viernes, 22 de marzo de 2024

HILDEBRANDT. REFLEXIONES POLITICAS

 LUMPENPAIS

César Hildebrandt

En : HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 678, 22MAR24

E

l congreso del hampa y el emputecimiento de la política es el que gobierna el país.

La señora Fujimori perdió las elecciones por tercera vez en el 2021 pero ahora, aliada con lo peor de las sobras de nuestra política, ha erigido un gobierno clandestino que es el que orienta las leyes, señala el curso de la política y propicia el dominio del crimen.

El golpe de estado discursivo del triste Pedro Castillo ha sido reemplazado por el golpe de estado exi­toso del congreso-ma­driguera dominado por el fujimorismo.

La señora Boluarte ha aceptado su papel secundario. Ella es una farsa, su régimen es un simulacro, su ga­binete es la mesa de partes del congreso imperativo. Cuando se es pobre diabla, no hay remedio: lo que más importa es qué se luce en la muñeca, qué tintinea en el cue­llo, con qué abalorios se construye una imagen.

Todo esto ha conducido al Perú a ser un lumpenpaís en el que la heredera política de un hombre pútrido, que aspiró a ser senador japonés para adquirir inmunidad in­ternacional, gobierna sin tomarse la molestia de ganar las elecciones.

¿Gobierna? Sí: gobierna a su manera para la minería ilegal, para el fraude del 2026, para el negocio de las far­macias y los laboratorios, para las universidades basura, para los banqueros y empresarios que le dieron plata sucia, para erradicar todo vestigio de democracia interna en los partidos, para que el congreso se duplique con una cámara de senadores, para rehabilitar la reelección parlamentaria, para someter el Jurado Nacional de Elecciones, para percolar en el RENIEC y en la ONPE, para hacer del Tribunal Constitucional un lupanar y de la Defensoría del Pueblo un circo perejil y del país, en general, este pantano en el que estamos acostumbrándonos a respirar dificultosamente.

En este lumpenpaís que aspira a llegar a la OCDE y acoger todos los juegos panamericanos que le quieran conceder, el hampa nativa, auxiliada por el ejército delictivo salido de Venezuela, tiene secuestrada a la población. Y el ministro del Interior, que tiene un deci­dor parecido con el burro Igor, dice que la situación está bajo control. Eso sólo puede creér­selo Winnie Pooh.

Pero las ciudades someti­das al delito son asunto menor si comprobamos que el país está en manos de un congreso de forajidos que ha borrado al Ejecutivo convirtiendo a su representante en mucama. La señora Boluarte, además de su debilidad neurológica, está sometida al miedo de que los 49 muertos baleados por sus órdenes vuelvan con un juez condena en ristre.

Gobiernan los que perdieron y lo hacen como si el Perú fuese Nueva Jersey y ellos Tony Soprano y su banda. Y pretenden que el edificio que están armando sea la arquitectura del futuro, el estilo brutalizado de una república construida por quienes la saquean. Es como si las garrapatas hubiesen criado un perro condenado a servirlas.

Relooooooooj, no maques las horaaaaas...
Los estertores del Apra saludan esta mascarada porque aman a quien fue su líder venal. Lo aman tanto que aspi­ran a seguir sus pasos suicidándose. Y del cementerio de la política salen aplau­sos esqueléticos: la izquierda “expropiadora” del cerronismo, la derecha matacholos de Reno­vación Popular, la ca­verna angloparlante de Avanza País, las moscas cojoneras de Somos Perú, los imprenteros de tí­tulos académicos de Podemos, los cazafortunas de Alian­za para el Progreso y los subastavotos de todas las camadas restantes.

Alguna vez fui­mos el último bas­tión del dominio español en Sudamérica. Entonces vinieron San Martín y Bolívar y, con mucha suspicacia, nos refundaron. Pero ahora de Argentina sólo puede venir Milei, que es la Thatcher trans y aún más brava. Y de Venezuela sólo podemos esperar a Maduro, que es el Tren de Aragua del chavismo.

De modo que estamos solos. Miserablemente solos. Porque las grandes empresas, la prensa convencional, la tele descerebrante, están felices.

¿O es que tenemos a un pueblo que sabrá liberarnos de esta infamia?

¿O es que el fujimorismo y la señora de los relojes son lo que merecemos?

Dígame usted. 

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