viernes, 13 de enero de 2023

HILDEBRANDT SOBRE LA CALIENTE COYUNTURA POLITICA

 


QUE RENUNCIE

César Hildebrandt

Tomado de HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 618, 13ENE23

L

a señora presidenta ha sido secuestrada por la derecha inmortal y nadie dice nada. No es noticia.

Los perdedores de las elecciones del 2021 constituyen ahora la nueva mayoría oficia­lista congresal: Fuerza Popular, Renovación Popular, Avanza País y algunos otrosíes. La prensa concen­trada aplaude, pasa piola, barre bajo la alfombra.

Dina Boluarte anunció alguna vez en Juliaca que si a Cas­tillo lo defenestraban, ella también se iba.

Ahora se ha ido, pero conserva el puesto que le tocó por carambola. Sus funciones las ha tomado Alberto Otárola, un humalista primario cuya agenda tiene una sola priori­dad: durar y congraciarse con el establecimiento.

Otárola es quien dio la orden de que la policía disparara a matar. Tuvo, desde luego, la tácita autorización de la se­ñora presidenta.

El presidente del Consejo de Ministros obtuvo el inservi­ble voto de confianza del Congreso jactándose de la violen­cia ejercida y prometiendo, si resulta necesario, mayores dosis de palo y bala. Vuelven los máuseres de “El mundo es ancho y ajeno”. Las minas de Potosí se han reabierto. El Perú es un navío de madera anclado a una tormenta inago­table. Cruje y no se parte. Emana ratas.

El gobierno de la señora Dina Boluarte de Otárola (polí­ticamente hablando) ignora que aun una política represiva monda y lironda debe darse en el marco de una estrategia. Detrás de las bayonetas, como le advertía Talleyrand a Bonaparte, tiene que haber un plan, un proyecto, una salida convocante.

El gobierno de Otárola no tiene nada de eso. Ni quiere tenerlo. No hay horizonte ni norte ni asomo de grandeza en las propuestas de Otárola. Es como si deseara mantener la crisis. Como si la derecha le hubiese asignado el breve papel de antídoto frente al veneno del alzamiento del sur. ¿Antídoto o huachimán? Ambas cosas.

Es cierto que hay operadores profesionales expertos en azuzar y es también cierto que los restos políticos del senderismo pueden estar aprovechándose de algunas situacio­nes. Pero hay que ser muy tonto para suponer que esas minorias afiladas pueden crear el fuego que ha producido 50 muertes (hasta el cierre de este texto). Para que el viento ultraizquierdista aliente el incendio, debe haber un fuego previo. Y esas llamaradas han estado allí latentes, esperan­do el oxígeno que las hiciera temibles.

El Congreso corrupto y desprestigiado sostiene ahora al gobierno del señor Otárola. Los parlamentarios, que fes­tejaron la caída del presidente con habilidades diferentes como si fuera obra suya, le dan el voto de confianza al gabi­nete manchado de sangre. ¿Qué esperan con eso? ¿Calmar a los rabiosos, disuadir a los insurrectos?

Dice Otárola: “El gobierno sigue sólido”. Y la prensa con­centrada acoge el mensaje fraternalmente. ¿Ignora la seño­ra Boluarte en qué se está metiendo y cómo es que hoy es rehén de los sectores que llamaron fraudulenta y sucia la elección de la que ella surgió como vicepresidenta? ¿Ignora lo patética y espectral que se la ve?

Puno tiene el segundo ingreso salarial mensual más bajo del Perú: 805 soles (el de Huancavelica es todavía menor). El 55% de su población no tiene acceso a los servicios de electricidad, agua y desagüe y el 70% de sus niños meno­res de seis años sufre de anemia. Según el Instituto Peruano de Economía, el índice de Competitividad Regional sitúa a Puno en el puesto 21 entre las 25 regiones del país. De esas cifras, fluyen, con naturalidad, la desesperanza, la marginalidad, la no pertenencia a los “grandes propósitos” del Estado resi­dente en Lima. Añádase a todo ello la caída de un presidente sentido como próximo, el predominio actual del Congreso repudiado y el carácter represivo del gobierno de la tran­sición y encontraremos más de una explica­ción de lo que está pasando.

Castillo, que manchó su biografía para siempre, no puede volver. La Asamblea Constituyente no puede ser impuesta por la violencia. La narrativa de un socialismo que produce hambre, dictadura y diásporas no será la que nos dicte el futuro. Todo eso es cierto. Pero es igualmente indiscutible que el palo y las balas no son un plan de gobierno. A estas alturas, la solución po­lítica más a la mano es que la ficticia pre­sidenta termine de renunciar y que una directiva renovada del Congreso convo­que a unas elecciones de emergencia. Lo que no es aceptable es que la derecha de Willax se adueñe otra vez del país y lo administre a patadas. Como siempre.

La presidenta por azar cree que está haciendo algo nuevo. Desde el pasado la aplauden Sánchez Cerro y Odría, la cele­bra el fantasma sin sosiego de García, la reconoce, desde la cárcel, Fujimori. Y hasta Castillo, el tendero, tiene que agra­decerle. Flora Tristán, sin embargo, la habría abofeteado. ▒▒

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