miércoles, 8 de abril de 2015

EN MEMORIA DE LA INMOLACIÓN DEL GRAN PROCER

EL SINO DEL REBELDE
Escribe: Bruno Medina Enríquez . brunom180@hotmail.com
8 de abril de 1782, en Azángaro el sol despuntaba en la madrugada, la noche había sido fría pero de muy intensa actividad, en la casa de los Choquehuanca que ocupaba, el Mariscal del Valle no había conciliado el sueño desde hace dos días en que se había capturado al indio rebelde, ese que se hacia conocer como “Vilcapaza”, no respondía al intenso interrogatorio y tortura a que se le había sometido, pues era necesario hacerlo hablar a como de lugar, en vista que las ordenes de los superiores eran que tenía que restituirse todo el oro y la plata que este indio había “robado” en sus incursiones a los obrajes, a las minas, y dicen que gran cantidad de bultos en más de 2,000 llamas, había traído desde Sorata y Tipuani, para esconderla en algún lugar que el indio se resistía en rebelar.
El triunfo los había favorecido, los Corregidores de Azángaro Lorenzo de Satta y Subiría y de Puno Joaquín de Orrellana era los principales instigadores para que a Vilcapaza se le “haga hablar”. Satta y Subiría seguramente para complacer a sus compadres los Choquehuanca; Orellana un año atrás había lamentado mucho haberse visto obligado a huir de Puno, refugiado bajo las ordenes del Mariscal del Valle, quien había salido del Cusco en expedición punitiva de “pacificación” para acabar con los focos rebeldes en el Altiplano al mando de 3000 efectivos, pero por la resistencia de las huestes rebeldes, llegó a Puno con apenas un poco más de mil efectivos, la gran mayoría acostumbrados al clima costeño, que amenazaban con desertar. Orellana seguramente recordaba estos hechos y para él, había llegado la hora de la venganza.
En realidad qué había pasado un año atrás. Corrían los primeros meses de 1781, cuando las huestes revolucionarias comandadas por el caudillo Pedro Vilcapaza y Diego Cristóbal Túpac Amaru, pusieron sitio a la Villa de Puno, para reducir ese bastión español y luego atacar La Paz; la tradición cuenta que entonces la población de Puno sacó en procesión a la Virgen de la Candelaria y que los rebeldes creyeron que habían llegado refuerzos y asustados se retiraron, hecho que fue considerado como un milagro de la Virgen. Pero no fue así, los rebeldes ya habían tenido noticias de la expedición punitiva del Mariscal Del Valle, que llegaba casi diezmada por cruentos combates con los rebeldes en Condorcuyo, y Puquina-K’amk’ari, y finalmente se refugiaba en Puno, pueblo que aun controlaba el Corregidor Orellana; el retiro y levantamiento del sitio de Puno, solo fue un repliegue táctico de los rebeldes, a fin de tener a todos los españoles en un lugar fácil de ser sitiado como es Puno, por sus condiciones geográficas. Aunque la tradición popular continúa desde entonces y dice que los rebeldes fueron derrotados en Puno gracias al milagro de la Virgen Candelaria, es necesario restablecer la verdad, que es una verdad histórica.
Estos fueron los hechos. El primer ataque a Puno por parte de los rebeldes se realiza el 10 de marzo de 1781 por parte de Diego Cristóbal Túpac Amaru, con Andrés Ingaricona, Ramón Ponce y Pedro Vargas, 18 mil rebeldes no consiguieron doblegar la resistencia del Corregidor Joaquín de Orellana, por el sur de Puno el asedio era de los seguidores de Túpac Catari, quien por sus ambiciones de líder de la Revolución, actuaba independientemente al lineamiento de Túpac Amaru, sus acciones eran más sangrientas, mandaba a matar a mujeres, ancianos y niños no solo españoles, sino también a criollos e indios que estuviesen a su favor, como lo hizo con muchos españoles que pretendieron huir de Puno hacia La Paz; provocando con esas acciones el temor de Diego Cristóbal a las posibles represalias de los españoles.
Diego Cristóbal regresó hacia el Cusco para reclutar nuevas fuerzas e ir en ayuda del Inca Túpac Amaru II, Ramón Ponce uno de sus generales, levanta el sitio a Puno mientras que las huestes Túpac Catari continuaban asolando el sur del Alto Perú y mantenían bloqueada la comunicación de Puno con La Paz.
