LECTURAS
INTERESANTES Nº 734
LIMA PERU
30 DICIEMBRE 2016
LOS INDIANISTAS Y LA CONCIENCIA HISTÓRICA
Por: Henry Quispe en
La Curva del Diablo
“La fuente donde bebe el indio es del pasado
y lo hace con la intención de seguir viviendo en
el futuro”
Ayar Quispe.
En los círculos
de estudiosos indianistas, gira un imaginario pernicioso de suponer al
indianismo como una ideología que no complace completamente a la sociedad
colonizada, por ser muy arcaica o radical. Como única solución a esta, se busca
ablandar o desestabilizar al indianismo para asemejarle al pensamiento
divergente del pueblo colonizado. Obviamente el indianismo se debe superar o
mejorar, pero esto no significa volverlo menos liberatorio o asimilarse al
ideario de la sociedad ofuscada. En este tiempo, no es de extrañar la
discrepancia entre el indio sumiso y el indio rebelde, porque cada uno expresa
un pensamiento diferente y contario. O sea “el indio no nace dotado de
principios políticos e ideológicos, ni trae ya formada la conciencia
india, sino esta tiene que ser cultivada con mucho cuidado y dedicación”[1].
La
desvalorización de lo propio y la omisión del pasado histórico son productos de
los procesos del colonialismo configurados desde una visión q’ara para
embriagar y dominar al colonizado. Hacer creer que lo propio es inferior y lo
foráneo como superior; hacer creer que la invasión es justa y natural. Todo ese
ofuscamiento colonial entronizado en el imaginario del indio e india, valió
para robustecer y garantizar la continuidad de la dominación blanco-mestiza
sobre los autóctonos.
El
establecimiento de instituciones coloniales de disolución caótica social,
acarreó a formalizar labores de domesticación con el propósito común de
transformar la esencia humana del autóctono. Formar un modelo de hombre y mujer
que exalte, admire y se aferre al blanco, para ser fiel sirviente del sistema
que oprime. Los comportamientos (del indio alienado) son las que alimentan a la
reproducción colonial de relaciones de dominación entre el opresor y el
oprimido. De ahí pues, hoy el indio del contemporáneo actual es sumiso, ciego y
enajenado; reproduce de manera inconsciente todo lo foráneo.
Por ejemplo el
sistema educativo —de carácter colonial— implantó en el cerebro indio un
complejo de inferioridad donde induce a valorar más lo foráneo y deslegitimar
lo propio. Los conocimientos asimilados durante el proceso educativo, fueron
conocimientos configurados desde una mirada dominacional eurocéntrica ajenas a
la realidad y necesidad del pueblo. El indio e india fue concebido como un
objeto de domesticación, donde su esencia psíquica es moldeada al gusto y sabor
del opresor. En esa dinámica, para los indios la relación colonial entre el
indio y el q’ara les pareció natural, por ende no tuvieron un pensamiento
crítico y cuestionador al sistema imperante.
Ante esta
situación de ofuscamiento, la purificación mental del colonizado será resultado
de la toma de conciencia histórica que llevará por el derrotero de la
liberación. Es decir, cuando se asuma la conciencia histórica, el indio
sumiso pasará a ser un indio insurgente y por ende un peligro para la casta
blanco-mestiza.
En nuestro tiempo
actual, un aymara-quechua precolonial no puede compararse con un indio
contemporáneo, porque el colonialismo ha producido un cambio en sus formas de
vida, en sus actitudes y en su forma de pensar del autóctono. “Con [l]a
invención de la historia logran anestesiarnos o aletargar nuestra mente y a su
vez la liberación”[2]. De ahí pues,
hoy veremos que un indio contemporáneo no ciertamente es un aymara concreto
similar a un aymara o quechua del periodo precolonial.
