miércoles, 21 de agosto de 2024

OPINION: ANALIZANDO LA PARTICIPACION POLITICA

LOS PARTIDOS POLÍTICOS

EN EL PERÚ

Por Jorge Rendón Vásquez

L

os partidos políticos son formaciones cuya función es proponer candidatos para la conformación de los órganos electivos del Estado. Surgieron a fines del siglo XVIII, luego de las revoluciones burguesas de Francia y Estados Unidos, como una creación de la sociedad capitalista, tras el reconocimiento por la sociedad o la mayoría de esta de la igualdad de todas las personas ante la ley. Esto conllevaba la facultad de cada persona mayor de edad de emitir un voto para conformar los poderes Legislativo y Ejecutivo, sin distinciones por razón de fortuna, educación u otros caracteres diferenciales.

Antes de ese momento, cuando la sociedad y el Estado estaban absolutamente dominados por los reyes como un atributo hereditario de familia, no se requería partidos políticos. Había, a lo más, facciones de nobles partidarios de uno u otro rey o príncipe que los ayudaban a mantenerse en el trono y ejercer el poder.

Aquellas revoluciones fueron preparadas por la intelectualidad burguesa, desde comienzos del siglo XVII y las promovieron grupos de burgueses reunidos en logias o asociaciones secretas juramentadas para rehuir la persecución. La independencia de América Hispana y Portuguesa se gestó también en logias.

Posteriormente, la burguesía ya no las necesitó y se organizó en partidos políticos a los cuales se les atribuyó las funciones de elaborar los programas de gobierno y postular a los candidatos que debían competir en las elecciones periódicas en las cuales solo podían intervenir los ciudadanos con ciertos montos de fortuna, es decir solo los burgueses y los estamentos de propietarios residuales de la vieja sociedad.

Conquistar del derecho al voto les tomó a las clases trabajadoras en Gran Bretaña más de cincuenta años de lucha y a las mujeres unos cien años. Luego, este derecho se generalizó en Europa y otras partes del mundo.

En el Perú, el voto de los ciudadanos que no sabían leer ni escribir, una manera de excluir a las personas mayores de edad que no habían pasado por la escuela, en su mayor parte campesinos feudalizados y obreros emigrados del campo, les fue conferido recién por la Constitución de 1979 (art. 65º), venciendo la resistencia de los partidos Aprista y Popular Cristiano. Por ese artículo se redujo también a 18 años la edad para ser ciudadano. Esta Constitución fue la primera del Perú que acordó a los partidos políticos la facultad de postular candidatos en las elecciones populares (arts. 68º al 70º) que ha reproducido la vigente Constitución de 1993 (art. 35º). En la Constitución de 1933, se había insertado un artículo (el 53º) que no reconocía existencia legal a los partidos de organización internacional y prohibía a sus afiliados desempeñar funciones públicas, norma destinada a apartar de la vida política legal a los partidos Aprista y Comunista.

En Estados Unidos y Gran Bretaña, la burguesía de todos los niveles se ha agrupado en unos pocos partidos que se mantienen en actividad, aunque evolucionando: en Estados Unidos, los partidos Demócrata y Repúblicano; en Gran Bretaña, los partidos Conservador y Liberal y, desde fines del siglo XIX, el Partido Laboralista formado por la conjunción de intelectuales de la burguesía y la pequeña burguesía y la mayor parte de las organizaciones sindicales. En cambio, en Francia, la duración de los partidos políticos no ha sido tan larga; ha estado determinada por su evolución. Los partidos del siglo XIX en este país no pasaron de la mitad del siglo XX y, luego, varios de los nuevos partidos perdieron significación y electores en el siglo XXI a favor de nuevas formaciones políticas. En Alemania ha sucedido algo parecido: los partidos de fines del siglo XIX, creados tras la unificación de este país en 1870, incluido el Partido Socialdemócrata de inspiración marxista, terminaron al entronizarse el partido Nazi en 1933. Luego de la Segunda Guerra Mundial surgieron otros partidos.

Es posible concluir, por lo tanto, que los partidos políticos son generados y se mantienen en actividad mientras las clases sociales y sus grupos cuyos intereses defienden los necesitan. Luego, pierden importancia, se extinguen y son reemplazados por otros partidos o agrupaciones.

En el Perú se ha dado también una evolución similar: el Partido Civilista creado en 1871 para representar a las familias blancas dueñas de grandes propiedades agrarias se extinguió cuando Augusto B. Leguía se apartó de él y, apoyándose en el capitalismo financiero, creó el movimiento La Patria Nueva que solo duró mientras él ejerció la presidencia de la República, entre 1919 y 1930. En general, los partidos del siglo XIX, organizados en torno a caudillos militares y civiles, no pasaron al siglo XX. Después, las facciones de la oligarquía prescindieron de impulsar partidos propios dirigidos por gentes de sus familias. No tenían intelectuales para eso y les resultó más fácil y provechoso utilizar a ciertos jefes militares para gobernar de facto o valerse de partidos que, en la práctica, podían alquilar para mantener sin cambios su poder económico y sus privilegios de casta y neutralizar o aniquilar la protesta popular y reprimir a los que osaban criticar el statu quo.