Un segundo sitio a Puno es organizado desde Azángaro, se realiza entre el 10 y 12 de abril, esta vez con las huestes comandadas por Andrés Ingaricona y Pedro Vilcapaza, sin embargo el asedio a Puno se desorganizó el día 13, al conocerse del apresamiento de Túpac Amaru II sucedido el 6 de abril, lo que motivó división entre los rebeldes quechuas y aymaras.
Pero había que continuar la lucha desterrar a los españoles del Collao e ir en rescate del Inca José Gabriel, así el tercer sitio a Puno se inicia el 7 de mayo, esta vez más de 40 mil rebeldes, que aparecen por el cerro Azoguini, el día 9 es el más sangriento, se combate en las calles, cerca del templo de San Juan, estalla el polvorín, el asalto a la ciudad continua con gran intensidad los siguientes días 10, 11 y 12 de mayo, mataron a más de 100 españoles, Orellana recibió una pedrada en la boca y los rebeldes finalmente ingresan en la Villa de Puno, mientras que los demás pueblos "habían desaparecido del mapa", Puno y La Paz eran los últimos refugios de los españoles, y en este caso tuvieron que salir de Puno derrotados, dirigiéndose al Cuzco o Arequipa.
La retirada final de los españoles se realiza el 26 y 27 de mayo, 8,000 vecinos partieron a pie rumbo a Sicuani. El 28 de mayo las fuerzas rebeldes toman por asalto Puno luego que los españoles al mando del Mariscal del Valle se retiran en pleno invierno, protegidos por sus 800 descalzos fusileros de Lima y los 133 efectivos de Orellana, ese ejercito vencido y reducido llega a la ciudad del Cusco el 4 de julio de 1781, después de 39 días de penosa marcha.
No sé porqué aun los herederos de dichos colonialistas en Puno, continúan y siguen sosteniendo que el culto a la Virgen de la Candelaria, se originó al "Milagro" que las huestes de Vilcapasa, pensaron que una procesión era el ejercito español, que "ATEMORIZÓ" a los rebeldes??!!.
Cuando la verdad es distinta.... mas bien vemos a la distancia del tiempo ingresar a todo trote, montado sobre su caballo blanco, con una espada en alto dirigiendo a sus huestes, al ínclito PEDRO VILCAPAZA, desde los altos del Huajsapata a las calles de Puno, ciudad que el Corregidor Orellana había tenido que abandonar por la fuerza de los independentistas vilcapasinos.
La lucha continuaría, Azángaro como centro de la rebelión, es declarada como la nueva Capital del Tawantinsuyo. las incursiones de los rebeldes para extirpar los últimos rezagos de españoles y sus áulicos caciques colaboracionistas en la tierra liberada se intensificaron.
El 11 de septiembre el Virrey Jauregui ofrece el indulto a los rebeldes, el 18 del mismo mes es aceptado por Diego Cristóbal, quien firma un armisticio en Lampa el 11 de diciembre, Vilcapaza se opone y continúa la lucha hasta abril de 1782. Los españoles gracias al amnisticio, recién pudieron regresar a la villa de Puno y en general al Altiplano.
Pero hay cruel del destino, el Virrey Jáuregui que había ofrecido el indulto como única salida para acabar con la guerra, recibe la aceptación del joven Inca Diego Cristóbal, que la suscribe ante el Coronel Ramón de Arias en Lampa, quien le confirma el ofrecimiento del Virrey de suprimir los corregimientos tan odiosos. El indulto no fue aceptado por Vilcapaza, ya que nunca creyó en la falsedad de los realistas, estaba visto, habían matado cruelmente a José Gabriel y a toda su familia, que más se podía esperar de los “sunccasapas chapetones”, así se lo advirtió a Diego Cristóbal, cuando este confirmó la suscripción de la paz con el Mariscal del Valle, en Sicuani. Esta fue la recomendación que Vilcapaza le hizo a Diego Cristóbal: “si por cobardía no quieres seguir la guerra, el mejor partido que debemos tomar es que, con el ejercito y con todos nuestros bienes y familias emigremos a los fértiles valles de San Gabán”… ante la negativa de Diego Cristóbal de aceptar su propuesta, le increpa tajantemente con estas palabras finales “si no admites este partido, es preciso librar nuestros destinos a la decisión de la Guerra y no fiar en las dolorosas promesas de los españoles que no tratan de otra cosas que apaciguarnos para imponernos un yugo más doble, y condenarnos a la escecración y a la ignominia; una muerte gloriosa en los combates acabe primero con todos nosotros, antes de volvernos a someter a un gobierno que tanto nos oprime"[1].
