viernes, 21 de junio de 2024

HILDEBRANDT ANALIZA LA COYUNTURA POLITICA PERUANA

 FUJIMORI HA VUELTO

César Hildebrandt

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 691, 21JUN24

L

a lógica de la banda de los Fujimori es perfecta: si el país asiste en calma al gobierno de una mafia congresal con testaferría en Palacio, ¿por qué no habría de aceptar el regreso de la mafia pura y dura, la firme y sin intermediarios?

Por eso se ha inscrito Alberto Fujimori en la firma de su he­redera. Porque en este país sin reparos ser asesino y ladrón no te condena sino que hasta puede fortalecer tus aspiraciones.

Y habrá gente que recordará las lentejas, el puentecito, el helicóptero que llegaba de vez en cuando para la foto que Palacio repartía entre la prensa inventada o vendida.

Para esos peruanos urgidos y siempre sobrevivientes, la memoria crítica no rige. Y, a su manera, tienen razón.

Si no sé qué voy a comer mañana, ¿qué me puede im­portar la separación de poderes, la autonomía del Tribunal Constitucional, la independencia de la Fiscalía, la pulcritud de los organismos electorales?

Y ahora el hambre arrecia, sube a los cerros, baja de la neblina, crepita en las tripas.

Hay hambre y hay caos. Y no importa que en ambos tenga mucho que ver el modelo maldito que impuso el fujimorismo original o la decisión de la heredera de traerse abajo el gobierno de Kuczynskiy producir las sucesiones abortivas que padecemos.

Pero como hay hambre y hay caos, viene otra vez el cri­minal convicto, el fallido senador japonés, a decirnos que aquí está para servirnos, que él tiene la solución, que habrá mano dura y reglas inamovibles para las inversiones, que la solución está a la vuelta de la esquina. Como en 1990, con su tractor, su yuca, su honestidad-tecnología-trabajo.

Su hija, que preside de facto este gobierno de inmundicias vivientes, ha creado las condiciones para que los hambreados, los ignorantes y los sinvergüenzas esperen el regreso al poder del jefe mediato de los Colina.

Cree la banda de los Torres y las Moyano, con Keiko Fujimori a la cabeza, que la mentira volverá a derrotar a la verdad.

Ya hay una generación y media que no vivió la década de Alberto Fujimori. Ese dato de la demografía electoral es clave para los cálculos de Fuerza Popular.

La generación de los pulgares activos y el ensimismamiento hedonista ignora qué país fue el Perú

No sabe, por ejemplo, que la re­incorporación del Perú al círculo financiero internacional supuso, de hecho, la venta bajo sospecha de los activos públicos, la liquidación del movimiento sindical, la prescindencia de los partidos políticos, el uso sin ningún escrúpulo de los recursos del Estado al servicio del culto a la personalidad, y la mayor concentración del poder en las histori8a del siglo XX peruano.

Era el Perú “del chino”, el sueño opiáceo de un tirano del caribe: la prensa estaba bajo control, los jueces obedecían a quienes ofrecían más, la Fiscalía era una casa de citas, el congreso una mesa de partes y los militares robaban a su gusto mientras blin­daban al gobierno. Era un país de opereta tramado por alguien que venía del más feroz de los resentimientos.

Fujimori odiaba tanto al Perú que tuvo a Vladimiro Mon­tesinos como su secuaz consuetudinario. Montesinos era un tipo que, según diversos testimonios presenciales, lo primero que hizo al enterarse del suicidio de su padre fue preguntarse si ese suceso no lo per­judicaría. ¿Podrá la muerte de este hijo de puta perjudicar mi carrera?”: esa fue la pregunta de su duelo. Se la hacía un oficial del Ejército Perua­no que terminaría traicionando a su país y espiando para la CIA.

Cuando el shogunato hecho de adobe y mugre estaba cayendo, el presidente Fujimori hizo que un edecán suyo se disfrazara de fiscal para ingresar al departamento de la esposa de Montesinos. Así fue como sustrajo centenares de videos y otros testimonios que podían comprome­terlo. Con todo eso embalado en más de 40 maletas partió al falso viaje a Brunéi que terminaría en Tokio con su renuncia por fax y el asilo en su país ancestral.

Fujimori fue la depravación absoluta del poder y la polí­tica. Fue la síntesis de nuestro fracaso como nación, como república, como destino. Fujimori fue el cementerio de los sueños que se fijaron como meta construir un país templado en la ley y las instituciones.

Asesinados por los Colina

Y ahora vuelve, de manos de la hija que traicionó a su incapacitada madre y la sustituyó como primera dama mien­tras recibía 10,000 dólares mensuales de Montesinos. Vuelve Fujimori de la mano del partido que controla el Congreso de los delincuentes y avala a la pobre diabla que va a Palacio a simular que firma unos papeles.

Hay que odiar mucho al Perú para darle una nueva bienve­nida a Alberto Fujimori. Hay que despreciar profundamente al país de Grau y Vallejo para desear el retorno del hombre que tuvo que ser extraditado desde Chile.

Pinochet habría votado por él. Joaquín Ramírez también. Joy Way haría lo mismo. Martín Rivas espera, cédula en mano. Igual que Chlimper y Hermoza Ríos y el “Chino” Rodríguez Medrano y Blanca Nélida Colán y alias Kerosene. <>

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