BALANCE DEL BICENTENARIO… ¿“DE” O “EN”?… PUNO
Nicanor Domínguez Faura
El presente texto es una versión ligeramente revisada de la presentación
del día viernes 9 de agosto de 2024 en el Evento “El Bicentenario en Puno”,
organizado por la Universidad Nacional del Altiplano. La invitación a
participar fue hecha por el historiador Mario Copa Paucar. La lectura del
texto corrió a cargo de Ana María Pino, gestora cultural en Puno
Para el portal de la Casa del Corregidor 12 de agosto de 2024
Introducción
E |
n la carta de invitación a participar se me
dice que debo “discutir el Bicentenario de la independencia ‘de’
Puno”. El evento, oficialmente, es sobre “El Bicentenario ‘en’
Puno”. El tema del programa para el día viernes 9 es: “La construcción de
la República ‘en’ Puno”, y esta presentación en particular debiera ser
un “Balance del bicentenario ‘de’ Puno”.
Como se darán cuenta por el énfasis puesto en
las distintas preposiciones gramaticales de estas cuatro frases, no estoy muy
seguro sobre de qué tema debo hablar esta noche. Me parece que son cuatro
cosas distintas, muy interesantes cada una de ellas, pero bien distintas:
- Primero: ¿Querrán que hable de los 200 años de Puno como entidad política
autónoma e independiente?
- Segundo: ¿O quieren que comente sobre los eventos culturales y/o patrióticos
llevados a cabo entre el 2021 y este 2024 en Puno, por los 200 años de la
Independencia del Perú?
- Tercero: ¿O esperan que explique el proceso mediante el cual la
administración estatal del Perú, a través de leyes y disposiciones fiscales y
administrativas, ha sido aplicada e implementada en el caso concreto de Puno en
los últimos 200 años?
- Y cuarto: ¿O debiera hacer una síntesis y evaluación de los 200 años de
historia regional de Puno durante la Época Republicana?
Creo que podría intentar proponerles tres
preguntas para la reflexión, más o menos inspiradas en las distintas
indicaciones e interpretaciones que acabo de comentar. El énfasis estará
en ver a Puno como parte del Sur del Perú y como parte del Perú todo.
Las tres entradas al problema que les propongo
son:
- Primero: ¿desde cuándo existe la “unidad regional” que hoy conocemos como “la
región Puno”, el espacio que en los siglos XIX y XX, durante la Época
Republicana, era llamado “el departamento de Puno”?
- Segundo: ¿cuántos y quiénes han sido los presidentes peruanos nacidos en
Puno?
- Tercero: ¿cuál ha sido, en rasgos muy generales por supuesto, el
comportamiento político de Puno, y del Sur Andino peruano, en los 200 años de
vida republicana?
Primera pregunta: ¿desde cuándo existe la “unidad
regional” que conocemos hoy, en el siglo XXI, como “la región Puno”, espacio
que en los siglos XIX y XX era llamado “el departamento de Puno”?
El actual departamento o región de Puno, en el
Sur de la República peruana, se ubica en la mitad septentrional del Altiplano
del lago Titicaca. Esta jurisdicción o “unidad regional” corresponde
aproximadamente a los territorios que fueron habitados en la Época Prehispánica
por los grupos étnicos de los Collas (al norte del lago) y
los Lupacas (al sur del lago). Aunque hoy pueda sonar
sorprendente, en el siglo XVI ambos grupos hablaban la lengua aimara (idioma
que, en ese entonces, se hablaba desde las “Provincias Altas” del Cusco,
pasando por todo el Altiplano, hasta llegar a Potosí, actualmente en el centro
de Bolivia).
Los Collas y los Lupacas fueron incorporados
al Imperio de los Incas cusqueños a mediados del siglo XVI. Los Incas
llamaron “Colla-suyo” a toda la región de los aimaras. Sin
embargo, los conquistadores Incas ocuparon el Altiplano durante menos de un
siglo, entre aproximadamente las décadas de 1450 y 1530. Es decir, por
poco más de 80 años.
