martes, 23 de abril de 2024

IMPUNIDAD OFICIAL TOTAL PARA MASACRADORES

 INFORME DE EE. UU. CONFIRMA VIOLACIONES DE DERECHOS HUMANOS EN EL PERÚ: ASESINATOS, CORRUPCIÓN Y MÁS

Lizbeth Ubillus LA REPUBLICA 23ABR24

El Departamento de Estado de EE. UU. destaca "ejecuciones extrajudiciales creíbles" [49 Asesinados], restricciones a la libertad de expresión, corrupción gubernamental y violencia de género como problemas críticos en el Perú.

El Informe de Derechos Humanos 2023 sobre Perú, presentado por el Departamento de Estado de EE. UU., arroja luz sobre una serie de preocupaciones graves que persisten en el país andino. Aunque la presidenta Dina Boluarte fue denunciada por la muerte de manifestantes durante protestas que pedían su dimisión, el informe resalta que las investigaciones sobre estos casos se han ralentizado deliberadamente, lo que genera dudas sobre la transparencia.

El expediente también aborda la situación de los trabajadores en el país y señala desafíos significativos en la aplicación de las leyes laborales, como en la prevalencia del empleo precario y el sector informal. En este informe, se expone la necesidad de medidas urgentes para garantizar condiciones justas y equitativas para todos los trabajadores.

Asesinatos y faltas de respeto a la integridad

La sección sobre el respeto a la integridad de la persona indica una serie de preocupaciones en cuanto al ejercicio de la fuerza por parte del Gobierno y sus agentes, especialmente durante protestas y manifestaciones. Entre diciembre de 2022 y febrero de 2023, se reportaron 49 muertes de civiles, con énfasis en las regiones sureñas de Puno y Ayacucho. Asimismo, se destacó el caso del defensor ambiental Santiago Camilo Contoricón Antúnez, asesinado el 8 de abril en Puerto Ocopa, Junín, presuntamente como represalia por su activismo. Ambos eventos relacionados en el contexto de violencia y violaciones a los derechos humanos que se describen en dicho informe.

En cuanto a las libertades civiles, se registraron 153 ataques contra periodistas entre diciembre de 2022 y febrero de 2023, con grupos extremistas como La Resistencia, que perpetran intimidación hacia periodistas y activistas, además de exacerbar la autocensura en los medios, según la información. <>

ARTE FOTOGRAFICO. OSCAR VILCA






 

lunes, 22 de abril de 2024

PARA LA HISTORIA DE PUNO

 ATUNCOLLA EN 1689

 A fines del siglo XVII, el obispo del Cusco “Ilustrísimo, Señor, Doctor don Manuel de Mollinedo y Angulo”, el 6 de julio de 1689 ordenó a los párrocos de su diócesis que “redactasen sendas relaciones sobre sus respectivos curatos, a fin de satisfacer los requisitos de información de la corona, reiterados por el virrey de Lima”. En ese momento histórico, después de 21 años de conformada la urbe de Puno, la Audiencia del Cusco, -en cuyo ámbito territorial ejercía sus competencias eclesiales el obispo en mención- comprendía las provincias del norte del actual departamento de Puno, principalmente Carabaya, Lampa y Azángaro. Las demás del centro y sur puneño pertenecían a la Audiencia de Charcas, conocida como “el alto Perú”, por tanto no están consideradas en el volumen que contiene 137 informes de los párrocos recogidos en un voluminoso documento que, Magnus Murder obtuvo en microfilm del Archivo General de Indias, cedido en copia a Horacio Villanueva Urteaga, quien con apoyo de Félix Denegri Luna y Jhon H. Rowe, prepararon la transcripción que aparece en el libro CUZCO 1689, DOCUMENTOS, publicado por el Centro de Estudios Rurales Andinos “Bartolomé de las Casas” en octubre de 1982. Para conocimiento y uso de nuestros amigos estudiosos del Puno antiguo y que tal vez no conozcan esta obra, publicaremos informes de los curatos de localidades puneñas, empezando esta vez por Atuncolla, emitido por el cura Antonio de Molina Ladrón de Guevara,  en atención al detalle con que se describe la realidad social, económica, geográfica, religiosa, etc. del que fue foco político de la etnia Colla en tiempos preincaicos. (Guillermo Vásquez Cuentas)

 

“Este pueblo de Sn. Andrés de Hatuncolla, uno de los Repartimientos de la Probincia de Cabana y Cabanilla, de la consignación de Las Lansas, Corte y asistencia que fue del Gran Colla, en tiempo de la ynfidelidad, adonde por las muchas casas, y poblacion antigua que hallo el señor D. Fran.co de Toledo, Virey que fue de estos Reynos, estableció y formo este Pueblo en una media ladera con sus cables y cuadras las quales son dies y seis, para ladera arriba que cada calle tiene dos cuadras en partes tres, con toda disposición, y por estar en el Camino Real tenia dies y ocho tambos Reales para el abrigo y acojimiento de los Pasajeros, que adornaban esta poblacion de los quales ninguno esta en ser sino caydos todos, y de la misma suerte todas las cassas de bibienda caidas, y perdidas despobladas sin que aiga quienes las habiten no mas de Paredo­nes y piedras las quales manifiestan la grande poblacion que ubo y no an quedado en ser mas de cuarenta casas las mas sin jente y basias. A donde estuvieron redusidos seiscientos yndios tributarios, los quales con el tiem­po se ahuyentaron y se fueron según tradición de algunos desde aora sesenta o setenta años dejando despoblado este Pueblo; todo por caussa y motibo de los despachos de la mita y serbicio del serró y minas de Potosi por el aprieto y rigor con que los Corejidores les obligaban y los yntere- sados en las minas del dicho serró, de Potosi, y moliendas de yngenios en su Ribera que obligando a los Indios curas y Gobernadores enterasen cada dos años para el despacho de mita del dicho serró de Potosi, el mis­mo numero de Indios, que determino el Sr. D. Fran.co de Toledo y como de los despachos que se hasian por el poco cuidado o descuido total de los Corejidores no bolbian del serró de Potosi los yndios a su pueblo y naturalesa, para bolber segunda bes quando les cupiesse el turno, sino que solo procuraban los dichos Coregidores el despacharlos al dicho serró de Potosi; donde por los agrabios tan grandes que experimentaron, padesian y oi al presente padesen sin que ay quien lo remedie sino la piedad de Dios, por ser los interesados en dichos yndios, Poderosos emplatados y cabilosos, no alcansan justicia en la Rl. Audiencia de La Plata, de las extorsiones y agrabios que cada dia padesen, que estando diputados, y dados,para la labransa de minas de dicho serró y trabajo [ f. 5 v. ] de inje- nios, y que se les pague su trabajo conforme a Reales ordenansas y despa­chos del Rl. Gobierno de este Reyno, y no solo no les pagan su trabajo personal, sino que cobran los dichos interesados de cada yndio siete pesos y medio cada semana que esta llaman plata de faldiquera y esto es porque no tienen labores con metales ni yngenios corrientes por falta de metales y 110 hasen mas de rebolber las tierras de dentro fuera y tener uno o dos indios para la apariensia y que digan que trabajan, y solo ponen la mira y connato en la renta que cada indio a la semana le a de pagar, que les estaba mas a quento a los Indios, y al aumento de los Rea­les quintos, que los ocupasen en las labores de metales, si las ubiesse y moliendas dichas, sino que antes, de ellas los ahuyentan, con los malos tratamientos, y aunque trabajan en minas o injenios, les buscan astilla con aporearlos y amedrentarlos, y que basta hagan falla un dia solo o dos de la semana, para que el lunes siguiente, demas de quedarse con el sudor y trabajo de aquellos dias de la semana, cobran por entero, al capi- tan y enterador de aquella mita siete pesos i medio por cada yndio, y quanto tienen de donde pagarles el dicho lunes, en el paraje que llaman Guaina donde tienen una horca puesta y en ella los cuelgan de los cabe­llos a los capitanes y enteradores y Indios de sedula hasta que paguen y enteren los siete pesos y medio por cada yndio esto con todo rigor de las justicias y ministros de ella, y por solibiarse de este agrabio daño y ynjus- ticia que se les hace ban a empeñar y bender sus mujeres y sus hijos en las panaderías, chicherías y demas partes para poder librarse del trabajo y agrabio y por esta causa, son y se meten en ser beleros camiseros que se llaman mañasos y en otros ministerios en que se ocupan para poder ente­rar a la semana y a estos solo ban a Potosí en especial estos Indios de Hatuncolla todos son Beleros y majadores de sebo y siempre debajo de empeños, cosa que los desespera y aflije y esta también es la causa de que lloren y clamen pidiendo a Dios justicia y que si el Rey Nuestro Señor que Dios g.de lo supiera o entendiera, no permitiera padesiesen tantos agrabios y extorsiones los miserables yndios naturales, antes si, mirara sus Bassallos y el bien dellos como tan grande Catholico Rey y Señor, pues en mas de las Cédulas Reales que se sirbe de despachar, encarga el buen tratamiento de los Naturales, y no se executan, 

