EN MEMORIA DE ADOLFO HUIRSE
Omar Aramayo
Honda consternación ha causado la partida de Lalo Huirse, periodista difusor de la música y cultura de Puno y el altiplano.
De
los periodistas más ágiles que he conocido, es Adolfo Huirse, el que me viene a
la memoria. A fines de los complicados años ochenta lo visitaba en el diario el
Nacional, Avenida España, centro de Lima. Era el editor del periódico. Su
hacedor. A golpe de nueve de la noche los redactores empezaban a entregar su
comisión, Adolfo, luego de fingir una lectura veloz, a todos felicitaba, a las
muchachas despedía con un beso en la mejilla, las trataba de mamita linda, a
todos de señor, eres un señor, les decía.
Apenas partían los autores de las notas, presurosos, Adolfo como un ciego del corazón, en ristre la máquina de escribir volteaba artículos, notas, colaboraciones. Las volvía redactar. Minutos después de las once cerraba la edición. Entonces podíamos conversar, examinar nuestras penas y esperanzas, al menos una hora. Muchas noches lo vi en ese trance.
Lo
conocí en la Gran Unidad Escolar San Carlos, él cursaba quinto de secundaria,
yo el primero. Ejercía el periodismo radial, con una generación brillante de
periodistas escolares, como jamás seguramente se ha vuelto a dar. Allí estaban
Julio Arenas, el Poroto Cornejo, Malma, y algunos otros más. Eran cultos,
además tenían una hermosa voz y una espléndida vocalización. Luego pasaron, en
1959, a ser la primera plana histórica de Radio La Voz del Altiplano, la
primera emisora comercial, que tuvo la capital lacustre.
Adolfo
era hijo de don Rosendo Huirse y la señora Victoria Cairo. El último esfuerzo
de don Rosendo, lo tuvo cuando ya maduro, madurísimo. Podría, por lo tanto,
haber sido un músico más en la estirpe de los Huirse, era buen pianista. Don
Rosendo es el fundador de la música latinoamericana, y Jorge uno de los
forjadores de la música peruana; era director de orquesta en Buenos Aires,
cuando en Lima aún estábamos en el tundete. Pero Adolfo era un rebelde, no le
gustaban las reglas, y menos las de una personalidad tan rigurosa y regia como
don Rosendo. Y nos negó la posibilidad de tener a un gran pianista.
De
los puneños y puneñistas contemporáneos, sin duda es el más notable. Supo
diferenciar lo puneño de lo boliviano, y el daño que le hace el arte boliviano
cuando se le confunde con lo puneño. Supo diferenciar el arte del negocio, cosa
difícil para muchos. Era un disidente y tenía la entereza suficiente, y el
mayor respeto.
Para
los jóvenes periodistas debería ser un referente. Era culto, de gran
sensibilidad, y capacidad argumentativa. Hizo radio, televisión, trabajó en
distintos periódicos de Puno, Cusco, Arequipa, y Lima. No creo que ninguna de
las instituciones gremiales le brinden el último saludo, no obstante, haya sido
un periodista sobresaliente.
Su
afecto, sus puntos de vista, sus palabras, nos faltarán en los días que vienen.
Que tu vuelo sea leve, Lalo. <:>
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