Los invasores españoles llegaron a los Andes
en la década de 1530, y se repartieron las riquezas y la fuerza de trabajo de
las poblaciones indígenas que habían estado bajo dominio incaico. A estos
“premios”, en la forma de comunidades indígenas obligadas a pagar tributo a los
conquistadores españoles, se les llamó “encomiendas” o “repartimientos de
indios”. El grupo de los Collas fue subdividido en unas 30 a 35
“encomiendas”, que fueron asignadas a conquistadores españoles que debían
residir y avecindarse en el Cuzco. Los Lupacas, en cambio, fueron
asignados en su totalidad a pagar tributos directamente a la Corona española.
La zona de los Lupacas fue conocida en la Época Colonial con el nombre de “provincia
de Chucuito”, formada por siete sectores: Chucuito, Acora, Ilave, Juli,
Pomata, Yunguyo y Zepita.
La primera gran división colonial del
Altiplano ocurrió con la fundación de la ciudad de La Paz en 1548: los
encomenderos de la parte central (donde están hoy las localidades de Puno y
Huancané) pasaron a residir en esta nueva ciudad. En 1610, al crearse el
obispado paceño, se reafirmó esta división altiplánica entre Cuzco y La Paz.
Desde la época del virrey Toledo, el Altiplano septentrional fue dividido
administrativamente en cinco “corregimientos” o provincias: Carabaya,
Lampa, Azángaro, Paucarcolla y Chucuito. Las tres primeras (Lampa,
Azángaro y Carabaya) estuvieron incluidas en el obispado del Cuzco y bajo la
jurisdicción de la Audiencia (o tribunal de justicia) de Lima. Las otras
dos provincias (Paucarcolla y Chucuito), formaron parte del obispado de La Paz
y de la jurisdicción de la Audiencia de Charcas. Esta división se mantuvo
durante unos 220 años en la Época Colonial, entre los años de 1565-1575 (cuando
se establecieron los corregimientos) y los años de 1782-1785 (cuando se los
agrupó administrativamente en un nuevo conjunto de provincias).Collas y Lupacas
Porque fue solo a partir de 1784, con la
creación de la “intendencia de Puno”, que se estableció la “unidad
regional” puneña. Las cinco antiguas provincias, que habían formado
dos grupos distintos (tres hacia el Cuzco, dos hacia La Paz), se reunieron en
una sola unidad administrativa regional. Después de la Independencia
peruana de 1821-1824, la “intendencia de Puno” recibió en la Época Republicana
el nombre de “departamento de Puno”, y luego, ya en nuestro siglo XXI,
el de “región Puno”. Así es que la idea que tenemos de la región
puneña como compuesta por territorios ubicados entre La Raya (el
límite con el Cuzco) y el Desaguadero (el límite con La Paz y,
desde 1825, con Bolivia), cumple este año 2024 sus 240 (doscientos cuarenta)
años de existencia.
Para mayor precisión, hay que decir que
durante dos décadas, entre 1776 y 1796, las cinco provincias del Altiplano
septentrional formaron parte del entonces nuevo Virreinato del Río de la
Plata. En 1782 se aplicó allí el nuevo sistema de gobierno regional y
provincial de Intendencias. Inicialmente, todas las diez provincias de la
región del Titicaca (cinco puneñas y cinco paceñas) fueron puestas bajo la
jurisdicción de un solo intendente residente en la ciudad de La Paz. Pero
dos años después, esta intendencia fue dividida para lograr su mejor
administración. El virrey Juan José de Vértiz y el
superintendente de Buenos Aires, Francisco de Paula Sanz,
propusieron a la Corona la creación de la Intendencia de Puno, separada de La
Paz, en base a las cinco provincias (informe del 21 de diciembre de
1783). La propuesta fue aceptada por el rey Carlos III y
su ministro José de Gálvez en la Real Orden del 5 de junio de
1784. Es decir, hace apenas dos meses que se cumplieron los 240 años de
esa creación administrativa.