Antes

y biendose los dichos Indios oprimidos, obstigados por todas partes, sin tener abrigo a donde acojerse, ni sagrado que les valga, el ultimo remedio a que apellan es salir huyendo de la Villa de Potosí dejando en ella muchos sus mujeres y sus hijos, por no tener con que poderlos rescatar, y desempeñar pribandose del derecho de la Patria potestad dejándolos cómo esclabos y escia­bas y separándose los maridos de las mujeres contra todo derecho y daño de sus almas, [ f. 6 ] y por alejarse mas ellos y no ser conosidos, y vistos se meten a los valles mas ocultos, y retirados, y con el daño y peligro que se conose del bien espiritual de sus almas, pues muchos apropiando*** mujeres ajenas, biben como casados, por no ser conosidos en aquellos parajes, y por 110 manifestar el delito dejaran de confessarse y cumplir con la obligación de Christianos, de que juntamente resulta el menos cabo de los Reales tributos, pues y no ai Indio que buelba a su Pueblo, conosiendo que allí lo an de seguir sus acreedores, y que si despues di* pasado algún tiempo de descanso que se les permite los buelben a despa char a la dicha mita an de pasar maiores trabajos, por esta caussa an sido las quiebras y perdidas de los Curacas y Gobernadores y rebaja de los R.les tributos, y encomiendas que gosaban los vasallos de su Mag.d, y biendose los Curacas sin yndios ni de quienes cobrar los R.les tributos, pagaban con sus bienes proprios, los tributos de los ausentes y por 110 experimentar segunda ves este trabajo, por el aprieto de los Corejidores (quienes cobraban primero sus combeniensias, mayor causa para su despoblación) se ausentaban dejando sus cassas con las mantas en los ombros, con el seguro de que en otras Probincias tendrían alibio por forasteros, y desta suerte disen corrio este pueblo por muchos años tanto que al indio particular que bian (sic) tenia algún ganado o bienes lo ponían por curaca por enterar los tributos de este repartimiento con lo:, pocos bienes que tenia el indio y desta calidad se fue destruyendo de tal data q’ sino abiendo indios ni Curacas de quienes cobrar los R.les tribu tos, obligaron a un español llamado Pasqual de Salas y Valdes a que los pagase, solo por aber sido teniente de Coregidor de commision de un ano por no hallar otro medio, pues no hallo el Coregidor de quienes cobrar 111 indios que despachar, a la ruta de Potosí pues presisando mas la jenh* para el serbicio de los interesados, saco en dos despachos del ministerio y serbicio de la Iglesia ylicita administración de los Santos Sacramentos a los fieles xpstianos sacristan y fiscal preferiendo los mineros de Potosí al culto Divino cosa tan contra la disposición de Reales Ordenansas y la mente y intensión de su Mag.d por quedar bien los Corejidores con el de Potosí bien mal mirado. Dos curas mis antesesores quienes por berse curas de este Beneficio despoblado, solisitaran Cartas de justicia para la redusion de los Naturales, despachando españoles con ellas, a costa de sus hasiendas y salarcanados (sic) ellos, a diferentes Probincias a donde estaban los yndios ahuientados, y con estas dilijensias y otras que los dichos curas hisieron por ellos se redujeron y bolbieron algunos yndios; y Yo que a ocho años y ba para nuebe que soi cura en este dicho Pueblo, e hecho las [ f. 6 v. ] mismas Dilijensias y puesto todo cuidado en agregar y que se reduscan a este su pueblo a costa de mi hasienda, dándoles cha eras hechas y tierras aradas con semillas y pagándoles sus quiebras con mi hasienda y pagando sus deudas lo es publico y notorio en esta Provincia y de esta suerte e mantenido la poca jente que ai al presente defendien dola de los rigores, y cargas que los Coregidores les echan y aun estas dilijencias no an sido bastantes, para poderlos atraer; lo uno por estar este pueblo sin tierras ni pastos, que no tienen donde poder criar sus ganados por aberselas usurpado y entradose en ellas, por berse mas pode­rosos los yndios de los Pueblos sercanos, de Vilque del Pueblo de Mañaso y el Pueblo de Cabana y otros por aberse despoblado totalmente este pueblo, y 110 tener quien los defendiesse, aunque tienen títulos de pose­sión de tiempo inmemorial desde el repartimiento del Inga, en el qual los dejo el Sr. D. Fran.co de Toledo, y en virtud de los dichos titulos, ampa­ros de visitadores de tierras y R.l Provicion del R.l Gobierno no an podi­do conseguir, que los Corejidores los metan en posesion y salgan a haser vista de ojos conforme a sus titulos y instrumentos, sin que primero les paguen porcion de Plata de cuatrosientos o quinientos pesos, y es materia imposible por la miseria dellos y por esto caresen de justicia estando salariados por su Mag.d que Dios guarde para administrarles justicia y a sido este motibo conserniente para que no ayan buelto a reducir a este su orijen y naturalesa.

Este Beneficio de San Andrés de Hatuncolla es pueblo sin anexo ninguno, y tendrá dos leguas y media de largo y otras dos de ancho de jurisdicion entrellas hasiendas o estansias de españoles, compuestas con su Mag.d.

Desde este Pueblo, al Pueblo de Caracoto ay tres leguas con un Rio por medio que lo por tiempo de aguas se pasa por Balsa, asida a una maroma y tendrá ocho baras de ancho.

