jueves, 19 de junio de 2025

MISTERIOS EN LA HISTORIA DEL PERU

 CÓMO DESAPARECIÓ TIWANAKU, CONOCIDA COMO LA "CULTURA MADRE" DE AMÉRICA DEL SUR

SU ESPLENDOR E INFLUENCIA ALCANZARON PERÚ, CHILE, ARGENTINA Y BOLIVIA

Cristina J. Orgaz. BBC Londres

E

l imperio de los Tiwanaku (o Tiahuanaco) -regido por los antepasados de los aymaras, posiblemente puquinas- es conocido como la "cultura madre" de América del Sur.

La suya es una de las historias más ricas y vibrantes del mundo. Fue una de las civilizaciones más complejas y sofisticadas, que dominó varios siglos una vasta franja de Sudamérica.

El centro espiritual y político de la cultura se sitúa en la ciudad-estado de Tiwanaku, a unos 74 km al oeste de La Paz, cerca del lago Titicaca.

A casi 4.000 metros sobre el nivel del mar, se elevan la ciudad planificada con el mismo nombre, que tuvo fuerte carácter religioso y desplegó toda su grandeza entre el 400 d.C. y el 900 d.C, para ir desapareciendo gradualmente después.

Famosa "Portada del Sol"
“Los vestigios de sus monumentos atestiguan la importancia cultural y política de una civilización netamente diferenciada de las restantes culturas prehispánicas de América”, afirma la UNESCO sobre el sitio arqueológico.

El conjunto monumental de edificios de piedra y las pirámides está construido con colosales monolitos tallados con precisión milimétrica. Aún no está claro cómo lograron levantar las estructuras o traer las piedras necesarias, ya que la civilización carecía del concepto de la rueda.

“Era una ciudad brillante, de unos 4 a 6 kilómetros cuadrados. Uno de ellos estaba lleno de pirámides de piedra, palacios y residencias para la élite. Más allá se construyeron las viviendas para el resto de la gente que llegaban hasta el lago. Eso son unos 20 kilómetros. Un espacio bastante extenso”, explica a BBC Mundo Charles Stanish, antropólogo de la Universidad del Sur de Florida.

La pirámide de Akapana es, por ejemplo, la mayor y más antigua de las construcciones prehispánicas de Sudamérica. Tenía un gran significado espiritual y los arqueólogos creen que fue erigida hace unos 2.500 años. Como todo el conjunto arquitectónico está bellamente tallado.

La ciudad fue diseñada para atraer gente de todas partes y los expertos están bastante seguros de que tenía barrios distintos y gente multiétnica.

“La ciudad probablemente era multilingüe y se oían distintos idiomas. Se organizaban grandes ceremonias y festivales, y tratan de atraer gente y comerciar. Sus textiles son absolutamente impresionantes. Su alfarería hermosa”, afirma Stanish.

Tecnología de riego

Construyeron su economía sobre la base del comercio y de la agricultura. La metrópoli estaba dotada de un complejo sistema de drenaje subterráneo que controlaba el flujo de las aguas pluviales.

Puma puncu (Puerta del puma)
Sus casi 50.000 campos agrícolas, conocidos localmente como sukakollos, tenían una tecnología de riego -asombrosa para la época- que les permitió adaptarse fácilmente a las duras condiciones climáticas del antiplano boliviano.

A su alrededor construyeron terrazas artificiales que hicieron posible una forma sostenida de cultivo y ayudaron a la evolución cultural del imperio.

“Estas innovaciones fueron adoptadas por civilizaciones posteriores y se extendieron hasta Cuzco”, explica la UNESCO.

Y es que los Tiwanaku establecieron colonias alrededor de su enclave estratégico en un área del tamaño de California y allí colocaron, por ejemplo, sus tiendas de artesanía.

Así, instauraron su poder político y económico: controlando enclaves o pequeñas unidades políticas y comerciando con los locales.

“Obtenían objetos del bosque tropical y los comerciaban con gente del sur, en las vertientes occidentales de los Andes, desde la ciudad peruana de
Moquegua hasta San Pedro de Atacama, en Chile
”, añade Stanish.

Usaban distintos materiales para la arquitectura, la alfarería, los textiles, los metales y la cestería.

Imperialistas

“Se comportaron como un imperialismo clásico en el que traían materias primas y fabricaban productos terminados, particularmente cerámica y textiles. Tenían compuestos alucinógenos que eran muy populares en aquella época. Trabajaban la piedra y el metal. Tenían toda una gama de actividades. Y sobrevivieron durante varios cientos de años”, explica el antropólogo.

“Eran una sociedad jerárquica. Esto está bastante claro. Tenían realeza y una élite entroncada con el sacerdocio que usaba símbolos y estructuras de poder tradicionales andinos. Es casi seguro que el pueblo Tiwanaku hablaba una forma ancestral de puquina, que llamamos jaqi”, afirma.

Y pese a la grandiosidad y la influencia de los Tiwanaku, de su fuerza económica y política, la civilización desapareció misteriosamente sin dejar muchas pistas sobre las razones. Es claro que fue reemplazada por lo señoríos collas.

“Tenemos varios misterios que resolver, como su desaparición y colapso o la tecnología con la que transportaron piedras que sobrepasan las 140 toneladas desde canteras a más de 50 kilómetros de la ciudad”, le dijo a la BBC el arqueólogo boliviano Luis Miguel Callisaya.

Parte de su cultura o de sus tecnologías fueron absorbidas por los incas. Y de hecho, hasta que no llegó la datación por carbono a la ciencia, se consideraba que los Tiwanaku eran parte de la civilización inca.

El área patrimonial cubre 600 hectáreas
Pero en los años 60 y 70 empezaron a aparecer artefactos y huellas que demostraron que, en realidad, la civilización era muy anterior a los incas.

