Juan y Miraflores y luego huyó del escenario. Ese fue Piérola, nuestro Guasón condecorado.

Después de la derrota, vino felizmen­te Cáceres Dorregaray, el ayacuchano ilustre que organizó la resistencia y la mantuvo viva durante dos años.

Pero en Huamachuco, la batalla final, a Cáceres lo que le faltó fue munición. Esa fue la que le negó el abominable Lizardo Montero, que terminó huyendo a Puno y a Bolivia después de que Arequipa se rin­diera ante las tropas del coronel chileno José Velásquez Bórquez.

Pero todo Cáceres tiene en el Perú su antídoto. Y el antídoto de Cáceres fue Miguel Iglesias, el general que el invasor armó y financió para que firmara el Tratado de Ancón.

Iglesias es la indignidad a caballo y sable en mano. Es el relincho de la traición. Sin embargo, sus restos están ahora en el Panteón de los Próceres. Los puso allí Alan García el año 2011. El hombre que se mataría para huir de la justicia reivindicó al infame que sirvió al invasor.

Eso lo resume todo. <:>

Andres Avelino Cáceres: alzó dignamente el nombre del Perú





jueves, 10 de octubre de 2024

ALBERTO VALCÁRCEL ACUÑA, IN MEMORIAM

 "EL PASADO ES LO REAL" EN LA POESIA DE

ALBERTO VALCARCEL

Gloria Mendoza Borda*

C

uando milité en el Grupo Oquendo, Alberto Valcárcel era contemporáneo nuestro, sin embargo, no pertenecía al grupo, aunque la relación era sumamente amical. El joven poeta de Vuelco a pasos se convirtió en el prefecto más joven del Perú. Por esos años en Juliaca vivíamos la efervescencia de una poesía distinta, la amistad de don Vicente Benavente el poeta de las calceteritas y de José Parada Manrique y su gesto señorial. Con la edad que entonces teníamos, en la lectura de ese nuevo albor, comprendo que nos habíamos adelantado al tiempo.

Han pasado varias décadas desde que Alberto Valcárcel publicara sus primeros libros. Estamos frente a un poeta de largo tránsito por diferentes ciudades del país, un mitimae de la poesía y con varios libros publicados. Incluso un libro que escriben sobre él.

Algunos dicen que no se debe hablar de generaciones, en nuestro caso, claro que sí, pertenecemos a la generación de ruptura con lo tradicional, tratamos de lanzar nuestro propio lenguaje literario, una actitud que va más allá de un realismo de moda. La generación del 70 de Lima y provincias, éramos los irreverentes del momento.

En Puno, dábamos recitales en espacios públicos, en el Parque Pino, en el Parque Dante Nava envolviéndonos en su orgullo aymara. Y cómo no tener esas actitudes transgresoras si antes que nosotros un Oquendo de Amat había escrito uno de los libros más sorprendentes en la historia de la literatura peruana con el epígrafe  "Abra el libro como quien pela una fruta".

Si antes de nosotros, un Efraín Miranda Lujan con el Orgullo Aymara de Dante se había confinado como maestro en comunidades campesinas, y en vacaciones salía con nuevos libros como Muerte Cercana. Los escritores puneños esperamos un mayor detenimiento en el estudio de la obra de Miranda Luján.

Gloria Mendoza y Alberto Valcárcel
Y antes de nosotros, un Gamaliel Churata reunía a los poetas de Puno en el Orkopata, vestidos con ponchos, chullos. Leían libros últimos, los comentaban, estaban conectados con escritores nacionales y extranjeros. En los intermedios comían en chúas delicias del lugar. Precisamente uno de ellos, el poeta Alejandro Peralta hace el prólogo al libro Cantos extraviados cuando Alberto Valcárcel era bastante joven. El maestro afirma: "Valcárcel es un poeta con lenguaje propio”, premonitoria y exacta la afirmación. En el sur peruano creo que fuimos los más irreverentes, sino que lo diga el arequipeño Walter Márquez o el cusqueño Juan Alberto Osorio.

