martes, 27 de diciembre de 2022

PAGINAS SELECTAS SOBRE LA HISTORIA DEL PERU

 

Atendiendo a algunas sugerencias de lectores amigos de este blog aparecidas después de la publicación del articulo LOS ICHUCH’IRIS Y LA OJOTA en la revista digital ALTIPLANIA Nº 5, (que los interesados pueden bajar y/o leer en este mismo blog haciendo Click en caratula de la revista en la columna derecha) publicamos a continuación el relato que hace el padre Murua, por estar entre los más detallados de los Cronistas de la Historia del Perú sobre el tema. GVC. 

LA MASACRE DE YAHUARCOCHA

Martin de Murua: HISTORIA GENERAL DEL PERU, Ed Dastin  Manuel Ballesteros, Madrid 2001 pag 118

(…)

“Prosiguió (Huayna Capac) en esto algunos días, hasta que pareciéndole era ya ocasión que los ejércitos que habían de venir por las espaldas llegasen, y estando avisado dello, mandó dar asalto a la fortaleza (de los Cayampis shiris) con parte del ejército y, estando en la mayor prisa y furia dél, hizo se­ñal a los suyos se retirasen dando muestras de huir por algún su­ceso, los cuales lo hicieron medio desbaratados y mostrando gran miedo. Visto por los cayambis tan súbita retirada, y que la gente del Ynga daba muestras de huir, ignorantes del daño que se les aparejaba, y no previniendo el peligro, pensando que sería como otras veces, comenzaron a salir de la fortaleza en confuso tropel, en seguimiento dé los enemigos, y con grandísima vocería los ul­trajaban, llamándolos de cobardes, y empezaron a pelear con ellos, matando e hiriendo algunos, pero estando en esto descui­dados del daño y destrucción que por las espaldas les venía a des­hora, por lo alto de la fortaleza comenzaron a asomar los ejérci­tos del Ynga, que habían llevado Mihi y los de Chinchay Suyo por el otro lado, con buen concierto y orden de guerra, los cuales les embistieron luego la fortaleza, confiados en hallar en ella poca resistencia como en efecto no la hubo, por estar los más y mejores soldados de los cayambis trabados en la pelea, fuera de la fortaleza con la gente del Ynga, y así les fue facilísima la entrada en ella y en subiendo comenzaron a poner fuego a las casas y ranchos de los cayambis y a matar y herir en los que dentro de la fortaleza estaban, que viendo tal caso se esforzaban a de­fenderse, aunque en vano”.

“Desque los cayambis al ruido y vocería entendieron lo que pasaba y volviendo las cabezas vieron la fortaleza tomada y el fuego y llamas por lo alto della y sus casas abrasándose, empezaron a des­mayar y faltarles el ánimo, como ordinario sucede en casos no esperados y queriendo volverse a entrar en la fortaleza, cargaron los del ynga sobre ellos, y ansí no hallaron otro remedio más conveniente por entonces que retirarse hacia una gran laguna que cerca estaba, pensando entretenerse en las ciénagas della, hasta qué fuese de noche y con la oscuridad escaparse. Así se fueron entrando por unos juncales que había en laguna a un lado della. Pero Huayna Capac con gran presteza les fue siguiendo, y porque no se les escapase ninguno hizo cercar toda la laguna y entrar en ella los mejores soldados que tenía, y allí se hizo una cruel matanza en los cayambis, y fue tanta la sangre que se derramó que el agua se torno colorada, y desde entonces le quedó a la laguna por nombre La Yahuarcocha, que quiere decir Laguna de Sangre. Había en medio de la laguna muchos sauces muy grandes, y en ellos se subieron muchos cayambis pensando escaparse, pero al fin fueron muertos y presos de la gente de Huayna Capac, y entre ellos fue derrocado a pedradas Acanto, un cacique muy principal de los cayambis. A la noche Pinto, otro cacique, con la confusión que había, se escapó con mil indios”.

(…)

“Mucho sintió Huayna Capac que se le hubiese ido de las manos Pinto el cacique de los cayambis, porque tenía fama de muy valeroso y de grandísimo ánimo y braveza, y pareciéndole que no estaba concebida la guerra hasta que lo hubiese a las manos, en­vió detrás dél una capitanía de gente esforzada, para que de to­das las maneras lo prendiesen a él y a los suyos. Esta gente le fue dando alcance hasta que, viéndose perseguido, se metió en una montaña espesa, desde donde dio mucho trabajo a la gente del Ynga, porque no teniendo lugar señalado se andaba de una par­te a otra haciendo grandes daños en los pueblos conquistados, matando y robando a los que en ellos estaban y destruyéndoles las sementeras. Hasta que Huayna Capac quiso en persona con parte de su ejército a seguirle, y llegando donde estaba mandó atajar todos los pasos por donde se podía huir al monte, de suer­te que no pudo escaparse ni salir, y faltándole el mantenimiento forzado del hambre, se hubo de entregar con los suyos en poder de Huayna Capac.

Este Pinto fue muy valiente y de gran coraje y ánimo, tanto que después de preso, estando en poder del Ynga, por regalos y cari­cias que le hacía, jamás le vieron el rostro alegre y contento, y así de rabia y tristeza vino a morir, y muerto mandó Huayna Capac que le desollasen y del cuero hiciesen un atambor para hacer en el Cuzco el taqui del sol, v así lo envió al Cuzco,

Concluido todo lo dicho, mandó Huayna Capac escoger de to­dos los prisioneros los más principales y los más bien agestados, y señalados entre los demás por su orden de todas edades, así hombres como mujeres, para enviarlos al Cuzco y que los guar­dasen para meterlos en el triunfo con que pensaba entrar según su usanza antigua.

Visto este mandato por la gente popular vencida y que iban entresacando la más granada y lustrosa della, entendieron que esto se hacía para matarlos, y que porque no se rebelasen escogían los más principales, y como pudieron se rehicieron de algunas armas y sacaron otras que tenían escondidas v tornaron a querer dar muestras de nueva guerra y defender sus personas. Visto esto por Huayna Capac con grandísima ira y enojo, los mandó rodear por su ejérdito y hacerlos pedazos y entre ellos a muchos de los que tenian escogidos para el triunfo, y asi perdieron la vida los que no murieran si supieran conocer la intención de Huayna Capac, que era reservarlos y ponerlos por mitimas en otras tierras, con­forme su costumbre guardaba antiguamente para que no se re­belasen. Y con esto se concluyó la conquista de los cayambis, que tanto tiempo duró y dio tanto en que entender al Ynga, y le cos­tó tantas muertes de los suyos y de hermanos y parientes y otros principales capitanes.”

Yahuarcocha, hoy, cerca de Ibarra



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