viernes, 21 de marzo de 2025

UN ENFOQUE DE HILDEBRANDT SOBRE EL PERU POLITICO ACTUAL

 DISFRACES

César Hildebrandt

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 725, 21MAR25

A

hí está otra vez, haciendo lo que más le place, lo que le mana de las profundidades con más naturalidad: disfrazarse.

Su primer disfraz oficial fue el de la estudiante inter­nacional que se educaba para grandes destinos. Nadie sabía en ese entonces que la pensión universitaria y sus anexos de vestuario y distracciones se los daba en efectivo Vladimiro Montesinos.

Se disfrazó casi simultáneamente de primera dama cuando a su madre, enloquecida por el acoso, el ladrón y asesino de su padre la clausuró en un cuarto bajo soldadura y más tarde la cercó de desprecio y burlas con la ayuda de la prensa.

Pobre Susana Higuchi. La entrevisté para el ABC de Madrid y le temblaba la voz cuando hablaba de Alberto Fujimori y de su hija monstruosa. “Es un demonio”, llegó a decir de ella.

Pero ahí estaba Keiko al lado de su padre camorrero, con vesti­dos que empezaron a hacerle para que luciera como una princesa inflamada de poder, digna sucesora de una nueva dinastía que había llegado para quedarse.

Bonito disfraz. Cuando el asesino y la­drón de su padre fugó a Brunéi y renunció por fax desde Tokio, la señorita se disfrazó de contrita, primero, y de desaparecida, después.

Luego, cuando las manadas de la desme­moria volvieron a cundir, Keiko Fujimori optaría por el disfraz de heredera de un gran legado y reconstructora de un gran partido.

Lo hizo con la ayuda de la radio que había estado en el SIN, de la prensa que había merodeado las sentinas del poder en pleno fujimorato y de los empresarios que le debían varios ceros a la derecha de su fortuna al mercantilismo solapado que impuso su padre en un buen sector de la economía.

Un día, en Harvard, la vimos disfrazada de socialdemócrata preocupada por los errores del pasado y por la vigencia irrenunciable de los derechos humanos.

Hubo politólogos que se la creyeron y expresaron su bilingüe admiración. Keiko, según esa versión, era una Bachelet recién horneada.

Era ñanga. Punto disfraz.

Keiko perdió con Humala y le volvió a salir la pasta de la que está hecha: a la derecha de quien le pague, al centro de las opciones que nada cambien, al infierno con el país si eso es necesario para durar.

Perdió con PPK, que era varias veces su abuelo y que, además, era un fujimorista tan gringo como Vito. Y entonces le salió la vesícula biliar por la boca, el odio viejo por los ojos, la irresponsabilidad por donde ella decide. No la olvidaremos diciendo después de su fracaso: “Gobernaremos desde el Congreso”. Era el espíritu de Iwo Jima al servicio del desagüe. Y entonces tuvimos vacancia, como la habríamos de tener también con Vizcarra.

Pero entonces vino lo peor. Disfrazada de Señora Orden, de estaista, de escarmentada y casi de inteligente, se enfrentó a NN, alias Pedro Castillo, un cajamarquino que apenas podía hablar, que tenía un equipo de gobierno encabezado por los tres chiflados, que tenía detrás a Vladimir Cerrón (alguien que cree que Camilo Cienfuegos está vivo y que el hombre nuevo camina en las calles ruinosas de La Habana). Es decir, enfrentó a quien debía arrasar con dos so­papos y un debate. Pero volvió a perder. Un ejército de resistentes se levantó por todo el Perú y recordó a los votantes la infamia del decenio albertista, lo que nos podía costar ese retomo con aires de maldición, y la señora, disfrazada de encamación de la sensatez, volvió a perder. Los leucocitos cumplieron su tarea.

Fue cuando la señora volvió a despojarse de gasas y encubrimientos y habló del fraude. Y con la plata que le daban los empresarios de la cachina grande y el talento de los abogados dispuestos a demostrar otra vez que Barrabás fue bien liberado, armó la teoría del fraude.

Teoría que ha repetido hace unos días.

Con lo que nos dice que ella es la presidenta moral del Perú.

Y tiene razón: ella preside este campamento ensangrentado que es el Perú y lo hace al lado de otro disfraz andante. Ella y Boluarte son el dúo de oro del lumpencriollismo.

Algún Raffo le ha dicho a la hija del ladrón y asesino que la campaña debía empezar en Cajamarca y con sombrero. Y así ha sido. Todo ha comenzado por un amarre de esos que se anuncian en la prensa de un sol.

Y vendrá la señora disfrazada por enésima vez de lo que sea necesario: la dama de hierro, la que impondrá la autoridad cueste lo que cueste, madame Bukele, la que derrotará el caos que tanto ayudó a crear. Keiko dirá lo que haga falta. Pero no importa qué atavío le pongan, de qué lentejuelas se cuelgue, cuántos faldones o borlas la adornen: un panetón la espera en el camino. Un panetón que ya se está riendo; <:>

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