El poeta puneño Vladimir Herrera se presentaba en las movilizaciones en favor de las reformas de Velasco Alvarado en Cusco. Cuando todos gritaban a viva voz 'Causachun!, Vladimir aparecía con una bandera negra, era anarquista, los demás quedábamos asombrados. Entre esas irreverencias se distinguía Alberto Valcárcel, bastante formal en su vestir, su poesía desde el inicio tuvo un sello muy suyo. Me complace hacer este breve testimonio y hablar un poco de su libro Cantos Extraviados y Vuelco a Pasos, editado por la Biblioteca Nacional del Perú. En este libro han sido reunidos los poemarios escritos hace más de tres décadas.

En ELEGÍA (1966) Alberto Valcárcel vuelve los ojos al pasado en la ciudad de los vientos, es la nostalgia de un pasado cercano, recordemos a Susan Sontag cuando afirma que "El pasado es lo más real de todo". Escuchemos a Valcárcel en esa nostalgia del pasado repensando que todo pasado fue mejor en medio de cantidades de naranjas en Juliaca, la naranja es la fruta popular de las zonas rurales:

Yo/ descendía/ con los vientos/ y las solitarias/ dulces praderas.

Habitaba/ los pequeños huertos/ con sus rojos pájaros/ de alba/ sus naranjas doradas/ por el amor/ y los mansos gusanos/ florecidos en la lluvia

El poeta concluye este primer libro con el epígrafe Me levantaré después en otra danza donde trasunta la voz sencilla del ser humano que pasa por la vida porque el poeta es él y su otro yo la conciencia social:

Soy/ tan sólo/ una migaja de vida/ agonizando entre la gente.

En CANTOS EXTRAVIADOS Alberto Valcárcel empieza con el poema Has construido hombres en medio de este canto que es mañana que manifiesta su adhesión al socialismo y canta:

José/ Carlos/ de fuego/ y fábrica/ cuando te nombro/ se me crispa la sangre/ y se pone de pie/ frente a las gentes

Mariátegui/ de pan mayúsculo/ cuando te canto/ aquí/ fuera del tiempo

En el poema A mí me dio muchas palabras y yo nada el poeta se dirige al fundador de la literatura indigenista y se dirige a él con intensidad y orgullo:

Gamaliel Charata/ eres/ más lindo que cualquier abuelo

Uno de los poemas que me impresionó es La Ronda de la poesía. Se puede escribir sobre cualquier asunto y se puede leer también poesía en cualquier lugar:

Te pueden/ leer/ y releer/ en el baño/ en la cocina/ oh poesía/ hasta el cansancio

Luego tirarte/ grano por grano / de verso en verso/ al basurero

0/ entre los trapos/ sucios/ dejarte sola/ para que sufras

hermana linda/ silvestre amante/ pastora buena

En este libro también estamos frente a poesía que nos habla del entorno familiar y es la ciudad de los vientos el eje de este poetizar en Rodeos aledaños desde la torre de mi casa:

Me parece estar/ en la cocina/ calentando un poco de arroz/ de ayer/

Mamá se preocupaba demasiado

En el libro encontramos una carta del poeta de Los Salmos Ernesto Cardenal (Nicaragua), que con el tiempo se ha convertido en un texto documental "te felicito porque además de escribir tienes una actitud revolucionaria". ¿Y qué nos dice de esa actitud revolucionaría Alberto?

El último libro Vuelco a pasos de su poesía reunida el poeta nos habla del amor, pero aún en esta temática aflora el ande. Ningún poeta puneño asevera Jorge Flórez Aybar puede correr de la influencia altiplánica. Alberto Valcárcel en el amor se siente un Inca Poderoso:

el colibrí/ ausencia tu espesura/ ya de ocaso/ pues si no amaneces/ yo Inca te daré del Ande/ sólo el frío.

