jueves, 29 de julio de 2021

ENFOQUES SOBRE EL BICENTENARIO

 UN ESTADO-NACIÓN TARDÍO

Escribe: Sinesio López 

LA REPUBLICA 24 Jun 2021

“Ninguna élite que manejó el estado o influyó en él recogió las demandas de los de abajo, las reconoció como legítimas y las transformó en leyes”.

E

n dos siglos de vida independiente el Perú no ha llegado a ser un estado-nación. No tuvo éxito en su construcción debido al anémico movimiento nacional criollo, en particular la aristocracia limeña que no quería la independencia o la quería sin abjurar de la colonia.

Los liberales del siglo XIX fracasaron en el intento de construir el Estado (1845-1895) porque no pudieron resolver dos grandes problemas estructurales: el gamonalismo y la servidumbre y la incapacidad de las élites peruanas para organizar coaliciones sociales estables.

Tampoco pudieron construir un nosotros, una nación. Ricardo Palma sugirió que los criollos mesocráticos sean los pilares de la nación peruana y González Prada sostuvo que la nación peruana estaba conformada por los indios.


El Perú del siglo XX tuvo mucho de continuidad, pero también experimentó algunos cambios significativos. En primer lugar, la construcción parcialmente exitosa del Estado oligárquico (1895-1968) por iniciativa de las élites políticas y económicas y la organización de una economía agrario-minero exportadora gracias a la alianza de estas élites con el capital extranjero.

En segundo lugar, el civilismo oligárquico siguió la ruta de Palma en la construcción de la nación imponiendo la homogenización cultural a través de la educación pública. Educar era castellanizar. Los indigenistas, Mariátegui y Haya, cada uno a su modo, trataron de seguir la propuesta de González Prada. Desde el Ministerio de Educación, Valcárcel y Arguedas impulsaron la educación bilingüe entre 1945 y 1948.

En tercer lugar, a partir de los años 30 y sobre todo del 50 se produjeron grandes cambios culturales (acriollamiento, cholificación, diversos tipos de mestizaje, reducción drástica del monolingüismo quechua y aymara) asociados a significativos cambios estructurales (industrialización incipiente, urbanización acelerada, migraciones masivas del campo a las ciudades criollas, proletarización) y políticos (democratización social y política, emergencia de la sociedad civil y de los partidos masas).

En cuarto lugar, la dictadura de Velasco y los militares reformistas desmontó el estado oligárquico y construyó un estado corporativo. Recogió algunas demandas de los de abajo, sobre todo del campo, hizo la reforma agraria que acabó con la oligarquía y el gamonalismo y decretó que el Perú era una nación bilingüe.

Salvo Velasco, ninguna élite que manejó el estado o influyó en él recogió las demandas de los de abajo, las reconoció como legítimas y las transformó en leyes a las que todos debieran someterse conformando una comunidad política nacional. Por eso mismo, los de debajo de todas las sangres nunca se sintieron representados ni defendidos por el Estado. La elección de Pedro Castillo es, por eso, la ocasión para construir un estado-nación pluricultural.

PARTIDOS HAN TERMINADO DEFENDIENDO LOS INTERESES DE LA VIEJA OLIGARQUÍA Y LAS TRANSNACIONALES

Escribe: José Luis Ayala Olazával

LOS ANDES 28JUL21

El único motivo y razón histórica coyuntural para renovar la fe en el Perú, con ocasión del Bicentenario de la Independencia, es el triunfo del profesor Pedro Castillo Terrones, elegido como presidente constitucional de la República. Se trata del primer docente primario que llega desde el Perú esencial, en un momento histórico del país. La derecha fascista peruana, inmediatamente después de entender que había llegado a un ciclo político terminal, hizo uso de todos los recursos del poder mediático para desacreditar al nuevo mandatario.

De nada valió mandar a asesinar a humildes campesinos del VRAEM. La idea era vincular a Perú Libre con remanentes de Sendero Luminoso. Quería hacerse creer que el terrorismo activo apoyaba a Castillo, pero esto no tuvo acogida debido a antecedentes y elecciones pasadas. Nadie devolverá ahora la vida a personas que fueron impunemente sacrificadas. Sin embargo, ese hecho debe ser investigado para sancionar a los culpables (…).


La demoledora campaña del poder mediático, la televisión criolla, radios mendaces, diarios golpistas como “El Comercio” y sus satélites mentirosos, no pudieron detener que el pueblo peruano se exprese libremente en las urnas. Lo primero que inventó la derecha política fascista, cuando se conocieron los primeros resultados, es que se había producido un fraude electoral. A pesar del esfuerzo y abuso del Derecho, el Jurado Nacional de Elecciones supo soportar una feroz campaña de desprestigio.

Entonces, quienes iban a perder el poder que retuvieron durante 20 años, decidieron hacer un llamado para que se produzca un golpe de Estado. Ese hecho lo decide la embajada de Estados Unidos en Lima, la CIA, el Departamento de Estado y el presidente de Estados Unidos. Vargas Llosa, Barnechea, Del Castillo y López Aliaga, convencidos de que no serían escuchados, optaron por sumarse a la idea de repetir la palabra fraude.

Proclamado Pedro Castillo Terrones como presidente constitucional del Perú, la derecha amenaza con vacarlo en el menor tiempo posible, teniendo en cuenta que no tiene mayoría de votos en el Congreso. Eso es grave, denota una revancha irracional, una evidente falta de cultura política, pero sobre todo deja notar que no entienden que el pueblo peruano está harto de un sistema político inhumano y corrupto. 

En el Perú nunca hemos tenido una clase política. Los partidos han terminado defendiendo los intereses de la vieja oligarquía y las transnacionales. Nadie iba a pensar que el APRA terminaría con Nidia Vilches, acompañando a golpistas para pedir “una auditoría internacional”, todo para deslegitimizar a Pedro Castillo como presidente del Perú.

El debate académico se ha centrado ahora en la tesis de Heraclio Bonilla: si la independencia del Perú fue concedida, conseguida o concebida. La afirmación es que sin la intervención de los ejércitos de Argentina y Chile, el Perú no hubiera derrotado al ejército español formado en su gran mayoría por soldados y oficiales  peruanos. Tanto San Martín como Simón Bolívar se fueron del Perú, convencidos de que no había una clase política capaz de convertir al Perú en una República.

José de la Riva Agüero fue el primer presidente traidor y golpista que se propuso matar a Bolívar. Desde 1821 hemos tenido muchos gobiernos militares y civiles incapaces de construir una República, un Estado soberano, una Nación plural con justicia social. La educación oficial se ha encargo de inventar una historia falsa sin identidad ni capacidad crítica. De allí la necesidad de reescribir la Historia del Perú. (…)

Queremos historiadores que nos digan cómo somos ahora, por qué somos así. Por qué somos un país pobre siendo tan rico. Queremos que nos digan hacia dónde debe ir el Perú. El Bicentenario debe servir para hacer un balance y liquidación de una clase que nos ha llevado a la última esfera de la pobreza. Pero los movimientos sociales sabrán salvar al Perú de la desmoralización colectiva. El Perú esencial y milenario es indestructible por los siglos de los siglos.  



 

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