viernes, 2 de agosto de 2024

OPINION: HILDEBRANDT SOBRE HECHOS DE LA COYUNTURA POLTICA

 MADURO Y BOLUARTE

César Hildebrandt

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 697 2AGO24

C

inco horas de música: Bach en la interpretación auténtica de Yo-Yo Ma, o en la personal de du Pré, o en la personalísima de Casals, qué importa. Bach y sus mil significados, sus demonios repetidos, sus sombras manifiestas, las brasas en que ardía, la victoria de sus letanías.

Cinco horas de viaje, cinco horas de novelas negras, cin­co horas de buen fútbol, cinco horas de gran cine (no el de Netflix), cinco horas de periódicos de to­das partes (aunque anuncien lo mismo de siempre y callen lo que se acostumbraron a tragar).

Cinco horas de paseo, de holganza, de amor, de mirar mariposas, de sueño, de soledad, de locura, de repasar revistas vie­jas.

¡Cinco horas de lo que sea, pero no cinco horas de Dina Boluarte!

El saurio Ernesto Blume dice que la se­ñora encarna a la nación. ¡Asu mare! Si eso fuera cierto, tendríamos que aceptar que somos idiotas, oportunistas y cínicos. Lo cierto es que la señora representa a Pepe Luna, a Waldemar Cerrón, a Jorge Montoya y a la banda del Choclito vallejiano.

Boluarte se propuso leer el discurso de la década y lo que salió fueron las actas sectoriales de los consejos de ministros: el aburrimiento documentado, el suicidio de la empatía, las cifras con arcadas.

La señora es lo peor que le ha podido su­ceder a las mujeres del Perú.

Y es lo peor que le ha podido pasar al país después de la farsa de Pedro Castillo.

Porque hemos pasado del simulacro criminal de un gobier­no de izquierda a la patraña de un régimen que se sostiene gracias a las bandas delictivas que se han apoderado del Con­greso.

Castillo fue un asco.

Boluarte es lo que sigue al asco. Y ese es el vómito que la gran prensa no quiere reconocer, que la CONFIEP aplaude, que la derecha trata como inevitable. El Perú nada en ese vó­mito color neón.

Acusamos a Maduro de tramposo -y claro que lo es-, pero aceptamos que nos gobierne una señora que autorizó tratar a manifestantes contrarios como si fueran terroristas y mató -sí, mandó matar- a 49 de ellos. Y salen sus abogados a decir que la construcción jurídica de la acusación fiscal es imperfec­ta, demostrando una vez más que la abogacía es la pata de ca­bra del arte argumentativo.

Maduro ha adulterado los re­sultados y los venezolanos pa­garán las consecuencias.

Pero en el Perú la derecha, con los canales 4 y N y “El Co­mercio” al frente, sostuvo lo mismo de una elección impeca­ble que había perdido, por ter­cera vez, la señora Fujimori. La derecha nostálgica adoró la idea de que esos comicios se anula­ran y empleó todos los recursos a su alcance para lograrlo. La democracia es una máscara para quienes se sometieron a un japonés que los despreciaba.

Maduro es un tirano, pero el Congreso del Perú es una federación del hampa y la señora que va a Palacio es el títere de ese congreso.

Pero resulta que los venezolanos tienen el derecho a la insurgencia -cómo no- y los peruanos, no.

Maduro es un calco del modelo cubano con el añadido te­merario de las elecciones. El problema es que Maduro convo­ca a la contienda sabiendo que no la puede perder, del mismo modo que en el Perú la derecha se organiza para que el 2026 sea el año del triunfo (con cualquiera de los Fujimori a la cabeza y con un JNE que se parezca al Consejo Nacional Electoral del chavismo hereditario).

Venezuela padece el chavismo hace 25 años. El Perú arrastra el fujimorismo hace 34 años y la agenda de la próxima elección y del futuro se está haciendo a su modo y con sus métodos.

El gobierno de Maduro es despreciable.

El régimen del Congreso del hampa y la fantoche que in­toxica el aire durante cinco horas, también. <>

No hay comentarios:

Publicar un comentario