Los incas no habitaron el altiplano andino hasta el siglo XIII. “Ya no hay absolutamente ninguna duda ya de que hubo un intervalo grande de tiempo entre el colapso de los Tiwanaku y el comienzo del Estado Inca”, dice Stanish.

Existen muchas hipótesis para explicar el colapso y la desaparición de esta civilización. Desgraciadamente, Tiwanaku fue saqueada a lo largo de los siglos y gran parte de su valioso patrimonio desapareció.

Numerosos documentos históricos muestran que el sitio arqueológico se convirtió en una cantera, de la cual se extraían materiales para construir edificios modernos. La evidencia de esto, según la UNESCO, es aún es visible en el centro de la ciudad cercana, e incluso en La Paz, la capital de Bolivia.

Ofrendas a los dioses

Además, la ciudad solo ha sido excavada en torno a un 10% por lo que todavía queda mucho por hacer. Por eso es difícil saber qué pasó exactamente.

La tesis más sostenida es la de una crisis ambiental que generó una prolongada sequía.

Para Callisaya uno de los hallazgos arqueológicos que apuntan en este sentido es el descubrimiento de 19 osamentas de jóvenes que “consideramos que fueron parte de una ofrenda para enviar el mensaje y llamar las lluvias a los dioses”, explica.

Stanish va un poco más allá y apunta a que las causas fueron varias.

El colapso de la civilización no sucedió de la noche a la manaña. Tardó al menos 200 años en pasar”.

Tampoco se trató de un colapso biológico. Es decir, la población no murió en un breve período de tiempo. Es probable que los pobladores fueran poco a poco dispersándose. Primero fuera de la gran ciudad, luego más allá de los límites cercanos.

“Sabemos que no fue una enfermedad que diezmara a la población. Se habla de que se debió a una sequía que afectó a los sistemas agrícolas en la cuenca del Titicaca. Y también que hubo invasores por el sur venidos de la costa de Atacama. Esa fue la leyenda registrada por muchos historiadores españoles”, explica el arqueólogo.

Aún falta mucho por descubrir
Confluencia de factores

Para él, no hubo una sola causa, sino que fue la confluencia de muchas. Entre ellas probablemente esté también una rebelión campesina debido a la fuerte insatisfacción con los gobernantes y la élite.

“Se parece mucho a lo que ocurrió con los mayas, donde la gente simplemente se dispersó. Cualquiera que fuera el sistema político y económico que mantenía a Tiwanaku, se vino abajo”, dice.

Y de esta forma, la agricultura y la riqueza que producía, que durante siglos fue el eje que mantuvo unido el sistema político de Tiwanaku, cayó gradualmente en desuso y se produjeron cambios considerables con respecto a la salud general, la demografía y las estrategias de subsistencia del pueblo, provocando una diáspora.

 “La primera etapa fue una diáspora colonizadora y limitada a unos sitios de altura intermedia, como la cuenca media del Osmore cerca a Moquegua, y probablemente Cochabamba”.

“La segunda etapa fue una diáspora mucho más extensa, impulsada por la desintegración violenta de las colonias alrededor de 1000 d.C., contemporáneo con el colapso de la ciudad de Tiwanaku o su reorientación radical por una élite militar”, afirma Bruce D. Owen en su estudio “Distant Colonies and Explosive Collapse: The Two Stages of the Tiwanaku Diaspora in the Osmore Drainage”.

Las poblaciones de la segunda etapa, que se asentaron en áreas poco pobladas, establecieron aldeas pequeñas, dispersas, y defendibles. Los que se asentaron entre una población mayor o mejor establecida se integraron como una minoría de menor estatus.

“Este colapso explosivo sugiere que Tiwanaku estaba compuesto por múltiples grupos cuyos intereses diversos no podían ser contenidos”, añade Owen.

Cuando las civilizaciones colapsan, normalmente hay múltiples razones: crecimiento demográfico, enfermedades, guerreros invasores. Todas ellas se unen y engullen civilizaciones enteras. <:>

miércoles, 18 de junio de 2025

COSTUMBRES DE MI TIERRA: MACHAKMARA

 CELEBRACIÓN DEL PACHAKUTI

INVITACIÓN PARA RECIBIR EL AÑO NUEVO ANDINO

N

uestros astrónomos andinos lograron determinar que un ciclo completo del movimiento lunar (luna nueva, cuarto creciente, luna llena y cuarto menguante) dura 28 días, y estudiando el movimiento del sol, al realizar su tránsito en el horizonte de sur a norte, duraba 13 meses lunares de 28 días. La sumatoria da 364 días.

 Y el día que quedaba flotante, el 365, era el indicado para confirmar el retorno del ciclo solar y el elegido para la celebración del Pachakuti (Willka Kuti, Willka Jacha Laymi, Willkasi, Mara Taka, Machaca Mara) .

Esta fecha hoy es conocida por la ciencia contemporánea como el Solsticio de Invierno, y se debe a la inclinación del eje de nuestro planeta Tierra, generando menos horas de luz solar y las temperaturas más frías en el hemisferio sur,

Esta celebración que empezamos a visibilizarla en el Templo Solar del Inti Uyu ubicado en la frontera de los distritos de Unicachi y Ollaraya de Yunguyo desde hace más de un cuarto de siglo, ha ido creciendo en toda nuestra Región y la asumen las organizaciones sociales, educativas y culturales de todo Puno y gran parte del país.

El viernes 20 de junio a partir de las 6.00 p.m. efectuaremos la velación correspondiente a partir de las 6.00 p.m. en el Parque Pino con la participación de Vientos Carolinos, Sentimiento Carolino y Sikuris 27 de Junio Nueva Era, oportunidad además que celebraremos el Bicentenario Carolino.

Y el sábado 21 de junio desde las 4.00 a.m., estaremos celebrando el Pachakuti o Año Nuevo Andino en el Apu Huajsapata, y como ya es tradicional, la población puneña participa activamente con sus ofrendas.