Al Pueblo de San Martin de Vilque ai tres leguas y algo mas, anexo del Pueblo de Santiago de Mañasco, y al de Vilque a Mañaso dos leguas, con que al Pueblo principal de Mañasco ai sinco leguas, y de aqui a Vilque ai por medio un disague de una laguna que por tiempo de aguas se pasa penosamente por estar la calsada caida y desbaratada por el poco cuidado de los Jueses.—

Tiene este Beneficio cuatro estansias de apasentar gana­dos, la una se llama San Onofre de llungo cuio dueño es Pedro Gástelo Butrón, sin ganado ninguno. - Otra San Jasinto de Cochela cuio dueño es Fran.co de Aedo que tendrá quinientas cabesas de ganado de Castilla.— La otra nombrada Na. Sa. del Rosario de Cacasaca cuio dueño es Blas Arias de Belasco que esta en términos de este Pueblo, y tendrá cuatro- sientas cabe— [ f. 7 ] sas de ganado de Castilla — Otra llamada Viracocha- ni cuio dueño es Diego Dies de Mestas, sin ganados ningunos ni bibiendas sino solo el casco.—

Este Beneficio tiene en las cuatro estansias dos españoles, los otros dos asisten en diferentes Pueblos, y mas dos españoles casados que biben en el Pueblo que todos son cuatro y otras cuatro mujeres pobres viudas y sueltas y muchachos españoles ocjio, que todos son veinte personas.—

Tiene de indios yndios viudos, viudas, solteros y solteras dosientas y treinta personas, capases de resebir los santos sacramentos, asistentes y naturales, que aunque ubo algunos mas esta quaresma pasada confesados, mas anse huido por el nuevo Rebato de la mita de Potosi, que se mando, por el R.l Gobierno de este Reyno se aumentasen dichos yndios y se hiso la nueba retasa, solo para acabar de destruir los pueblos y estansias y remitir jente mas de la que suele ir a Potosi, en perjuicio de los Reales tributos y de aber apretado en este negosio, bolbieron a estar este Pueblo como aora treinta y quarenta años y que están abispados todos los indios que mas quisiera» les quitasen las vidas que ir a Potosi, 110 huiendo del serbisio de su Mag.d que Dios g.de que ese antes lo tienen por Blasón y onrra aun en su corta capacidad como es obligasion de los vasallos, sino que hay en de las extorsiones que les hasen en la Villa de Potosi.

Tiene de renta esta Iglesia cada año, cuatrosientos pesos de a ocho reales, que proseden de Cuatro mil y quinientas cabesas de ganado de Castilla, que se gastan y consumen en sera, aseite, limpiessa y adorno de la Iglesia y ornamentos. Las quales son de limosnas dadas a esta Iglesia—

Tiene de Synodo el Cura de este Pueblo nobesientos treinta y siete pesos y medio corrientes de a ocho reales por año, de los quales se saca el tres por siento para el Seminario, los quales pesos se pagan de mil veintisinco pesos y medio, de tributos Reales, que pagan los Indios de este Pueblo.— En esta forma los cuatrosientos y veinte pesos de cobransas que ban a haser a diferentes Probincias como son, Cocha- bamba, Lipes, Carangas, Chuquiago, Laricaja, Canas y Canches, de los Indios ausentes y connaturalisados en dichas Probincias y lugares.— Sien pesos son prosedidos del arendamiento de una pulperia, que el común de este Pueblo tiene puesta para ayuda de la satisfacion de sus tributos.— Ochenta pesos proseden del Pongo y miche o pastor de muías del cura que entran a este entero — Lo restante prosede de los tributos que pagan los Indios naturales y rebisitados en este Pueblo.— [ f. 7 v. ] Baldra de o be liciones este Beneficio un año con otro tresientos tresientos (sic) y sinquenta pesos, por ser la feligresía tan corta.—

No tiene nesesidad el cura de este pueblo de tener ayu­dante, ni menos le tiene porque 110 ai trabajo en el.

Mi presentación de cura para este Pueblo fue por opposion (sic) que hise en concurso jeneral, de sacerdotes que nos oppusimos a serbir esta Iglesia fui nominado y presentado en dicho Beneficio por el Iltmo. señor Dr. D. Manuel de Mollinedo y Angulo, obispo de la ciudad del Cusco del Consejo de su Mag.d ante el exmo. Señor D. Melchor de Liñan y Cisneros, del Consejo de su Mag.d Arzobispo de Lima, Virrey y Capitan G.l de estos Rey nos del Perú.

La dicha mi presentación de cura es de clérigo secular a Beneficio secular.—

Esto es lo que yo se y entendido de este Beneficio de Sn. Andrés de Hatuncolla y que sea sabidor su Mag.d que también los Corejidores piden serbicio de este Pueblo que baian Indios y Indias al Pueblo de Lampa que esta de aqui distante nuebe leguas con tres Rios por me­dio, con todo aparato, cosa que muchas veses susede por quaresma y se quedan sin haser la obligación de Christianos y otros muchos ynconbe- nientes que se siguen con las Indias mitayas, que en tales casos suseden y la paga del trabajo de estos es en pan y molletes y las abes y lo demas la mitad menos de lo que valen y entre los pocos Indios que aqui si hasen falta a sus obligasiones, dose, quinse Indios que sacan para dicha mita al Pueblo de Lampa que los anumerados ariba son con los indios y indias de estansias de españoles, que estos 110 acuden a este serbicio mas de los del Pueblo, dejando de sembrar sus chacras y sementeras se huyen que en esto tienen otro trabajo grande, que ni Probiziones Reales bastan sino que hacen lo que quieren y por defenderlos liasen discordias con el cura y curas de estos Pueblos.—


Ahora

I todo lo que tengo escrito y relatado es sierto asi porque es publico y sierto como constara del vulgo y de otras personas que no son curas, sin que en esto ponga yo mas de la verdad y que conste de la disipasion de este pueblo para que su Mag.d que Dios guarde remedie lo que paresiere ser malo y en menos cabo de su real hasienda y para el bien de sus basallos y bien espiritual de sus almas pues su Mag.d solo puede poner remedio en estas cosas, despues de Dios en quien fio, que se alibia- ran de tantas cargas como al presente tienen estos miseros yndios con el celo santo de su Mag.d que Dios guarde, y bera y constara que [ f. 8] lo pingue de otros Beneficios, lo padesen summamente otros por los rigores que ai en las Probincias y pueblos, y lo qual presente mas aflige es el nuebo cresimiento de Indios para la mita de Potosi, que solo a sido para enriqueser ynteresados, con el pretexto de los quintos Reales, y en esto solo se ofrese el que se haga el computo de lo que montan los tributos de Indios que están connaturalisados abesindados y asisten en la Villa de Potosi, y lo que dan las Reales Caxas de quintos y aberes de su Mag.d, y que eso aun lo dan los minerales que están a los contornos de Potosi; yo me holgare asertar en algo que sea de mi obligación de las cosas de este Beneficio que se ordenan al serbicio Santo de Dios y de el Rey mi señor, que Dios g.de y para que conste lo firmo en este Pueblo de Hatuncolla en dose de Setiembre de mil seiscientos ochenta y nuebe años.—

Antonio de Molina Ladrón de Guevara (rúbrica)

domingo, 21 de abril de 2024

NARRADORES PUNEÑOS: HUGO ROMERO

MARTINITA

(Cuento)

Hugo Romero Manrique

Hasta que un día –siempre hay una primera vez en nuestras vidas- vino a ocurrir un hecho que no estaba escrito en mi libro: Regresé de Lima, la Gran Capital a Juli, el lacustre pueblito añorado, a disfrutar de las vacaciones de verano.