Pero, por otra parte, los cinco corregimientos
o provincias coloniales continuaron existiendo por 30 años más en la Época
Republicana. No hubo mayores cambios hasta que en 1854 el presidente
Castilla firmó un decreto que reorganizaba la división administrativa
puneña. Entonces se separaron varias localidades de las antiguas
provincias de Lampa, Paucarcolla y Chucuito, para formar la nueva provincia
del Cercado de Puno. Y partes de Azángaro y Paucarcolla
formaron la provincia de Huancané. Sumaron entonces seis provincias
puneñas (Cercado, Chucuito, Lampa, Azángaro, Huancané y Carabaya). Dos
décadas después, en 1875, la antigua provincia de Carabaya se dividió en dos
partes: Carabaya (capital Macusani) y Sandia (capital
Sandia). Sumaron entonces siete las provincias del Departamento de Puno.
Los siguientes cambios administrativos
ocurrieron ya en el siglo XX: en 1901 se creó la provincia de Ayaviri (separada
de Lampa), y rebautizada Melgar en 1925. Luego, en 1926,
se creó la provincia de San Román, con capital en Juliaca (también
separada de Lampa). Así, durante la mayor parte del siglo pasado, hubo nueve
provincias en Puno (Cercado, Chucuito, San Román, Lampa, Melgar, Azángaro,
Huancané, Carabaya y Sandia).
Pasaron casi seis décadas más hasta el año
1984, cuando se creó la provincia de Yunguyo (separada de
Chucuito). En 1989 se creó la provincia de San Antonio de Putina (con
distritos que habían sido parte de Azángaro, Huancané y Sandia). Y,
finalmente, en 1991 se establecieron dos nuevas provincias: Moho (separada
de Huancané), El Collao (separada de Chucuito), con capital en
Ilave. Así, desde hace ya casi 35 años, tenemos trece provincias en Puno
(Cercado, El Collao, Chucuito, Yunguyo, San Román, Lampa, Melgar, Azángaro,
Huancané, San Antonio de Putina, Moho, Carabaya y Sandia).
* * *
Para recapitular esta primera parte:
- La división colonial del Altiplano entre el Cuzco y La Paz duró 236 años,
entre 1548 (fundación de La Paz) y 1784 (establecimiento de la Intendencia de
Puno).
- Las cinco provincias coloniales, ya establecidas por el virrey Toledo para
1575, se mantuvieron sin modificaciones significativas por 280 años, hasta la
reforma administrativa del presidente Castilla en 1854.
- La “unidad regional” puneña que hoy conocemos se forma en 1784, hace 240
años, con la creación de la Intendencia de Puno.
- Pero en ese momento, y por 20 años, Puno fue parte del Virreinato de Buenos
Aires (1776-1796).
- Desde que en 1796 se restituyó al Virreinato del Perú, y por 228 años
hasta el día de hoy, la mitad septentrional del Altiplano del lago Titicaca
ha estado invariablemente ligada, para bien y para mal, le pese a quien le
pese, al resto del Perú. ¡Puno sí es el Perú, señoras y señores!
Segunda pregunta: ¿quiénes han sido los presidentes
peruanos nacidos en Puno?
En el Perú hemos tenido 57 gobernantes en 200
años de vida republicana (quizás algunos más, que gobernaron por pocos días en
momentos de aguda crisis política). Pero 57 es la cifra que manejaremos,
considerando que algunos gobernaron en dos oportunidades (como Manuel Prado
Ugarteche, Fernando Belaúnde Terry, o Alan García Pérez), o en periodos
consecutivos (como Leguía durante “el Oncenio” o Fujimori en la década del 90).
Los 57 presidentes en 200 años hacen un promedio de 3 años y medio de
gobierno para cada uno. Sabiendo que el periodo presidencial ha sido
usualmente de 5 años, la estadística revela y muestra bastante bien la
inestabilidad de la política peruana.