La Asociación Cultural Nativa Puno, Sikuris 27 de Junio Nueva Era, el Instituto Jilata y los conjuntos sikurianos de la Gran Unidad Escolar San Carlos los invitamos a ser partícipes de esta celebración que afirma nuestra identidad andina y reivindica el conocimiento y la ciencia que nuestros pueblos originarios Pukara, Uros, Puquina, Aymara, Kallahuaya y Quechua, nos han legado. (César Suaña)


Pinazo Durand : CERRO ATOJJA


RITUAL EN MACHAKMARA

martes, 17 de junio de 2025

TRABAJO CULTURAL DE PUNEÑOS EN EL EXTERIOR

 LAS MANOS DE

EDMUNDO TORRES

Christian Reynoso

L

as manos de Edmundo son blancas, de dedos largos y suaves, en las que se advierten visibles sus venas como si fueran riachuelos. Tienen un movimiento elástico a la vez que concreto y a veces pueden sugerir el vuelo de una mariposa. Con esas manos crea, moldea, construye, danza, vive y respira, Edmundo Torres (Puno, 1944), actor, danzante, artista multidisciplinario y mascarero, radicado en Berlín, y estos días de paso por Lima y Puno, de quien se exhibe la muestra “Edmundo Torres: Las manos que danzan”, en el Centro Cultural PUCP, con la curaduría de Miguel Rubio Zapata.

Edmundo dejó Puno a los 24 años. Llegó a Lima en 1968, para seguir estudios en Bellas Artes, hasta 1979 en que partió a Italia para estudiar arte dramático en Milán. En 1983 volvió a Lima y en 1985 partió definitivamente a Berlín, donde vive hasta hoy. De su niñez y juventud en Puno recuerda al profesor de arte y pintor Simón Valencia Melgar en la Escuela Preparatoria Nro. 3 que dirigía el educador y escritor José Portugal Catacora. “Simón era feo, pero tenía gran sensibilidad y hacía teatro de marionetas y escenografías preciosas; lo evoco con mucho afecto”, nos dice. En Lima trabajó para el Grupo Yuyachkani y luego, a lo largo de su carrera, diseñó máscaras y
accesorios para compañías teatrales de Berlín y Bremen.

La muestra permite conocer los diversos registros de Edmundo: máscaras, esculturas, accesorios, vestuarios, instalación, bocetos, el taller y los materiales con los que trabaja, y el camarín o “el cuartito”, entre cortinas, en el que el artista recibe y baila y comparte con los amigos, como si todos fueran los actores de una puesta en escena en vivo y en directo. Su trabajo permite al espectador conocer elementos culturales de claves simbólicas identitarias y acaso resignificadas con un temperamento lúdico, danzante y pleno de humor. Personajes como la china diabla, la catrina, el kusillo, el diablo, las vírgenes, entre otros, que conforman un imaginario particular. También pueden verse las máscaras empleadas en la famosa obra “Los músicos ambulantes” de Yuyachkani: el burro, el perro, la gallina y la gata.

“Berlín me permite vivir en Puno”, dice Edmundo, mientras conversamos sobre el desarraigo y la forma de mantener la identidad mediante al arte. En Alemania encontró al narr, personaje de ruptura, transgresor, bufón y loco, que aparece en los carnavales y que, enseguida, lo asoció con el kusillo altiplánico, el ukuko cusqueño y el saci brasilero, como para sentirse en casa. Del mismo modo, la catrina le permite proyectar el trabajo manual al plano performativo al travestirse en la calaca elegante por calles berlinescas y recientemente por calles puneñas, en un acto de ilusión, transgresión y algo de locura. Y al amparo de esa locura, salimos de la exposición junto con Edmundo por las calles limeñas en busca de danza. <:>

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NOTA DEL DIFUSOR: Edmundo, en su juventud, formó parte del elenco de danzantes de las Agrupación Puno de Arte Folclórico y Teatro APAFIT. En la estampa danzaria de la Diablada, que APAFIT presentaba en la versión puneña, Edmundo durante varios años –y con reconocida popularidad- hizo suya la ejecución de la “figura” de esqueleto, la misma que formaba parte del conjunto de muchas otras “figuras” que bailaban a los sones de los sicumorenos, tal como lo hace hasta ahora el conjunto sikuris Mañazo.

En la Exposición PUCP


OPINIONES SOBRE LA CALIENTE ACTUALIDAD MUNDIAL

 EUROPA FRENTE A LAS GUERRAS  EN CURSO

Luis A. Hernández

L

a guerra de Israel contra Irán lo ha dejado claro: Bruselas ha dejado de defender el derecho internacional para abrazar el derecho a la barbarie.

Cuatro claves por qué lo que estamos viendo es gravísimo, y cómo Europa está firmando su acta de defunción ética.

1. LA AUTODETERMINACIÓN HA MUERTO. LARGA VIDA A LA “AUTODEFENSA”

Cuando Israel bombardea Gaza, Europa mira a otro lado. Pero cuando Israel decide bombardear un hospital en Irán y penetrar su espacio aéreo con drones y aviones de combate, Bruselas ni siquiera parpadea. Se limita a repetir: “Israel tiene derecho a defenderse”.

¿Defenderse de qué, exactamente? ¿De un país que no ha disparado un solo misil contra Tel Aviv? ¿De una amenaza futura que ni siquiera ha sido demostrada? El concepto de defensa preventiva es el corazón mismo del unilateralismo más brutal, el que consagró George W. Bush en Irak y que ahora Netanyahu reactiva, con sello kosher y bendición europea.

La ONU ha advertido que los ataques sobre Kermanshah violan la soberanía iraní y pueden constituir crímenes de guerra. Pero Bruselas guarda silencio. Ninguna palabra sobre legalidad internacional, ningún gesto de condena. Porque cuando el que mata es un socio, los principios se vuelven opcionales.