Solo un pequeño nubarrón ensombrecía el horizonte de mi felicidad: el bendito curso de Aritmética que por enésima vez tenía que llevar de cargo en el Ricardo Bentìn, mi cole ¡Qué desgracia!

Bueno, sucedió que, al llegar al pueblo, encentré todo igual que antes: la familia, los amigos, la vida apacible, la quietud aldeana del pueblecito provinciano lleno de sol, cielo diáfano y aire puro, purísimo.

Una sola novedad, sin importancia, hallé esta vez en la casa: Dos muchachas nuevas atendían los quehaceres del hogar. La una poco agraciada y medrosa como una vicuñita llamada Hilaria. La otra… francamente bonita. Bonita, alegre y coquetuela llamada Martina.

Aquel hecho no tendría nada de importante, si no fuera porque, a poco de llegar, noté que ambas me espiaban a hurtadillas, charlaban, se codeaban, reían por lo bajo, secreteaban, tratando de llamar mi atención. Aquello sólo me causaba fastidio, incomodidad. Mas cuando estaban presentes los mayores, las chiquillas andaban mudas y seriecitas, unas santas sin aureola.

Yo trataba de ignorarlas, de evitar su presencia. Por no tenerlas cerca, bajaba a desayunar temprano, junto con los mayores, pese a que, por estar de vacaciones, podía seguir retozando en cama hasta tarde.

Los días apacibles, plácidos de enero, fueron pasando rápidamente, entre ir a pelotear al atrio de la Asunción con el Serafìn, Juanito Huaco, el Lápiz Rodríguez el Pastuco o el Glicerio, mis compinches de siempre; o bien bajar al lago a bañarnos en sus aguas tibias, transparentes. Luego dábamos una vueltecita por Huaquina, para cazar kellunchos, corucutos o rabiblancas.

Por las noches, luego de cenar, volvía a encontrar a mis adúes en una banca de la plaza. Oíamos música de los parlantes del Municipio; bromeábamos, armábamos chacota o charlábamos sobre cualquier tema, como aquello de lo linda que se estaba poniendo la Mauren, o los preciosos que eran los ojos de la gatita Arce.

Al volver a casa alrededor de las diez –salvo los varones que regresaban tarde del club social- todos dormían o descansaban en sus habitaciones. Inevitablemente tenía que pasar frente al cuarto abierto de aquel par de fastidiosas imillas. Al parecer, aguardaban mi regreso ya acostadas, entre risas ahogadas y disfuerzos, tratando de llamar mi atención. Entre confuso y disgustado, me apresuraba a entrar a mi cuarto.

Esta situación se fue repitiendo casi todas las noches. Regresaba de reunirme con mis amigotes y pasaba –tratando de no hacer ruìdo- por el cuarto de las imillas, rumbo a los dormitorios del fondo donde descansaba el resto de la familia.

Hasta que una noche en que pasaba sin hacer el mínimo ruido, oí en voz baja un llamado: -¡Pist! Chuy niñito… ¿Ñuñuña muntati? (Niñito..¿quieres lactar de mis pechos?)

Era la Martina, mostrándome sus pechos desnudos, dos retazos fulgurantes de luna, dos hermosos senos turgentes que ¡ay! Nublaron por completo mi conciencia… y mi visión. Intenté caminar como ciego, como un poseso, pero me dì de bruces contra un alto trípode donde colgaban los abrigos, paraguas y sombreros. Todo se vino al suelo, provocando el incontenible estallido de risas de las traviesas imillas.

No sé cómo logré llegar hasta mi lecho, aún deslumbrado por la turbadora visión de aquella noche. No sé cómo pude acostarme, tratando de aquietar los locos latidos de mi corazón. Toda esa noche tuve… no sé si llamarlas pesadillas; porque mis sueños –ora dulces, ora agitados- estuvieron poblados de senos maravillosos, de caderas cimbreantes que giraban y giraban voluptuosamente frente mis ojos. Hasta que al fin, las primeras luces del amanecer me libraron de aquella alucinante, agridulcísima tortura…

Desperté muy tarde, fui a lavarme y bajé a desayunar cuando el sol ya estaba alto. Todo me hizo pensar que lo de anoche solo había sido producto de mi febril imaginación, o tan solo un agitado sueño y nada más. Porque la pícara Martina iba y venía de aquí para allá, cumpliendo sus tareas muy oronda, compuesta y seriecita ¡Como quién no mató una mosca!

Con la mirada baja, me hacía el distraído, somnoliento y de mala gana, cuchareaba el desayuno. Me atreví a mirarla de reojo. Recién empecé a reparar de veras en su simpática carita: ¡Cuernos! Pero que linda era. Y bien que se daba maña para a ratos mirar con ojitos inocentes –cuando estaban presentes los mayores- y con ojazos perturbadores, cada vez que estábamos a solas.

Observándola más detenidamente descubrí en sus mejillas la tenue huella de imperceptibles picaduras de viruela que en vez de afearla le añadían más bien un cierto no sé qué de encanto a su lindo rostro. Y luego al caminar… con qué gracia se contorneaba al andar. Parecía que en vez de caminar, la chiquilla ondulaba en el aire. Y el revuelo de sus polleras… la lisura cimbreante de sus caderas…¡Diosito! ¡Pero qué imilla más provocadora y linda era esa Martina…!

Los días pasaban y yo andaba rehuyendo los devaneos, las furtivas miradas de la mozuela. Si bien sus traviesas miradas no me causaban ya incomodidad, ahora... ahora andaba sintiendo una rara inquietud en el corazón. Presentía que algún suceso inevitable estaba por producirse de un momento a otro.

Jamás sospeché que aquello sucedería precisamente una tranquila noche en que, habiendo venido a casa doña Gumercinda, la curandera del pueblo para atender no sé qué asunto de urticaria, sabañones, susto o mal de ojo.

La doña se había quedado chismoseando más de la cuenta y se le había hecho tarde. Yo había vuelto de la calle, y al tiro me comisionaron para acompañarla hasta su casa.

Tú y la Martina lleven una linterna y vayan a dejar a la mama Gumercinda hasta su casa. ¡ Y no se demoren, ah!

Acaté la orden y me eché a andar detrás de la vieja y la muchacha por la plaza, la calle Lima y la cuesta de la empinada calle del Arco. Iríamos hasta el canto del pueblo, cerca de Che'ejollani, donde tenía su casa la curandera.

Mientras trepábamos la tortuosa cuesta, la Martina y yo íbamos mudos, sin cruzar palabra.

