domingo, 21 de julio de 2024

NOTAS PARA LA HISTORIA DEL CAMPESINADO PUNEÑO

 ABUSO E INSURGENCIA 

EN EL ALTIPLANO

Por: Jaime Ardiles Franco

Extracto tomado del libro: INDIO. DERECHO CONSUETIDUNARIO Y DERECHO POSTIVO

L

a explotación, el dominio y el abuso por parte de los hacendados y gamonales del altiplano peruano, en contra de los indios, en especial contra los indígenas asentados en el sur andino —considerado por unos como bastión étnico de supervivencia de una cultura ancestral y, por otros, especialmente políticos, como mancha india o trapecio de la pobreza—, se ejercía sin control alguno y sin arrepentimiento.

La violencia contra la raza indígena creció y se agudizó en la época republicana, en medio del supuesto proyecto histórico que se forjó para la independencia del yugo hispánico y monárquico; se suprimió la mita, inventada, reglamentada e impuesta en la era de los Habsburgo y los Borbones para diezmar a la población aborigen usándola como herramienta de trabajo y como utensilio doméstico que cualquier encomendero podía disponer para sus faenas y requerimientos; no obstante, eliminada la mita se continuó con la aplicación de nuevas imposiciones tributarias; se inventó la práctica del "enganche" en la que las empresas mineras contrataban los servicios de los indígenas y no les pagaban o les pagaban mal; se convirtió en pongos a los jóvenes indios y se utilizó innoblemente a las mujeres andinas.

Se diseñó nuevos mecanismos despreciativos de la vida y cultura de los indios al tiempo de fortalecer la expansión de las haciendas a costa de las comunidades indígenas. La república, como es hoy, es un inventario deficitario en cuanto a promoción, reivindicación y efectiva integración indígena a la realidad nacional con proyectos y propuestas viables. Nada de eso se ha hecho. Las nuevas élites, encaramadas en el inicio de la república, para afirmar la identidad peruanista, motejaron de coloniaje a la época de dominio español en el Perú y América. Nada más que una coartada.

Esa perversa explotación no tiene parangón ni siquiera con las tribulaciones que en el Cusco padecían los indígenas, también hacinados y arracimados, quienes soportaban la explotación del latifundio. Ese mundo de abusos perpetrados por hacendados y gamonales se realizaba en abierta complicidad con los representantes de los poderes locales, ora autoridades políticas, diputados, prefectos, jueces conniventes, sacerdotes, abogados rábulas y policías abusivos y de machete, haciendo insoportable la vida de los indígenas cuyo destino estaba encadenado a la suerte de la hacienda en la que decenas de ellos anidaban su existencia en viviendas precarias que les provocaban enfermedades como el tifus exantemático que era producto del hacinamiento y la falta de higiene. Un solo ambiente servía de cocina, dormitorio y comedor y allí residían los piojos que, poco a poco, invadían el cuerpo. Indignante y atroz realidad. Mientras esto sucedía los hacendados y gamonales importaban vajilla de Inglaterra y bebían licores extranjeros sin empacho y poca vergüenza. No había conciencia de la explotación y el abuso que cometían.

La expansión de las haciendas era irrefrenable y se perpetraba con anuencia y complicidad de abogados y jueces con declarada e inmoderada ambición. Los hacendados no contentos con los extensos terrenos que poseían ambicionaban más a costa de la gente indefensa que vivía en las comunidades campesinas anexas y contiguas a sus haciendas. No invertían para potenciar la producción ganadera y agrícola de sus terrenos y el capital que obtenían de esquila, venta de lanas, cueros y chalona o cosechas de cereales y tubérculos lo destinaban a construir mansiones en Lima o Arequipa y a viajar como potentados al viejo mundo, en el que la ciudad de Madrid era el epicentro, pues allí alguno de ellos podía lograr un título de Conde o Marqués y luego volver y aspirar a los salones de la aristocracia peruana.

Rebeliones indigenas
El caso ejemplar de Pío León Cabrera, gráfica lo señalado. Natural de la provincia puneña de Sandia, León Cabrera era un hacendado que fue parlamentario y dueño de la hacienda Huacchani que cubría extensos terrenos en las provincias de Azángaro, podía disponer para sus faenas y requerimientos; no obstante, eliminada la mita se continuó con la aplicación de nuevas imposiciones tributarias; se inventó la práctica del "enganche" en la que las empresas mineras contrataban los servicios de los indígenas y no les pagaban o les pagaban mal; se convirtió en pongos a los jóvenes indios y se utilizó innoblemente a las mujeres andinas.