Y mientras tanto, el pueblo iraní —como antes el palestino, el libanés, el yemení— queda atrapado entre la arrogancia de las potencias regionales y el desprecio absoluto de quienes se hacen llamar “comunidad internacional”.

Misil iraní explosiona en Tel Aviv

2. VON DER LEYEN, PORTAVOZ OFICIOSA DEL EJÉRCITO ISRAELÍ

Ursula von der Leyen no es una voz neutral. Tampoco es una observadora imparcial. Es, desde hace años, una operadora política al servicio de los intereses geoestratégicos de la OTAN y del Gobierno israelí. Lo demostró en octubre de 2023 cuando se saltó todos los protocolos de política exterior para apoyar sin matices el asedio a Gaza. Y lo ha vuelto a hacer ahora.

Tras los ataques israelíes a Irán, fue la primera en salir a decir que “Israel tiene derecho a protegerse”, sin mencionar ni una sola vez la palabra “proporcionalidad”, ni “investigación”, ni “derecho internacional”. No le hizo falta: su trabajo no es defender los tratados, sino justificar su incumplimiento cuando lo incumplen los suyos.

La Comisión Europea debería hablar con una sola voz, consensuada con los Estados miembro. Pero Von der Leyen se ha convertido en la jefa no electa de una diplomacia alineada con Washington, Tel Aviv y los intereses del complejo militar-industrial. Ni Borrell, ni el Parlamento Europeo, ni el Consejo han tenido margen para matizar sus palabras.

Y lo peor: lo hace en nombre de todas y todos. En tu nombre. En el mío. En el de los pueblos que todavía creen que Europa representa los derechos humanos.

3. LA HIPOCRESÍA EUROPEA ROMPE EL TERMÓMETRO DEL DERECHO INTERNACIONAL

En 2022, cuando Rusia invadió Ucrania, Europa reaccionó con una contundencia sin precedentes. Sanciones masivas. Condenas unánimes. Embajadores expulsados. Cierres de medios. Congelación de activos.

Pero ahora que Israel lanza misiles a una ciudad iraní, atraviesa su espacio aéreo y ataca instalaciones médicas, ¿qué hace Europa?

Pide moderación.

No hay condenas. No hay medidas. No hay ni siquiera un intento de guardar las apariencias. Porque el problema nunca fue la legalidad: fue el bando. Cuando el que invade es enemigo, se le llama criminal. Cuando es amigo, se le llama aliado estratégico.

Esta doble moral no solo insulta la inteligencia de los pueblos europeos. Insulta también la memoria de las víctimas de las guerras que Europa dice querer evitar. Porque no hay guerra justa sin justicia. Y no hay justicia sin coherencia.

- Hoy Israel bombardea Irán con tecnología militar europea. Y Bruselas lo bendice.

- Mañana, cualquier otro país podrá invocar el precedente para hacer lo mismo.

- Y entonces, ¿con qué cara exigirá la UE respeto al derecho internacional?

Misil ruso explosiona sobre Kiev

4. ORIENTE MEDIO COMO REFLEJO DE LA DECADENCIA MORAL EUROPEA

Europa no es neutral. No es mediadora. No es garante de nada. Es un actor beligerante en la descomposición del orden global. No promueve la paz: promueve alianzas armadas. No promueve el derecho: promueve intereses comerciales.

Cada vez que Ursula von der Leyen justifica un bombardeo ilegal, no solo se legitima a Netanyahu. Se deslegitima a Europa. Cada vez que el Parlamento calla, cada vez que el Consejo no actúa, se normaliza una forma de fascismo militarizado que ya no necesita tanques ni uniformes: le basta con un micrófono y una rueda de prensa.

Porque el fascismo contemporáneo ya no llega con botas, sino con corbata y logotipo institucional.

¿Quién es hoy Europa? ¿Un espacio de paz y cooperación? No. Es una plataforma logística del imperialismo occidental, una extensión política de las guerras por recursos, por influencia, por dominio. Lo que ocurre en Gaza, en Teherán, en Kermanshah… es solo el reflejo de una identidad que se ha podrido desde dentro. <:>

lunes, 16 de junio de 2025

LA FLOR NACIONAL DEL PERÙ

 "QANTU" o "KHANTU"

Texto condensado de las siguientes fuentes: https://www.inkayniperutours.com/blog/es/kantu-flor-sagrada-de-los-incas#h24 y Manoel Obando: HISTORIA Y SIGNIFICADO CULTURAL DEL SÍMBOLO NACIONAL DEL PERÚ. https://www.infobae.com/peru/

 

F

lor sagrada de los Incas actualmente considerada como Flor Nacional del Perú. Simboliza la identidad cultural y la tradición peruana.

Conocida por pocos, esta planta tiene un milenario pasado y los antiguos incas la relacionan con la creación del mundo.

La rica biodiversidad del territorio peruano y una herencia cultural única, albergan entre sus tesoros naturales a la Cantuta (Cantua buxifolia), especie de arbusto perteneciente a la familia Polemoniaceae. Su capacidad para adaptarse a las condiciones extremas de las alturas, resistiendo temperaturas bajas y prosperando en suelos poco fértiles, la convierte en un ejemplo de tenacidad y supervivencia.

Si bien su nombre en español es «Cantuta», en la acepción original quechua se la conoce como Qhantu, consagrada como la Flor Nacional del Perú. Este símbolo botánico, tiene raíces que se remontan a las antiguas civilizaciones preincaicas; encarna la esencia misma de la identidad peruana.

Designada oficialmente como Flor Nacional en el siglo XIX, durante el gobierno de Ramón Castilla, esta elección no fue fortuita. Fue el resultado de una profunda reflexión sobre la relación entre la flora peruana y la historia ancestral del país.