Una luna amarilla y regordeta como un queso de Paria, asomó de pronto sobre la loma de Cruz–pata, cuando llegábamos ya al portón de la casa de doña Gumer, la anciana nos dio las gracias y desapareció tras de un portón de calamina… Estando ahora solos, no sabía yo que actitud asumir, cuando sorpresivamente la sonriente cholita tomó la iniciativa.

- ¿Sabes qué? Volvamos corriendo a la casa. El que llegue último es un idiota- dijo y sin esperar respuesta, echó a correr calle abajo la imilla bandida.

Reponiéndome de la sorpresa, opté también por correr calle abajo, para enseñarle que a mí no me desafía, ni mucho menos me gana una mujer. A la luz de la luna, corrí con alas en los pies, cuidándome de no tropezar ni resbalar en el irregular suelo empedrado, con el riesgo de romperme sino el alma, cuando menos la crisma.

Como no lograba darle alcance, no me importó que la gente comentara que me vieron apretando la carrera y trotando como un venado detrás de una vicuñita. ¡Ja! Le demostraría que una mujer no desafía, ni menos puede ganarle a un machazo como yo.

Atrás quedó la tortuosa calle de El Arco, luego la transitada calle Lima. Pasamos corriendo jadeantes, la esquina de la tienda de doña Angelita y entramos de rondón como un ventarrón, en la gran plaza. Al aproximarnos a la esquina del Concejo y la calle del correo, casi pisaba yo los talones de la chiquilla.

Al doblar y correr calle abajo, me pareció que ella aflojaba deliberadamente la velocidad. Lo cierto es que, al llegar a escasos metros del portón de la casa, para evitar mi derrota, logré coger una punta de matón. Y al hundirnos en la negrura del zaguán, la imilla dio un sorpresivo giro y cayó de espaldas, rendida, detrás del viejo portón y yo cogido de su mantón, arrastrado por la inercia caí sobre ella sin quererlo (¿ o queriéndolo?) nunca lo pude entender.

Caí sobre ella, desfalleciente, completamente extenuado.

Y así quedamos un buen rato: reponiéndonos, sudorosos, jadeantes, “amontonados” el uno sobre la otra con el corazón a punto de salírsenos por la boca. Luego, poquito a poco nos fuimos recuperando de la loca, extenuante carrera.

¿Qué nos pasó después? Es algo difícil de explicar. ¿Sería el ancestral llamado del instinto, de la sangre, de la…carne? (Aquella avasalladora tentación a la que el tata Palomino hacía alusión con el ceño fruncido y duro acento en el catecismo sabatino: “Inmundo, imperdonable acto de lascivia”, “Gravísimo pecado mortal” ¡Quién todavía!, el lascivo tata cura de la parroquia)

Sería, digo, ese arrollador impulso el que nos poseyó a la dulce Martina y a mí, aquel inolvidable jueves de tentación, de deslumbramiento, embrujo… Con qué irreflexiva avidez se buscaron nuestros labios en la oscuridad, en el beso más trémulo, más intenso, más… dulce, que jamás compartí antes ni después. Era la magia eterna del primer beso, que le dicen…

Y el duro suelo de lajas de piedra del viejo zaguán se convirtió en el mullido lecho donde Martinita y yo celebramos entre asustados y anhelantes, nuestro ritual de carnal iniciación. Oleadas de ardiente sangre inundaron nuestros cuerpos. Bajo el barullo estorboso de nuestras ropas buscamos con ansias la tibieza, la tersura vibrátil de nuestra piel estremecida… Y los bisoños debutantes copulamos semidesnudos tras el ancho portón, con la sabiduría de viejos amantes; inflamados de deseo, impulsados por irrefrenable placer desesperado, que aún agonizante, anhelaba perpetuarse, eternizarse, luego de consumirse hasta el morir, para poquito a poco ir resucitando, inmensamente dichosos, después de haber hollado con pies profanos, una celeste porción del paraíso.

¿Podrán creerme? Aquel dichoso encuentro tuvo el mágico efecto de: Curar mi timidez. ¡Que insospechado, placentero modo de perder la pusilanimidad! Qué manera más bella y agridulce de extraviar – sin pena y ¡con gloria!- la menguada virginidad…

Y mientras yo perdí la timidez, la dulce Martinita de ayer perdió no solo la coqueta alegría: enredado entre besos y caricias extravió esa noche el corazón…

Al despertar al otro día al levantarme y abrir la ventana, descubrí que todo cuanto me rodeaba: los objetos más insignificantes del patio y del jardín, los arbustos y cercos de la huerta, el cercano lago, el cielo diáfano, todo, todo tenía nuevos contornos de luz, de fulgor. Si bien en el espejo mi rostro era el mismo de ayer, los mismos ojos, la misma expresión de azoramiento, ¡caramba! Supe que en adelante ya no sería el mismo, que algo de mi incipiente existencia había cambiado de golpe y porrazo para siempre.

Cuando bajé a desayunar, traté disimuladamente de buscar con los ojos a mi Martinita pero no la hallé por ningún lado. No estaba atendiendo sus acostumbrados quehaceres. Como quien no quiere la cosa, pregunté a la Hilaria por su prima. Con sonrisa misteriosa, me lanzó a la cara la noticia: ¿Que no sabes? ¡Se ha ido a su estancia para siempre y no volverá nunca más! Muy apesadumbrado, lamenté en el alma su partida... Pero ¡ay, condenada Hilaria! Me había mentido, mas eso lo sabría luego de todo un día de abatimiento: Habían enviado a Martina de comisión fuera del pueblo, para comprar flores que adornarían la iglesia el domingo. Sorpresivamente hizo su aparición al atardecer, con su florido cargamento ¡más linda que nunca! Mi corazón dio un vuelco de alegría. Desde un rincón, observando mi reacción nos espiaba con sonrisa burlona la cruel Hilaria. La odié a muerte por haber mentido, por haberme hecho sufrir. Pero mi felicidad pudo más y borró al instante toda sobra de rencor.

Fue transcurriendo febrero, con sus días de cielo diáfano, de sol ardiente, de fresca brisa lacustre... También de inesperados aguaceros copiosos, torrenciales.

Y el carnaval llegó, con su cortejo de alegres mascaritas, corso de flores, juego con agua por las calles y en la fuente de la plaza, bailes en el Club Social y el Municipio, alegres pandillas y nostalgiosos aires musicales al son de guitarras, charangos, mandolinas, al compás de tarkas, bombos y pinquillos.

Muchas tardes, al terminar ella sus tareas, nos escapábamos a la huerta a conversar y pasarla juntos. Oye, ¿por qué esa carita triste? Le pregunté una tarde... Cómo quieres púe que esté, si pronto te has de ir… Y dos lagrimas perlaron sus mejillas de durazno. Tontita, no te apenes. He de volver a buscarte el próximo verano, le dije a modo de consuelo. Pero ¡ay!... bien sabía yo que eso no podía ser; que no dependía de mí volver desde tan lejos, sobre todo ahora que mi madre retornaba a la capital.

Juli

Luego, pronto me vi entregado a la ingrata tarea de hacer maletas, de liar bártulos para volver a Lima, retornar al colegio; de verme con mi archienemiga la Aritmética, ¡ay, esa eterna signatura de cargo! Esta vez retornaba a la capital en compañía de mi madre –cosa grata sin duda- pero muy apesadumbrado por otra parte, por tener que alejarme de la dulce Martinita.