Mis conceptos sobre poesía son particulares. Escribir poesía es explorar nuestro subterráneo, recorrer nuestra esperanza, trajinar nuestros abismos, nuestras arterias, nuestro inconsciente; para los puneños allí está el lago de nuestra infancia. El agua envuelve nuestras palabras. El agua es el espejo de nuestro camino. Sin embargo, la poesía no solamente tiene que ser intimista, intuitiva. Nos duele la situación social del país y nos preocupa una poesía de raíces. La poesía social siempre ha estado acechante. La poesía es una flor crecida en el silencio. Poesía es la mágica comunicación con la naturaleza, en esta conceptualización mía encuentro la obra de muchos escritores así como la poesía de Alberto Valcárcel.

Finalmente puedo decir que se trata de una poesía de mucha calidad, una poesía de palabras precisas, de títulos espectaculares a veces más largos que los poemas, bellas y diversas imágenes. Un lenguaje condensado.

Alberto Valcárcel aporta a la poesía peruana una voz lograda, personal y con raíces. Es cierto que en el Perú se rinde más culto a la personalidad, existen círculos cerrados donde se echan flores entre ellos, esos círculos suelen ningunear y peor si el poeta es provinciano. Esperamos que se escriba una historia literaria en base a la obra misma y no a las personas. La obra de Alberto Valcárcel es largamente trabajada y meditada.

Felicitaciones por aún sentir el soplo del viento de Juliaca, el ruido de las bocinas de la estación ferroviaria, el Café Dorado eterno en la memoria, los montes de naranjas en el antiguo Chupecato, los tejidos multicolores de las calceteras y el tayta Huaynaroque auscultando todos nuestros caminos. <>

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 * Nacida en 1948, hija del que fue abogado y activista social de izquierda Julio Mendoza Díaz y de la profesora Herminia Borda de Mendoza. Estudió inicialmente Letras en la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco y, posteriormente, Educación en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Fue profesora en la Escuela Nacional de Arte Carlos Baca Flor de Arequipa. En su adolescencia perteneció al grupo intelectual de Carlos Oquendo de Amat (1965). En su producción poética quedan reflejadas sus vivencias infantiles y de juventud transcurridas en el mundo andino del sur. Se trata de una poesía que describe con ñoranza su pueblo, con sus ríos, sus cerros y sus dioses ancestrales. (Elena Zurrón Rodríguez)

lunes, 7 de octubre de 2024

En el frontispicio de la Catedral de Puno

 CORONACIÓN DE LA VIRGEN

Tomado de Puno Histórico



L

a Catedral de Puno (1668-1757) se ha caracterizado por el contenido de su portada, bellamente labrado en piedra de estilo barroco, una de las escenas es esta, la representación de la coronación de la Virgen.

Análisis e interpretación:

1. La Virgen María es Reina del Universo no sólo en sentido metafórico, sino también en sentido estricto, literal y propio.

2. Que María es también Reina del Universo también por derecho de conquista, como Corredentora de la humanidad.

3. La Corona, posee una base circular, y es de este detalle del que emerge su riqueza simbólica. La perfección de esta forma geométrica la identifica con la divinidad. Además, se coloca en la cabeza, vista desde la Antigüedad como la parte más noble del cuerpo humano y nexo entre la realidad humana y Dios. Es por este motivo, por el que, al ser una persona coronada, se consideraba en el pasado que se le estaba otorgando un carácter sagrado e, incluso, se le concedía a través de ella la protección divina.

4. Coronándola reina de una nación en particular, los fieles de ese pueblo proclaman el reinado de María en particular sobre los corazones de los hijos de esa tierra y su sumisión filial.

5. Los querubines y ángeles rodean la escena por todas partes para aludir a su carácter celestial, formando en la zona céntrica desde los laterales un círculo y situando a dos de ellos en la parte superior con espadas sujetando una corona.