De estos 57 presidentes, veintiocho (el
49%) gobernaron en el siglo XIX, veinte (el 35%) en el siglo
XX, y nueve (el 16%) en los 24 años que llevamos del siglo
XXI. Esto último significa que cada uno de esos nueve presidentes más
recientes gobernó en promedio 2.6 años (aunque los tres
primeros sí completaron su mandato de 5 años, y los seis siguientes en 8 años,
desde el 2016, han gobernado por menos tiempo aún, 1.3 años en
promedio, o sea la mitad del promedio anterior de 2.6). De los 57 presidentes
del Perú, veinte (el 35%) fueron limeños, treinta y
tres (el 58%) fueron provincianos, y cuatro (el 7%)
habían nacido fuera del Perú (aunque quizás ahora habría que sumar cinco,
con Fujimori, que parece haber nacido realmente en el Japón).
De los 33 presidentes provincianos, once (el
19% del total de 57) fueron norteños, cinco (casi 9% del
total) nacieron en el Centro, y diecisiete (el 30% del total)
han sido sureños. Es decir, en 200 años de vida republicana, uno de cada
tres presidentes del Perú nació en el Sur. Entre estos, dos nacieron en
Puno. ¿Quiénes fueron estos dos presidentes puneños del Perú, y cuándo
fue que gobernaron el país?
Se trata de dos caudillos militares del siglo
XIX, los generales Miguel de San Román y Meza (nacido en Pichacani en 1802), y
José Rufino Echenique Benavente (nacido en Puno en 1808). Ambos eran
hijos de familias criollas, cuyos antepasados habían migrado desde el Norte de
España al Perú en el siglo XVIII. Los San Román eran de Asturias, y
llegaron a La Paz y a Puno desde principios de ese siglo, dedicados
especialmente a la minería. Los Echenique eran vascos de Navarra, pero
llegaron primero a Chile a fines del XVIII y luego a Puno, como funcionarios
coloniales. Los padres de estos dos generales puneños habían nacido en tierras
americanas, y se vieron envueltos en las guerras de Independencia de la década
de 1810. Ambos murieron en el contexto de la rebelión del Cusco de
1814-1815, la llamada “rebelión de Pumacahua y los hermanos Angulo”.
En 1820 el joven San Román se unió a las tropas
patriotas que incursionaron en la Costa Sur, participó en la campaña a “puertos
intermedios” de 1823, uniéndose luego al ejército del Libertador Bolívar, con
el que terminó luchando en las batallas de Junín y Ayacucho. Por su
parte, el joven Echenique se unió al ejército del Libertador San Martín en Lima
en 1822, y también participó en la campaña a “puertos intermedios” de 1823,
pero terminó prisionero en la Isla Esteves hasta fines de diciembre de
1824. Cuando se supo en Puno de la victoria patriota en Ayacucho, los
realistas abandonaron la ciudad, y se proclamó la Independencia el lunes 27 de
diciembre de 1824, acto al que asistió Echenique.
Durante las siguientes cuatro décadas, ambos
jefes puneños participaron en las distintas guerras internacionales en las que
se vio envuelto el Perú, así como las sucesivas guerras civiles entre caudillos
peruanos, en las que sobresalió otro sureño que había participado en la batalla
de Ayacucho, el tarapaqueño Ramón Castilla (nacido en 1797). Ambos jefes
puneños llegaron al poder manteniendo buenas relaciones con Castilla, que fue
la figura política dominante del mediados del siglo XIX. Echenique,
después de ser ministro en el primer gobierno de Castilla, llegó a la
presidencia en 1851. Igualmente San Román, después de ser ministro en el
primer y segundo gobiernos de Castilla, llegó a la presidencia en 1862.