En una
presentación del libro de H. C. F. Mansilla titulado “Filosofía Andina y
Filosofía Occidental” en la Universidad Pública de El Alto, se ha recogido las
palabras del autor, donde ignorantemente introduce en un solo saco al aymara
precolonial y al aymara contemporáneo (colonizado). Por ejemplo, exclamaba con
estas palabras: “… los aymaras también se dedican a acumular capital a tratar
mal y a explotar a la gente que ellos tienen bajo su mando cuando son
empresarios, los aymaras también producen complicadas triangulaciones
comerciales financieras (…) se comportan como todo el mundo, por lo tanto yo
creo que los seres humanos extraordinariamente iguales en todo el planeta, son
también iguales en lo que podríamos llamarlo negativo en su afición al egoísmo,
a acumular bienes, a tratar a los seres humanos como menos recursos laborales,
en eso los aymaras cuando lo pueden hacer lo hacen como el resto de todos los
otros pueblos del mundo”[3]. Lo que
hace referencia Hugo Celso Felipe Mansilla, es a aquel aymara colonizado, y sí
es colonizado, es exactamente un indio o india, no propiamente un aymara
concreto. Si lo analizamos la noción de Mansilla, veremos que no porta
mínimamente una conciencia histórica y por ende ignora el proceso del colonialismo
que sufrieron los aymaras. Los colonizados en tiempos de guerra, no pueden
valerse completamente de una conducta intachable. La lucha en nuestro tiempo es
de igual a igual. Lo que requiere el aymara colonizado es una conciencia
histórica, pero no para convertirse sumiso, sino para darse cuenta de la
situación colonial que se encuentra sometido.
En los principios
del proceso colonial, el colonizado tuvo las cadenas de esclavitud atadas en
los tobillos, en el cuello y en las muñecas; ahora “las cadenas están más
adentro, se han internalizado, están en su corazón, en su mente”[4]. O sea, las
cadenas de esclavitud pasaron a ser más camuflados; de visibles a invisibles.
Entonces cuando las cadenas se convierten así (clavadas en el pensamiento),
ciertamente dirige al colonizado a reproducir inconscientemente las relaciones
de dominación y opresión. Es decir, el indio se constituye opresor de si mismo,
por lo tanto para romper las vendas o los prejuicios coloniales, necesariamente
requiere alimentarse de la conciencia histórica, porque es aquella que librará
de las tinieblas coloniales.
Cada hora que
pasa, es hora que ofusca más la mentalidad del colonizado; olvida con mayor
intensidad su pasado histórico, y en consecuencia, la recuperación de su
memoria histórica se hace más complejo. De ahí pues, el rechazo del uso del
término indio y del indianismo, procede desde el propio colonizado, no
solamente desde la casta blanco-mestiza. Esta actitud contraproducente deviene
cuando se tiene relegado el pasado histórico. Entonces el tiempo es un factor
que contribuye a embriagar más al colonizado, y por lo tanto el asumir
responsabilidad del trabajo ideológico y político (de concienciar al pueblo) se
vuelve un deber urgente y diario del indianista.
La conciencia
histórica es el conocimiento que tiene el indio sobre sí mismo y de su entorno
colonial. Esta deriva a partir de la historia real no oficial relacionando
positivamente con su ética. La conciencia histórica combina el ser y el deber
interrelacionando el pasado, presente y futuro. Acudir al pasado
histórico, es darnos cuenta de la situación colonial que vivimos desde la
invasión (1492 a nivel Abya Yala y 1532 a nivel Tawantinsuyu) hasta el día de
hoy.
Para purificar
nuestro cerebro es necesario primero tomar conciencia de si mismo, así nos
encaminaremos por el sendero de la liberación. La “conciencia histórica nos
desacomplejará primero, luego nos dará un espíritu de independencia y,
finalmente nos condicionará la ideología a seguir”[5].
Sumergirse en el
pasado histórico, significa analizar y entender los siguientes momentos
históricos: 1). El desarrollo histórico y cultural de la civilización
aymara-quechua (antes de la colonización); 2). La invasión europea y 3). Las
luchas anticoloniales desde la muerte del primer indio hasta la actualidad. El
análisis serio y estricta de los tres momentos históricos, da un conocimiento
diferente y contrario a lo que se adquirió en los centros educativos: la
historieta oficial.
La mayoría de la
sociedad fulgura de un conocimiento histórico embaucador, formulados desde la
óptica blanco-mestiza e impuesto desde el Estado. A este sistema de
conocimientos Wankar calificaba de historietas[6], porque fueron
escritos con cerebros blancos, contrarios y falsos, relatan desde una mirada
colonial en beneficio e interés de su casta. En ese afán, uno para romper con
este prejuicio, debe alimentarse de fuentes verídicas que dará un pensamiento
crítico y contario a las historietas impuestas por el sistema colonial.
