sábado, 22 de julio de 2023

REPRESION POLITICA Y CULTURAL EN EL PERU DE HOY

 YARITA

Y EL PERU ENEMIGO

Juan Manuel Robles

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°  645, 21JUL23

E

s alucinante el caso de Ya­nta Lizeth, la cantante fol­clórica que hoy es víctima de la censura más descara­da. Las cosas que le están ocurriendo a esta joven son la prue­ba de que comienzan a existir listas negras en el Perú de Dina Boluarte, que a ciertas personas el poder las “cancela” como castigo a sus acciones públicas en contra del régimen y sus crímenes. Entre diciembre del 2022 y enero de este año, Yarita Lizeth cometió el “error” de apoyar a su tierra natal, Juliaca, en el momento más crítico de los asesinatos a manifestantes de esa ciu­dad por parte de las fuerzas del orden. Además de poner a disposición de los ciudadanos en protesta el bus privado que ella usa para las giras, la artista donó cincuenta mil soles para los familiares de los muertos y heridos producto del estallido.

La acción, bastante visi­ble debido a que la carrera de la cantante iba en ascenso, provocó el aplauso de los que queremos al Perú libre de Dina Boluarte y su gendarmería ase­sina. Pero también hizo que pasaran cosas raras: Yarita Lizeth tenía un concierto con­firmado en el anfiteatro del Parque de la Exposición —el mismo donde han tocado artis­tas como Manu Chao y Susana Baca— pero los organizadores le anunciaron que la presenta­ción ya no iba a darse. Eso fue en enero. Hace poco, volvieron a anunciar a Yarita Lizeth para un concierto por 28 de julio en el mismo escenario. Pero hace unas semanas le dijeron que ella ya no iba a participar.

Cuando la cantante salió en la prensa a expresar su molestia por la cancelación del primer concierto, los comentarios a la noticia no se hicieron esperar. “¿Financias un bus para que vengan terroristas a Lima y encima quieres cantar acá?”. “¡Vete a cantarle a Evo!”.

Esos comentarios de redes, detri­tus de la realidad, revelan algo del país actual. Una parte del Perú con­siente abusos contra quienes alzan la voz. Nos hemos convertido en un país en el que se ha normalizado el hecho dé que quien protesta sufra consecuencias y castigos. Y esto se da con mayor encono si esas per­sonas proceden de ciertos lugares. Cómo no va a ser blanco del estigma una cantante folclórica de pampones de tierra, del Perú que votó por Cas­ tillo, una hija ilustre de la “segunda capital de Sendero Luminoso”, como calificó a Puno en RPP el coronel Juan Carlos Liendo, desubicado ex­perto en “inteligencia”.

El racismo de siempre opera aho­ra con un componente geográfico, y usando un lenguaje que llama a cui­dar las fronteras: es como una xeno­fobia dentro del propio país. El peca­do de Yarita Lizeth es de los peores: facilitar transporte seguro para sus conciudadanos, que, según la prensa oficial, o son senderistas o seguido­res de Evo Morales. ¡Promover que lleguen a la capital! El mensaje entre líneas: esta señorita se lo buscó. Es como si fuera necesario hacer ciertos deslindes ideológicos para tocar en buenos términos en Lima (si vienes de una de esas provincias dudosas).

Lo que el gobierno de Dina Bo­luarte ha conseguido es aterrador: la división casi balcánica del Perú. Se ha instalado con éxito la narrativa de las hordas del sur enfrentadas al poder legal de Lima y las ciudades de la costa. La periferia vándala contra el centro trabajador. La democracia versus el comunismo neosenderista. Hay ciudades que son directamen­te estigmatizadas. El señor Liendo, quien llamó a Puno segunda capi­tal de Sendero, dijo también que la primera capital senderista es Aya- cucho. Y poco antes de la marcha de esta semana, la sucesora constitu­cional dio un discurso en el que dijo que el llamado a la protesta viene del VRAEM,   LA REGIÓN donde opera el narcotráfico armado con pasado senderista.

Ni Ayacucho es la capital de Sen­dero Luminoso (el hecho de que el movimiento se haya originado allí no es motivo para asociar el nom­bre de una ciudad) ni mucho menos la “segunda capital” es Puno (que nunca dejó entrar a Sendero). Y el problema que padece el VRAEM no es excusa para que la primera autori­dad de la nación nombre la localidad por sus inquilinos más indeseables. Pero claro, no importa. Es algo pre­meditado que esta cartografía se im­ponga y avance.

No se te ocurra hacer ciertas cosas, dar ciertas declaraciones, ser músico y querer infiltrar mensajes si eres de Puno. O de Ayacucho. La rapera Re­nata Flores, ayacuchana que canta en quechua, salió a apoyar la marcha de esta semana. Los co­mentarios que le hicieron eran variaciones de: cuidado, mira lo que le pasó a Yarita.

Fujimori gobernó teniendo el servicio secreto de Montesi­nos para sembrar terror, y en alianza con las clases dirigen­tes. Pero como consecuencia de su radicalismo neoliberal la Lima rancia tuvo que tragarse ciertos sapos: fue el país de la combi, de los nuevos segmen­tos de mercado que marranea­ron los rostros de la publicidad, de la economía reactivada por personas que venían del inte­rior (los que Lima seguía lla­mando “provincianos” de ma­nera obsoleta). Ese país abierto al mundo ya no podía tener Tiendecita Blanca reservándo­se el derecho de admisión para excluir a los cholos, como había ocurrido unos añitos antes.

La alianza actual de Dina Boluarte con la Lima conserva­dora es más tóxica. Da un paso atrás en la historia. Ha conse­guido dar carta libre para que resucite lo peor de la estigmatización entre peruanos, y que se considere el racismo —que su­frió golpes importantes en las últimas décadas— como una variable válida en el espectro de la opinión y las decisiones privadas. Boluarte trabaja para una derecha que ya no se conforma con la libertad de invertir y flexibilizar el empleo, ahora tiene una cuota de restauración criolla con todo y escarmiento para la indiada “invasora”. Ella, apurimeña humillada en su propia casa por las huestes dere­chistas cuando postuló con el lápiz junto a Pedro Castillo (“no los que­remos aquí”, le gritaron), ha tenido que demostrar que está del lado de esa élite capitalina; es más, que pue­de ser su correcta empleada al punto de la inmolación. De paso, le dice al país que ese, el que ella adoptó, es el modelo único que permite la vida en paz para los hijos de Aprurímac, de Puno, de Ayacucho.

Por lo pronto, consigue disuadir y paralizar a mucha gente. Pero la rabia aumenta todos los días. <>

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