Siguiendo la tradición del siglo XIX, la vida de los partidos políticos en el siglo XX fue correlativa con la vida de sus jefes o caudillos; sus programas fueron accesorios, quedaban en la bruma o, a lo más, anunciaban algunos retoques a la situación económica y social. Tras el fallecimiento de los caudillos, los afiliados y simpatizantes de sus partidos los abandonaban y buscaban otras opciones, y los nuevos electores los desconocían o no se interesaban por ellos. Fueron los casos de la Unión Nacional Odrista, el Movimiento Democrático Pradista e incluso de partidos más organizados, como el Aprista, el Socialista, el Demócrata Cristiano, el Popular Cristiano, el Movimiento Social Progresista, Acción Popular, el Frenatraca, el Comunista y los grupos y sectas de izquierda y otros. Solo algunos lograron llegar al siglo XXI.

A fines del siglo XX comenzó la etapa de los partidos de aventureros: gentes que se arrejuntan, en su mayor parte profesionales, para presentarse a las elecciones con parodias de programas, llevados por la ambición de llegar al poder del Estado para mandar, pagarse altos sueldos,  repartir prebendas y vender su voto. En la década del noventa del siglo pasado un caudillo y su partido de este jaez se apoderaron del Estado tras ganarle a otro aventurero escogido por los grupos de poder económico en las elecciones de 1990. Una vez en el control del Estado, aquel caudillo y su grupo introdujeron un liberalismo a ultranza en la economía con el apoyo de otros grupos partidarios, incluidos los de la llamada izquierda. Luego echaron abajo la democracia por un golpe de Estado, respaldados por la alta jerarquía militar y, lo que es común en el Perú, apoyados por la mayoría de electores. Los sucedieron otros aventureros en la Presidencia de la República y en el Congreso.

En las elecciones de 2021 parecía que Pedro Castillo y el partido Perú Libre que lo postuló serían diferentes y aportarían la posibilidad de los cambios necesarios que la sociedad peruana requiere. Venían de las provincias y eran una expresión de la clase profesional formada en universidades no capitalinas. No fue así, sin embargo. Ni Castillo ni la candidata a la Vicepresidencia y luego Presidenta, que juraron en el Partido Perú Libre al que pertenecían aplicar los acuerdos de este, honraron esa declaración ni dieron el nivel requerido. Tampoco la honraron los 37 representantes al Congreso postulados por este partido al permitir una votación ilegal en el Congreso para vacar a Castillo, dispersarse en varios grupos y apoyar luego las medidas de los grupos de aventureros derechistas. Estos, dicho sea de paso, mantienen su cohesión por su conciencia de que para pervivir en esa clase de política deben ser leales a quienes los financian. De otro modo serían sustituidos por otros de la larga cola de aventureros que esperan ser llamados. Con tal composición del Congreso y del Poder Ejecutivo no está saliendo de allí nada bueno para el Perú ni para los sectores mayoritarios de la población y, al contrario, pareciera que a aquellos les encantan los escándalos por cohechos, nombramientos irregulares o inconvenientes, la aparición de signos exteriores de riqueza sin explicación y, sobre todo, que los periódicos y la TV del poder del dinero y de otros se ocupen de ellos. A estos, por su lado, les viene bien llenar sus páginas y minutos denunciándolos, entrevistándolos o halagándolos. Es el espectáculo continuo del sistema.

Las próximas elecciones de 2026 serán otro festival de partidos de aventureros. Hasta ahora hay 35 partidos inscritos y 24 en proceso de inscripción. Ello porque solo se requiere presentar para su inscripción un número de firmas de afiliados equivalente al 1% del padrón electoral, es decir unas 25,000, y además otros requisitos. Entre estos partidos hay algunos resucitados, como el Apra y el Partido Popular Cristiano, celebrados por la prensa y la TV para tratar de insuflarles vida, aunque, al parecer inútilmente, puesto que los rostros de sus líderes, viejos y deformados, revelan que han sido exhumados del más allá. Los grupúsculos de izquierda que no llegan ni a reunir el número necesario para conformar un equipo de fútbol no juegan en este campeonato y es posible que ni siquiera estén en las tribunas.

Tal número de partidos buscará el voto de más de 25 millones de electores del Perú en 2026, electores en su gran mayoría sin formación política, y lo obtendrán. Muchos, alienados o mejor dicho manipulados como de costumbre, votarán por la obligación legal de hacerlo o porque los candidatos se parecen a ellos y sin que les importe lo que saldrá de su voto, y tendremos luego el mismo espectáculo con los mismos u otros aventureros.

El problema es cómo salir de este subdesarrollo político. La respuesta se halla en la investigación y el acceso a una ideología cierta y necesaria. Es claro que esto requiere formación, voluntad, lealtad, honestidad y solidaridad, bienes por el momento raros, muy raros, en nuestro país.

(Comentos, 21/8/2024) 

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