LOS PARTIDOS POLÍTICOS
EN EL PERÚ
Por Jorge Rendón
Vásquez
L |
os partidos políticos son formaciones cuya
función es proponer candidatos para la conformación de los órganos electivos
del Estado. Surgieron a fines del siglo XVIII, luego de las revoluciones
burguesas de Francia y Estados Unidos, como una creación de la sociedad
capitalista, tras el reconocimiento por la sociedad o la mayoría de esta de la
igualdad de todas las personas ante la ley. Esto conllevaba la facultad de cada
persona mayor de edad de emitir un voto para conformar los poderes Legislativo
y Ejecutivo, sin distinciones por razón de fortuna, educación u otros
caracteres diferenciales.
Antes de ese momento, cuando la sociedad y el
Estado estaban absolutamente dominados por los reyes como un atributo
hereditario de familia, no se requería partidos políticos. Había, a lo más,
facciones de nobles partidarios de uno u otro rey o príncipe que los ayudaban a
mantenerse en el trono y ejercer el poder.
Aquellas revoluciones fueron preparadas por
la intelectualidad burguesa, desde comienzos del siglo XVII y las promovieron grupos
de burgueses reunidos en logias o asociaciones secretas juramentadas para
rehuir la persecución. La independencia de América Hispana y Portuguesa se gestó
también en logias.
Conquistar del derecho al voto les tomó a las
clases trabajadoras en Gran Bretaña más de cincuenta años de lucha y a las
mujeres unos cien años. Luego, este derecho se generalizó en Europa y otras
partes del mundo.
En el Perú, el voto de los ciudadanos que
no sabían leer ni escribir, una manera de excluir a las personas mayores de
edad que no habían pasado por la escuela, en su mayor parte campesinos
feudalizados y obreros emigrados del campo, les fue conferido recién por la
Constitución de 1979 (art. 65º), venciendo la resistencia de los partidos
Aprista y Popular Cristiano. Por ese artículo se redujo también a 18 años la
edad para ser ciudadano. Esta Constitución fue la primera del Perú que acordó a
los partidos políticos la facultad de postular candidatos en las elecciones
populares (arts. 68º al 70º) que ha reproducido la vigente Constitución de 1993
(art. 35º). En la Constitución de 1933, se había insertado un artículo (el 53º)
que no reconocía existencia legal a los partidos de organización internacional
y prohibía a sus afiliados desempeñar funciones públicas, norma destinada a
apartar de la vida política legal a los partidos Aprista y Comunista.
En Estados Unidos y Gran Bretaña, la
burguesía de todos los niveles se ha agrupado en unos pocos partidos que se
mantienen en actividad, aunque evolucionando: en Estados Unidos, los partidos
Demócrata y Repúblicano; en Gran Bretaña, los partidos Conservador y Liberal y,
desde fines del siglo XIX, el Partido Laboralista formado por la conjunción de
intelectuales de la burguesía y la pequeña burguesía y la mayor parte de las organizaciones
sindicales. En cambio, en Francia, la duración de los partidos políticos no ha
sido tan larga; ha estado determinada por su evolución. Los partidos del siglo
XIX en este país no pasaron de la mitad del siglo XX y, luego, varios de los
nuevos partidos perdieron significación y electores en el siglo XXI a favor de
nuevas formaciones políticas. En Alemania ha sucedido algo parecido: los
partidos de fines del siglo XIX, creados tras la unificación de este país en
1870, incluido el Partido Socialdemócrata de inspiración marxista, terminaron al
entronizarse el partido Nazi en 1933. Luego de la Segunda Guerra Mundial surgieron
otros partidos.
Es posible concluir, por lo tanto, que los
partidos políticos son generados y se mantienen en actividad mientras las
clases sociales y sus grupos cuyos intereses defienden los necesitan. Luego,
pierden importancia, se extinguen y son reemplazados por otros partidos o
agrupaciones.
En el Perú se ha dado también una evolución
similar: el Partido Civilista creado en 1871 para representar a las familias
blancas dueñas de grandes propiedades agrarias se extinguió cuando Augusto B.
Leguía se apartó de él y, apoyándose en el capitalismo financiero, creó el
movimiento La Patria Nueva que solo duró mientras él ejerció la presidencia de
la República, entre 1919 y 1930. En general, los partidos del siglo XIX, organizados
en torno a caudillos militares y civiles, no pasaron al siglo XX. Después, las
facciones de la oligarquía prescindieron de impulsar partidos propios dirigidos
por gentes de sus familias. No tenían intelectuales para eso y les resultó más
fácil y provechoso utilizar a ciertos jefes militares para gobernar de facto o
valerse de partidos que, en la práctica, podían alquilar para mantener sin
cambios su poder económico y sus privilegios de casta y neutralizar o aniquilar
la protesta popular y reprimir a los que osaban criticar el statu quo.