6. La media luna en la base se representa como símbolo del principio femenino, opuesto y complementario al Sol, que sería el masculino y que en la cosmología cristiana está representado por Cristo. Sobre este símbolo tan antiguo, la figura de María se presenta como la de la madre universal y dispensadora de gracia. <>

domingo, 6 de octubre de 2024

UN DEBATE QUE APARECE COMO NECESARIO

 CLAUDIA SHEINBAUM Y FELIPE VI: COLONIA, MEMORIA Y PERDÓN

por Irma del Águila*

LA REPÚBLICA, 5 de octubre, 2024

O

tra vuelta de tuerca en el longevo debate sobre la conquista española ofrecieron Pablo Batalla y Carmen Domingo en el diario El País. Y el pedido de que España pida disculpas por el expolio de los pueblos indígenas en las Américas.
Felipe VI, hace unos días, se refirió vagamente a “conflictos y disputas” entre los países de Iberoamérica y que “nuestra relación es tan honda que nos permite hablar de nuestras posibles discrepancias”. ¿Entonces? ¿Esa relación tan honda nos permite hablar de “eso” que es una herida abierta? Tendríamos que ser capaces de hablar. El punto más corto entre dos puntos distantes es la línea recta. Abordemos el asunto y dejemos los circunloquios.
No es fácil. De acuerdo. Pero en esto hay que decir que España está rezagada respecto de Europa, señala el historiador Pablo Batalla. Carlos III, el rey de Inglaterra, ha expresado su “pesar” por los actos de violencia “abominables” cometidos por el Reino Unido en la lucha por la independencia de Kenia. Portugal y Francia han tenido gestos similares. Algunos dirán que son tardíos e insuficientes. Sí, pues. Pero un proceso se ha abierto y no parece tener marcha atrás.
Un punto central en la discusión es la realidad colonial misma. Que el virreinato del Perú o de Nueva España no hayan usado el término “colonia” es irrelevante. (Por cierto, el imperialismo europeo del siglo XIX o el norteamericano en el XX tampoco dejó de existir en ausencia de una oficina “imperialista”). La dura realidad es que el sistema colonial tuvo su razón de ser y sustento en el despojo. En él, los indígenas, por miles, fueron condenados al trabajo forzado en las minas de plata de Potosí o Huancavelica, por encima de los 4,800 msnm, o en los obrajes textiles. Muchos morían de fatiga, otros de frío o de hambre

Claudia Sheinbaum
. Ya por no hablar del exterminio del pueblo taíno, al menos 100,000 almas, y otros pueblos en el Caribe, en un lapso brevísimo de sesenta o setenta años. De ahí la decisión de reemplazarlos por esclavos traídos masivamente de África.
En definitiva, decir que el virreinato del Perú o de Nueva España eran territorios con estatus y derechos similares al de Castilla es un despropósito histórico y moral. Hoy, al hecho de hablar de estos asuntos incómodos se le llama memoria histórica, en España y América.
Pero el pasado tiene su tiempo presente. Y en esto lleva razón Carmen Domingo cuando mira la responsabilidad que toca a las repúblicas americanas. Cierto, son estados que nacieron atrofiados, bajo el poderoso imaginario de las castas coloniales, aunque liberales en el papel. Y arrastran aún hoy resabios poscoloniales, pero eso no las exime ni una pizca de la responsabilidad que les cabe en la violencia que ejercen cotidianamente. Vaya si en Perú y en México sabemos de lo que son capaces nuestros estados soberanos. Más de 50 muertos en las protestas recientes en Perú; 43 estudiantes de Ayotzinapa asesinados en lo que constituye un “crimen de Estado”. Y ya no hablemos del pasado reciente, las guerras llamadas Cristiadas en los años 1920, más de un cuarto de millón de campesinos muertos por oponerse a las reformas del Estado mexicano o el exterminio de pueblos amazónicos durante el boom del caucho en Perú. Lo que nos lleva a escuchar con cautela cuando nuestros estados americanos invocan al “pueblo”.
En 2019, el presidente López Obrador, en una carta hecha pública, exigía al rey de España que se disculpe por el pasado colonial en México. Ante el silencio del monarca, Claudia Sheinbaum decide no invitarlo a la toma de mando. Ahora bien, si esa era la idea, las disculpas de España, ¿no debió exigírselas al jefe de gobierno, Pedro Sánchez? Él dirige la política exterior de España. Carlos III viajó a Kenia por decisión del primer ministro. Y lo que dijo en Kenia, cada palabra y cada coma, fue supervisado y aprobado por el gobierno británico. Hoy en día, los reyes no gobiernan.

