DELINCUENTES
César
Hildebrandt
En HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 716, 17ENE25
L |
a derecha peruana no se anda con medias tintas,
maldice a los dubitativos, reniega de quienes se dejan tentar por alguna
incertidumbre. Por eso prefiere a los delincuentes. No hay nada mejor que un
canalla para crear, a patadas, el imperio de la ley (del más fuerte).
Por eso es que la derecha de esta comarca sigue
enamorada de Alberto Fujimori y de su estela. Por eso respalda a Dina Boluarte.
Por eso mismo rinde tributos a la memoria de Alan García.
A la derecha le incomodan los modales democráticos,
las decencias inútiles, las reglas iguales para todos. Opta siempre por la
concentración de los poderes, la firmeza a la hora de reprimir el descontento,
la sangre fría cuando de abolir derechos se trata. La derecha ama los atajos y
odia las formalidades cuando de prevalecer se trata.
Ahora, la derecha y su prensa -la virtual unanimidad
de televisiones y papel colgado- han encontrado en Dina Boluarte a la mujer
perfecta.
Porque Boluarte es el sueño equívocamente
lombrosiano del ser criminal. No hay en ella un solo rasgo de pulcritud y
buenas maneras. La señora huye del recato como si de un leproso se tratara.
¿Quiere que le presente a alguien que traicionó al
presidente que la llevó en su lista? Pues aquí está. ¿Quiere conocer a alguien
que hizo de su hermano el operador de una maniobra para crear un partido con
fondos públicos y reclutadores salidos del presupuesto? Pues ya sabe quién es.
¿Aspira a darle la mano a quien destroza a la mejor división de la policía por
venganza, retuerce las estadísticas para poder mentir con respaldo oficial y se
alía con el hampa del Congreso para evitar la vacancia? Mírela bien.
Cada día la señora se parece más a los Fujimori, a
Pepe Luna, a César Acuña, a la pandilla extrema que ha hecho del Congreso el
antro que es hoy.
Sin palabras |
Dina Boluarte ha sido un eslabón importante en la
cadena de sucesos que, desde comienzos de los 90, nos pudrió como país y
normalizó lo peor de nuestra identidad.
Con ella volvieron Rodríguez Medrano al poder
judicial, Blanca Nélida Colán a la fiscalía, Acosta Sánchez al Tribunal Constitucional.
Para no hablar del payaso que tiene el alias de “defensor del pueblo”.
Gracias a Boluarte una coalición derrotada en las
urnas ha cambiado las leyes en favor del crimen y ha reorganizado el país como
un sistema mafioso dirigido a producir benevolencia para el delito y crear
dificultades a jueces y fiscales honestos (que son cada día menos)
La reducidora que escondió las joyas regaladas por
un gobernador corrupto protege ahora a un ministro que se niega a entregar las
claves y el chip de su celular cargado de basura comprometedora. La señora que
se alió con lo más lumpen de la política invade los fueros del Tribunal
Constitucional -hace rato infectado por Fuerza Popular- y se lanza con un
discurso en el que justifica los asesinatos, ordenados por ella, de diciembre
de 2022 y enero de 2023. Y, por supuesto, miente como respira: habla de
aeropuertos tomados, turbas dementes con vocación de matar, de comunistas que
conspiraban contra “el orden establecido”. Y miente en el recinto del TC, donde
tiene demandas pendientes con las que pretende salir impune.
No, señora: los muertos que vos matasteis (no todos,
porque murieron observadores, viandantes y hasta alguien que auxiliaba a
heridos) lo que querían es que usted no hediera en Palacio. Y tenían razón:
Palacio hiede.
La señora Boluarte está acusada de obstrucción a la
justicia, encubrimiento personal, cohecho pasivo impropio, homicidio calificado,
pertenencia a una organización criminal y conspiración para encubrir la fuga de
Vladimir Cerrón.
Esta es la delincuente que nos habla, con cada vez
más insolencia, de todo lo que le debe la patria a su gobierno.
Y mientras tanto, en las calles, la gente camina con
miedo, se sube a los buses sabiendo que puede encontrarse con una bala perdida,
que un celular puede costarle la vida. Hienas criollas y escoria importada han
creado la industria más próspera: la de la extorsión a plomo limpio. Este es un
país dominado por el crimen y gobernado por una firme candidata a pasar algunos
años en la cárcel. Suena de lo más coherente. Que la banda toque una marcha. <:>
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