EL PAIS QUE MATA CUANDO PUEDE
César Hildebrandt
En
HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 722, 28FEB25
C |
aen techos, puentes,
famas y derechos.
El Perú es un país en
caída libre, un homenaje a Newton, un suicida que acude a su destino de hormigón
y sangre.
Pero no lo olvidemos
jamás: el Perú de los Rodríguez-Pastor es el país del fujimorismo que nos
pudrió. O sea, el reino de los agroexportadores que se hicieron leyes propias,
el del saqueo generalizado de las ventas de empresas públicas, el de las leyes
desreguladoras y el dominio absoluto de lo privado (después del asesinato
conceptual del interés público).
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Mechain, PERU21 28FEB25 (Deseo del 97% de peruanos) |
Bien saben por qué lo
hacen. No vaya a ser que alguien asocie a Rodríguez-Pastor con la putrefacción
fujimorista. ¿O ya olvidamos que el dueño monopólico del negocio farmacéutico,
preocupado por las elecciones, le dio 200,000 dólares a la heredera? ¿O es que
no recordamos que la ley que impide a los municipios el cierre de los centros
comerciales tiene nombre propio y se llama Guerra García porque fue el
difunto Nano el que, a nombre de Fuerza Popular, la presentó y sostuvo?
La derecha peruana
encontró en Alberto Fujimori al canalla que la historia le había negado. Manuel
Pardo fue un tibio liberal que, cuando las circunstancias empujaron,
nacionalizó el salitre. Nicolás de Piérola era básicamente un aventurero, pero
nadie pudo acusarlo, con pruebas, de haber robado un centavo al fisco. Benavides
estuvo demasiado ocupado en cuidarle las espaldas al orden oligárquico como
para aspirar a más. Manuel Prado, el hijo del traidor, fue un frívolo que
degustó el poder a sabiendas de que no era del todo suyo. Odría vivió tiempos
de alzamiento social y, al margen de la casa que le regalaron los golpistas del
48, se dio el lujo de hacer vivienda social y colegios estatales de gran
tamaño.
No eran ejemplos a
seguir. La derecha insaciable de este país necesitaba un miserable de verdad.
Alguien que reuniera la falta de escrúpulos de José Echenique, la codicia sin
pasaporte de Mariano Ignacio Prado, la cobardía de Miguel Iglesias, el instinto
popular y represivo de Augusto Leguía. Todo eso mezclado en una licuadora y
agitado unos minutos. De esa memoria líquida y espesa salió Alberto Fujimori,
el dios pagano de nuestra derecha. Él creó el Perú de las recaídas.
El techo que mató a seis
personas e hirió a más de 80 es la consecuencia de la sacralización de lo
privado y el dominio de una narrativa que ha entrado por vía endovenosa entre
los desclasados. Ese relato te dice que el capital se asusta cuando lo
fiscalizas, que las inversiones se van cuando el Estado regulador ejerce sus
funciones, que lo mejor es que la política acompañe a los empresarios en el
acto patriótico de crear empleo y riqueza. Y que cualquiera que no piense así
es un caviar, es decir un terruqueable, un hereje que hará que la economía se
estanque.
Pero, eso sí, si las
cosas no salieran bien, como ocurrió con los bancos Latino o Wiese, como ocurre
ahora con Telefónica, entonces sí se apela al Estado para iniciar un proceso
que permite no pagar las deudas.
El pueblo se ha tragado
toda esta patraña porque se la han embutido la televisión secuestrada, la
radio comprada al peso y los diarios que son parte de la farsa.
Hasta que se cae un
techo y mata a seis.
Entonces salen los
alcaldes vigilantes, bustos parlantes que se preocupan por las víctimas,
editoriales jaquecosos que aluden a remotas responsabilidades.
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Los reales gobernantes de hoy, por Carlin |
Pero no. Sale la abogada
Romy Chang, tan solapa como siempre, y dice, en nombre de Rodríguez-Pastor, que
la empresa se hará cargo. ¿Cómo? ¡Con veinte millones de soles! El reparto
sale a 227,000 soles per cápita, entre muertos y heridos.
No lo olvidemos más: el
Perú donde los privados hacen lo que quieren (porque lo demás es “comunismo”)
es el que fundó Fujimori. Es el que la derecha mantiene a punta de muertos,
cuando es necesario, y de mentiras, que es lo de siempre.
Por eso es que Dina
Boluarte resulta tan afín para la derecha. Como ha observado el columnista
Richard Arce, la señora que va a Palacio ha llamado opa al gobernador de Apurímac
por no presionar para que los proyectos de esa región merezcan un trato
privilegiado ahora que ella, apurimeña, está en el poder. Opa es una palabra
quechua que puede traducirse como tonto, tetudo, bobo. Como señala Arce, lo que
Boluarte le está diciendo al gobernador es que no está aprovechando la ventaja.
En resumen, que está perdiendo una gran oportunidad.
Eso es fujimorismo puro.
Como cuando la heredera de nuestra yakuza exigió a su bancada que se opusiera
a los octógonos preventivos para pagarle así el favor a Dionisio Romero Paoletti,
el dueño de Alicorp que le había entregado tres millones y seiscientos mil
dólares en efectivo para la campaña electoral.
Ese es el Perú de la derecha en modo buitre. Ese es el Perú que mata cuando puede. Y que calumnia a quien no está en el juego. <+>
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