viernes, 15 de marzo de 2019

LA RINCONADA, ANANEA, PUNO


EN EL PERÚ, A 5 300 MÉTROS,
LOS ASFIXIADOS DEL ORO SUCIO
Por Marie-Laure Theodule LE MONDE 11 de marzo de 2019
E
n La Rinconada, la ciudad más alta y minera del mundo, se inició un estudio científico para comprender los efectos de la falta de oxígeno y las adaptaciones fisiológicas de los habitantes a las condiciones de vida extremas.
"Acabamos de encontrar, aquí en La Rinconada, la ciudad más alta del mundo a 5,300 metros sobre el nivel del mar, el 85% de hematocrito en la sangre de un trabajador de la mina, ¡es increíble!.
"En Francia, cualquier persona con ese ritmo ya habría muerto de un ataque cardíaco o de una hemorragia cerebral", exclama Samuel Vergès, líder de la expedición científica 5.300, instalado durante dos semanas en esta ciudad de investigadores de oro, ubicado en la cordillera de los Andes peruanos, no lejos de Bolivia.
El hematocrito es el volumen de glóbulos rojos como porcentaje del volumen total de sangre. En el adulto, el valor "normal" oscila alrededor del 40%, el resto está ocupado por glóbulos blancos en cantidades muy pequeñas y por el plasma. "Cuando un ciclista profesional supera el 50% en el momento de una carrera, se le impide salir porque puede ser peligroso para su salud, o es porque está dopado", dice Samuel Vergès, que estudia durante más de diez años, los efectos de la hipoxia, la falta de oxígeno, en el cuerpo dentro del laboratorio HP2 "hipoxia y fisiopatologías" (universidad Grenoble-Alps, Inserm).


Entonces, ¿cómo vive este minero de La Rinconada para vivir con esa tasa? Esto es lo que los doce científicos de la Expedición 5.300, también apoyados por muchos patrocinadores comerciales, vinieron a explorar en el lugar. La población bastante homogénea de La Rinconada, en su mayoría quechua y aymara que vive a gran altura, les permite estudiar este tema sin demasiados sesgos.
En la Casa Azul, prestada por la Cooperativa Minera de San Francisco, instalaron sus 600 kg de sofisticados equipos transportados desde Francia para explorar los efectos de la grave falta de oxígeno, un 50% menos que Del mar, que ruge a los 5.300 metros. La Rinconada desafía las certezas. Como desafía las normas de seguridad, protección ambiental y legislación laboral. Hasta ahora, se pensaba que era imposible vivir permanentemente más allá de 5,000 metros con tan poco oxígeno. La Rinconada desafía esta certeza. Como ella desafía las normas de seguridad, protección del medio ambiente y la legislación laboral. Aquí reina la economía informal, con pequeñas minas artesanales explotadas por 468 "socios", agrupadas en tres cooperativas que venden su producción, a través de intermediarios, a grupos suizos: el nombre de Metalor (comprado por el japonés Tanaka en 2016 Circula, aunque el industrial muere, a modo de nota de prensa, para importar oro sucio ...

Leer también. Iván Hancco: "En La Rinconada, la capacidad de la población desafía a la ciencia"

