DE DIABLOS Y CHAUVINISMOS
Agustín Echalar
Ascarrunz
PAGINA 7, La Paz, 16
de noviembre de 2014
En estos días los folkloristas han estado muy nerviosos, y
es que les ha caído muy mal que se esté por concretar la declaratoria de
Patrimonio Intangible de la Humanidad a la fiesta de la Candelaria en Puno. Han
reclamado por todo lado: en la embajada boliviana ante la Unesco, han mandado
cartas al ministro de Culturas y también al Presidente para que hagan algo para
impedir este reconocimiento en el hermano país.
Lo que nuestros compatriotas reclaman es que las danzas que son bailadas en la fiesta de la Candelaria de Puno son copiadas de Bolivia. Me imagino que se refieren, ante todo, a la morenada y a la diablada.
Tengo la esperanza de que el ministro Groux les haya dicho a los folklorista que iba a hacer las diligencias pertinentes sólo por sacarse de encima a un grupo de personas irracionales, que tienen ideas muy confusas, porque sería algo muy inapropiado -que mostraría a Bolivia como un país mezquino- ir a pedir a una instancia internacional que no se le conceda un honor al vecino, peor aún, al hermano.
Pero vayamos por partes. Para empezar, el pequeño honor que significa ser declarado Patrimonio Intangible de la Humanidad por la Unesco es algo tan insignificante que realmente no merece el menor esfuerzo.
Esa categoría fue creada hace unos 12 años, en un loable afán democratizante para dar una alternativa a los países o regiones que no tenían patrimonios arquitectónicos o plásticos, vale decir tangibles, que pudieran ser considerados "de la humanidad”. En realidad no afecta en nada. Se equivocan quienes creen que eso dará beneficios, ni siquiera vía turismo. Por lo demás, convertir una fiesta en un patrimonio, que por lo menos teóricamente debería significar cuidarla para que no se desvirtúe, es un tanto absurdo, porque por su propia esencia estas fiestas, si son auténticas, si no son artificialmente congeladas, van variando constantemente, tomando préstamos de acá y de acullá.
Lo que nuestros compatriotas reclaman es que las danzas que son bailadas en la fiesta de la Candelaria de Puno son copiadas de Bolivia. Me imagino que se refieren, ante todo, a la morenada y a la diablada.
Tengo la esperanza de que el ministro Groux les haya dicho a los folklorista que iba a hacer las diligencias pertinentes sólo por sacarse de encima a un grupo de personas irracionales, que tienen ideas muy confusas, porque sería algo muy inapropiado -que mostraría a Bolivia como un país mezquino- ir a pedir a una instancia internacional que no se le conceda un honor al vecino, peor aún, al hermano.
Pero vayamos por partes. Para empezar, el pequeño honor que significa ser declarado Patrimonio Intangible de la Humanidad por la Unesco es algo tan insignificante que realmente no merece el menor esfuerzo.
Esa categoría fue creada hace unos 12 años, en un loable afán democratizante para dar una alternativa a los países o regiones que no tenían patrimonios arquitectónicos o plásticos, vale decir tangibles, que pudieran ser considerados "de la humanidad”. En realidad no afecta en nada. Se equivocan quienes creen que eso dará beneficios, ni siquiera vía turismo. Por lo demás, convertir una fiesta en un patrimonio, que por lo menos teóricamente debería significar cuidarla para que no se desvirtúe, es un tanto absurdo, porque por su propia esencia estas fiestas, si son auténticas, si no son artificialmente congeladas, van variando constantemente, tomando préstamos de acá y de acullá.
Ése es el caso del Carnaval
de Oruro, que es muy diferente el de hace 70 años, al de hace 50 y ni qué decir
al actual.
El reclamo de los folkloristas bolivianos suena aún más absurdo porque el Perú y Bolivia, sobre todo en el altiplano y los valles aledaños, se parecen tanto que se funden y se confunden, como diría Neftalí Morón de los Robles. Y eso, por supuesto, que no es gratuito, se trata de una misma geografía y de una común historia; es más, de una común nacionalidad a lo largo de centurias.
Una actitud noble y decente sería la de alegrarse de que Puno reciba una distinción, una ciudad hermana de un país hermano, casi fronteriza que, dicho sea de paso, se parece mucho a Oruro, que tiene como patrona a la misma Virgen de la Candelaria, aunque ahora la de Oruro se llame del Socavón.
Por el contrario, lo que se ha visto en las redes sociales y en distintos medios de prensa ha sido una exacerbación chauvinista, con un protagonismo de la xenofobia hacía los extranjeros que más nos parecemos.
Eso no es algo de lo que podamos sentirnos orgullosos; orgullosos nos podríamos sentir de que el folklore boliviano tenga tanta aceptación, que sobrepasa las fronteras de nuestro país. Por lo demás, vale preguntar a los que fustigan a las autoridades (que supuestamente no hacen nada para evitar el ¨robo¨ de nuestro folklore) ¿que se podría hacer para evitar que música boliviana se toque en el extranjero? Y, por supuesto, vale preguntarse si eso hace algún sentido.
Bolivia y Perú son una unidad cultural, sobre todo en la sierra. Tenemos las pequeñas diferencias, que son ante todo detalles, pero el común denominador es arrollador. No entender esto es no entendernos a nosotros mismos. Y pretender hacer un lío de la madona por un detalle es tener una mirada muy corta. El embajador Cáceres en París no les ha hecho caso, (bien por él), y el ministro de Culturas ha dicho que tomará cartas en el asunto.
El reclamo de los folkloristas bolivianos suena aún más absurdo porque el Perú y Bolivia, sobre todo en el altiplano y los valles aledaños, se parecen tanto que se funden y se confunden, como diría Neftalí Morón de los Robles. Y eso, por supuesto, que no es gratuito, se trata de una misma geografía y de una común historia; es más, de una común nacionalidad a lo largo de centurias.
Una actitud noble y decente sería la de alegrarse de que Puno reciba una distinción, una ciudad hermana de un país hermano, casi fronteriza que, dicho sea de paso, se parece mucho a Oruro, que tiene como patrona a la misma Virgen de la Candelaria, aunque ahora la de Oruro se llame del Socavón.
Por el contrario, lo que se ha visto en las redes sociales y en distintos medios de prensa ha sido una exacerbación chauvinista, con un protagonismo de la xenofobia hacía los extranjeros que más nos parecemos.
Eso no es algo de lo que podamos sentirnos orgullosos; orgullosos nos podríamos sentir de que el folklore boliviano tenga tanta aceptación, que sobrepasa las fronteras de nuestro país. Por lo demás, vale preguntar a los que fustigan a las autoridades (que supuestamente no hacen nada para evitar el ¨robo¨ de nuestro folklore) ¿que se podría hacer para evitar que música boliviana se toque en el extranjero? Y, por supuesto, vale preguntarse si eso hace algún sentido.
Bolivia y Perú son una unidad cultural, sobre todo en la sierra. Tenemos las pequeñas diferencias, que son ante todo detalles, pero el común denominador es arrollador. No entender esto es no entendernos a nosotros mismos. Y pretender hacer un lío de la madona por un detalle es tener una mirada muy corta. El embajador Cáceres en París no les ha hecho caso, (bien por él), y el ministro de Culturas ha dicho que tomará cartas en el asunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario