domingo, 14 de enero de 2024

COSTUMBRES DE MI TIERRA [III]

CREENCIAS Y PRÁCTICAS MÁGICO RELIGIOSAS DEL INDIO DEL ALTIPLANO

Julián Palacios Ríos*

En Ralph Bolton: LA CULTURA EXPRESIVA PUNEÑA”, Ed.Horizonte, 2015

I

L

os indígenas aimaras y quechuas que viven actualmente en el altiplano del Titicaca, donde está el departamento de Puno, sienten y piensan de ellos mismos que tienen un cuerpo y un espíritu o alma llamado “ajayu” en Aimara y “ánima” en Quechua; que dicho espíritu se separa en algunas ocasiones del cuerpo mientras duerme y vaga por distintos lugares cono­cidos y desconocidos, cuyas experiencias son los sueños; esto lo confirma el testimonio de las que ha visto que el cuerpo no se ha movido, mientras el espíritu viaja, trabaja, lucha y experimenta muchas cosas que recuerdan al despertar. La interpretación tra­dicional que dan a los sueños es uniforme: son presagios y pre­venciones para el porvenir. Creen que cuando su espíritu está vagando, otro espíritu maligno puede apoderarse de su cuerpo y ocasionarle enfermedades; que cuando se asustan, principalmen­te los niños, su espíritu puede abandonar el cuerpo y puede dar lugar a enfermedades mentales curables con prácticas mágicas que lo devuelven a su cuerpo. Piensan que muchas enfermeda­des son espíritus diabólicos que vagan en las noches y el que se encuentra con uno de ellos, “la ura” invisible puede enloquecer o enfermarse; que otros, visibles, en forma de animales deformes y de personas mal vestidas, como el “anchancho” que ocasiona enfermedades. La “qhiqha” es la influencia maligna de la intemperie en el niño o en su ropa que lo hace llorón; "Limpu” es el espíritu de los abortos que atrae el granizo; “urija” es la enteritis de los niños debida a la cercanía con personas próximas a morir o ca­dáveres; “ttisi” en el resfrío de los niños que les dificulta la respi­ración y se atribuye a la influencia de las mujeres embarazadas o que están menstruando, etc. Cuando el espíritu de un individuo se extravía y no puede volver a su cuerpo, llega la muerte.

Coca quintucha

II

Esta gente está convencida de que las cosas inanimadas tam­bién tienen su espíritu, como el hombre y los animales, tales como: el “uyhuiri”, el que nos cría, el sitio en que se vive; la “tapa”, el nido, la casa; el “auqui” o padre, viejo, es el cerro próximo; “achachila” el abuelo es el espíritu de los cerros o montañas ma­yores; el “anchancho” es el espíritu malo que mora en los manan­tiales, el barranco, el río, la mina o donde hay tesoros escondidos e impide que se descubra y es capaz de hacer muchos daños; “ma­ma-pacha”, la madre tierra que nos da el sustento; “tatitu Inti” el Sol, es el padre que nos da la vida, la luz y el calor; etc. Estos espíritus tienen las mismas necesidades y pasiones que los hom­bres: hambre, sed, cólera, compasión, y sentimiento de justicia para premiar o castigar. Por eso la vida del indio está dominada por las preocupaciones de “pagar” al “uyhuiri”, para tener éxito en los negocios; a la “tapa” para poder vivir con felicidad y libre de enfermedades , y contratiempos; a la “chajha” para que pro­duzca lo suficiente y no venga el hambre; al manantial, al río, al barranco, al lago, para que no le quiten el ánimo de trabajar; a los “achachilas”, para que los libre del granizo, las heladas y la se­quía; a la “tira-huirgina” para que no le falte el sustento diario; al “Taititu-Inti”, para que nos guíe con piedad y deje llover y no se enoje y mande rayos. También se venera a la Luna, “Phajhsi” (A) o “Mama-quilla” (Q) que suele enojarse cuando está en fase llena “junta” si se trabaja las sementeras o se lava ropa que las malogra.

III

Las ceremonias de “pagar” a los espíritus de las cosas mencio­nadas, varían según la importancia de los actos o trabajos que se inician o cumplen, o de lo que se pide:

a)              Para iniciar la siembra, la cosecha, hacer un cerco, una zan­ja, es suficiente una “jeuqqecha” (A) o “qqosñichi” (Q) que con­siste en sahumar con incienso, “qqoa” o unas hojas de coca. Lo mismo se hace para evitar el granizo.

b)              Para hacer un viaje, un negocio, poner los cimientos de la casa, se hace el “aytu”, que consiste en levantar tres hojas de coca por cada persona, pidiendo a la tierra que sea propicia, luego se entierra o se quema.

"Mesa"
c)              Cuando se concierta un matrimonio, en el “sarttachi”, se hace una mesa sencilla.

d)              En la marca del ganado y al terminar la techumbre de una casa “achoqalla” (A) “huasichacuy” (Q) interviene el “yatiri” (A) ó “paqo” (Q) o sea el adivino o mago blanco que hace una “mesa” completa hasta con “cucho” que es el sacrificio de una llama blan­ca.

e)              Se trata de la curación de un enfermo grave, el “qolliri”, mé­dico, hace la “ttaqara” arrancando los hilos de la enfermedad, o la “turca” cambiando la enfermedad a un conejo u objeto de valor que se abandona en el camino para que el que lo recoja se lleve el mal.

f)                Los maleficios o brujerías los hace el “Laiqa” o mago negro.

g)              Los “kharisiris” (A) o “ñakkacujh” (Q) sustraen la grasa de los ríñones de las jóvenes y les ocasionan enfermedad o muerte.

h)     Los “cchamacani”, los que tienen los secretos y misterios oscuros, prepara una mesa y llaman a los espíritus de los “achachilas” quienes comparecen en una habitación oscura, para dilucidar un misterio, averiguar quién ha robado el ganado o una casa o para encontrar un “hechizo” oculto, y llegan haciendo gran ruido y luego discuten, amonestan, revelan los secretos, moralizan y hasta castigan a los que tienen faltas y están presentes.