Miguel de San Román Meza |
Echenique fue elegido en 1851, pero durante su
gobierno se produjo el llamado escándalo de “la Consolidación” (el pago de la
“deuda interna” con dineros del guano, a ciudadanos que habían apoyado con
préstamos a la causa de la Independencia, aunque esos pagos terminaron beneficiando
a personajes vinculados al gobierno). Contra las denuncias de corrupción
generalizada se alzó en rebelión el general Castilla, que derrotó a Echenique
en 1855. Por su parte, cuando San Román finalmente alcanzó la presidencia
el 24 de octubre de 1862, no pudo disfrutar del poder por mucho tiempo, apenas
cinco meses y once días, ya que falleció el 3 de abril de 1863.
No les fue muy bien a estos dos paisanos en la
cúspide del poder político del Perú de mediados del siglo XIX. La ruta
fue muy larga y estuvo llena de luchas con distintos rivales, tanto en las
guerras civiles como en las campañas políticas por la presidencia. El
propio Ramón Castilla encontraría la muerte en medio del desierto de su nativa
Tarapacá, el 30 de mayo de 1867, cuando intentaba liderar una nueva rebelión en
contra de los desmanes del gobierno de turno (del caudillo liberal Mariano
Ignacio Prado). Eran formas de hacer política típicas de aquel siglo.
Tercera pregunta: ¿cuál ha sido el comportamiento
político de Puno, y del Sur Andino peruano, en los 200 años de vida
republicana?
Se ha puesto de moda, de un tiempo a esta
parte, el subrayar el contraste entre las opciones políticas mayoritarias del
Sur peruano con respecto a las del resto del país. Especialmente durante
las campañas electorales del 2006 (con el candidato Ollanta Humala del “polo
rojo”), la del 2011 (con el Ollanta del “polo banco”), la primera vuelta del
2016 (con la candidata Verónika Mendoza), y la última campaña del 2021 (con el
profesor Pedro Castillo en medio de la pandemia). Vemos una tendencia al
rechazo de aquellos candidatos que prometían defender y profundizar el orden
económico capitalista primario-exportador del país, buscando cada cinco años
nuevas alternativas que ofrecieran promover la redistribución de la riqueza
nacional, concentrada egoístamente por los grupos de poder principalmente
capitalinos.
Pero ya hace 35, hasta 45 años atrás, ha
habido en el Puno y en el Sur peruano apoyo mayoritario a candidatos que
pudieron considerase “anti-limeños” en su momento: el Belaúnde de 1980, el
candidato Alfonso Barrantes de “Izquierda Unida” en 1985, hasta el Fujimori del
“no shock” de 1990. ¿Qué tan antigua es esta tendencia sureña, de
oposición a los intereses capitalinos y de otras regiones del país ligadas directamente
a la ciudad capital?
Viene inmediatamente a la mente el recuerdo de
la Confederación Perú-Boliviana, de 1836 a 1839. Tuvo gran apoyo en el
Sur (Cuzco, Puno, Arequipa, Huamanga), y mucho rechazo en el Norte (Lima,
Trujillo). Antes, todavía, la oposición Norte-Sur durante las Guerras de
Independencia. A partir de setiembre 1820, con la llegada de la
“Expedición Libertadora” de San Martín, los conspiradores criollos peruanos
lograron el apoyo del recién nombrado intendente de Trujillo, el limeño Marqués
de Torre-Tagle, y proclamaron la Independencia (24-29 de diciembre de 1820),
más de medio año antes que en Lima (el famoso sábado 28 de julio de
1821). El virrey La Serna abandonó Lima y se instaló en el Cuzco, que fue
la última capital virreinal del Perú hasta 1824.
Sin embargo, nada de esto fue automático, homogéneo, invariable o inevitable.
En el Norte hubo varias revueltas de oficiales y vecinos realistas en
1821-1822, que fueron reprimidas por los patriotas. Y el Sur venía
experimentando una sostenida militarización desde una década antes, cuando los
ejércitos realistas reclutados en el Cuzco, Puno y Arequipa reprimieron a la
“Junta Tuitiva” de La Paz (en 1810), y se enfrentaron a los ejércitos de
Castelli (en 1811), de Belgrano (en 1813) y de Rondeau (en 1815), venidos desde
Buenos Aires al entonces llamado “Alto Perú”.