Siguiendo la tradición del siglo XIX, la vida de los partidos políticos en el siglo XX fue correlativa con la vida de sus jefes o caudillos; sus programas fueron accesorios, quedaban en la bruma o, a lo más, anunciaban algunos retoques a la situación económica y social. Tras el fallecimiento de los caudillos, los afiliados y simpatizantes de sus partidos los abandonaban y buscaban otras opciones, y los nuevos electores los desconocían o no se interesaban por ellos. Fueron los casos de la Unión Nacional Odrista, el Movimiento Democrático Pradista e incluso de partidos más organizados, como el Aprista, el Socialista, el Demócrata Cristiano, el Popular Cristiano, el Movimiento Social Progresista, Acción Popular, el Frenatraca, el Comunista y los grupos y sectas de izquierda y otros. Solo algunos lograron llegar al siglo XXI.
A fines del siglo XX comenzó la etapa de
los partidos de aventureros: gentes que se arrejuntan, en su mayor parte
profesionales, para presentarse a las elecciones con parodias de programas,
llevados por la ambición de llegar al poder del Estado para mandar, pagarse
altos sueldos, repartir prebendas y
vender su voto. En la década del noventa del siglo pasado un caudillo y su
partido de este jaez se apoderaron del Estado tras ganarle a otro aventurero escogido
por los grupos de poder económico en las elecciones de 1990. Una vez en el
control del Estado, aquel caudillo y su grupo introdujeron un liberalismo a
ultranza en la economía con el apoyo de otros grupos partidarios, incluidos los
de la llamada izquierda. Luego echaron abajo la democracia por un golpe de
Estado, respaldados por la alta jerarquía militar y, lo que es común en el
Perú, apoyados por la mayoría de electores. Los sucedieron otros aventureros en
la Presidencia de la República y en el Congreso.
En las elecciones de 2021 parecía que Pedro
Castillo y el partido Perú Libre que lo postuló serían diferentes y aportarían
la posibilidad de los cambios necesarios que la sociedad peruana requiere. Venían
de las provincias y eran una expresión de la clase profesional formada en
universidades no capitalinas. No fue así, sin embargo. Ni Castillo ni la candidata
a la Vicepresidencia y luego Presidenta, que juraron en el Partido Perú Libre al
que pertenecían aplicar los acuerdos de este, honraron esa declaración ni
dieron el nivel requerido. Tampoco la honraron los 37 representantes al
Congreso postulados por este partido al permitir una votación ilegal en el
Congreso para vacar a Castillo, dispersarse en varios grupos y apoyar luego las
medidas de los grupos de aventureros derechistas. Estos, dicho sea de paso, mantienen
su cohesión por su conciencia de que para pervivir en esa clase de política
deben ser leales a quienes los financian. De otro modo serían sustituidos por
otros de la larga cola de aventureros que esperan ser llamados. Con tal composición
del Congreso y del Poder Ejecutivo no está saliendo de allí nada bueno para el
Perú ni para los sectores mayoritarios de la población y, al contrario,
pareciera que a aquellos les encantan los escándalos por cohechos,
nombramientos irregulares o inconvenientes, la aparición de signos exteriores de
riqueza sin explicación y, sobre todo, que los periódicos y la TV del poder del
dinero y de otros se ocupen de ellos. A estos, por su lado, les viene bien
llenar sus páginas y minutos denunciándolos, entrevistándolos o halagándolos.
Es el espectáculo continuo del sistema.
Tal número de partidos buscará el voto de
más de 25 millones de electores del Perú en 2026, electores en su gran mayoría
sin formación política, y lo obtendrán. Muchos, alienados o mejor dicho
manipulados como de costumbre, votarán por la obligación legal de hacerlo o
porque los candidatos se parecen a ellos y sin que les importe lo que saldrá de
su voto, y tendremos luego el mismo espectáculo con los mismos u otros
aventureros.
El problema es cómo salir de este
subdesarrollo político. La respuesta se halla en la investigación y el acceso a
una ideología cierta y necesaria. Es claro que esto requiere formación, voluntad,
lealtad, honestidad y solidaridad, bienes por el momento raros, muy raros, en
nuestro país.
(Comentos, 21/8/2024)
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