Si queremos hablar de “esa” distancia que separa a América de España, hagámoslo, pero en serio. Volvamos a la línea recta. Si el vínculo importa tanto y se dice que importa, empecemos por escuchar a la gente, de uno y otro lado del Atlántico, y también a los académicos. Con frecuencia, las discusiones se empantanan con malentendidos y recelos alimentados por un sentido positivista de la historia que niega el mismo hecho colonial. O que sigue hablando de “los españoles”, un fantasma en las calles del Cusco, Lima o México al que habría que exorcizar con memoria y resarcimiento.
¿Seremos capaces de hacerlo en América y en España? El desafío es grande y excede con mucho a la retórica.
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Irma Del Águila
Socióloga y narradora. Exdirectora académica del programa “Pueblos Indígenas y Globalización” del SIT. Observadora de derechos humanos por la OEA-ONU en Haití. Observadora electoral por la OEA en Haití, veedora del Plebiscito por la Paz en Colombia. III Premio de Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro por “El hombre que hablaba del cielo
”.

= = =

El debate:

¿Tiene España que pedir disculpas a México?
El País, 2 oct. 2024: https://elpais.com/opinion/2024-10-02/el-debate-tiene-espana-que-pedir-disculpas-a-mexico.html

Pablo Batalla, ensayista: "El nacionalismo español es otra religión" El País, 20 abr. 2024: https://elpais.com/ideas/2024-04-20/pablo-batalla-ensayista-el-nacionalismo-espanol-es-otra-religion-que-llena-el-hueco-de-la-tradicional.html

Pablo Batalla: "El nacionalismo necesita teólogos, misioneros y catequistas" El Diario, 27 oct. 2021:  https://ileon.eldiario.es/cultura/pablo-batalla-nacionalismo-necesita-teologos-misioneros-catequistas-espanol-hoy-exitoso-tres-niveles_1_9519530.html

PARA EL ESCLARECIMIENTO DE DETERMINADOS HECHOS DE LA HISTORIA PUNEÑA

 UNA IMPRENTA EN JULI

Ciro Quispe López*

A

 inicio de mil seiscientos, dentro del enorme virreinato del Perú, existían solo dos imprentas: Una en Lima y la otra en Juli, aunque algunos historiadores dudan sobre ésta última. Pero mencionar la presencia de una imprenta en Juli, un diminuto pueblo del Altiplano, en aquel entonces, es ya algo superlativo; y mucho más si lo comparamos con otros pueblos, siempre de ese entonces, como Cusco, Arequipa, Ayacucho o La Paz, que —repitámoslo— no contaban con una imprenta donde producir textos (en Brasil, solo como un dato, la imprenta apareció dos siglos después).

Francisco Pizarro llegó al Perú en 1532. Los jesuitas llegaron en 1568. Tres años después, estaban ya catequizando en su propio idioma al último Inca, Túpac Amaru I. Después de otros tres años, estaban asumiendo la Doctrina de Juli. Y no solo eso. Según el testimonio del Padre Diego Martínez SJ, llegando apenas a Juli, el políglota Padre Alonso de Barzana ofició la primera misa en aimara. Siguiendo esa línea inculturadora, solo veinte años después de la llegada de los jesuitas al Perú, el padre José de Acosta publicaba en Salamanca (1588) un libro valiosísimo sobre la defensa de los indios, De procurandaindorum salute, que es un tratado teológico y pastoral donde se fundamenta la salvación espiritual de los indios del Nuevo Mundo, frente a aquellos que defendían lo contrario. Y fue principalmente en Juli, morada temporal del jesuita Acosta, el lugar donde se leyó este libro y se aplicaron sus directrices, tal como sucedió dos décadas antes en Chiapas-México con los escritos del dominico Bartolomé de las Casas.