Durante la colonización española, la esencia de esta conexión perduró, a pesar de los desafíos culturales y sociales que supuso la invasión europea. Esta planta continuó siendo un testimonio silencioso de la riqueza espiritual y natural de Perú. <:>





GRANDES MUSICOS PUNEÑOS

ELADIO QUIROGA

L

as canciones que tanto hacían añorar a nuestros padres y que marcaron una época dorada en décadas pasadas, lejos de los estrepitosos ritmos actuales, muchas de ellas se deben a un compositor, Eladio Quiroga Rosado, quien nació un 8 de enero de 1909 en el distrito de Pusi. Desde muy temprano hizo notar su estirpe de compositor y músico.

Los padres de Eladio fueron Froilán Quiroga y Florencia Rosado, de quienes heredó ese don de músico y compositor. Realizó sus estudios primarios en el Colegio Particular San Ambrosio de la ciudad de Puno. Y, sus estudios secundarios en el Colegio Nacional San Carlos de Puno. Ejerció la labor de maestro en la Escuela “Liceo Puno” y en la Escuela Fiscal 881. Posteriormente, se dedicó a la Notaría.

Este eximio intérprete de la guitarra aprendió su arte por vocación. Perteneció en su corta existencia a varios conjuntos de la tradición de la estudiantina puneña: “Los Íntimos de Puno”, “Estudiantina Lira Puno”, “Centro Musical Puno”, “Conjunto Obrero Masias” y el Centro Musical y de Danzas “Teodoro Valcárcel”; entonces podemos afirmar con certeza, que la música de Puno fue más importante por sus memorables composiciones.

Contrajo nupcias con doña María Josefa Zea Romero con quienes dejó un legado con sus hijos: Enma Quiroga Zea de Tinajeros (fallecida), Gilma Quiroga Zea de Núñez (Profesora jubilada residente en Puno), Efraín Quiroga Zea (Economista, residente en Arequipa), Enrique Quiroga Zea (Abogado residente en Ica) y Virginia Quiroga Zea de Vásquez (Profesora, residente en Lima)

En 1955, llegó a ser el primer presidente de la prestigiosa institución Theodoro Valcárcel. Compuso varias piezas musicales para estudiantinas, entre las que destacan: las marineras “Serpentina”, “Linda Puneñita”, Jaranera” y “Al Pié del Cancharani”; la captación “Los Pulí Pulís de Juli”; el paso doble “Centro Musical Teodoro Valcárcel” y el Vals “Reciprocidad”; los huaynos pandilleros “Sentimiento Aymara”, “Puno Pandillero”, “Fiesta de mi Pueblo”, “Lucero del Ande”, “Recuerdos del Ande”, “Recuerdos Puneños”, Zampoña de Cancharani” y el afamado “Flor del Titicaca”. Todas estas composiciones marcaron la historia de la música de Puno.

Eladio Quiroga Rosado, tuvo una gran amistad con Virgilio Palacios, Severo Lezano, Carlos Rubina Burgos, Enrique Cuentas Ormachea, Tito Parodi y Eladio Núñez; y murió siendo aún joven, el 31 de diciembre de 1959. A los que disfrutamos de su música, nos toca valorar sus melodías y hacer que sus arpegios se impongan en la tradicional festividad Virgen de la Candelaria, en los carnavales puneños, así como las en las diversas fiestas patronales. <:>

(Texto sin autor conocido. Extraído de archivo particular) 









sábado, 14 de junio de 2025

OPINION: ASPECTOS SALTANTES EN LA ACTUAL REALIDAD GLOBAL EN EL MUNDO

 ESCALOFRÍOS DE GUERRA

Carlos Bernales

R

ealmente escarapela al mismo tiempo que da pánico enterarnos de que Israel prolonga el genocidio sionista contra el martirizado pueblo de Gaza, esta vez atacando a Irán por enésima vez, luego de acusar a este país de ser el agresor cuando todo el mundo pudo apreciar en estos últimos años que, pese al asesinato de sus líderes, la destrucción de una de sus embajadas y la amenaza permanente de Israel con volarle los sesos a la nación persa, estos últimos mantenían la calma que se pensó era impotencia para defenderse.

Las declaraciones de Netanyahu en que con total euforia informa el asesinato de los altos mandos militares iraníes, alcanzados en sus cazas por misiles lanzados bajo la protección de la noche, causa pavor, pues no solo asesinaron a los mandos militares también, como afirma una cadena española, habrían caído sus familiares incluidos los niños de la casa. No menos pavoroso es el bombardeo a bases nucleares como para desencadenar una expansiva onda radiactiva que eliminaría amplios sectores de la población iraní con el riesgo de escapar a sus fronteras.

Encima, tener que soportar la broma macabra de Trump, quien con descaro y muerto de risa declara acerca del asesinato de los altos mandos iraníes: «no murieron ni por la gripe ni por el Covid…»

Supuestamente, este domingo 15 de junio se iba a realizar un encuentro diplomático entre delegaciones de EE. UU. con Irán, para precisamente debatir el tema de la fabricación de armas nucleares con que se acusa al país de los Ayatolas, y todo indica que Israel prefiere impedir un acuerdo ahogándolo en sangre para mostrar su poderío, su impunidad e inmunidad. Eso que los periodistas civilizados e independientes testigos de hechos, muchos de los cuales han sido asesinados por informar la verdad, califican como crimen.

¿A dónde conduce esta acción bélica? que, desde ya, condenan Rusia, China, incluso al interior de EE. UU. y Europa, amén de otros países entre los cuales se cuentan a varios de Latinoamérica. En estos momentos, vale la pena preguntarse ¿De dónde salen estos monstruos, señores y señoras de la guerra que están gobernando nuestro planeta?