El Sur se mantuvo fiel a la Monarquía española
no solo porque hubiese criollos, mestizos e indígenas de ideas conservadoras,
sino porque, además de eso, hubo una fortísima represión de aquellos criollos,
mestizos e indígenas autonomistas (muchos con ideas políticas liberales), que
habían apoyado la rebelión del Cusco de 1814-1815 (de Pumacahua y los Angulo).
En el Perú de las Guerras de Independencia, en
los 15 años transcurridos entre 1810 y 1824, hubo de todo. Patriotas
autonomistas (algunos de ideas monárquicas constitucionalistas, otros
republicanos liberales) y fidelistas pro-monárquicos (algunos
liberales, muchos conservadores y retrógrados), de ambos hubo en todas las provincias.
Los vaivenes de la guerra permitieron o limitaron las posibilidades de que se
expresaran esas ideas abiertamente. Como tuvieron que ocultarse en su
momento, han dejado pocas evidencias documentales que permitan a los
historiadores estudiarlas a cabalidad, especialmente cuando eran opiniones
minoritarias (fidelistas en territorios patriotas, patriotas en territorios
realistas).
* * *
Pero, además de la discusión sobre la
existencia o no de una geografía político-electoral con un eje Norte-Sur en el
Perú de los siglos XIX al XXI, es necesario mencionar las particularidades del
componente étnico-cultural de la población Sur peruana. Evidentemente me
refiero a la población indígena que en Puno, desde el siglo XVIII, se divide en
un norte quechua y un sur aimara (cambio lingüístico que debió ocurrir durante
el siglo XVII, pero que no ha sido aun estudiado).
En el año 1978 el historiador Jorge Basadre
hizo una afirmación tajante y a la vez sorprendente: “El fenómeno más
importante en la cultura peruana del siglo XX es el aumento de la toma de
conciencia acerca del indio entre escritores, artistas, hombres de ciencia y
políticos” (Basadre 1931/1978, p.326). Pese a constituir la mayoría de la
población del país, la población indígena había sido ampliamente ignorada por
la mayoría de los intelectuales liberales peruanos del siglo XIX, más bien
siempre atentos a las ideas y las modas culturales europeas.
La expresión máxima de este vivir de
espaldas al país real, fue la reforma electoral del año
1896, promovida por el Partido Demócrata (del caudillo civil conservador
Nicolás de Piérola) y por el Partido Civil (fundado en 1871 como el órgano
político de la burguesía liberal surgida del negocio del guano). Se
impuso entonces, como requisito para ejercer el derecho al voto, el saber leer
y escribir en castellano. Esto dejó a los campesinos fuera del sistema
político. Hasta ese momento, por su condición de contribuyentes al fisco, sí
habían tenido acceso al sistema electoral anterior a 1896 (un sistema de
votación indirecta, “corporativa”, con tres niveles de selección de
representantes: distritales, provinciales y departamentales).
La respuesta del campesinado puneño ha sido estudiada en el libro de la historiadora Annalyda Álvarez-Calderón, ‘Ciudadanía Indígena’ (2021). Ella destaca la historia de las comunidades aimaras del pueblo de Santa Rosa, en la antigua provincia de Chucuito (hoy en la provincia de El Collao). En octubre de 1901, ante los abusos de sus autoridades locales (gobernadores y subprefectos), y sabiendo que en la ciudad de Puno no serían escuchados, enviaron a tres representantes a Lima, a entrevistarse con el Presidente de la República, el ingeniero y hacendado arequipeño Eduardo López de Romaña. José Antonio Chambilla, Mariano Yllachura y Antonio Chambi fueron estos primeros “mensajeros” de las comunidades de Apupata, Orccoyo, Chichillape, Llusta, Ccasani, Sullcanaca, Chocorasi y Puntaperdida.