Finalmente la traición se hizo efectiva, tiempo después Diego Cristóbal sería capturado y ejecutado por los españoles, acusado de auspiciar el rebrote de la rebelión, que a pesar de haber firmado la paz, ha “traicionado su compromiso”. Es que Vilcapaza había retornado a la lucha en defensa de su pueblo, atacando en primer lugar al grupo de españoles que ocupaban la plaza de Azángaro, siendo repelido por estos, pese a ello entabló nuevamente los contactos con los líderes rebeldes para reiniciar la lucha, hecho que logra satisfactoriamente.
Recreación del descuartizamiento de Pedro Vilca Apasa, en la Plaza principal de Azángaro
Pero había que acabar con el último foco de rebelión comandado por Vilcapaza, para eso llegó de Arequipa una división a cargo del coronel Fernando de Piélago, a fines de marzo entabla feroces combates con las huestes de Vilcapaza en Huaycho y en Moho, Vilcapaza resiste a pesar de sufrir la muerte de miles de sus hermanos, toma la táctica de recorrer diversos pueblos buscando la adhesión contra la paz firmada en Sicuani, y tiende un cerco contra la huestes del Coronel de Piélago, pero ahí que las tropas del corregidor Joaquín de Orellana rompen el cerco. Orellana el corajudo Corregidor de Puno, había regresado junto a las fuerzas del Mariscal del Valle, con mayores refuerzos y así comienza la represión contra los rezagos rebeldes que son perseguidos por las huestes españolas; gran cantidad de experimentados soldados realistas, mejor armados y muchas municiones fueron necesarias para doblegar el coraje de los rebeldes.
Estaba en el pensamiento de Vilcapaza la propuesta que le hizo a Diego Cristóbal; armar la resistencia desde los valles selváticos de San Gabán, esa era su última opción, mientras cunde el desbande, algunos se entregan ante las fuerzas represivas acogiéndose a la paz firmada por Diego Cristóbal, pero igual, en los últimos días habían sido ejecutados los principales capitanes de Vilcapasa, la represión fue bárbara y atroz, no fueron respetados los pedidos de acogerse al perdón.
En esas circunstancia Vilcapaza es capturado cerca del cerro Kimsa Sullka, como dicen los informes y partes de guerra de entonces, por la traición de un pariente suyo, Vilcapaza es llevado maniatado a Azángaro ante el Mariscal del Valle, hecho reportado por el Coronel Fernando de Piélago en un informe que decía lo siguiente: “Las derrotas que acaban de experimentar los rebeldes, y la reunión de nuestras fuerzas, causaron un efecto que no se imaginó, porque los Indios haciendo la estimación que se debía de ella, no queriendo obedecer a Vilcapaza, le abandonaron, de que resultó que los mismos indios se hubiesen apoderado de su persona viéndole sólo en su estancia situada en las inmediaciones de Putina y lo hubiesen pasado preso a Azángaro, en cuya cárcel sabemos se halla con bastantes prisioneros”.[2].
Sometido Vilcapaza a un proceso judicial submarinismo, con la intención de que declarara donde había escondido el oro y la plata, hecho a lo que se niega, entonces es sentenciado a la pena de muerte mediante el suplicio del potro, calificado entonces como el más cruel, a fin de que sirva de ejemplo a quienes pretendan rebelarse contra la soberanía del Rey.
Esa mañana soleada del 8 de abril, Vilcapaza fue sacado de su prisión en la casa de los Mango a la Plaza Mayor; le hicieron presenciar la ejecución en la picota de sus más cercanos colaboradores, mientras rememoraba los momentos más sublimes de sus triunfos en Sorata, en Puno, así como las acciones heroicas de sus hermanos en las grandes jornadas de Condorcuyo, Pukina K’amk’ari, Inampo. Pero ay cruel el destino, “si pues, el chapetón lo único que quería era que le dijera donde están escondidos el oro y la plata”. No podía someterse a la ignominia de pedir perdón frente a la traición y la mentira que representaba el español. Fue conducido al centro de la plaza, atados sus brazos y piernas a cuatro caballos, ante la orden de picar las espuelas en las ancas de los caballos, se escuchó un sonoro grito de libertar, que estremeció a sus hermanos como a sus verdugos que contemplaban la escena: “Llaqtamasiykuna, kay inti rayku, ñoqa hina wañuyta yachaychis”. “Azangarinos por este Sol que nos alumbra aprended a Morir como yo”.
