LEON XIV
César Hildebrandt
En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 732, 9MAY25
S |
e arrima a la sombra de
León XIV la señora Boluarte. Está orgullosa
de que un Papa con paralela nacionalidad peruana esté sentado en el Vaticano. Y
sale a recitar, desde sus cejas, un discursito que la incluya en el
acontecimiento.
Pero el sentimiento no
es recíproco. Porque no hay duda de que Robert Prevost, al igual que el 94 por
ciento de los peruanos, no siente simpatía alguna por esta señora de alhajas,
párpados y cadáveres. Un hombre que demandó a Fujimori para que pidiera perdón
por lo que hizo no es alguien que pueda pasar por alto los asesinatos impunes
de la señora Boluarte.
Prevost ha elegido su
nombre papal por lo que significó León XIII, el líder católico que en 1891 se
atrevió a lanzar proclamas como esta: “Es
urgente proveer de la manera oportuna el bien de las gentes de condición humilde,
pues es mayoría la que se debate indecorosamente en una situación miserable y
calamitosa, ya que, disueltos en el pasado siglo los antiguos gremios de
artesanos, sin ningún apoyo que viniera a llenar su vado, desentendiéndose las
instituciones públicas y las leyes de la religión de nuestros antepasados, el
tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a
la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los
competidores...”
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De Leòn XIII a Leòn XIV |
“Hizo aumentar el mal la voraz usura, que,
reiteradamente condenada por la autoridad de la Iglesia, es practicada, no
obstante, por hombres codiciosos y avaros bajo una apariencia distinta. Añádase
a esto que no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones
comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta
el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha
impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de
proletarios”.
Rerum
Novarum no es una declaración
revolucionaria, por supuesto. Es una advertencia a los dueños del mundo sobre
lo que puede pasar si no entienden de qué hondura es el abismo que les espera.
Es una súplica cargada de experiencia. Sin nombrarla explícitamente, León XIII
señala que la izquierda marxista, que en 1891 se paseaba como un fantasma por toda
Europa, es el gran peligro:
“Los socialistas, atizando el odio de los
indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los
bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y
administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la nación”.
La doctrina de la Rerum
Novarum defiende la propiedad privada, pero también su moderación y el
deber cristiano de la caridad. Y asume que el día que los proletarios tengan
poder de disponer de un patrimonio propio, la sociedad habrá de verse menos
agitada:
“Si el obrero percibe un salario lo
suficientemente amplio para sustentarse a sí mismo, a su mujer y a sus hijos,
ciado que sea prudente, se inclinará fácilmente al ahorro y hará lo que parece
aconsejar la misma naturaleza: reducir gastos, al objeto de que quede algo con
que ir constituyendo un pequeño patrimonio. Pues ya vimos que la cuestión que
tratamos no puede tener una solución eficaz si no es dando por sentado y
aceptado que el derecho de propiedad debe considerarse inviolable. Por ello,
las leyes deben favorecer este derecho y proveer, en la medida de lo posible, a
que la mayor parte de la masa obrera tenga algo en propiedad. Con ello se
obtendrían notables ventajas, y en primer lugar, sin duda alguna, una más
equitativa distribución de las riquezas”.
En suma, León XIII lanzó
una voz de alarma que el mundo no quiso oír. Muchos podrán decir que en la Rerum
Novarum hay mucho lampedusismo y no se equivocarán. Pero plantear en 1891
un mensaje que recordara a las élites las condiciones de oprobio en las que
mantenían a los trabajadores fue todo un gesto de audacia y ruptura. El
antecesor de León XIII, Pío IX, había apostado por el inmovilismo más escrupuloso
y pasó a los anales vaticanistas por haber decretado la monárquica infalibilidad
papal.
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Con el pueblo chiclayano |
Ese escenario de ruina
extendida alcanza a la iglesia católica, golpeada por el evangelismo de derechas,
por sus propias taras, por su rancia misoginia, por el encubrimiento de los
pederastas infiltrados en sus filas, por su ostentación de riquezas y por su
anticristiana vinculación con los sectores más ricos y reaccionarios de la
sociedad. En ese sentido, no dudo que Juan Pablo II, santificado malamente, es
el hombre que más daño contemporáneo le hizo a la iglesia del calvario y la
cruz.
Prevost, que conoce la
miseria del Perú y que dio muestras en estas tierras de su preocupación por
entender las causas del malestar social, tiene una tarea gigantesca que
Francisco apenas pudo empezar: impedir que el crepúsculo de todos los dioses
del Occidente incluya al dios de los católicos romanos. Porque la iglesia de León
XIV tiene dos opciones: o se pone al día alejándose de la tradición que Escrivá
de Balaguer convirtió en Nuevo Testamento, o continuará desvaneciéndose. <<:>>
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