Con ellos se inició un proceso inédito en el
Perú republicano, de búsqueda de un diálogo directo con la cúspide del poder
político, para lograr la aplicación de la legislación liberal del Estado en
beneficio de sus habitantes más marginados, a quienes un lustro antes se les
había removido de la ciudadanía. Para poder volver a ser ciudadanos con
derecho a voto, se pedía al gobierno que promoviera la educación escolarizada
en castellano en las zonas rurales. Sabiendo leer y escribir, podrían
nuevamente votar y elegir a sus autoridades, tanto al Congreso como a la
presidencia de la República. Así podrían ser oídos.
Este caso de los “mensajeros” enviados a Lima
a inicios del siglo XX, como antes la campaña en favor del respeto a los
derechos indígenas dirigida por Juan Bustamante en Huancané y Azángaro entre
1866 y 1868, como luego los reclamos de los comuneros de Wancho Lima en 1923,
nos muestran con claridad que lo que siempre han pedido los puneños y puneñas es
una participación política en condiciones de respeto e igualdad con el resto de
los ciudadanos del país. Y es lo que le siguen pidiendo al actual
gobierno el día de hoy.
Conclusiones
Una primera conclusión, que es más que
bicentenaria, es la constatación de que Puno, como la “unidad regional” que
ocupa la mitad septentrional del Altiplano del lago Titicaca en el Sur de la
República del Perú, acaba de cumplir 240 años de existencia.
Una segunda conclusión es que los dos
presidentes puneños que ha tenido el Perú, Echenique y San Román, fueron
caudillos militares que estuvieron vinculados, como aliados y antagonistas, al
mayor caudillo militar del siglo XIX, el mariscal Ramón Castilla. Después
de alcanzar la cima del poder (Echenique en 1851, San Román en 1862), ambos
personajes sufrieron una rápida caída (Echenique, acusado de corrupción, fue
depuesto por una revolución liderada por Castilla en 1855; San Román, por su
parte, falleció al año siguiente, en 1863). Ambos jefes puneños son
ejemplos típicos, y bastante exitosos, de las prácticas políticas de aquella
época.
Una tercera conclusión es que lo que siempre
han pedido las puneñas y puneños es una participación política en los asuntos
nacionales en condiciones de respeto e igualdad, como ciudadanos peruanos
equivalentes a los demás ciudadanos de otras regiones del Perú.
Espero haber respondido en algo a las tres
preguntas que les propuse discutir al principio de esta charla. Muchas
gracias por vuestra paciencia.
Referencias:
- Álvarez Calderón
Gerbolini, Annalyda. En búsqueda de la ciudadanía indígena: Puno
1900-1930. Lima: Fundación Bustamante de la Fuente, 2021.
- Basadre Grohmann, Jorge
[1903-1980]. Perú: Problema y posibilidad; con el apéndice: Algunas
reconsideraciones 47 años después [1931]. 2da ed. Lima: Banco
Industrial, 1978.
- Del Águila,
Alicia. La ciudadanía corporativa: Política, constituciones y sufragio
en el Perú (1821-1896). Lima: IEP, 2013.
- Domínguez Faura,
Nicanor. Aproximaciones a la Historia de Puno y del Altiplano. Puno:
Dirección Desconcentrada de Cultura de Puno, 2017.
- Jacobsen, Nils. Juan
Bustamante y los límites del liberalismo en el Altiplano: La rebelión de
Huancané (1866-1868). Lima: Asociación SER, 2011.
- Ramos Zambrano, Augusto
[1929-2012]. Ezequiel Urviola y el indigenismo puneño; Tormenta
altiplánica; Rumi Maqui y La Rebelión de Huancané. Lima: Fondo
Editorial del Congreso, 2016.
- Rénique, José
Luis. La batalla por Puno: Conflicto agrario y nación en los Andes
peruanos [2004]. 2da ed. Lima: La Siniestra, 2016.
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