viernes, 16 de agosto de 2024

PUIEBLOS PUNEÑOS: JULI

 PAISAJE JULEÑO

Ubaldo Castillo Espezùa

(Fragmento extraído de su libro LA CULTURA POPULAR DE JULI. Arequipa 1996)

J

uli, en su característica de una de las poblaciones circunlacustres que se levantan junto al lago de los aymaras, es la expresión más maravillosa de paisaje. Situado sobre este pequeño mar suspendido cerca al cielo donde las olas alcanzan alturas que hacen temblar de miedo al navegante más atrevido en los días de tormenta y la superficie plateada de sus aguas, “hierve de irradiaciones doradas en los días tranquilos". Cerca al azul intenso de su cielo que pareciera que se une con el lago, formando una bóveda azulina de cielo y agua pura. Este es el "Lago Encantado...resto palpa­ble del Diluvio Universal...de panorama quieto...de islas flotantes de los uros y grandes balsas fabricadas por los collas", que conoció Pedro Martín de Moguer[1].

"El cielo de la meseta del Titicaca, formando, según la frase de Humboldt, un círculo a manera de los que se ven en la luna, limitado por altísimas monta­ñas, tiene un aspecto general de grandeza primitiva e infinita..."Imaginemos por un instante instalados sobre la cumbre de cualquiera de sus montañas. Se divisará una franja nevada de cordillera al Este que son los nevados de la Cordillera Real, que como cristales inmensos, sublevados desafían la altura del cielo. Más abajo, como calentando sus faldas, las aguas tibias y cristalinas de su lago milenario. Más cerca, las playas de arenas finas, limpias de aguas dia­mantinas, para conducir por una pendiente muy suave, al templo de San Juan que como una mole rojiza se levanta para ingresar al pueblo, más arriba la plaza Bertonio, extensa y monumental, mostrando sus qollis2 ornamentales, únicos en el departamento...El nombre de Juli, tiene el más rico contenido de paisaje y belleza. Es portón de mitos, leyenda e historia encerrado en su cofre, grandeza infinita e indescriptible, fruto de tierra fértil y produc­tiva, de montañas elevadas levantadas muy cerca que desafían al Sol. Es una de las tierras más ricas en paisaje natural, arqueología, arquitectura colo­nial, folclore, etnias diversas y variedad de recursos turísticos que están esperando una eficiente promoción, para que el viajero conozca sus maravillas, llene sus ojos con la luz blanquecina de sus amaneceres y disfrute de su historia con la fuerza incontenible de los sedientos de saber y cultura. Juli, es anuncio de paisaje emotivo y brillante, donde danzan al compás de un K’ajelo cordillerano o un wayño pandillero, estrechados de la mano, la antigua grandeza de su cultura y el promisor futuro de un pueblo hasta hoy abandonado y arrinconado por el olvido de sus conductores y la desidia de sus propios habitantes.

El Padre Vargas Ugarte ha descrito el lugar con contenida emoción:

 “El viajero que llega de Pomata por la carretera - divisa en una vuelta que ella hace, el caserío de Juli, arracimado en una colina de suave pendiente hacia el lago. En el centro y en la parte más elevada surge la mole de San Pe­dro, al noreste se divisan los muros de piedra blanca de Santa Cruz y, casi en diagonal, descubren nuestros ojos por el lado del sur a La Asunción, cu­ya torre de piedra en forma de espadaña, la delata. Finalmente, al oriente y más cerca de nosotros, asoman las rojizas tejas de la techumbre de San Juan”.

Hoy Juli, ha perdido su Santa Cruz y sus otras tres iglesias sufren el dete­rioro del tiempo y el descuido comprometido y destrucción de sus pobladores, que indiferentes y resignados miran su pérdida.

Hay que conocer Juli, con su plaza extensa, sus calles rectas y estrechas, sus cuatro moles legendarias que se levantan desafiantes para cortar los vientos que suben del lago o bajan de la cordillera, sus colinas suaves y ligeramente inclinadas, sus faldas extendidas donde se distinguen casitas pequeñas a manera de nidos suspendidos en sus pendientes, donde es fácil y da ganas de tenderse a pierna suelta; sus pampas solariegas y planas que llegan hasta las orillas de sus playas, su cielo azul y claro sol, desde donde se puede divisar la inmensidad de Qotapampa, que como gigante espada­ña serpenteante se introduce en el lago, como si quisiera tragarse las aguas de este lago, fuente de vida y belleza infinita. Cerca, las casas solitarias de Olla Parki, Chojchoni, Pisirapi, Wakina, Choqejawa, Siwekjawira o Palermo, que están esperando que el visitante llegue para recordar la hospitali­dad de sus antiguos dueños, cuyos espíritus están rondando sus aposentos es­perando mejores días en un futuro lejano y cercano al mismo tiempo.

“El lago iluminado por los rayos crepusculares y las noches tachonadas de estrellas, ponen una nota de serena melancolía en esta población, alma viviente del mestizaje americano”. Juli, de “amaneceres fulgentes de sol reluciente, lánguidos atardeceres, noches de luna plateada, rumor de olas y brisas tibias, collis de belleza inconfundible que adornan su extensa plaza Bertonio y hombres hospitalarios, charlatanes, comunicadores francos y amplios, completan este paisaje de maravillas y ensueños. <>

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[1] Martín de Moguer junto con Diego de Agüero fueron los primeros españoles que –desde el Cusco- ingresaron al Altiplano por orden de Francisco Pizarro, para verificar las riquezas en oro que había en el templo de la isla Titicaca.

2. Arbol autóctono de pequeño o mediano tamaño



 

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