Misiles: arma de uso masivo ascendente en la guerra moderna

Trump, Netanyahu, Macrón, la Von der Leyen, Kaja Kallas, Merz, Starmer, por la selección europea, Milei, Noboa, Bukele, Bolsonaro, por la selección latinoamericana y aquí paramos de contar para no “sadiquearnos” como decía mi madre, aunque debemos recordar a la ex presidenta del Fondo Monetario Internacional Christine Lagarde quien sin empacho afirmaba que la población de la tercera edad había crecido en exceso y había que tomar medidas para no seguir manteniendo a gente improductiva, como queriendo decirnos que hay que asesinar ancianos, cosa que de hecho dieron un avance al desamparar a los asilos durante la pandemia del Covid ¡Ay!

La lista de personajes que gobiernan el mundo y lo están conduciendo al desastre universal es corta en realidad pero su protagonismo al frente de la administración del mundo merece una explicación y no hay otra: estos personajes responden a la última etapa del desarrollo capitalista, el neoliberalismo, donde el interés por la acumulación de riquezas y poder en abundancia y en corto plazo ha generado estos personajes sin escrúpulos ya emparentados con los manejos sucios y vulgares que en una época tenían su epicentro en Chicago y un nombre “la mafia de la cosa nostra”.

Nada diferencia a Trump de Al Capone, o a Merz de Hitler, Starmer de Lucky Luciano, Meloni de Mussolini, a Milei, Bolsonaro, Noboa, Bukele de los gatilleros del sicariato de Pablo Escobar. Pero tienen sus raíces y partida de nacimiento en el neoliberalismo, esa etapa del capitalismo que los pueblos del mundo deben aniquilar antes de que esos personajes se lancen a la destrucción de vida en el planeta, pues como dijera Einstein «No sé con qué armas se peleará la Tercera Guerra Mundial, pero la cuarta será con palos y piedras» aludiendo a la destrucción de todo vestigio de vida que las bombas nucleares lograrían contra nuestro planeta.

Hay que pensar seriamente en derrocar al capitalismo neoliberal, un sistema basado en la propiedad privada de los grandes medios de producción que ha determinado que unas pocas familias de archimillonarios se hayan apropiado de las tierras del planeta, con todos sus recursos y la riqueza social, es decir la que emana del esfuerzo productivo de las y los trabajadores. Un sistema que ha llegado a extremos de perversidad como que para explotar mejor a las y los trabajadores ha impuesto la “tercerización” que esconde cobardemente a los burgueses explotadores y maniata a los trabajadores a quienes ahora califica de “colaboradores”.

Asimismo ha creado un nuevo modo de producción, la llamada “informalidad”, que algunos economistas califican como “feudalismo industrializado”, en la que bajo la sarcástica burla de llamarlos “emprendedores”, crea un sector social que se explota a si mismo, a sus familiares y a desocupados para producir mercancías que proveen a los sistemas comerciales de la burguesía, los “malls”, que solo enriquecen a los de arriba mientras los emprendedores son víctimas de los bancos y en general del sistema financiero que les arrebata sus ganancias, cuando no la vida si caen en manos de prestamistas criminales.

Desigualdades abismales, flagelo socioeconómico inaceptable
Hay que decir basta y luchar para acabar con este sistema que es en realidad cabeza del crimen organizado y que se saca la cara a través de esos monstruos que son sus políticos iguales o peores al fujimorismo peruano y que con el control de todos los medios de comunicación nos mantienen pasivos y hasta nos conducen a votar por ellos.

Hay que liquidar esta monstruosidad y hasta donde sabemos, no hay otro modelo para sustituir a este crimen organizado que nos desgobierna, que el socialismo, el colectivismo que fue nuestro sistema ancestral, para lo cual debemos organizarnos.

Por lo pronto, en el Perú ya se debate sustituir el Estado corrupto, criminal y narco, por un sistema de Asambleas Populares que centralizadas a nivel nacional dé el salto que hace falta, asuma el poder conquiste la soberanía y recupere a la Pachamama que nos fuera robada hace 500 años, para así escapar de esta prehistoria y empezar a construir el bienestar. Este es nuestro norte. <:>

LIBROS DE AUTORES PUNEÑOS

 EPILOGO AL LIBRO GLOSAS CAROLINAS

COLEGIO NACIONAL SAN CARLOS DE PUNO

El libro, cuyo autor es el notable desaparecido poeta y escritor puneño EMILIO VÁSQUEZ CHAMORRO, conspicuo y destacado integrante del legendario Grupo Orkopata, ha sido originalmente editado y publicado por el Instituto Puneño de Cultura IPC. Lleva el Prólogo de Emilio Romero. En su contenido, cuenta también con un Epílogo cuyo autor es José Luis Velásquez Garambel, quien prima fascie advierte: “El libro aborda hasta el cierre de la vieja casona, no busca enconar discursos chauvinistas. En suma, es un libro que trata de un colegio que une su historia a la historia de Puno”. Trascribimos el Epilogo en mención:



José Luis Velásquez Garambel

Las instituciones nacen como las semillas: con una esperanza callada y una promesa en la sombra. El Colegio Nacional de San Carlos de Puno, creado en 1825 por el gesto visionario de Simón Bolívar, no fue únicamente un proyecto ilustrado en medio del naciente sueño republicano, un paso de la vida y costumbres coloniales a la ilustración y las libertades que implicaba un liberalismo naciente; altar erigido al conocimiento en un territorio donde el clero había dominado con sus dogmas, donde el viento de los Andes susurra lenguas antiguas y la historia se escribe con sangre y coraje.

América Latina, antes de ser una geografía, fue un sueño. Y como todo sueño fundacional, nació herido por contradicciones: la herencia y la ruptura, el barroco y la utopía, la imitación y el deseo de autenticidad. En ese cruce ardiente de espejismos y esperanzas apareció un hombre singular, inclasificable, casi delirante para sus contemporáneos y profundamente lúcido para la historia: Simón Rodríguez, el maestro que no enseñaba, sino, que encendía la antorcha del conocimiento como símbolo de libertad. Su pensamiento fue menos una doctrina que una llama. Y como toda llama verdadera, no buscó iluminar a los obedientes, sino incendiar a los valientes, y precisamente fue esa llama la que encontró en Puno una tea latente.