Y aquella mañana de nuestra partida, de nuestro viaje impostergable, mientras mamá y yo nos despedíamos de la familia, un hecho inusitado y sumamente triste marcó mi alejamiento del querido pueblo.

¡ Ay mamita linda! ¡Por qué pues te vas a ir! Mucho te voy a extrañar… Ay, era la inconsolable Martinita abrazando a mi madre, rogándole que no se fuera…. No llores hija, pronto volveré – trató de consolarla mi madre. Pero luego, volviéndose a un costado y bajando la voz, como hablando a solas: ¡Gua! Pero que le pasa ahora a esta chola... Cada vez que le pido un vaso de agua para mis pastillas, se demora o no vuelve con el encargo... Y ahora mírenla… hecha una Magdalena!

En el instante cruel de las despedidas, la Martinita y yo no podíamos manifestar abiertamente ante los ojos de la gente, el dolor de nuestra separación, sin llamar a escándalo. Solo mi destrozado corazón y yo, sabíamos que aquellas copiosas lágrimas supuestamente ofrendadas a mi madre, eran derramadas única y exclusivamente por mí, ¡ay! solo por mí…

El ómnibus de carga y pasajeros del Fiero Chuquimia echòse a andar. ¡Bendito sea mi gorro de piel! Con el pude cubrirme rostro para llorar, copiosamente, ardientes lágrimas de inmensa tristeza, durante interminable trecho del camino; de aquel camino que me conducía lejos, muy lejos, alejándome de la tierna Martinita y condenándome a la separación, la soledad… ¡mas no al olvido! <>

_________________________

*Hugo Romero Manrique, nacio en Juli. Reside en Lima. narrador de vasta producción, ha publicado en las revistas Alborada, Haraui, La Tortuga Ecuestre, La Manzana Mordida, Proceso, Trocha. Trinchera, etc. ¡Ganó el premio CAFAE de cuento de! Ministerio de Educación en 1988; ha obtenido dos premios internacionales: I Concurso Andino Mujer: Imágenes y Testimonio, organizado por las fundaciones Aldes, HABITierra, Sendas (Ecuador), Movimiento Manuela Ramos (Perú), con su trabajo “Nicolasa Maquera para servirle ", y en el Concurso de Cuentos La Hucha de Oro, organizado por PUNCAS de Madrid, con su cuento "El leoncito de cristal",

EDUCADORES DESTACADOS EN MAGISTERIO PUNEÑO

 HERIBERTO LUZA BRETEL

MAGISTERIO Y CULTURA

Escribe: José Luis Ayala

H

eriberto Luza Bretel, es sin duda uno de los más im­portantes maestros del Perú del siglo XX, quien está espe­rando su biógrafo. No se tra­ta solamente de un ejemplar docente de educación pri­maria, sino de un educador cuyas lecciones y enseñanzas rebasaron las aulas para di­señar un sistema educativo, que bien se podría encuadrar en lo que ahora se llama edu­cación para la liberación de la idea dominante, así como un sistema educativo con identi­dad.

Se trata de una tarea pendiente destinada a res­catar cuatro aspectos del ejemplar maestro Heriberto Luza Bretel: Su precursora acción pedagógica llamada hoy interculturalidad, que consiste en la asimilación de otras culturas concurrentes a una sociedad en permanen­te cambio, 2do. Fomento a la cultura y rescate de la memoria social. 3ro. Participación de las sociedades humanas en el proceso de la educa­ción, la música, el deporte y las artes. 4to.- La tarea de pensar en la educación con un sentido libertario y libera­dor de los traumas históricos del pasado.

En el Centro Escolar Nº 841 de Huancané, man­tuvo la tradición de formar nuevos cuadros de niños inteligentes con identidad, todos quienes recibieron sus enseñanzas se incorporaron a la vida ciudadana con un cla­ro concepto de contribuir al desarrollo humano. El maes­tro Luza Bretel, continuó la ejemplar docencia de dos educadores injustamente ol­vidados, Humberto Valencia y Aniceto Catacora.

¿A qué se debe el in­justo olvido del maestro Heri­berto Luza Bretel? Se trata de una acción sin duda delezna­ble no solo de parte del Estado, sino del propio magisterio y su organización gremial. No hay todavía un libro dedicado a maestras o docentes muje­res peruanas. ¿Por qué el SUTEP no encarga a un grupo de científicos sociales que estu­die los aportes y biografías de mujeres docentes? Se conocen a la sociedad dominante y no así por como ejemplo a María Asunción Galindo, quien nació en Puno en 1895. Estudió en el Colegio de la Inmaculada Concepción, luego para ser auxiliar de primaria. Trabajó como docente en co­munidades campesinas aimaras de Puno. Falta escribir la biografía de Aurora Enci­nas Franco. ¿Quiénes son las más importantes educadoras de la selva peruana?

Quien tenga la colec­ción completa de la publica­ción "Wala wala", tiene un tesoro, se trata de una histó­rica publicación que animó Heriberto Luza Bretel y lo acompañaron Augusto Mar­tínez Aparicio, Manuel Ortiz Coaquira, Miguel Pino Chávez. Circuló en 1963 marcando una evidente diferencia con las publicaciones de la época, debido a su ideolo­gía francamente destinada a educar, culturizar y liberar a sus lectores de una ideología esclavista y claudicante.

Heriberto Luza Bretel nació el 16 de marzo de 1915 en la ciudad Tacna. Por lo que estaba imbuido del cau­tiverio durante la guerra de agresión y conquista de parte de Inglaterra, teniendo como brazo armado a Chile en 1879. Vivió sus años de infancia y en la escuela escuchaba a su maestro Juan Ramírez Alcán­tara, acerca de una guerra destinada a obtener territo­rios ricos en salitre y minerales.

Luego su familia se tras­ladó al puerto de Mollendo y allí cursó la educación prima­ria. Secundaria en el Colegio Seminario "San Ambrosio" de Puno y luego se formó como docente en la Escuela Normal "San Carlos” de Puno.

Debió haber sido hacia 1965 que el maestro Heri­berto Luza Bretel, invitó a la Promoción Carlos Oquendo de Amat, para un recital de poesía en Huancané. Como conocía a Gloria Mendoza Borda como una niña poeta, fue incorporada al grupo de poetas adolescentes.

Según refiere el poeta Abelardo Luza Gironsini, su padre ha dejado "trabajos so­bre literatura infantil, inconclusas sus obras de Paidokolla. Educación Intercultural, que constituye una propues­ta pedagógica que concibe al niño andino no sólo como una unidad físico-sico-so- cial, sino además como ente cósmico, cuya relación con la tierra y el cosmos es eviden­te dada la concepción andina al respecto: por tanto, para el proceso educativo, sostenía, que debía tenerse presente esta relación. “Paidokolla es la escuela activa aplicada a las relaciones ambientales y sociales del niño andino con su medio". Otro trabajo inédi­to de Heriberto Luza Bretel es «Los Núcleos Escolares Cam­pesinos: Experiencia Educati­va de Desarrollo Autónomo»; en el que vuelca su idea de utilizar los recursos del me­dio no sólo como elementos propicios al proceso educati­vo, sino también al desarrollo de una economía local basa­da en los mismos recursos. Su afán de organizar los talleres de producción rural fue ince­sante, los huertos escolares y taller de carpintería de Choqo, las granjas y los talleres de confección de ropa en Aqocollo son prueba de esta inquietud de hacer “no sólo una educación para la vida, sino en la vida misma, como fue la educación del incario". Falleció en Arequipa el 26 de diciembre de 1988.