El grito se escuchó en toda la plaza, error, gran error de los realistas; ¡No le habían cortado la lengua! como era costumbre hacerlo entonces a un sentenciado a muerte.
La sentencia se cumple. No pudo ser descuartizado por cuatro caballos, su resistencia es de acero, se agregan cuatro más, ocho caballos no fueron suficientes, no pudieron dar con la fortaleza del héroe, entonces a cuchillo limpio y a machetazo alzado es descuartizado, luego sus miembros exhibidos a las afueras de Azángaro en los cuatro puntos cardinales; al sur en K’ank’ari, camino a Puno, donde otrora se sembrara de gloria la dignidad humana; al este en Macaya, camino al antiguo pueblo de sus ancestros; al norte en Vilcacunca para que escarmienten los rebeldes que aun huirán a las selvas de San Gabán y al oeste en Cairahuiri, en la cuesta que era el camino real que comunicaba a Azángaro con la “civilización”; su cabeza fue colocada en lo alto de un palo frente al templo de Azángaro, para el mayor escarmiento de los indios.
Su pueblo fue redimido con su muerte, la cabeza del rebelde al día siguiente desaparece, rescatada por su hermanos; dice la tradición que fue llevada a ser enterrada en el mismo lugar donde se enterraron los tesoros de los rescates, en la laguna de Putislaka, muy cerca de su Moro Orcco querido, donde viera la luz de la vida, donde ahora podía ver entre las tinieblas de la muerte, la luminosidad que brinda la libertad; la gloria de su heroísmo y la satisfacción del deber cumplido en honor a su pueblo. Sigamos su ejemplo: ¡Nunca estar sometido al poder ignominioso!.
“Con su muerte heroica honra a su raza esclavizada. La redime del oprobio. Su martirio es una glorificación porque ha muerto de la muerte de cuatro siglos con el dolor que consumió el indio en su cruenta esclavitud. Se hunde sereno y firme en su gran noche iluminada, encendiendo llamaradas de admiración. El gran rebelde cayó inmolado. Pero su recuerdo siguió ardiendo como una tea. Siguió ardiendo alimentada por su rebeldía inmortal. Pasó a la historia. La tierra guardó su voz sanguinolenta, el eco de sus cóleras quemantes, el palpitar de ese motor poderoso que fue su corazón de bronce: el temple magnífico de su voluntad indomeñable. Entró a la mansión serena de la Historia….”[3]
En vano pues esos días de abril, Joseph Del Valle se había esforzado por sacar de los labios de Vilcapaza el destino de los tesoros, menos un suspiro siquiera para pedir clemencia esperando el perdón, sus palabras se las llevó a la tumba; en la hora postrera sus labios solo esputaron un grito rojo de coraje, empapado en sangre rebelde que estremeció a la tiranía y el oprobio, más pudo su coraje de Puma Indomable que la traición, que no es un valor que los incas cultivaran. Más pudo el derecho a la libertar, la muerte gloriosa acabó primero con él, antes que verse sometido a un gobierno que tanto los oprimió. Ese fue su sino.
Gloria a su recuerdo y vivas en memoria de su inmolación.

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[1] ESTADISTICA COMPLETARIA DE LOS RAMOS ECONOMICO POLITICOS DE LA PROVINCIA DE AZANGARO. Quinquenio contado desde 1825 hasta 1829 inclusive. Formado por el ciudadano José Domingo Choquehuanca, Diputado que fue de la M.H.J. Departamental de Puno. Lima 1833, en el Capítulo “Causas de la despoblación rústica”
[2] Juan José Vega. «VILCAPASA» Texto original de la obra de Juan José Vega. Edición póstuma en su homenaje. c. De la edición Editorial Aswan Qhari. Lima, Perú. 2003
[3] Lisandro Luna. “EL PUMA INDOMABLE”. Edit. Quiroz Arequipa. 1944, pág. 84.


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