jueves, 18 de enero de 2024

MAS SOBRE EL EMBLEMATICO TORITO

 LOS FAMOSOS TORITOS DE PUCARA

Carlos Ivan Degregori

El denominado torito de Pucara es una de las manifestaciones artesanales más representativas del departamento de Puno. De arcilla decorada, se comenzó a elaborar en el pueblo de Santiago de Pupuja, localidad vecina a Pucará. Esta última, sin embargo, le otorgó su nombre debido a que desde allí se inició su comercialización. Pero el origen de la figura es mucho más antiguo. Algunos investigadores sugieren que los antecedentes se encuentran en las llamadas conopas o imágenes de alpacas talladas en piedra de origen prehispánico, que representaban a las divinidades tutelares de los animales y de los campos. Con la llegada espa­ñola y el transcurrir del tiempo, lentamente la conopa prehispánica se fue convirtiendo en el actual torito de Pucará, lo que terminó de ocurrir entre fines del siglo XIX e inicios del XX. Por ende, no solo representa a figura del toro, animal altamente valorado por los campesinos debido su utilidad en el arado, sino también al largo proceso de transformación rural de las poblaciones andinas iniciado con la Conquista.

 

ALMA Y FIGURA DEL TORITO VIAJERO

Atlas Departamental del Perú, Ed PEISA-La Republica T3 p. 101

Una de las figuras emblemáticas de la artesanía peruana es, sin duda, el torito de Pucará. Su silueta gruesa y sin embargo airosa, de elaborada sencillez, posee un encanto especial que la vuelve memofable. Aunque se le identifica con Pucará, que es donde mayormente se comercializa, proviene de “Santiago de Pupuja, pueblo vecino de vieja tradición artesana.

Pero en realidad este recio torito viene de muchísimo más lejos. Como nuestro propio país, es a la vez joven y muy antiguo: en su versión actual tiene menos de cien años, bien que bajo otros rasgos es por lo menos milenario.

Su antepasado remoto en nuestro país —ni hablemos de sus raíces hispánicas— puede ser con facilidad rastreado en la cerámica Tiahuanaco del período clásico (cerca del siglo VI d.C.). De esa época tenemos vasos, posiblemente sahúmadores, en figura de un puma que a veces incorpora ya algunos rasgos de camélido. No es necesario mucho esfuerzo para suponer que esa forma tiene relación con otras más antiguas que provienen de Chavín y que hablan de un fondo mítico común a las culturas prehispánicas.

Varios siglos después, y con el horizonte Huari de por medio, el que será torito nos sale al encuen­tro convertido en una estilizadísima llama o alpaca incaica. Ahora es una conopa o ullti, especie de dios tutelar representado en piedra y que tiene la misión de asegurar la fertilidad del ganado y los campos. Al parecer sigue siendo utilizado co­mo sahumador, pues conserva en el lomo la concavidad para tal efecto. En esta etapa, la alpaca está figurada sin patas, en un bloque macizo, las orejas enhiestas y el vellón de cuello y pecho graciosamente distribuido en tres o cuatro planos.

Las conopas siguen elaborándose durante la Colonia, de preferencia en barro. Algunas de ellas, quizás para compensar el empobrecimien­to del diseño, que es bastante tos­co, llevan adornos que figuran la lana y a veces las cintas del cuello. El espacio que habría servido para colocar las ofrendas o recibir la san­gre del sacrificio se ha convertido en el gollete de un cántaro. Se cree que estos objetos mantuvieron su popu­laridad, simbolizando de algún mo­do la supervivencia de las creencias ancestrales, por la influencia de los movimientos de resistencia cultu­ral liderados por los curacas.

Posiblemente a principios del si­glo XIX, las conopas empiezan a fabricarse con forma de toro, aunque todavía las patas no se representan, es decir, los artesanos continúan la tradición incaica. Estos primeros toritos de cerámica bruñida, y a ve­ces vidriada, son sumamente rús­ticos, pero están listos para echarse a correr estrenando su nueva figu­ra, pues avanzado el siglo XIX ya se yerguen sobre pequeñas patas.

A fines del XIX, la forma de toro es mucho más nítida; los cuernos sobresalen, las patitas se levantan un poco y aparece el característico morrillo. El torito de Pucará está dejando el aspecto de manso buey. Su evolución se completará duran­te el siglo XX, cuando se adorne con una graciosa enjalma, le pinten círculos concéntricos, a veces trencen sus crines, lo figuren con la lengua colgante, los cuernos enhiestos, los ojos brotados.

¿Por qué el felino se volvió alpa­ca y nos sale ahora al encuentro convertido en toro? Quizás porque a los espíritus inmortales no les interesan las formas, y si en las bre­ñas de Chavín este auki fue puma, en el pastizal altiplánico se volvió naturalmente alpaca, y, al llegar de España un potente rival, le expro­pió su astada figura.

Ahora el auki, instalado en las cumbreras, sigue protegiendo los campos y hogares andinos y sir­viendo en las ceremonias de mar­cación del ganado, pero también, como grácil torito, objeto artístico, ha conquistado muchos corazones en otras latitudes.

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