Los jesuitas de aquel entonces se enamoraron del mundo aimara y de su idioma. Tanto es así que después de poco tiempo, Ludovico Bertonio publicó en Roma (1603) su famosa y extensa Gramática aimara. Pero al darse cuenta que, en aquella ciudad, no contaba con un editor pertinente, o sea, un supervisor versado en dicho idioma, decidió publicar el resto de su obra en Juli, donde podía contar con un experto revisor (1612). Así surgió la idea y el proyecto de crear una imprenta en el corazón del mundo aimara. Y más allá de la controversia sobre cómo llegó la imprenta a Juli o dónde fueron a parar los trastes de aquella imprenta, o a quién perteneció dicha imprenta (a los jesuitas o a Francisco del Canto, heredero de la conocida imprenta de Antonio Ricardo, quien tuvo el monopolio de la impresión en el Perú hasta 1619), lo cierto es que las cuatro famosas obras del italiano Ludovico Bertonio poseen un sello que indica y eterniza su obra: «Imprenta de Juli».

Algunos pueden dudar, y tienen el derecho, de la existencia de la Imprenta de Juli de los padres jesuitas, pero también hay quienes jamás dudarán sobre esta parte de la historia de la provincia de Chucuito. Tanto es así que hasta hoy existe el «Jirón Imprenta» en la ciudad de Juli.

Una imprenta no es sino sinónimo de cultura. Cuando se abandona la cultura y se educa al hombre solo sobre criterios mercantilistas, las sociedades decrecen y con ellas las familias. Quizás es una lección inestimable de aquellos jesuitas aven­tureros para los candidatos políticos de hoy que ya empezaron a pregonar sus promesas por doquier. <:>

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* Sacerdote, obispo de la Prelatura de Juli

 


LUDOVICO BERTONIO. Fue pionero en el estudio del idioma Aymara, durante los primeros años de la presencia jesuita en la región de Chucuito y los alrededores del Lago Titicaca. Sus publicaciones son una de las primeras fuentes escritas en Aymara y de traducciones al Español.

Ingresó a la Compañía de Jesús en 1574 y fue destinado al Perú en 1578, aunque desembarcó en el Callao recién en 1581. Al poco tiempo, en marzo de 1582 fue ordenado sacerdote y permaneció un tiempo en la Ciudad de los Reyes (Lima).

En 1585 es destinado a Juli, en las inmediaciones del Lago Titicaca, donde los jesuitas se habían establecido para expandir su actividad misional con los indios Lupaca de la zona. Bertonio inicialmente ejerció como confesor y lector de humanidades. En 1593 fue incorporado de manera definitiva a la orden en el grado de ‘profeso de tres votos’.

Bertonio mantuvo contacto directo y cercano con los pobladores aymaras de la región, aprendiendo su lengua. El conocimiento del idioma Aymara era fundamental para las actividades de la colonia española y para la misión jesuita de evangelizar y adoctrinarlos. Este objetivo se traduce en el carácter religioso de los textos de Bertonio escritos en Aymara: Un confesionario, relatos de la vida de Jesús y un corpus de frases. Sin embargo, Bertonio no se limitó a esto sino que se dio a la tarea de elaborar un detallado vocabulario Aymara y también una gramática Aymara que fue publicada en 1603.

Bertonio fue destinado temporalmente en la villa de Potosí a principios del siglo XVII, durante el periodo del auge de la plata en el Cerro Rico de Potosí, donde estuvo expuesto a otras variantes del Aymara. Posteriormente regresó a Juli, donde completó sus obras, que serían aprobadas por sus superiores y publicadas en 1612.6

En su vejez, se retiró de Juli a Arequipa y posteriormente a Lima, a causa de enfermedades y falleció allí en 1625.

 El Vocabulario de la Lengua Aymara es posiblemente su obra más conocida, tanto por la minuciosidad de su elaboración como por el volumen de términos contenidos. Está dividido en dos partes: Español-Aymara y Aymara-Español. En su obra, Bertonio realza la elegancia del idioma Aymara, en boca de los indios, y por tanto trata de rescatar frases propias del idioma, en lugar de intentar traducciones literales palabra por palabra. (Fuente: Wikipedia)