El insigne maestro Heriberto Luza Bretel hacia 1965, escribió un texto: Ha na­cido un poeta, en referencia a nuestros primeros poemas. Por ese hecho profeso una infinita gratitud a tan ilustre peruano del siglo XX. <>

viernes, 19 de abril de 2024

HILDEBRANDT COMENTA. HISTORIA POLITICA PERUANA

 HACE CINCO AÑOS

César Hildebrandt

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nª 682, 19ABR24

H

ace cinco años, acorralado por las evi­dencias, Alan García se pegó un tiro en la sien.

Yo, que suelo admirar a los suicidas, no sentí aquella vez que García había sido un valiente, un fugitivo de la vida, un hombre que decide no seguir siendo porque está harto de que el sentimiento de lo absurdo lo persiga como una sombra.

Hay gente que se borra de este mundo porque no quiere hacerse más preguntas sin respuesta, porque no admite la depredación de la vejez, porque siente que el tiempo es esa noria que le chirría en la cabeza, porque está harta del goteo plagiario de los días, porque el placer se le fue de las manos.

Koestler, como Zweig, hizo un pacto con su mujer para irse al infierno después de enve­nenarse. Esos fue­ron dúos de amor triste cantados en alabanza al atajo.

Están también los que, como José María Arguedas, no resisten el rechazo porque en la niñez fueron heridos para siempre. Alfonsina Storni dio el paso después de que le diagnosticaran un cáncer, pero Virginia Woolf entró a las aguas que la devoraron en pleno goce de su cuerpo. Sylvia Plath abrió la llave del gas no porque el notorio marido la abandonara sino porque la vida era para ella un desfile de pequeños agravios. Marilyn Monroe se embutió de barbitúricos cuando, después de la fama, sus lechos y sus bisuterías, volvió a ser Norma Jeane Mortenson, la pobre chica que nunca conoció a su padre.

Hay gente que se mata por aburrimiento y hay otros que desisten porque lo vivieron todo y se dieron cuenta de que el viaje, por más variado que fuera, los había traído de vuelta al mismo andén de la partida.

Pero hay quienes se matan para escapar de sus actos.

Fue el caso de Hitler, Goering o Goebbels. Fue el caso del presidente chileno José Manuel Balmaceda, que se pegó un tiro en el pecho estando asilado en la embajada argentina. Había provocado una guerra civil que la de­recha congresal y militar ganó ensangrentando el país con más muertes que las sufridas en la guerra contra el Perú.

También están los que asaltan los dineros públicos y se matan para no ser humillados en una cárcel.

Ese fue el caso architelegénico de Robert Dwyer, el tesorero del estado de Pensilvania que se mató un día antes de que fuera sentenciado por aceptar un soborno de la empresa californiana Computer Technology Asociates. ­Dwyer alcanzó a decir estas últimas palabras: “las personas que me han llamado o escrito están molestas y se sienten impotentes. Ellos saben que soy inocen­te y desean ayudar. Pero en esta nación, la más grande democracia del mundo, no hay nada que puedan hacer para prevenir que me castiguen por un crimen que no he cometido”.

Por supuesto que lo había cometido. Y fueron tan con­tundentes las pruebas que, tras su suicidio, los cargos se confirmaron y la sentencia por soborno se ratificó. La muerte no lo salvó del oprobio. El suicidio no cerró el expediente ni impidió la vigencia de la ley.

En el caso de García, la documentación abunda. Y tiene que ver con sus dos gobiernos. Hay tes­timonios claves de quienes confesaron haber sido sus testa­ferros, signos exte­riores inequívocos, informes fiscales de los 80 y de este siglo. Y siempre hay un tren que cruza la biografía del personaje: ayer el de Sergio Siragusa, hace poco el de Jorge Barata. Es el tren de carga de una vida que pudo ser extraordinaria. Las voluntarias admisiones de Nava y Atala, amigos de su entorno, confirman la corrupción del personaje.

García se hizo millonario en el poder.

Y es una vergüenza que el Apra, el partido que fundara un hombre honrado y genial como Haya de la Torre, trate de presentar como víctima a quien se enlodó y contribuyó al desprestigio de los partidos y la política. ¿Cree el Apra que cambiará la historia presentando a compinches de García en Willax?

¡Si Haya viviera!   <>

jueves, 18 de abril de 2024

DANZAS MESTIZAS EN PUNO

 LA DANZA DE LOS TUCUMANOS

o MULA MULAS.

Por: Alfredo Fuster Rios.

L

a presencia de los arrieros fue de suma importancia para el traslado y comercio de animales de carga y productos manufacturados, los caminos que surcaban los Andes de Argentina hasta llegar a los actuales países Perú, Bolivia y Chile; eran de data antigua, procedentes de los antiguos caminos incas, también conocido como el Gran Qhapaq ñan.

Estas rutas instauradas durante el incanato sirvieron para dicho comercio que estaba a cargo de los arrieros, éstos eran personas que viajaban a las principales parcialidades y sectores de lo que constituía el altiplano, llevando objetos y animales que les servía para realizar trueques o comercializar con los lugareños siendo de gran demanda las reses y mulas, las cuales eran necesarias para el traslado de los viajeros.

Muchos de los que llegaban a zonas como Puno, Bolivia y Chile eran principalmente de la zona del Tucumán, caracterizados por su gran trabajo en cuero tanto para confeccionar monturas para los caballos como por la calidad de mulas y reses con las que comerciaban de ahí que su arribo a lugares ganaderos del altiplano era de suma importancia. De su presencia en nuestro país, se pueden evidenciar en las expresiones danzarias a lo largo del tiempo, es así que en Puno se aprecian diversas variedades de danzas de arrieros entre ellas los llamados Argentinos, Mula Mulas, Tucumanos, Arrieritos, entre otros, todas representan al argentino llegado a suelo peruano; ellos se dedicaban desde tiempos antiguos a recorrer los territorios que luego conformaron el Virreinato del Río de la Plata.

Juan Palao Berastain menciona a la zona de Vilque como uno de las zonas donde en tiempos del virreinato y aún después de la independencia se realizaban las famosas ferias de ganado, siendo el distrito de Mañazo lugar estratégico para la llegada de estos viajeros donde ofrecían sus productos a los pueblos circundantes; es esta relación entre lo extranjero y local que produjo que el indígena representara de manera satírica a aquellos viajeros que además vestían de manera muy particular; usaban reatas de cuero que les servía para lacear a sus animales, una pistola a la cintura para defenderse en su recorrido y caraguatanas o también llamadas rozaderas en las piernas lo que les permitía viajar largas distancias sin que la parte interior de los muslos se irriten por las largas horas de cabalgatas, también portaban espuelas que eran necesarias para el arreo de las bestias que montaban, un poncho para el frio y sombrero de paja alado para los días de intenso sol.

