DISFRACES
César Hildebrandt
En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 725, 21MAR25
A |
hí está otra vez,
haciendo lo que más le place, lo que le mana de las profundidades con más
naturalidad: disfrazarse.
Su primer disfraz
oficial fue el de la estudiante internacional que se educaba para grandes
destinos. Nadie sabía en ese entonces que la pensión universitaria y sus anexos
de vestuario y distracciones se los daba en efectivo Vladimiro Montesinos.
Se disfrazó casi
simultáneamente de primera dama cuando a su madre, enloquecida por el acoso, el
ladrón y asesino de su padre la clausuró en un cuarto bajo soldadura y más
tarde la cercó de desprecio y burlas con la ayuda de la prensa.
Pobre Susana Higuchi. La
entrevisté para el ABC de Madrid y le temblaba la voz cuando hablaba de Alberto
Fujimori y de su hija monstruosa. “Es un demonio”, llegó a decir de ella.
Pero ahí estaba Keiko al
lado de su padre camorrero, con vestidos que empezaron a hacerle para que
luciera como una princesa inflamada de poder, digna sucesora de una nueva
dinastía que había llegado para quedarse.
Bonito disfraz. Cuando el
asesino y ladrón de su padre fugó a Brunéi y renunció por fax desde Tokio, la
señorita se disfrazó de contrita, primero, y de desaparecida, después.
Luego, cuando las
manadas de la desmemoria volvieron a cundir, Keiko Fujimori optaría por el
disfraz de heredera de un gran legado y reconstructora de un gran partido.
Lo hizo con la ayuda de
la radio que había estado en el SIN, de la prensa que había merodeado las
sentinas del poder en pleno fujimorato y de los empresarios que le debían
varios ceros a la derecha de su fortuna al mercantilismo solapado que impuso su
padre en un buen sector de la economía.
Un día, en Harvard, la
vimos disfrazada de socialdemócrata preocupada por los errores del pasado y por
la vigencia irrenunciable de los derechos humanos.
Hubo politólogos que se
la creyeron y expresaron su bilingüe admiración. Keiko, según esa versión, era
una Bachelet recién horneada.
Era ñanga. Punto
disfraz.
Keiko perdió con Humala
y le volvió a salir la pasta de la que está hecha: a la derecha de quien le
pague, al centro de las opciones que nada cambien, al infierno con el país si
eso es necesario para durar.
Perdió con PPK, que era varias veces su abuelo y que, además, era un fujimorista tan gringo como Vito. Y entonces le salió la vesícula biliar por la boca, el odio viejo por los ojos, la irresponsabilidad por donde ella decide. No la olvidaremos diciendo después de su fracaso: “Gobernaremos desde el Congreso”. Era el espíritu de Iwo Jima al servicio del desagüe. Y entonces tuvimos vacancia, como la habríamos de tener también con Vizcarra.
Pero entonces vino lo
peor. Disfrazada de Señora Orden, de estaista, de escarmentada y casi de
inteligente, se enfrentó a NN, alias Pedro Castillo, un cajamarquino que apenas
podía hablar, que tenía un equipo de gobierno encabezado por los tres
chiflados, que tenía detrás a Vladimir Cerrón (alguien que cree que Camilo
Cienfuegos está vivo y que el hombre nuevo camina en las calles ruinosas de La Habana).
Es decir, enfrentó a quien debía arrasar con dos sopapos y un debate. Pero
volvió a perder. Un ejército de resistentes se levantó por todo el Perú y
recordó a los votantes la infamia del decenio albertista, lo que nos podía
costar ese retomo con aires de maldición, y la señora, disfrazada de encamación
de la sensatez, volvió a perder. Los leucocitos cumplieron su tarea.
Fue cuando la señora
volvió a despojarse de gasas y encubrimientos y habló del fraude. Y con la
plata que le daban los empresarios de la cachina grande y el talento de los
abogados dispuestos a demostrar otra vez que Barrabás fue bien liberado, armó
la teoría del fraude.
Teoría que ha repetido
hace unos días.
Con lo que nos dice que
ella es la presidenta moral del Perú.
Y tiene razón: ella preside este campamento
ensangrentado que es el Perú y lo hace al lado de otro disfraz andante. Ella y
Boluarte son el dúo de oro del lumpencriollismo.
Algún Raffo le ha dicho
a la hija del ladrón y asesino que la campaña debía empezar en Cajamarca y con
sombrero. Y así ha sido. Todo ha comenzado por un amarre de esos que se
anuncian en la prensa de un sol.
Y vendrá la señora disfrazada por enésima vez de lo
que sea necesario: la dama de hierro, la que impondrá la autoridad cueste lo
que cueste, madame Bukele, la que derrotará el caos que tanto ayudó a
crear. Keiko dirá lo que haga falta. Pero no importa qué atavío le pongan, de
qué lentejuelas se cuelgue, cuántos faldones o borlas la adornen: un panetón la
espera en el camino. Un panetón que ya se está riendo; <:>
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