La comprensión
del desarrollo histórico cultural concretamente de la civilización
aymara-quechua, nos orienta —a los colonizados— a ubicarnos y a escudriñar
nuestra identidad real y la situación en que se encontraba nuestros ancestros.
Comprenderemos las formas de organización (económica, social, política), la
cultura, la visión, y otros aspectos del periodo precolonial. En realidad, el
quien
gobernaba en el antiguo Tawantinsuyu era el propio autóctono, no fue un
blanco ni cualquier forastero. La identidad real del autóctono no fue
impuesto, no fue boliviano/a, porque la Bolivia es de aquel extranjero,
específicamente del q’ara que ocupó de manera salvaje e injusta nuestro
territorio. Con la conciencia histórica llegaremos a conocer la sociedad
precolonial que vivían sin opresión, sin hambre, sin explotación y sin
dominación de unos sobre otros. De ahí pues, nos daremos cuenta, el por qué del
segundo Tawantinsuyu como proyecto político del indianismo.
Montufar |
La inconsciencia
siempre hace hablar al colonizado cosas incoherentes y contraproducentes cuando
se trata de liquidar al sistema opresor. En tanto se desconoce la invasión
brutal europea, no entenderemos la injusta ocupación salvaje que practica el
q’ara. Solo la toma de conciencia histórica puede hacer admitir al colonizado
el injusto usurpación del poder constituido. La conciencia dará entender por
qué llegaron, para qué, cómo llegaron y por qué los asesinatos a nuestros
ancestros. Así entenderemos que esta invasión es injusta y por lo tanto la
recuperación del poder es justo, por derecho y sagrado.
En este tiempo,
la lucha armada como un medio para la liberación india, es refutada por
aquellos ingenuos tildando de exagerado o radical. Uno que tiene ausente la
conciencia histórica queda con una conducta mansa y sumisa. Sin embargo, cuando
uno asume la conciencia histórica, entiende con cabalidad las luchas contra
todas las formas de dominación como un medio correcto y seguro para la
descolonización absoluta y verdadera. Este medio de lucha no es un invento caprichoso
de hoy, sino data desde nuestros ancestros. En otras palabras, la guerra se
inició con nuestros abuelos que hoy no llegó a concluirse y por tanto
concluirlo es un deber nuestro. En ese marco, el indio sumiso, alienado y
enajenado, debe entender las causas de la lucha, su objetivo y su importancia
como continuidad en nuestro tiempo.
Generalmente el
análisis serio del pasado histórico y la toma de conciencia histórica, conduce
a desembocar a las siguientes conclusiones:
1). Que existe
dos matrices de civilización, uno que es propiamente de las sociedades
precoloniales autóctonas y el otro se entromete desde la invasión europea,
porque en nuestro mundo actual “el desarrollo histórico de las sociedades no es
única, ni iguales”[7]. La matriz
civilizatoria occidental ha tenido más prioridad durante el proceso del
colonialismo y por ende opaca a la matriz civilizatoria precolonial.
2). Que a partir
de la invasión hay un cambio estructural social, donde el kolla se convierte en
indio o india, lo que significa que el colonizado u oprimido se vuelve en
sujeto insurgente, que lucha contra el sistema imperante.
3). Que en el
proceso histórico de lucha hay un trabajo pendiente e inconclusa: Esta es la
lucha armada, que ciertamente conduce hacia la liberación total del Qullasuyu
ancestral. De ahí entenderemos que, concluir la lucha es un deber del indio e
india y para ello necesariamente nos guiaremos de la ideología del indianismo.
4). Y por último
el colonizado comprenderá la relación colonial de opuestos; entre la Bolivia
q’ara y el Qullasuyu indio; entre el Estado y Nación. Una Bolivia centenario
constituido en Estado que oprime al indio Qullasuyino, y que el indio ofuscado
simplemente obedece a la Bolivia q’ara. Esta relación es la que cuestiona uno
que adquiere la conciencia histórica.
El indio/a del
contemporáneo actual rechaza el indianismo porque no comprende su pasado
histórico; las matrices de civilización (foráneo y lo propio), la lucha
anticolonial inconclusa y las relaciones coloniales entre Estado y Nación. De
ahí como primer requisito que debe tomar un indio sumiso es la conciencia
histórica y quienes conducirán hacia nuestro camino, son ciertamente aquellos
indianistas que mínimamente adquirieron la primera conciencia india.