IV

Los materiales necesarios para una ceremonia completa de “pagar” a la casa, a la tierra, a los “achachilas” para que llueva, etc. son: la “coca”, la chicha de quinua, “ayara” u originaria, vino y alcohol para la “t’inca”, las “ch’uhuas” o maceraciones de cereales; fréjoles, confites, chocolatines, en agua; el “hunto”, o sea la grasa del pecho de la llama; “qqoa” una yerba aromática de la cordillera, e incienso para sahumar; pan de oro y pan de plata para hacer banderines en palitos de “qqoa”; “chiuchis” que son figuritas de plomo hechas en molde que forman una colección por pares que venden las chifleras; “templas” que son un par de platillos de plata con asas de animalitos del mismo material, y a falta de estas, los “llosjhes”, un par de conchas marinas con lo que se hace la “chuhua”; “incuñas”, servilletas o manteles de lana y costales que se tienden en el suelo donde se realiza la ceremonia.

"Pago" a la Pacchamama

V

Con estos materiales, el “yatiri” (A) o “paqo” (Q) acompañado de un auxiliar, “sullca-paqo” se instala en un lugar central y dominante de la habitación, donde acomoda los materiales; generalmente coloca también un crucifijo o un santo, para que participe en el homenaje, y comienza la ceremonia con “padre nuestro” ad hoc e invocaciones al Altísimo, para que todo salga bien. Enseguida indaga mediante las hojas de coca si la tierra y los espíritus de la casa, etc. están dispuestos a recibir el sacrificio; luego escoge las hojas de la coca que están enteras, sin que les falte nada, o sea el “k’intu”, con lo que prepara la “mesa”. Hace la t’inca echando un poco de licor o de vino con los dedos a la tie­rra, y la “chuhua” echando los mismos líquidos al espacio para que lleguen hasta el Sol. Cada uno de los concurrentes tiene que escoger tres hojas de la coca seleccionada, mojarlas en vino o en las “chuhuas” y colocarlas sobre una “incuña” ceremonial en que se coleccionan las ofrendas de todos. La mesa se prepara unas veces sobre un amuleto de piedra de Huamanga que representa la casa, el ganado, la tienda, etc., y otras veces se hace una cajita de “hunto” amasada con vino, colocando en las cuatro esquinas banderines de pan de oro y pan de plata en palitos de “qqoa”; otros lo acomodan en un copo de algodón cuidadosamente es­carmenado y papel blanco.

Reunidas las ofrendas con los “chiuchis”, flores, etc. en la incu­ña nuevo ceremonial, y después de hacer nuevas “t’incas”, “ch’u­huas” y libaciones, el “paqo” arrodillado reza, sahúma y pone la incuña que contiene la mesa sobre la cabeza de cada uno de los presentes, quienes piden perdón a los espíritus por sus faltas. A las doce de la noche, el “paqo” y sus auxiliares salen a preparar la hoguera en la que se quema todo lo que se ha puesto en la “mesa”. El “paqo” observa como arde el fuego, a donde se dirigen las lla­mas, diagnostica si los espíritus de la tierra, la casa, los “achachilas” han recibido bien o no han gustado del sacrificio. Por fin se va para no volver.

La ceremonia ha durado unas 4 o 5 horas y si es con sacrificio de “cucho”, que es una llama blanca, como en la marca del gana­do, suele durar algunos días.

Los indígenas del altiplano han superado la etapa primitiva “mítica”, o sea el culto directo a los seres y fenómenos naturales; se encuentran actualmente en la etapa “animista” de atribuir espíritu a las cosas animadas e inanimadas y mágica de las prácticas para aplacar la cólera de los espíritus de dichos seres. <>

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 Julián Palacios Ríos nació en 1887 en el campo, en la zona del distrito de Santa Rosa. Se trasladó a Puno para estudiar en el Colegio Nacional de San Carlos donde completó su educación secundaria. Siguió cursos universitarios en Arequipa y luego en Lima, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Sin embargo, terminó su formación en una Escuela Normal. En su carrera como profesor, enseñó en muchas comunidades en el Altiplano y posteriormente ocupó numerosos cargos administrativos en diversas instituciones educativas en Puno. Pasó un año con una beca en la Universidad de Columbia en Estados Unidos. Su alumno y biógrafo, José Portugal Catacora, nota que Palacios nunca tuvo empleo estable, y cuando trabajaba como educador, también se vió obligado a comprar y vender carne para ganarse la vida. Además de ser un importante precursor de la educación rural en Puno, Palacios fue un líder intelectual en la región, co-creador de varias organizaciones como el Instituto Etnológico de Puno y la Academia de las Lenguas Aborígenes Aymara y Quechua en Puno. Extremadamente bien informado acerca de la vida en el campo, también era un hombre de muchos talentos, incluyendo el de músico. Palacios murió en 1976. Para más información sobre Palacios, se puede consultar los escritos biográficos de José Portugal Catacora (2012).


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