Aproximadamente década de años 20 del siglo XX
Rodríguez no fue un pedagogo al uso. Fue un poeta del pensamiento, un hereje ilustrado. No redactó tratados académicos sino misivas, manifiestos, aforismos, verdaderas explosiones verbales donde la sintaxis se vuelve acción, y la ortografía un acto de insurrección. En tiempos en que la educación era aún privilegio de castas y repeticiones escolásticas, él propuso algo escandaloso: enseñar a pensar a los pueblos recién nacidos. Su propuesta, si se mira desde la serenidad distante del presente, era en realidad una revolución: crear escuelas no para formar súbditos, sino para liberar hombres, por ello estableció un plan para la creación de Instituciones Educativas ligadas a las ciencias y a las artes, las que debían brindar como fruto maduro todas las libertades, y en esencia, las del espíritu.

Rodríguez entendía que la independencia política —ese estallido que en 1821 transformó a virreinatos en repúblicas— no bastaba. Había que liberar también la mente. Y para ello, había que comenzar por la infancia. La educación debía ser el acto inaugural del nuevo orden: una pedagogía de la creación, no de la imitación. “O inventamos o erramos”, escribió con una lucidez que sigue resonando como advertencia. No se trataba solo de fundar repúblicas, sino de fundar repúblicas interiores, repúblicas del espíritu y la conciencia: consciencias capaces de pensar, disentir e imaginar.

En este contexto, su llegada al Perú, llamado por el propio Bolívar, no fue un gesto burocrático. Fue una continuación del proyecto emancipador, pero desde otro frente: el del aula. Fundó colegios en lugares donde solo había olvido, en ciudades que aún arrastraban el peso colonial en sus plazas y sus rezos. El Colegio de Ciencias y Artes en el Cuzco, el Colegio Nacional de Junín, y su influencia indirecta en proyectos como el Colegio Nacional de San Carlos en Puno, no fueron simples instituciones: fueron laboratorios de futuro.

Su método era radical porque era humano. Rechazó la memorización mecánica, el dogma, el castigo. Propuso el diálogo, el trabajo manual, la observación del mundo real. Quería que los niños aprendieran leyendo y también sembrando, discutiendo y también construyendo. En una época donde la escuela era imitación de la Europa ilustrada, él proponía una pedagogía americana, nacida de su propio barro y su propio cielo. Rodríguez no quiso ser espejo: quiso ser semilla.

Políticamente, su educación era inseparable del pueblo. Y el pueblo, para él, no era un abstracto romántico, sino un conjunto de hombres y mujeres sin acceso al poder, al saber ni a la palabra. Educar al pueblo significaba darle lenguaje y juicio, historia y memoria, herramientas y sueños. Esa era, en el fondo, su más peligrosa propuesta: que los pobres pensaran. Que no solo obedecieran, sino que preguntaran por qué.

Su estilo, como su pensamiento, fue libre hasta el exceso. Usaba grafías alteradas, rompía reglas gramaticales, inventaba signos y sentidos. No era excentricidad, era un grito tipográfico: la forma también debía rebelarse. Rodríguez escribía como quien atraviesa un desierto para buscar agua en una tierra sin mapas.

Hoy, su figura es un fuego subterráneo. Apenas mencionado en los manuales, cuando debería ser uno de nuestros arquitectos invisibles. Porque comprendió algo que seguimos olvidando: sin educación liberadora, toda república es una promesa traicionada. Y toda escuela que no transforma es apenas una extensión del silencio.

Simón Rodríguez fue, ante todo, un sembrador. Y su siembra no buscaba frutos inmediatos. Sembraba para un siglo que no era el suyo. Sembraba con palabras que parecían locura; pero eran, en el fondo, la cordura que nos faltaba. Su paso por el Perú no fue una anécdota en la biografía del maestro de Bolívar; fue un capítulo secreto en la historia de la dignidad. Como todo verdadero maestro, no fundó sólo escuelas: fundó conciencias.

Este libro de Emilio Vásquez, que es a la vez crónica, elegía y homenaje, nos conduce por los corredores de una historia que no está hecha solo de fechas ni de retratos al óleo, sino de voces, pulsos, silencios y resistencias. Su andar por las décadas no es una ruta lineal hacia un destino fijo, sino una Ítaca que cambia de rostro en cada rectorado, en cada incendio social, en cada reencuentro con los carolinos que sembraron su palabra en la educación, la política o la poesía.

Los rectores, que en otros libros serían apenas nombres en lista, aquí cobran cuerpo y espíritu. Fueron guardianes de la llama en tiempos de asedio, soldados del saber durante las convulsiones de la Confederación Peruano-Boliviana, y vigías en la penumbra cuando la guerra con Chile dejó las aulas al borde del abandono. Vásquez los retrata con la fidelidad de un monje y la ternura del discípulo. Porque este colegio, más que un edificio, fue una trinchera de ideas en medio de un altiplano que supo "resistir para no renunciar a la ternura".

El siglo XIX fue para el altiplano peruano un escenario de persistencia, rebelión y memoria. Mientras Lima celebraba la independencia bajo la sombra ilustrada de Bolívar y San Martín, y mientras se reorganizaban las estructuras formales del poder republicano, en el altiplano se desplegaba otro tipo de historia: menos documentada, más desgarrada, y sin embargo, profundamente activa. Los movimientos indígenas del sur andino —particularmente en Puno, Cusco y partes de Arequipa y La Paz— no fueron simples remanentes del mundo colonial, ni tampoco reacciones aisladas frente al nuevo orden criollo. Fueron, más bien, formas específicas de lucha política, portadoras de una racionalidad propia, y expresión de una cultura política alternativa a la impuesta desde el centro.

