NORMALIZANDO LA BARBARIE
por Cecilia Méndez*
Diario LA REPUBLICA 20AGO24
L |
a
normalización de la barbarie ocurre cuando los ilustrados le dan su aval (...)
No espero más de gobernantes. En cambio, cifro mis esperanzas en lo que podemos
hacer nosotros, los y las ciudadanas.
En
mayo pasado, tras siete meses de bombardeos y destrucción incesantes, y cuando
quedaba poco por devastar en la franja de Gaza, Benjamin Netanyahu, el primer
ministro israelí amenazó con invadir Rafah, la ciudad fronteriza con Egipto, en
el extremo sur de Gaza. Para entonces, la población de Rafah había pasado
de 275,000 a 1.4 millones, de acuerdo a las Naciones Unidas, debido
al flujo de desplazados que huían de los bombardeos de sus hogares en otras
partes de Gaza, mientras Israel declaraba Rafah “zona segura”. En un raro gesto
de desafío a Netanyahu, Joe Biden declaró oponerse a la invasión, advirtiendo
que reconsideraría seguir mandando armas a Israel, con lo que se abría un haz
de esperanza para la paz. Pero el efímero teatro de sanción no pasó de una
pausa simbólica. Y pronto sucedió lo impensable: Israel procedió a invadir y
bombardear esta ciudad sobrepoblada obligando a desplazarse a nuevos y antiguos
habitantes a otro desplazamiento, destruyendo cerrando la más importante puerta
de ingreso de ayuda humanitaria. La hambruna empezó a expandirse mientras Israel
impedía el ingreso a filas interminables de camiones con comida y otros bienes
urgentes. Las epidemias empezaron a ganar terreno, siendo los niños las
principales víctimas.
de
Corte Penal Internacional, que a diferencia de la Corte Internacional de
Justicia, juzga personas y no Estados, solicitó orden de captura internacional,
entre otros, contra el Netanyahu, por crímenes de guerra y lesa humanidad. La
medida sorprendió a muchos, por ser un juez puesto por el gobierno conservador
de Inglaterra, otro aliado acérrimo de Israel. La esperanza para la paz
volvió a abrirse, en algo. Pero ni Biden ni los parlamentarios de EEUU se
inmutaron y, en una suerte de burla a al mundo y a la justicia internacional,
persistieron con su invitación con alfombra roja Netanyahu para que hablar en
el Parlamento, donde congresistas republicanos y un nutrido grupo de demócratas
lo ovacionado de pie, 53 veces en 55 minutos. Parlamentarios aplaudiendo a un
hombre buscado por genocidio y crímenes de guerra, y sin conciencia de la ética
y sin el temor del juicio de la historia. ¿Suena conocido?
Luego
de este rendido acto de vasallaje y ridículo de su mayor aliado y proveedor
de armas, Netanyahu se sintió con la licencia para incendiar lo que quedaba de
la pradera y ordenó una seguidilla de asesinatos de gran calibre, que incluyó
el jefe de Hezbollá, un grupo armado importante de Líbano, y el jefe político
de Hamás Ismail Haniyeh, principal negociador para el cese al fuego, cuando
asistía a la toma de mando del nuevo presidente Irán. Tres provocaciones de
guerra a tres países ya bastante enojados con el genocidio de palestinos en
pocos días. Biden, lejos de contener los impulsos homicidas de su amigo “Bibi”, los
refuerza con una flota armada y el continuo envío de armas e intenta, más bien,
disuadir una respuesta en represalias por parte de Irán y Líbano, y Hamás. Una
perfecta ilógica en acción, consecuente con su sometimiento a la voluntad de
Netanyahu en diez meses de desastrosa inacción.
Poniendo
los cuerpos
Quedaba
claro que Biden, un sionista confeso, no pondría una línea roja a Netanyahu,
cuya licencia para matar era ahora absoluta. Este límite lo puso desde el
comienzo la ciudadanía, con sus propios cuerpos. El día anterior al arribo de
Netanyahu al parlamento, un grupo de 400 ciudadanos judíos de la
organización civil Jewish Voice for Peace (Voces Judías
por la paz), logró ingresar al lugar para protestar por su visita.
Exigían de Biden un embargo inmediato de armas a Israel, dejándose arrestar
mientras oraban cánticos de paz. Otros miles, coreaban afuera en las
calles “nosotros somos la línea roja” que Biden no puede cruzar, dando una
lección cívica de humanidad al mundo.
Por
esos mismos días, Biden había decidido renunciar a su candidatura a una segunda
presidencia, cediendo la posta a Kamala Harris, quien no tardó en iniciar
campaña. Su ausencia en la presentación de Netanyahu y sus anteriores
afirmaciones que mostraban empatía para con los palestinos, hicieron pensar a
muchos (me incluyo) que su posible presidencia traería un cambio en la política
exterior. Pero mis esperanzas se desvanecieron rápidamente cuando en una
presentación pública, Harris se impacientó ante un grupo de palestinos que
le gritaba: “te apoyaremos si dejas de enviar armas a Israel”, “para el
genocidio”. Un clamor que tendría que ser universal. Pero Harris luego de
declararse demócrata los mandó callar: “sigan así si quieren que gane
Trump”.
Palestina
y el Perú
Aunque
la escala material de la violencia en Gaza y los territorios ilegalmente
ocupados por Israel en Palestina no es comparable a la del Perú, la escala
moral sí lo es. Porque la impunidad, la arbitrariedad y las atrocidades no
pueden avanzar sin límites, menos cuando son promovidas o avaladas por los
propios gobernantes y autoridades, no importa de qué país se trate.
Como
será obvio por lo dicho, yo no espero más de gobernantes y autoridades. En
cambio, cifro mis esperanzas en lo que podemos hacer nosotros, los y las
ciudadanas. En el Perú, sectores que permanecieron pasivos cuando los
campesinos del sur se movilizaron exigiendo democracia y justicia por los
muertos a manos de este gobierno, ahora despiertan y se dan cuenta de que la
barbarie les toca de cerca y está avanzando más de lo que están dispuestos a
tolerar. Hoy confrontan a las autoridades en los espacios públicos,
incriminándoles y expresando su enojo en su propia cara, cerrándoles el paso,
reclamando esos espacios -- lo único que nos queda-- para sí. La idea es
simple, pero potente: se trata de no darles tregua a los gobernantes y
autoridades en su intento de normalizar la barbarie. ¿Existe causa más justa? <>
_____________________
* Cecilia
Méndez. Chola
soy. Historiadora y profesora principal en la Univ. de California, Santa
Bárbara. Doctora en Historia por la Universidad del Estado de Nueva York, con
estancia posdoctoral en la Univ. de Yale. Ha sido profesora invitada en la
Escuela de Altos Estudios de París y profesora asociada en la UNSCH, Ayacucho.
Autora de La república plebeya, entre otros.
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