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EDITORIAL: NO ESTAMOS HACIENDO LO SUFICIENTE
Ojo-Publico.com
La Amazonía se encuentra en peligro. Algunos discursos políticos pretenden desconocer los impactos del cambio climático.
Hoy, que la Amazonia se encuentra amenazada con discursos políticos que pretenden cuestionar las evidencias científicas del cambio climático, Ojo-Publico.com y otros 26 medios de América Latina suscribimos esta columna editorial renovando nuestro compromiso para profundizar en sus impactos y desafíos.
Donde sea que miremos hoy en el mundo hay señales del desastre ambiental. En la atmósfera: hemos depositado millones de toneladas de CO2 que están generando un calentamiento de la temperatura promedio global y que podría superar el umbral de los 2 grados a fines de este siglo. En los océanos, ese exceso de dióxido de carbono, está incrementando la acidez de las aguas  y destruyendo los arrecifes de coral, poniendo en riesgo su existencia. En estos mismos mares, flota para nuestra vergüenza una isla de plástico tres veces el tamaño de Francia, y también de ellos la industria pesquera extrae todos los días toneladas de especies marinas.
El impacto del hombre y la extracción de recursos continúa en tierra. A los  bosques los estamos destruyendo a un ritmo que al hacerlo liberamos aún más CO2 a la atmósfera del planeta, alteramos los patrones de lluvia, reducimos la biodiversidad, acorralamos a pueblos indígenas que habitan esos territorios hace siglos, y al mismo tiempo, borramos para siempre especies de plantas y animales que ni la ciencia ha tenido tiempo de observar y conocer. En la Amazonía, las mafias criminales envenenan con toneladas de mercurio los ríos para extraer el oro que termina alimentando las refinerías de Europa, Asia y Estados Unidos.
Nuestra especie está destruyendo árboles y animales antes de que siquiera podamos descubrirlos y maravillarnos ante ellos. Los insectos, el principio de la cadena alimenticia de muchos seres vivos, están esfumándose con consecuencias aterradoras.
Según la Agencia Internacional de Energía, desde 1990 el uso de combustibles fósiles ha aumentado. Aunque la producción de petróleo  creció a un ritmo más lento entre 1990 y 2017, la producción de carbón se duplicó en lo mismo periodo sobre todo en China. Incluso las inversiones en energía limpia se han realizado con una racionalidad puramente económica y bajo un manto de corrupción. Un estudio publicado el 2017 en la revista científica Plos One , pronostica que la construcción de solo seis represas podrían cambiar el ciclo de vida de la cuenca amazónica. Estamos provocando un apocalipsis del que más temprano que tarde seremos víctimas.
El naturalista británico David Attenborough (Inglaterra, 1926) sintetiza este panorama de forma clara: ha dicho y repetido de la forma más clara posible: "En este momento nos enfrentamos a un desastre hecho por el hombre a escala global, nuestra mayor amenaza en miles de años es el cambio climático. Si no actuamos, el colapso de nuestras civilizaciones y la extinción de gran parte del mundo natural está en el horizonte”.
El último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) publicado hace unos meses nos advierte que el desastre es inminente si es que hoy no hacemos algo. El documento elaborado por el grupo de científicos más importante del mundo tiene mensajes para todos, gobernantes y hasta el último ciudadano de a pie: cada pequeño aumento de la temperatura importa, cada año importa, cada decisión que tomemos tendrá consecuencias en el futuro cercano. Tenemos menos de 10 años para detener la intensidad actual con la que emitimos gases en la atmósfera. Ya no valen mucho más los diagnósticos. Hasta de cifras e informes hemos está saturado el Planeta. Es tiempo de actuar desde la evidencia.
Pero cada ser humano sobre el planeta tiene también una responsabilidad. Mientras un joven holandés ideó un método para recolectar el plástico del océano, decenas de ambientalistas y líderes indígenas dan su vida todos los años por la protección de bosques y otros recursos naturales a lo largo y ancho del mundo. Algunos empresarios renuevan la esperanza subvirtiendo la forma tradicional de hacer negocios para integrar la naturaleza en sus cuentas y balances. En laboratorios se reinventan las formas de producir energía, desde la fusión nuclear que imita la potencia del sol, hasta paneles solares de última generación, motores de hidrógeno. También vemos renacer costumbres sencillas y pérdidas como el uso de fibras naturales para reemplazar materiales no biodegradables.

El periodismo no es un oficio aislado a esta responsabilidad. Los periodistas de todo el continente tenemos un compromiso profundo para entender desde la ciencia que el planeta entero debe transitar hacia un modelo de crecimiento y desarrollo diferente. Un cambio que sin duda estará atravesado por conflictos, pero también de nuevas esperanzas y oportunidades. Detrás de las migraciones masivas que todos los días aparecen en nuestras páginas y pantallas, detrás de las protestas de los Chalecos amarillos en París y el rimbombante negacionismo de algunos líderes globales parece estar el mismo fenómeno: una sociedad global
acomodándose ante el más grande desafío que ha encarado desde que los primeros hombres aparecieron en África hace 300.000 años.
El compromiso del periodismo con este momento es histórico. Es necesario interpelarnos y preguntarnos si realmente estamos haciendo lo suficiente. Como nunca antes en la historia, contamos con las mejores herramientas para comunicar información a una escala global y a velocidades tan rápidas como la de un haz de luz. Llegó la hora de actuar, y el periodismo debe ser capaz de hacer viajar a esa velocidad las soluciones y acciones que se necesitan para detener la catástrofe de la que ya estamos advertidos. El tiempo se acaba.
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