LECTURAS
INTERESANTES Nº 636
LIMA PERU
21 NOVIEMBRE 2014
CLOACA
César Hildebrandt.
Tomado
de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 227 21NOV14, p 9
Mi país es un homenaje
involuntario a Bretón, al dadaísmo, a Moro, a Kafka. Aquí los policías suelen
ser una amenaza, los jueces administran injusticias, los que pierden las
elecciones gobiernan, los fiscales dudan en favor de los acusados, el Tribunal
Constitucional es fuente de sospecha.
Y aquí resulta que el
fujimorismo, que es el mal venéreo multidrogorresistente más extendido en el
Perú, y el aprismo, que es la franquicia picabolsos del doctor García, se han
convertido en guardianes de la moral y en la oposición modelo Savonarola que
grita desde el púlpito. Jajá.
Los jóvenes que ignoran quién
fue Fujimori y qué fue el decenio regido por su banda de hampones deberían
preguntar a sus padres -salvo que apelliden Joy Way o Hermoza Ríos- cómo fue
que el Perú se convirtió en un botín y de qué modo llegamos a limitar, por el
oeste, con un nada pacífico océano de mierda.
Y es cierto: nacieron en la
cloaca de "Página libre", el diario que Alan García y Guillermo
Thorndike armaron, nariz en ristre, en el hotel "Crillón" para
inventar la candidatura del "chinito que barrería con la derecha".
Fue el diario donde empezó Beto Ortiz su carrera de columnista.
Ahora los congresistas
herederos de esas sanguazas abandonan el pleno y sabotean una sesión. Con qué
nostalgia deben recordar algunos de ellos los tiempos en que el líder japonés
que los ensució cerraba el Congreso con el respaldo de la chusma y el miedo del
periodismo amanerado.
¿Quieren crear un clima
parecido al que precedió el golpe de Estado de 1948? No lo creo. Para eso
tendrían que haber leído algo de historia.
El fujimorismo no es una
corriente política. Es una propuesta delictiva, un resumen de lo peor. Si algún
arqueólogo del mal pudiese juntar los latrocinios de José Rufino Echenique, la
traición de Mariano Ignacio Prado, las felonías de Nicolás de Piérola, las
arbitrariedades de Leguía, la vacuidad de Benavides, los vicios putañeros de
Odría y la ninfomanías dineraria del Apra de Alan García, la figura resultante
sería el fujimorismo. No hubo crimen que le fuera ajeno, no hubo hedor que no
emanase. Copó absolutamente todo el Estado para depositar en él sus larvas.
Corrompió al Poder Judicial, borró a la ONPE, hizo del Congreso una mascota salivada, malogró al TC,
violentó a la Fiscalía, barrió con los derechos laborales, mató en nombre de la
paz creando grupos de exterminio para ese propósito, compró con millones de
sobrevaloración las armas que no necesitábamos porque ya habíamos perdido la
guerra del Cenepa. ¿Qué se salvó del Perú de Fujimori? Sólo lo que no estuvo
con ellos: la resistencia cívica y periodística que peleó hasta que el japonés
intruso se fue a Brunéi, paró en Japón, renunció por fax a la presidencia
usurpada con un fraude y no regresó.
Años después oficializó su
condición nipona, candidateó al senado del Japón, se casó para la foto con una
volantusa de la mafia de Tokio y quiso regresar, desde Chile, en olor de multitud.
En esta revista vamos a
recordar, cada semana y a partir de este número, qué fue el fujimorismo y qué es
hoy la impertérrita Fuerza Popular, el partido cuyo único programa consiste en
excarcelar al reo rematado y cuya máxima dirigente recibió, de manos de
Montesinos y durante cinco años, dinero de la mafia paterna.
Nacieron en una cloaca. Y
quizá gobiernen a partir del 2016. Será un nuevo homenaje al surrealismo. O a
Macondo. <>
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