El poblador indígena, en su forma de representar lo foráneo satirizó a aquellas figuras, no solo en su manera de hablar sino de actuar. Cárdenas Cari comenta que aquellos personajes solían tener vicios y usualmente se metían en problemas en los pueblos donde llegaban, teniendo riñas constantes producto del agua ardiente que bebían o por los líos que se fomentaban a raíz de malos entendidos al momento de la compra o adquisición, principalmente de alguna de las muchas mulas que traían.

Los viajes que realizaban los arrieros lo hacían con pequeñas paradas en lugares de descanso llamados también pascanas tal como lo fue en un principio la ciudad de Puno antes de la destrucción de San Luis de Alva, allí donde en tiempos de la colonia se colocaron cruces pues muchas eran anteriormente lugares de culto indígena. En aquellas pascanas o pueblitos donde se detenían, generalmente se dedicaban a incomodar a la población especialmente a las imillas (quinceañeras), estas acciones eran parte de sus tantas riñas en las que se disputaban a las mujeres, las mismas que relacionaban con las mulas en un sentido evidentemente machista. (Fuster 2018)

Una de las características que satirizaron los indígenas fue la forma de caminar de estos extranjeros magnificándolos a tal sentido que llegaba a la mofa no solo por las piernas arqueadas de tanto cabalgar sino en la representación de sus actitudes al estar ebrios, así como los conflictos que tenían donde solían enfrentarse a golpes con previas provocaciones entre pecheos y pisotones que hacían resonar sus espuelas para impresionar al contrincante, de esto hay que destacar el paso particular que tiene la danza en la zona de Azangaro, el cual se basa en patadas hacia adelante a manera de avance que representa las formas de arrear a las mulas pardas; aquellas que al ser el cruce de un burro y una yegua se decía que era la mula más burra que existía ya que era demasiado testaruda, pero buena para los viajes, relación que se le daba a las mujeres difíciles de conquistar con este tipo de mula, desde luego en un sentido figurado en un claro afán machista cuando en una parte de la danza se disputan a la mula parda (Fuster 2018). En el paso también se puede apreciar un derroche de machismo y virilidad que expresaba el estado de ánimo y el carácter de aquellos personajes, esto puede cambiar dependiendo del lugar donde sea representado ya que en otros sectores del departamento se representa más pegado a lo cómico y en ocasiones tiende a ser grosero como por ejemplo en Paucarcolla donde se danza para la fiesta de la cruz en el mes de mayo tal y como lo menciona el antropólogo Oscar Bueno, Todos estos sucesos ocurrían en un escenario donde los indígenas, los dados, apuestas y el alcohol eran los principales testigos del comportamiento de los extranjeros.

En la danza, los quechuas y aymaras han satirizado de manera genial las facciones de los personajes que eran ajenos a su cultura, asimilándolas a danzas creadas por ellos donde su presencia se perpetuó en el tiempo; es así que se observan arrieros que portan máscaras de personas de tez blanca representando a los llegados de Tucumán, pero también máscaras de morenos que emulan a los esclavos negros-mulatos que acompañaban a los arrieros, siendo ellos los que ayudaban en el arreo debido a la gran cantidad de mulas que se traían en cada viaje. En danzas como la del sikumoreno, danza indigena, se adhirió en epocas antiguas la figura del negro arriero como la huella dejada en el tiempo sobre la presencia de los morenos.

Los momentos más resaltantes que se aprecian aún en la ejecución de la danza es la entrada en grupos de 20 ó 40 danzarines, quienes representan a estos personajes y sus viajes en grupos, el momento del laceo o la técnica que estos utilizaban para domar sus caballos y mulas.

La coreografía se realiza en filas dando a entender que cuando había rencillas éstos se dividían en dos bandos para enfrentarse en un duelo, suelen danzar alrededor de una fogata donde se ven figuras sueltas como las cholas que no son otros que varones vestidos de mujer cargando una wawa en la espalda que simulan ir tras del arriero buscando que se haga responsable del recien nacido.

La danza es acompañada tradicionalmente por un conjunto llamado estudiantina y entonan coplas que relatan las peripecias que los arrieros pasaban en su ecorrido, las mujeres que van conquistado o la añoranza a su pueblo.

Esta danza se ejecuta en Azangaro, Puno, Lampa y Carabaya en fechas como el 8 de diciembre; en el mes de mayo en Paucarcolla-Puno para la fiesta de las cruces y la Virgen del Rosario en otros distritos y para la festividad a la virgen Candelaria, constituyéndose como una de las danzas más representativas del departamento de Puno lamentablemente en riesgo de desaparecer. Es preciso señalar que la presencia de estos personajes a sido caracterizada en diferentes lugares de nuestro territorio patrio ejemplos los vemos en muchas danzas como la figura del argentino en la Tunantada o la danza de los arrieros de Matalaque en Moquegua por citar solo algunas.

Se quedan muchas cosas pendientes que iremos compartiendo mas adelante. <>

 

miércoles, 17 de abril de 2024

PINTORES PUNEÑOS: JUAN F GOMEZ FLORES, JUANDINO

JUANDINO es un destacado pintor puneño, entregado totalmente al arte pictórico tanto en la práctica como en la docencia. En ambas facetas personalísimas ha puesto acendrada pasión y compromiso consecuente.

En mi modesta opinión, no como crítico especialista en la plástica pictórica (que no lo soy) sino como alguien que tiene la satisfacción de apreciar los resultados que día a día nos ofrecen los viejos y jóvenes pintores y pintoras de nuestra tierra puneña, puedo decir que, en su labor permanente como artista plástico JUANDINO expresa en sus obras un estilo claramente distinguible, por el despliegue de dibujos de línea clara y precisa, los mismos que sirven de basamento al manejo marcado y al mismo tiempo armonioso de los colores cálidos y fuertes, procurando una visualidad nítida y estética de la forma, el color y la luz, cosa que ha logrado en casi todos sus cuadros y murales.

La temática que predomina en su ya vasta producción pictórica es sin duda alguna lo andino y lo altiplánico en modo de las tendencias realistas. Por algo el seudónimo de JUANDINO, es el resultado de la contracción de dos palabras: Juan (su primer nombre) y Andino (el objeto de su predilección).

Claro que al lado de ello está el modo “abstracto” que ocupa una parte cuantitativamente menor de su producción, pero aún así, la simbología de antiguas culturas altiplánicas, presente en el fondo de muchas de sus obras realistas, está también igualmente presente -en alguna forma- en lo figurativo.

Como docente, quienes tienes tienen la palabra son sus discípulos, que cada día crecen en número y en notoriedad.

Visualizando la mayor parte de su creación pictórica – que los medios de comunicación electrónica nos han permitido registrar- aparece evidente que JUANDINO busca esmerarse esforzadamente para alcanzar lo único que cuenta: la calidad estética de sus creaciones. Y en ese empeño le deseo el logro de más y mayores éxitos; deseo ferviente que va para el junto con mi saludo cordial de siempre.

Algunas de sus obras: 1. Mural en Juli 2. Huayño danza pan andina 3. Yaulunaca  4. Balsas en lago 5. Thoqori 6. Balsa en cafè