Para entender con
cabalidad al indianismo, uno recurre al pasado y de ahí identifica su raíz. Al
respecto Yawar dirá: “Cuando uno habla del indianismo, uno siempre va hablar
del pasado, ya que el indianismo surge a partir de ello”[8]. Uno se
comprende a sí mismo porque ya tiene la conciencia histórica y por tanto se
vuelve en indio insurrecto que se diferencia de un indio sumiso, ofuscado y
alienado; ya no rechaza el uso del término indio ni al indianismo.
En los últimos
años los estudiosos del indianismo parecen haber entendido la conciencia
histórica como estéril o estático. Sin embargo cuando uno asume la conciencia
histórica inmediatamente tiene la responsabilidad de mostrar el camino hacia la
conciencia histórica a los indios que aun no se han liberado de la oscuridad
colonial. Profesar, difundir y fortalecer el indianismo es la tarea permanente
de un indianista. El pueblo debe enterarse del pasado histórico para tomar un
primer paso y llegar a ser un indianista, de esta manera se alcanza a ser
un poder solido. Cuanto más entiendan al indianismo será más fácil tomar el
poder.
Un indianista que
tiene la conciencia histórica automáticamente debe difundir, propagar y mostrar
el camino a los indios sumisos. Debe trabajar como un evangelista o cristiano.
Obviamente no es tan fácil, por eso la diferencia con las otras ideologías
incorrectas, que solo buscan lo fácil. El indianista trabaja desde las bases,
no escala a costa y sudor de otros.
Generalmente los
estudiosos del indianismo rebelan sus trabajos intelectuales escritos en los
periódicos o en libros. Pero para marchar correctamente siempre es necesario
fijarnos las cuatro dimensiones, de ahí pues nace esta interrogante: ¿Para
quién se escribe? Si se escribe para el indio, obviamente tendrá que ser
expresado en tono indio de manera que penetre en su pensamiento y corazón.
Ahora si se escribe para los blanco-mestizos, pues solamente se llega a
potenciar al q’ara para que siga jugando en la instrumentalización de lo indio.
Entonces, para garantizar la concienciación y dotar de una conciencia histórica,
el indio que quiere ser indianista debe moverse con tenacidad; en lugar de
estar coqueteando al blanco, debe coquetear al indio sumiso, porque el sujeto
que necesita liberarse de la oscuridad es el colonizado, no el colonizador.
Para marchar correctamente
siempre es necesario la prudencia. Al respecto Felipe Quispe dirá: “Hay que
manejar fino, con guantes blancos y pinza”[9]. Es decir, se
debe avanzar con mucho cuidado, sin meter mucho ruido, de manera que el q’ara
quede sorprendido. Por eso pues, un indianista antes de hablar y dirigir, debe
mirar y pensar en cuatro dimensiones, para saber dónde está y en qué condición
se encuentra, así sabremos cómo, cuándo y en qué ritmo debemos hablar y
movernos para garantizar nuestra liberación y el restablecimiento del segundo
Tawantinsuyu.
La expansión y la
difusión de nuestra ideología es fundamental para formar un movimiento grande a
nivel continental. Mientras el indianista no cumpla estrictamente su rol, el
indio sumiso seguirá refutando a la ideología libertaria indianista, pensando que
somos de India.
El poder indio no
llega de lo nada, no cae del cielo, se logra con el trabajo ideológico político
serio y responsable de los indianistas. Es decir “se tiene que derramar por
todas partes la semilla de la rebelión”[10] mostrando
al pueblo el camino hacia la toma de conciencia.
Un indio que ha
llegado mínimamente a una etapa de conciencia ideológica debe trabajar con
seriedad; en lugar de hacerse contaminar con el olor blanco-mestizo, debe hacer
que el indio sumiso se enamore del término indio y del indianismo. De esta
manera lograremos un movimiento grande y fuerte para lograr nuestra liberación
total a través de la guerra comunitaria de ayllus antes que el método
electorero. Pues así nos daremos cuenta que este indio es indianista porque
será quien está marchando por el camino correcto y seguro.
Notas
bibliográficas:
[2] APAZA
Calle Iván, (2011). Colonialismo y Contribución en el Indianismo. Qullasuyu.
Ed. Pachakuti. Pág. 104.
[8] Palabras
vertidas por Yawar Copana en el Foro Debate que se llevó en UPEA el 23 de
agosto de 2016.
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