SERENATA
Escribe: José Romero Manrique*
E |
n
la quietud de la media noche andina; la luna serrana con sus argentados rayos
ilumina la extensa plaza de Juli. La oscura arboleda se mece levemente al
impulso de la brisa que trae los rumores del lago como un lejano y misterioso
eco.
Bajo
un umbroso ciprés; un grupo de jóvenes afinan sus musicales instrumentos, entre
murmullos y tintineos de las cuerdas. Instantes después de un solemne silencio,
se parece en el ambiente, la armoniosa y magistral ejecución de un romántico y
cadencioso vals; hermosa expresión del alma criolla que inunda los confines del
sentimiento. Aquel vals que la dorada musa inspirara al gran poeta César Miró,
que en su sentimental cantar dice:
Todos
vuelven a la tierra en que nacieron / Al embrujo incomparable de su sol…
Como
un conjuro divino, la noche serrana se inunda de torrentes armoniosos en el
nocturnal silencio. Trinan las mandolinas, llora el dulce gemido del violín;
las cautivantes notas del acordeón que corean los varoniles bordones de las
guitarras; el guitarrón de graves acentos marcando los compases en magistral
bajeo.
Serenata
juleña de apasionante emoción, sones que brotan del alma; música hecha purísimo
sentimiento, de acariciantes matices, mensajeros del amor que en alas del
ensueño invaden con frenesí al corazoncito de la dueña de los amores en
dulcísima ensoñación.
Suspira
la brisa en las enramadas y las estrellas lejanas parecen parpadear de emoción.
Serenata juleña, acariciante y romántica que va desgranando sus sones de calle
en calle al pie de la ventana de la enamorada prenda.
Valses,
polcas, boleros, huayños que cantan a la vida y al amor, a la belleza de la
mujer amada, diciendo:
“Quisiera
yo a tu lado estar / Tu frente con la mía juntar” / Y luego hasta que muera / Poderte
adorar”
Allí
van los heraldos del amor, tocando y cantando; y, los instrumentos traductores
de los más insondables sentimientos que en cada canción son un remanso de amor.
Las
juguetonas polcas, también están presente en el repertorio:
“Qué
dicha es para mí / Tener en quién pensar / Tan sólo pienso en ti / mujer
angelical”
La
noche avanza, la brisa juguetona refresca el ambiente, un copetín circula entre
los muchachos, copetín del fragante pisco peruano que “entona el alma y alegra
el corazón”. Se acerca la madrugada y la ronda nocturna que se va, con un
huayñito que canta el amor a la tierra querida, que bulle en cada latido del
corazón por ese pedacito de cielo, de playas rumorosas y paisajes
incomparables, y dice:
“Tierra
linda de canciones / Nidito alegre de amores / En tus calles pandilleras he
tejido / Mis más dulces esperanzas e ilusiones” / Mi Juli querido no te
olvidaré / Por muy lejos que me vaya, te cantaré”
Centro Musical Juli. Década de los 60 del siglo pasado |
Recordar
es volver a vivir aquellos años de acrisolada fraternidad, días de unión y
alegría, cantándole a la tierra linda, a sus paisajes y a su lago murmurador; a
la hermosura de sus mujeres, a Juli, hogar hermoso y acogedor, noble, altivo y
generoso, abierto a la amistad. Terruño que bulle en la mente con permanente y
persistente cariño, del que quedan tan solo, las más dulces remembranzas de esa
tierra linda y alegre que dejamos con la ansiedad y tristeza que no termina.
Y
se va la serenata alejándose lentamente, perdiéndose en el claroscuro del amanecer
cantando muy bajito:
“Disculpa
negrita por la serenata / Que es la despedida de mi corazón / Mañana a estas
horas por la carretera / “Levantando polvo mañana me voy”.
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* Tomado de JULI ETERNO Nº 71, DICIEMBRE
2024
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