Desde la muerte de Túpac Amaru II en 1781 hasta las primeras décadas del Perú republicano, el altiplano no fue un espacio pasivo. Por el contrario, fue una región en estado de beligerancia crónica, donde la memoria de la insurrección se mantuvo viva como semilla bajo la nieve. Las comunidades indígenas, lejos de aceptar pasivamente las transformaciones republicanas, reinterpretaron el nuevo lenguaje político a la luz de sus propias demandas históricas: restitución de tierras, respeto a la autoridad comunal, abolición del tributo indígena, y justicia frente a los abusos del gamonalismo.

Los levantamientos de Juan Bustamante en la década de 1860, por ejemplo, son una muestra de esta mezcla entre modernidad y tradición. Bustamante, mestizo ilustrado y autonomista radical, hablaba tanto el castellano de la república como el quechua de las comunidades. Su lucha se planteó como una defensa de los pueblos indígenas frente al abuso de los grandes hacendados y autoridades corruptas. Aunque su discurso se movía dentro de los marcos del liberalismo de su época —con énfasis en los derechos civiles y la ciudadanía—, en su base articulaba un contenido profundamente comunitario, territorial y culturalmente indígena.

Más allá de los casos individuales, el siglo XIX vio emerger en el altiplano una pluralidad de movimientos —algunos espontáneos, otros organizados— que desafiaron tanto el legado virreinal como las promesas incumplidas del nuevo orden. Estos movimientos fueron animados por una serie de ideas políticas propias, que si bien no siempre fueron sistematizadas por escrito, se expresaron en prácticas colectivas y en una lógica particular de resistencia:

1. La idea de restitución histórica: Muchos líderes indígenas apelaron a la memoria del Tawantinsuyo no como una nostalgia romántica, sino como argumento político. No se trataba de un proyecto imperial, sino de una reivindicación de orden, de una alternativa al caos republicano, donde la tierra, el trabajo y la autoridad tenían un sentido más justo y ahí esta esa imagen enorme como es la de Rumi Maki.

2. La autonomía comunal: Las comunidades indígenas defendieron su sistema de gobierno interno como legítimo y superior a las imposiciones del Estado criollo. El poder del curaca o el varayoc, aunque debilitado, seguía siendo símbolo de legitimidad local en la imagen del presidente de la comunidad.

3. La desobediencia activa: En muchas ocasiones, los pueblos indígenas no confrontaron directamente al Estado, sino que lo ignoraron. Pagaban menos tributos, resistían el servicio militar, desobedecían órdenes judiciales. Esta forma de resistencia, a menudo invisibilizada, fue una práctica política cotidiana.

4. Una visión alternativa del tiempo y del derecho: Frente al derecho escrito y a la cronología republicana, los pueblos indígenas mantuvieron un régimen de justicia consuetudinaria, y una temporalidad circular vinculada al ciclo agrícola, a la tierra y a los ancestros. El poder, en este universo, no se heredaba por sangre ni se ganaba por ley: se tejía desde la comunidad.

El fracaso del Estado republicano en integrar a estas poblaciones de forma justa no fue solamente un problema de recursos o voluntad. Fue, sobre todo, un fracaso de reconocimiento epistemológico y político. El Perú del XIX quiso ser moderno a imagen de Europa, pero nunca aprendió a leer los signos de su propio territorio. Por eso, el altiplano ardió. Y seguirá ardiendo —de distintas formas— mientras no se escuche esa otra voz de la historia.

Hoy, entender los movimientos indígenas del siglo XIX no es sólo un ejercicio historiográfico. Es una tarea ética. Porque en ellos persiste una forma distinta de concebir la política: no como administración del poder, sino como defensa de la vida común. En una época donde la representación sigue en crisis y la ciudadanía aún excluye, las antiguas rebeldías del altiplano siguen interpelando al presente.

No fueron los vencidos de la historia: fueron sus guardianes. Y aún hoy, en las alturas, su voz sigue resonando con el eco del trueno y la memoria de la tierra.

Las páginas dedicadas a los maestros son espejos: reflejan el noble arte de enseñar como una forma de heroísmo civil. No solo impartían lecciones: forjaban conciencias. A través de sus glosas, el autor deja oír ese viejo timbre del aula, el murmullo del pizarrón, el eco de una pregunta que todavía busca respuesta en las generaciones futuras, a través de estas páginas los discursos y los mensajes de Carlos Belizario Oquendo Álvarez, Fermín Arbulú siguen latiendo en los corazones de estas generaciones.

Y en la galería final, donde desfilan los exalumnos más ilustres —los carolinos—, el libro alcanza su canto más hondo. Ellos fueron la promesa cumplida, las manos que llevaron el fuego más allá de las cumbres puneñas. Algunos fueron poetas, otros legisladores, médicos o agitadores de conciencias. Pero todos, sin excepción, llevaron en la piel el sello de San Carlos: una huella indeleble como la del viento que arrastra la historia por la meseta, Mariano H. Cornejo, Santiago Giraldo, José Antonio Encinas, Telésforo Catacora, Federico More, entre una galería latente.

Este epílogo no puede cerrar un libro como quien clausura una historia. Porque San Carlos no termina: se prolonga en cada estudiante que aún hoy sube las escalinatas de ese claustro con los ojos encendidos de futuro. Porque la educación —cuando es verdadera— no se limita a transmitir saberes: incendia la duda, despierta la dignidad, y fecunda el porvenir.

Podríamos decir aquí de Puno y su colegio: “no hay tradición sin ruptura, ni ruptura sin fidelidad”. Emilio Vásquez, al entregarnos este testimonio vibrante, nos recuerda que hay memorias que no deben dormirse y que el polvo de los archivos también es un tipo de oro. Oro que brilla en los márgenes del tiempo, como lo hace la historia del Colegio Nacional de San Carlos: un relámpago que sigue escribiéndose en la noche del Perú profundo. <>