Se diseñó nuevos mecanismos despreciativos de la vida y cultura de los indios al tiempo de fortalecer la expansión de las haciendas a costa de las comunidades indígenas. La república, fue y parece ser la de hoy, un inventario deficitario en cuanto a promoción, reivindicación y efectiva integración indígena a la realidad nacional con proyectos y propuestas viables. Nada de eso se ha hecho. Las nuevas élites, encaramadas en el inicio de la república, para afirmar la identidad peruanista, motejaron de coloniaje a la época de dominio español en el Perú y América. Nada más que una coartada.

Esa perversa explotación no tiene parangón ni siquiera con las tribulaciones que en el Cusco padecían los indígenas, también hacinados y arracimados, quienes soportaban la explotación del latifundio. Ese mundo de abusos perpetrados por hacendados y gamonales se realizaba en abierta complicidad con los representantes de los poderes locales, ora autoridades políticas, diputados, prefectos, jueces conniventes, sacerdotes, abogados rábulas y policías abusivos y de machete, haciendo insoportable la vida de los indígenas cuyo destino estaba encadenado a la suerte de la hacienda en la que decenas de ellos anidaban su existencia en viviendas precarias que les provocaban enfermedades como el tifus exantemático que era producto del hacinamiento y la falta de higiene. Un solo ambiente servía de cocina, dormitorio y comedor y allí residían los piojos que, poco a poco, invadían el cuerpo. Indignante y atroz realidad. Mientras esto sucedía los hacendados y gamonales importaban vajilla de Inglaterra y bebían licores extranjeros sin empacho y poca vergüenza. No había conciencia de la explotación y el abuso que cometían.

La expansión de las haciendas era irrefrenable y se perpetraba con anuencia y complicidad de abogados y jueces con declarada e inmoderada ambición. Los hacendados no contentos con los extensos terrenos que poseían ambicionaban más a costa de la gente indefensa que vivía en las comunidades campesinas anexas y contiguas a sus haciendas. No invertían para potenciar la producción ganadera y agrícola de sus terrenos y el capital que obtenían de esquila, venta de lanas, cueros y chalona o cosechas de cereales y tubérculos lo destinaban a construir mansiones en Lima o Arequipa y a viajar como potentados al viejo mundo, en el que la ciudad de Madrid era el epicentro, pues allí alguno de ellos podía lograr un título de Conde o Marqués y luego volver y aspirar a los salones de la aristocracia peruana.

El caso ejemplar de Pió León Cabrera, gráfica lo señalado. Natural de la provincia puneña de Sandia, León Cabrera era un hacendado que fue parlamentario y dueño de la hacienda Huacchani que cubría extensos terrenos en las provincias de Azángaro, Carabaya y Sandia. Para ser socio titular y encumbrado del Club Arequipa portaba bolsitas con pepitas de oro de la pampa de Chaquiminas y Sallaco, pampa que ha sido la antesala de las actuales minas de La Rinconada y Lunar de Oro y que representan la codicia, la muerte y la informalidad. Así fue el eje panorámico de mediados y finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

En el sur andino peruano, la formación del gamonalismo y la exportación de lana para las fábricas textiles de los países imperialistas tuvo como centro de acopio al departamento de Puno. La región pasó de tener 703 haciendas en 1876 a 3 701 en 1915, todas en manos de gamonales que utilizaron diversos métodos para despojar a los indígenas de sus tierras, como por ejemplo inventarse una sublevación de indígenas en sus tierras, para tener el pretexto de recurrir al uso de la fuerza pública y luego despojarlos de sus tierras y ganado, coludidos con el juez y las autoridades políticas y religiosas.

Así, el dominio político, económico y social de los gamonales, además de expandir sus dominios, les permitió implantar un sistema semifeudal con características de servidumbre y racismo. Por su parte, la población indígena respondió al sistema gamonal con más de cuarenta rebeliones campesinas.

 

Haciendas en Puno (1876 - 1915)

Provincias

Número de haciendas

Año 1876

Año 1915

Cercado

233

854

Chucuito

49

241

Huancané

54

133

Sandia

7

199

Carabaya

0

127

Azángaro

178

611

 

 

 

Lampa y Ayaviri

182

1536

Total

703

3701

 

El anterior cuadro aparece en David Ruelas (2019) “LOS MOVIMIENTOS INDÌGENAS Y LA EDUCACIÒN DEL SIGLO XX EN EL SUR ANDINO PUNEÑO PERUANO” en la revista Historia de la Educación Latinoamericana, Vol.21, Num. 33 Colombia: Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.

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